Cuando Ya No Importe Citas

Citas

“No necesito hablar mucho para convencerme de que para mí no había trabajo en el país donde yo había nacido. Sin violencia, me hizo firmar un contrato que cubría un par de años y prometía sueldos en buenos dólares. Vagamente, me explicó que no se trataba de construir una presa o represa, sino solamente de cimentar lo que ya estaba hecho. Como a mí todo me daba igual, después de muchos desengaños de clase diversa, firmé lo que Paley quiso”.

Narrador en primera persona. Comienzo de la novela.

En esta primera cita seleccionada podemos apreciar el estado anímico del narrador protagonista. Si bien las condiciones del trabajo no quedan del todo claras y el tomar el puesto implica mentir, Carr lo acepta por hallarse desilusionado.

Menciona que en su país no hay trabajo, que ha vivido muchos desengaños y que en este nuevo lugar le prometen un pago en dólares. Por estas razones, aclara que 'todo le daba igual' y decide avanzar con el trato.

Esto nos muestra, entonces, un personaje que intenta sobrevivir y, a la vez, salir del estado de pobreza y sin promesas de ascenso social en que se encontraba. Lamentablemente, esto implicará para él entrar en contacto con un espacio ilegal en más de un aspecto.

“Y aquí estaba en un lugar, que solo existe para geógrafos enviciados, llamado Santa María Este, sacudiéndome el pasado como trataba de apartar las pulgas una perrita muy querida que alguna vez tuve, y con mi falso título de ingeniero, tratando de dirigir el trabajo de unos veinte peones mestizos y explotados. Estábamos terminando de construir una represa, justo allí donde el río y la tierra imponían un codo”.

Narrador protagonista. Luego de aceptar el trabajo mencionado.

Aquí vemos con mayor claridad que el trabajo que Carr asume implica formar parte de una cadena de injusticia social. Mientras el protagonista hace gala del ya mencionado título falso de ingeniero, entran en escena los temas de la marginación y la explotación.

Observamos individuos mestizos usados para terminar un trabajo del que, seguramente, sacarán mucha más ventaja financiera quienes lo guían que quienes efectivamente lo realizan. No solo por la plusvalía propia del capitalismo, sino porque el pago en dólares se realiza desde el extranjero y esta misma moneda no será en absoluto la que se use para el salario de los trabajadores explotados.

“Más tarde y coreando la magnificencia del poema, colocaban sobre el polvo zapatos charolados los representantes del cinismo cruel, los ricos, los terratenientes, los exprimidores de peones que se llamaban y se hacían llamar las fuerzas vivas de la nación. Ignoraban esto, como ignoraban todo -porque habían nacido en cunas de codicia-, todo aparte del precio de cereales, vacas y lanas.”

Narrador protagonista. Un tiempo después de que ha comenzado el trabajo en Santa María.

A través de estas palabras podemos notar el descontento, inconformismo y desacuerdo del protagonista con respecto a quienes llevan adelante la explotación de los trabajadores. Si bien se encuentra, por su condición de criollo -y no de mestizo, mulato o indio- en una posición superior, y su pago lo percibe en dólares, se da cuenta de que él mismo es un simple peón más que acata las órdenes de sus superiores, personas realmente ricas y sin pruritos morales.

A estos últimos los describe justamente como seres desagradables, injustos, repugnantes e inmorales, que se llevan todo el dinero, el oro y la plusvalía que pueden, sin percatarse realmente del daño que realizan o, mejor dicho, sin importarles.

"Me volví y allí estaba, de pie, sosteniendo con ambas manos una bolsa que le tapaba la cara. Viejo juego infantil que hacía más dolorosa su aceptada humillación. Esta aceptación era antigua de muchos años; había sido impuesta a su raza por la barbarie codiciosa de los blancos. De modo que desprendí con dulzura de sus dedos la bolsa y le di un beso en la frente.”

Narrador protagonista. Aproximadamente, en la segunda mitad del relato.

En esta cita Carr se refiere a Eufrasia, la mulata que cocina para él y limpia la casa en Santa María. Previamente al momento relatado en esta ocasión, una tarde de mucho calor, ellos han tenido relaciones. Y como el narrador dice que Eufrasia tiene buen cuerpo, pero un rostro que refleja las heridas de su historia de vida, él prefiere no mirarla y le tapa la cara con una bolsa de arpillera, a fin de poder tener relaciones con ella de manera satisfactoria.

Un tiempo después, para invitarlo a tener relaciones nuevamente, ella, asumiendo que su rostro no es agradable de ver, y sin importarle la humillación que esto supone, lo convoca con el gesto de taparse su rostro con una bolsa.

