Las clases sociales
El estatus social y las clases son temas que están presentes a lo largo de la novela. De hecho, la novela puede considerarse, en gran medida, un comentario sobre el estatus social y el valor que otorgan las clases.
El favoritismo y el respeto inmerecido se orientan constantemente hacia los de clase más alta. Por ejemplo, en el caso de Steerforth, es evidente el trato privilegiado que recibe con respecto a David y a los demás estudiantes de Salem House, mérito que en ningún caso tiene que ver con su buen comportamiento. Además, es muy apreciado por David e incluso por el señor Peggotty y Ham, ambos de clase inferior, cuando es en realidad Steerforth quien debería respetarlos por su carácter moral. Constantemente, Steerforth menosprecia a los que están por debajo de él en estatus social, como sucede con Ham una vez que se compromete con la pequeña Emily.
La lucha por el estatus social también puede verse en el vínculo entre David y Dora. El primer pensamiento de David tras enterarse de la ruina económica de la señorita Betsey es la vergüenza de ser pobre, y Dora se horroriza al creer que David es pobre y que ella tendrá que ocuparse de las tareas domésticas. David se esfuerza constantemente por ganar dinero para poder proporcionarle a Dora una vida de riquezas. Por su parte, Emily es un claro caso de personaje que modifica su conducta en función de esa ambición por el ascenso social: ella expresa su infelicidad por su bajo estatus social y, en el anhelo de ser una dama, huye con Steerforth. Sin embargo, esa decisión apresurada termina poniendo en riesgo su reputación.
La búsqueda de la verdadera felicidad
Muchas veces, a lo largo de la novela, la búsqueda de la verdadera felicidad cobra protagonismo. El narrador destaca, en particular, la alegría inocente que David tenía de niño antes de que su madre se casara con el señor Murdstone, y las derivas que se generan a partir de distintas frustraciones que el joven debe atravesar. La trama en general se centra en la búsqueda de la verdadera felicidad por parte de David, y corresponde al lector juzgar si lo ha conseguido o no.
Todos los personajes encuentran o intentan encontrar sus propios caminos hacia la felicidad. Algunos, como David y los Peggotty, encuentran la verdadera felicidad en el contacto con sus familias y cónyuges. Otros, como los Micawber y Uriah, creen que el dinero les proporcionará una gran felicidad, pero esa ambición termina provocando decepciones. Otros, como Dora, encuentran la felicidad en los placeres sencillos y frívolos. Dickens parece cuestionarse si alguno de estos personajes puede llegar a encontrar la verdadera felicidad, ya que cada uno de estos métodos para alcanzarla tiene sus pros y sus contras.
El bien vs. el mal
Dickens hace que los símbolos del bien y del mal sean muy fáciles de distinguir en la novela, aunque hay que señalar que estos conceptos son más complejos de lo que podría parecer, entre otras cosas, porque están encarnados por personajes bastante complejos.
El tema del bien contra el mal prevalece especialmente como batalla simbólica por el alma de David entre Agnes Wickfield y Steerforth. Agnes representa el "ángel bueno" de David, como él mismo la llama. Ella es su voz de la razón, y es la persona capaz de calmarlo y darle los consejos que necesita. Steerforth, por el contrario, es su "ángel malo", como dice Agnes. Él es quien alimenta el deseo de David de pertenecer a la clase alta y lo arrastra a conductas que lo perjudican, como emborracharse mucho y avergonzarse en público. En esta puja, parece finalmente sobreponerse el bien, en tanto David termina uniéndose a Agnes al final de la novela.
Uriah también se construye como un símbolo del mal. Al final es derrotado por Agnes, la señorita Betsey, el señor Micawber y Traddles, todos ellos símbolos del bien. Sin embargo, hay ocasiones en las que el mal vence, concretamente en el caso de Clara, la madre de David, víctima de su vínculo con los Murdstone. El dúo de hermanos la domina, la humilla y contribuye a su muerte.
El "corazón indisciplinado"
El "corazón indisciplinado" (895) de David refiere a su tendencia a caer víctima de la pasión. Él utiliza esa expresión para referirse a su habitual impulso de enamorarse rápido y fuertemente. Es lo que le sucede con Dora, de la que se enamora incluso antes de haberle dirigido la palabra. A pesar de saber que a ella no le gusta trabajar en la casa, y que no está dispuesta a aprender a ayudarlo en esas tareas domésticas, e incluso viendo las diferencias de intereses que lo separan de ella, David decide casarse con ella.
Ejemplos menores del indisciplinado corazón de David son sus sentimientos por la señorita Shepherd, un breve enamoramiento de una persona a la que apenas conoce y su poco práctico enamoramiento de otra mujer mucho mayor que él. En este sentido, uno de los aprendizajes a los que la novela lo enfrenta es el de comprender y domar ese corazón indisciplinado, y es entonces cuando por fin se da cuenta de que Agnes es la persona a la que realmente ama con madurez.
La niñez y el trato de los niños
En la narrativa de Dickens es habitual su interés por el universo de los niños, y esta novela examina con detalle el trato que aquellos reciben. El narrador menciona casi al principio de la novela lo impresionante que es que los niños puedan recordar tantos detalles con tanta claridad, y afirma que él mismo se siente orgulloso de tener una memoria tan infantil.
