Cuando Ya No Importe Temas

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Hambre y pobreza

Desde un comienzo, se hacen presentes el hambre y la pobreza, a través de la vida del propio narrador. Él y su mujer sufren hambre asiduamente, por lo que se dirigen a un bar conocido, para pasar el tiempo con personas amigas, pero sobre todo para que los inviten a cenar y así poder alimentarse. Incluso, se guardan trozos de pan en la cartera, de manera disimulada, para tener desayuno al día siguiente.

Por esta razón y por no querer sucumbir al ámbito rutinario y desgastante del trabajo de oficina, el narrador se anima a ir a ese nuevo lugar que ve en el diario -Santa María-, con la ambición y esperanza de mejorar su situación personal. Si bien lo logra, pues al final de la historia vemos que se volvió con dólares suficientes como para no trabajar en oficinas, el costo moral y social que tuvo que pagar ha sido bastante elevado.

El hambre y la pobreza no eran temas privativos de su propia vida. En el pueblo de Santa María la realidad le muestra estos tópicos totalmente exacerbados, unidos a una clara ausencia de educación o de presencia estatal.

Machismo

A lo largo de la novela, el machismo se hace presente de forma cada vez más clara. Las mujeres son violadas y embarazadas por personas que luego raramente se hacen cargo de la situación. En varias ocasiones, podemos leer la palabra 'macho' para hacer referencia a los hombres con que se acuestan las mujeres, como si no se tratara de amor ni de compañerismo, sino de un simple juego de roles instalado en la sociedad. La superioridad del hombre aparece a través de los castigos físicos, los insultos y burlas, la violencia y las violaciones.

En una ocasión, hacia el final de la novela, podemos ver cómo el personaje de Elvira coloca este tema en el centro de la escena, cuando cuenta que ella y sus amigas se encargan de castigar a los violadores del pueblo.

Explotación laboral, marginación y racismo

Los temas ya mencionados del hambre y la pobreza se unen trágicamente a la marginación social que tiene lugar en el pueblo de Santa María. Allí, el narrador se enfrenta a una sociedad muy particular: mestizos, mulatos e indios son usados para trabajos forzosos, e incluso ilegales. Si bien les pagan, el sueldo es mínimo, y las condiciones laborales son infrahumanas.

Estos lugares están en manos de inmigrantes anglosajones, los "gringos", quienes se aprovechan de la situación, y se llevan el oro de las minas para sus países, dando solo unas migajas a los que realmente hacen el trabajo. Además, se burlan constantemente y desprecian los rasgos físicos de las personas que tienen a su cargo.

En alguna medida, el narrador -criollo- se siente más cercano a estas personas, y en muchas ocasiones les trata con dulzura y respeto, si bien forma parte del engranaje que sostiene la situación de explotación.

Tráfico de drogas y ausencia de ética

En paralelo con la explotación de mano de obra barata, el pueblo de Santa María realiza contrabando de drogas. El propio narrador protagonista se encuentra al mando de dirigir la descarga del contenido de los camiones. Se ocupa de ello durante la noche, para que nadie los vea.

Carr, en una ocasión, muestra cierto remordimiento por formar parte de esta cadena ilegal. Sin embargo, con cinismo y crueldad, su interlocutor le responde que cada cual elige su propio lento suicidio tal como quiere.

En medio de la pobreza, y la ya fuerte presencia del alcoholismo, los pobladores de Santa María se enfrentan asimismo a la circulación imparable de las drogas. El narrador forma parte de esta cadena, sin salirse de él hasta que siente el peligro de la policía sobre sus propios hombros, y con una presencia apenas débil de sus valores éticos o morales.

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