En esta cita podemos ver las contradicciones internas del narrador: si bien le ha tapado la cara en el encuentro anterior, en esta ocasión no quiere humillarle, y se acerca dulcemente a darle un beso en la frente, rechazando la invitación.

“Santa María Nueva podía considerarse como una verdadera ciudad. Hijos y nietos de los colonos suizos del otro siglo habían trabajado para que así fuera. Y, mientras trabajaban, se enriquecían y creaban familias súper católicas y puritanas que eran poderes que se respetaban sin objeciones.

—No tan puritanas —decía el turco Abu—. Yo no las llamo puritanas. La mugre abajo de la alfombra —. Y agregó pecados sin castigo: aunque no se lo crea y jamás nadie lo pruebe, hay dementes, alcohólicos, drogados, con su ayuda indirecta, incestuosos, ninfómanas, estafadores y toda clase de pestes que se le ocurran. Para mí fue un llamado de atención y se hicieron muy fuertes cosas que hasta entonces solo habían crecido como sospechas.”

Narrador protagonista, conversando con Abu. En más de la mitad de la novela.

En esta cita el narrador es mucho más explícito en torno a los responsables de la explotación laboral y la marginación social que tiene lugar en Santa María. Habla de su procedencia, aclarando que se trata de inmigrantes suizos. Y muestra su doble moral, marcando que forman familias a los que les inculcan los valores católicos, sin profesar ninguno de ellos realmente.

Abu, otro de los personajes a quien apodan el 'turco' -sin serlo realmente, pues nació en Arabia Saudita-, evidencia esta doble moral diciendo que esconden la mugre bajo la alfombra, es decir, que disimulan sus malos actos de una forma que en realidad los deja en evidencia sin que ni siquiera les importe demasiado. Es decir, destaca su cinismo y atrevimiento de un modo que aclara el panorama todavía más para el propio narrador.

“Ya no estaba cerca cuando comencé a ver lo que me había prometido. Del otro lado de lo que llamaban frontera se inició y se mantuvo una lluvia de fardos que se recogían aquí y se subían a los camiones. Pude ver que los lanzadores eran casi todos de color cobre y el sudor les hacía brillar los torsos desnudos. Me asombró ver que también había una mujer altísima con el negro pelo suelto, que tocaba las grandes tetas caídas. Cuando voló el último fardo, los negros brillosos alisaron frenéticos el suelo con las patas descalzas hasta formar un círculo defectuoso que me hizo pensar en la pista de un reñidero de gallos. Sonaban palabras de una lengua que yo no entendía y el idioma universal de las risas”.

Narrador protagonista. Hacia el final de la novela.

De un modo bastante naturalista, aquí el narrador describe con detalle cómo se realiza el contrabando nocturno. Utilizando físicamente a los 'negros' que allí también explotan, los contrabandistas de drogas les hacen descargar el contenido de los camiones en las peores condiciones.

Estas personas hablan en un idioma que el narrador desconoce, aunque sí puede comprenderlos cuando se ríen. Sencillamente, esta descripción configura otra escena típica de la explotación y marginación que aparecen frecuentemente en esta novela.

“Ahora, tan lejos y tan solo como siempre, me obligué a escribir el final. Tal vez lo haga por un oscuro, incomprendido deseo de venganza. Acaso para aliviar una culpa que no quise tener. […] Esta vez logré huir sin ayuda y dejé todo allá en Santa María Vieja, lugar que estuve aprendiendo a querer. Cuando vi los uniformes moviéndose en las sombras verdes de mi bosque de enfrente, comprendí que tenía que escapar de un destino policial”.

Narrador protagonista. Final de la novela.

Finalmente, luego de pasar años en el pueblo de Santa María, Carr regresa a Monte, el lugar del que había salido en primera instancia. Si bien ya se ha encariñado con aquel pueblo, su paisaje y su gente, debe irse cuando ronda el lugar la fuerza policial. Por el miedo de ser apresado, siendo totalmente consciente de su participación en la ilegalidad de todos los trabajos que allí se realizaban, debe escapar.

Una vez instalado en su nueva casa, continúa su labor de escritor que ha tenido durante toda la novela, pues asiduamente llevaba un diario para consignar detalles y vivencias. Menciona que una de las razones por las que escribe tiene que ver con aliviar parte de su culpa.

Es interesante notar cómo hasta último momento Carr constituye un personaje muy controversial: a pesar de mostrar cierto remordimiento, nunca es total su presencia moral o ética. No se juzga a sí mismo de forma demasiado severa, ni reconoce completamente su participación en el engranaje de explotación durante tantos años.

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