Resumen
Después de un mes en el internado, el hombre de la pata de palo empieza a limpiar las habitaciones, señal del inminente regreso de los alumnos y los profesores. El señor Mell le informa a David de que va a conocer al señor Creakle, el director del colegio, un hombre de apariencia intimidante. El señor Creakle le dice a David que es un hombre muy estricto, e incluso insinúa que echó a su hijo de casa por desafiarlo. Cuando David se atreve a preguntar si puede quitarse el cartel antes de que vuelvan los alumnos, Creakle empieza a reírse locamente, asustando tanto a David que sale corriendo de la habitación.
Pronto, David conoce a Tommy Traddles, un chico bueno y de gran corazón al que el cartel de David le hace mucha gracia, aunque no de mala manera. De hecho, todos los chicos, apesadumbrados por tener que volver a clase, ni siquiera le prestan atención al cartel, para alegría de David. También conoce a James Steerforth, a quien se refiere simplemente como Steerforth. Lo primero que hace Steerforth es tomar los siete chelines que Peggotty y su madre le dieron a David al partir de casa, con el pretexto de que él puede cuidarlos mejor, y luego convence a David de que gaste todo el dinero en licor, galletas y dulces para sus compañeros de dormitorio. Mientras comen, los chicos le cuentan a David que el señor Creakle es cruel y brutal, y se anima a golpear a todos los alumnos salvo a Steerforth, quien asegura que le devolvería el golpe al señor Creakle.
Al día siguiente comienzan las clases y la brutalidad del señor Creakle se hace patente. La única ventaja para David es que el profesor manda a sacarle el letrero de la espalda porque le molesta a la hora de golpearlo. Por su parte, Steerforth se convierte en el ídolo de David, quien siente por aquel un respeto mucho mayor que el que le infunden el señor Sharp y el señor Mell. Accede incluso a levantarse temprano para recitarle a Steerforth un fragmento de Las mil y una noches cada día. Lo único que le disgusta del chico mayor es la forma en que trata al señor Mell, que ha sido muy amable con David.
Un día, el señor Creakle se siente indispuesto y los chicos, aprovechando su ausencia, se comportan de manera revoltosa. Es el señor Mell quien debe pedirles que recuperen la compostura, pero Steerforth lo desafía y se burla de él por tener a su madre en un asilo de pobres, información que le ha sido revelada por David, a quien se lo habían contado cuando el señor Mell lo recogió de su casa. Entonces entra el señor Creakle, que, al escuchar esa novedad, se pone de parte de Steerforth y le pide al señor Mell que se vaya, porque ha ocultado esa información, y porque Salem House no es una escuela de caridad. David se siente muy culpable pero lo supera rápidamente, confiando en el juicio de Steerforth y preocupado por no caerle mal, como sí sucede con Traddles, quien defiende a Mell y se gana la antipatía del muchacho.
El otro acontecimiento que David recuerda de ese año es la visita de Ham y el señor Peggotty, que le llevan langostas, cangrejos y mariscos. David se larga a llorar de la emoción. Les presenta a Steerforth, quien les cae bien, pues se comporta de un modo encantador. Por la noche, David quiere hablarle a su amigo de la pequeña Emily pero no se atreve, pues teme que Steerforth se ría de él.
Por fin llegan las vacaciones y David se va a casa. En el viaje, le dice a Barkis, el cochero, que ha cumplido en darle su mensaje a Peggotty, y Barkis le cuenta que no ha obtenido ninguna respuesta de Peggotty. Al llegar a casa, David encuentra que los Murdstone no están; solo están Peggotty, su madre y su hermano recién nacido. Pasan juntos una tarde feliz, como en los viejos tiempos. Cuando David pregunta qué le ha parecido a Peggotty el mensaje del señor Barkis, ella se burla y dice que nunca abandonaría a David y a su madre, y ambos se sienten aliviados al oír esto. El único momento triste de la velada es cuando Peggotty pregunta por la tía de David, Betsey Trotwood, y sugiere que estaría más dispuesta a perdonarles ahora que ha nacido el hermanito de David. Clara se echa a llorar y acusa a Peggotty de ser grosera con los Murdstone y de estar celosa de no tener el control de la casa. Pero pronto se reconcilian, pues Clara no quiere pelearse. El ruido del carruaje de los Murdstone pone fin a la noche.
