Resumen
Un sombrero misterioso aparece en el sur de Inglaterra en 1890. Es de terciopelo verde y tiene una pluma con un anillo de nácar como único adorno. La peculiaridad de este sombrero es que causa transformaciones en las personas que se lo prueban. Esto lleva a una serie de situaciones extrañas y a conflictos en la comunidad. El sombrero va pasando por varias manos, provocando disputas, duelos y problemas matrimoniales. Varias veces lo intentan destruir, pero siempre vuelve a aparecer. Finalmente, lo compra un sombrerero y lo pone en su tienda. A pesar de los rumores de que trae mala suerte, algunas personas creen que tiene poderes curativos y pagan grandes sumas de dinero por usarlo. Al final, el sombrero es considerado una amenaza y deciden destruirlo. Aunque no se sabe exactamente cómo, se menciona que el sombrero se agitó y emitió un imperceptible grito antes de ser destruido, dejando un reflejo verde perceptible en el espejo.
Análisis
“El sombrero metamórfico” forma parte del libro Y así sucesivamente. Como muchos de los relatos que componen esta selección, pertenece estrictamente al género fantástico. En la Antología de la literatura fantástica (1996), que compila junto a Borges, Bioy Casares indica que la metamorfosis es uno de los tópicos principales de la literatura del género, junto a otros temas como el viaje en el tiempo, la aparición de fantasmas y vampiros, la inmortalidad y los sueños. Como vemos, "El sombrero metamórfico" se ajusta claramente a esta definición.
Junto al tópico de la metamorfosis, sin embargo, este cuento presenta otro de los procedimientos fundamentales del género: la humanización de los objetos inanimados. Este texto narra justamente la historia de un sombrero mágico que tiene la capacidad de transformar a quienes lo usan, pero que, también, es un ser sintiente y parece tener voluntad propia. A lo largo de la historia, se presentan varios rasgos humanos del sombrero, que van incrementándose a medida que avanza el relato: “Algo humano tenía en el lado derecho del ala” (p. 110). Al final, inclusive, se demuestra que puede ser asesinado y que siente dolor: “Dicen que se agitó cuando le arrancaron el ala y que dio un imperceptible grito” (p. 111).
La estructura de la narración es la del cuento tradicional o popular, tomando incluso la forma, en su inicio, del relato infantil clásico, al estilo del “había una vez”. Así, en el comienzo, el narrador brinda información precisa acerca del tiempo y el lugar donde ocurrieron los hechos: “Existió en el sur de Inglaterra, en 1890” (p. 110). La vida del pueblo, las modas y costumbres, así como la descripción del sombrero, con la “plumita engarzada en un anillo de nácar [como] único adorno” (p. 110), crean un ambiente realista que es interrumpido por el elemento sobrenatural.
En el relato, los poderes mágicos del sombrero consisten en transformar a la persona que se lo pone en otra: “Probarse aquel sombrero bastaba para que un hombre se volviera mujer, y una mujer un hombre” (p. 111). Estas transformaciones tienen consecuencias negativas en quienes la atraviesan y también en quienes los rodean, y la gente llega a decir que trae mala suerte. Sin embargo, también tiene cualidades positivas, como sus supuestos poderes curativos —“Se dijo que bastaba probarse una vez el sombrero para lograr la cura de una sinusitis, de una angina o de un glaucoma” (Ibid.)— y sus facultades amorosas —“curaba los males de amor; conseguía enamorar a quien se lo probara, si miraba en el espejo una fotografía del elegido” (Ibid.)—.
De esta manera, la autora pone de relieve otro de los temas habituales en el género fantástico en general y en su propio universo ficcional en particular: la ambigüedad del mal. Al principio, uno de los vecinos del pueblo dice: “Los objetos son como las personas, malas o buenas. Éste es malo” (p. 111), pero los niños no están de acuerdo y protestan por la negativa de los adultos a divertirse con el objeto. Aquí se puede observar un guiño a la mirada desde la infancia, tema recurrente en la literatura de la autora. El hecho de que los adultos le teman al sombrero y los niños no advierte sobre la cuestión del temor a las transformaciones como un rasgo de la adultez. Además, es la visión de los adultos y su propia consciencia la que da una interpretación negativa a las metamorfosis, mientras que los pequeños, con su inocencia, parecen inmunes a dicha malicia.
Al final, uno de los habitantes afirma: “—Es un sombrero que se parece a las personas” (p. 111). En este desenlace reaparece la cuestión de la maldad como hilo conductor de las tramas de Ocampo: ¿es malo el sombrero o es la persona que lo usa quien le transmite sus bajezas? Así, la afirmación de que el sombrero se parece a las personas conduce a una reflexión más profunda sobre el bien y el mal en la humanidad: ¿el ser humano es bueno o malo por naturaleza? ¿Existe el bien y el mal en estado puro?
Desde este punto de vista, la revelación del cuento consiste en que el sombrero metamórfico no es bueno ni malo: es humano. Esa humanidad lo hace capaz, al igual que las personas, de hacer el mal y el bien. Por lo tanto, esa ambigüedad que causa pavor —e incluso lleva a la decisión de destruirlo— no es otra cosa que el temor del humano a sí mismo, proyectado en el objeto. Por último, el detalle del fulgor verde que queda para siempre en el espejo —otro elemento común en el género fantástico y un motivo en la narrativa de Silvina Ocampo— del salón de modas sostiene esta idea de que, finalmente, el sombrero no era más que el reflejo de los hombres.