La estancia de David en casa se vuelve completamente miserable, y los Murdstone no ocultan su impaciencia por que se marche. La señorita Murdstone incluso lleva un calendario y cuenta los días que faltan para que regrese a Salem House. David sabe que el mero hecho de estar en la misma habitación con los Murdstone le causa un gran estrés a su madre, por lo que intenta evitarlos. A cambio, ellos lo reprenden por tener una actitud huraña. Entonces, David se ve obligado a compartir tiempo con ellos y sufre enormemente, no atreviéndose siquiera a moverse por miedo a que se quejen o, incluso, le peguen. Así, llega el día de su partida y David no siente tristeza, pues no ve la hora de desembarazarse de ese estrés. Mientras se aleja en el carruaje, oye que su madre lo llama. Mira hacia atrás y la ve sola en el camino, alzando a su hermanito, quieta en medio del frío gélido. Esa será la última imagen que David tendrá de ella, la que evocará luego en sueños.
Dos meses después, en marzo, llega el cumpleaños de David. Ese día lo llaman al salón y él acude, ansioso, esperando un paquete. En cambio, la señora Creakle le informa que su madre ha muerto. David experimenta la pena más profunda y sincera que jamás haya conocido. La única ventaja es que, a raíz de esta tragedia, se gana el respeto de los chicos. Viaja entonces a casa para el funeral y el señor Omer, un hombre alegre y gordo, lo lleva a la funeraria. Su familia es alegre y cariñosa, tanto que David solo puede mirarlos con asombro. Allí se entera de que el bebé también ha muerto, lo que lo desespera aún más. Le ponen el traje de luto y lo llevan de vuelta a casa, donde encuentra al señor Murdstone, llorando; a la señorita Murdstone, fría y severa, y a Peggotty, que ha pasado la noche en vela junto al cadáver de su madre, absolutamente desolada.
Después del funeral, David se siente solo y completamente desatendido por los Murdstone. Se alegra de que le den permiso para ir a Yarmouth con Peggotty, a quien el señor Murdstone le ha avisado que, en un mes, tiene que marcharse. Durante el viaje en carruaje, el señor Barkis coquetea con Peggotty, acercándose mucho y preguntándole insistentemente si está a gusto. Luego de que Barkis los deja en destino, Peggotty le revela a David que está pensando en casarse con aquel, y David lo aprueba de todo corazón.
David se emociona al verlos a todos, especialmente a la pequeña Emily, que se ha convertido en una mujer. Ella se burla de él y se niega a ser tan cariñosa como antes, lo que apena a David. Solo al final del viaje aceptará que la bese y se siente a su lado. Por su parte, todas las noches el señor Barkis visita a Peggotty y le deja pequeños regalos. Un día anuncian que irán a pasar un día de campo, y David y la pequeña Emily los acompañan. Durante el viaje, Barkis y Peggotty se casan. La noche antes de partir, David se queda en casa de la pareja, y Peggotty le asegura que lo visitará semanalmente, y que él siempre tendrá una habitación en su casa.
David vuelve a casa sintiéndose más solo que antes. Aunque Peggotty lo visita una vez a la semana, a él nunca le permiten visitarla. Un día, el señor Murdstone le anuncia que lo enviará a trabajar para uno de sus amigos, el señor Quinion, en una casa de comercio. Desde ahora tendrá que trabajar para ganarse su propia comida y dinero, y los Murdstone le proporcionarán alojamiento y lavandería. Al día siguiente, sintiéndose más solo y abandonado que nunca, David se marcha rumbo a Londres con el señor Quinion, llevando todas sus pertenencias en una valija y dejando atrás su ciudad natal.
Análisis
Un elemento interesante de la estancia de David en el internado es su intensa admiración por James Steerforth. Este último no hace nada para merecer ese respeto; al contrario, se aprovecha de David y lo convence (sin que él llegue a negarse) de gastar todo su dinero en licor y dulces para sus compañeros. Además, Steerforth es cruel con el señor Mell, que es quien mejor ha tratado a David en la escuela, y tiene una personalidad tan fuerte que aparentemente ni siquiera el señor Creakle se anima a pegarle. El nombre de Steerforth, formado por el verbo “steer”, que significa "conducir", y el adverbio “forth”, que significa “adelante”, sugiere la capacidad del chico para guiar o dirigir, conductas que se imprimirán, sobre todo, sobre David.
Si resulta difícil entender por qué David, e incluso, luego, el señor Peggotty y Ham, admiran tanto a Steerforth, puede pensarse la situación en términos de estatus social. Su evidente origen de clase alta, así como la confianza y arrogancia que Steerforth ostenta, tienden a cautivar a personas como David, el señor Peggotty y Ham. Es su estatus lo que despierta admiración. Esta división de clases es también lo que habilita el trato cruel de Steerforth hacia el señor Mell, y lo que le permite a David perdonar ese comportamiento tan rápidamente.
Otro nodo importante de estos capítulos, desde el punto de vista emocional, es el matrimonio abusivo de la madre de David y Murdstone. Aunque los lectores pueden culpar a Clara por no priorizar y proteger más a su hijo, es difícil no empatizar con ella. Los lectores evidencian en estos capítulos la metamorfosis que ha sufrido Clara a manos del señor Murdstone y su hermana: ya no es alegre y despreocupada, sino que está constantemente asustada y abatida. La han convencido de que es frágil, y que sería de mala educación desafiar su autoridad y sus decisiones. Clara se resiste pero débilmente, impulsada únicamente por su instinto maternal. Producto de la opresión de la que es objeto, solamente puede mostrarse cariñosa con su hijo cuando los Murdstone están ausentes. Como madre que cría sola a su hijo, el único apoyo con el que cuenta es Peggotty, quien se queda con ella hasta el final, actuando como figura materna y cuidando tanto de Clara como de David.
La imagen de Clara inmóvil en el último recuerdo que David tiene de ella al abandonar su casa simboliza la pérdida de poder y de autonomía de Clara, su distanciamiento de sí misma: ha perdido toda capacidad de accionar y decidir sobre la vida de su propio hijo. En cuanto a David, es un estorbo para los Murdstone, y ha sido sustituido por el nuevo bebé, hijo legítimo de quien es ahora el jefe de familia y decide el destino de todos los demás.
El matrimonio de Peggotty con el señor Barkis produce sentimientos encontrados en David, y también en los lectores. Aunque es una buena noticia que haya encontrado un marido bueno y leal, es fácil intuir que no es un buen augurio para la vida de David. Una vez más, la atención de los adultos que lo cuidan se ha desviado de él. Generosamente, David le da su bendición a Peggotty (“lo deseo de todo corazón”, 184), pero reconoce que ha perdido a sus dos figuras maternas, sostenes emocionales fundamentales en su vida. Este suceso, superpuesto a la reciente muerte de la madre, supone un desapego dramático para David, que también tendrá un importante y fructífero efecto en la vida del chico, pues es un paso esencial en su independencia y su camino de maduración.
Esta independización comienza con la muerte de la madre y se consolida con su asignación al señor Quinion. Como un adulto, David debe trabajar para comer, esto es, para sobrevivir. No está completamente solo en este revés, pues Murdstone todavía paga algunos de sus gastos, y existe la esperanza de que la casa de Quinion contribuya a su desarrollo.
En este punto, sin embargo, es bastante evidente lo inocente e ingenuo que sigue siendo David, signo también de su temprana edad. Por ejemplo, aún admira ciegamente a Steerforth, y Dickens ha hecho un magnífico trabajo al presentar los recuerdos de David como evocaciones propias de la subjetividad de un niño. David también tiene mucho que aprender sobre las relaciones románticas, ya que el único modelo de relación exitosa que conoce es la de Peggotty. Sus interacciones con la pequeña Emily son infantiles y espera ingenuamente que todo siga igual que en el pasado, sin darse cuenta de que ella se ha convertido en una jovencita. David se enfrenta en esta sección, también, a esta otra transformación, y debe aprender rápidamente que Emily ya no es la niña que era. Todo indica que David no está preparado para aventurarse solo en el mundo adulto, pero lo hará de todos modos.