Además, los personajes más sencillos e infantiles son los más dulces de la novela. Por ejemplo, Tommy Traddles es muy sencillo y bueno, y llega a ser un abogado de éxito, comprometido con una hermosa y generosa mujer. Por su parte, es cierto que Dora desconoce las tareas domésticas y es demasiado consentida, pero su devoción por David es sumamente conmovedora y admirable, y se gana el corazón de este. Por último, el señor Dick, de mente muy simple, es quizá el personaje más entrañable de la novela.
Así pues, la sencillez y la inocencia infantiles son valoradas en el mundo moral de la novela, especialmente allí donde se dejan entrever los rasgos viles, ambiciosos e injustos de esa sociedad. Cuando Dickens escribe escenas que muestran crueldad hacia los niños, lo más probable es que esté demostrando una maldad para sensibilizar las pasiones de los lectores contra tal crueldad.
El empoderamiento femenino
La novela explora distintos arquetipos de mujer en la sociedad victoriana, y destaca el progresivo poder femenino, favoreciendo la imagen de mujeres fuertes y poderosas, como Peggotty y Betsey. En cambio, a las mujeres que no tienen mucho poder o que simplemente acatan los moldes esperados en sus matrimonios, como Clara Copperfield, no les va muy bien en la novela.
Peggotty se muestra como una mujer fuerte que no solo evidencia el maltrato que Clara recibe de su marido, sino que también, luego de casarse y enviudar, logra reconstruir su vida con entereza. Por su parte, la señorita Betsey, personaje admirado durante toda la novela, lucha contra su marido y consigue el divorcio, una hazaña nada sencilla para las mujeres de la época (aunque él sigue molestándola por dinero algún tiempo después). Su independencia y determinación son fundamentales en la vida de David, quien recibe de su tía el apoyo necesario para realizarse en la vida.
El señora y la señora Micawber, por su parte, son un buen ejemplo de un matrimonio en el que cada cónyuge tiene casi la misma cantidad de poder, y son una pareja muy feliz, incluso a pesar de estar arruinados. Así, Dickens parece defender el empoderamiento femenino y la necesidad de propiciar la igualdad entre hombres y mujeres en instituciones básicas como el matrimonio.
La importancia de una figura paterna
El papel de la figura paterna es uno de los primeros temas que surgen en la novela, ya que David nace seis meses después de la muerte de su padre. Al parecer, Dickens sugiere que una figura paterna es esencial para la felicidad y el desarrollo de un buen carácter.
Sin embargo, no todos los padres o figuras paternas se ajustan a la norma o son siquiera beneficiosos. Peggotty parece asumir la figura paterna de David durante su infancia, pues la describe como grande y dura, supliendo así algo de la figura disciplinaria ausente, que se complementa con la cálida y cariñosa madre para darle una infancia equilibrada. La pequeña Emily y Ham tienen al señor Peggotty, y ambos resultan ser muy buenas personas, especialmente Ham. Por su parte, Steerforth, quien nunca tuvo una figura paterna, admite que se lamenta de ello y que desearía haber tenido una figura paterna para ponerle límites y ser una mejor persona. Efectivamente, la madre de Steerforth no sabe ponerle límites y solamente sabe defender a su hijo, justificando sus malas conductas.
El dinero
El dinero es un elemento omnipresente en la novela, que condiciona los vínculos entre los personajes y sus decisiones de vida. El aprendizaje de David tiene mucho que ver con su desarrollo profesional y su despliegue económico. Si bien él siempre conservará su humildad, el dinero será una preocupación central, por ejemplo, cuando se vuelva un elemento fundamental en su vínculo con Dora: la muchacha, acostumbrada a una vida de consentimientos, exige que su marido pueda sostenerla económicamente. Algo similar ocurre con Traddles, quien para casarse debe asegurarse primero alcanzar una acomodada situación financiera.
Más allá del protagonista, el dinero parece marcar las vidas de todos los personajes. En el caso de Uriah Heep, oriundo de una familia muy humilde, el dinero -y el poder que este le confiere- será el elemento que corrompa su personalidad y lo lleve a actuar fraudulentamente, traicionando a personajes como Betsey y los Micawber. Estos últimos siempre están en apuros económicos, y cuando el señor Micawber va preso, su familia elige mudarse con él a la prisión puesto que allí pueden vivir más holgadamente, sin tantos compromisos financieros. Betsey, por su parte, es acosada por su ex pareja, quien le pide recurrentemente dinero, y luego también es estafada por Heep. En un gesto amoroso, el señor Dick se preocupa por conseguir trabajo para contribuir con dinero en la casa de Betsey.
Esta presencia constante del dinero en David Copperfield está en diálogo con las cualidades de la época victoriana, el contexto social y económico que enmarca la novela, recurrente en la narrativa de Charles Dickens. En esa época, Londres atravesaba la Revolución Industrial, un proceso que significó una importante modernización, de expansión de la industria manufacturera, pero que trajo también una notable inestabilidad financiera, graves condiciones de explotación laboral, caída del valor de los salarios y crisis sanitaria. Ante el empobrecimiento que sufrieron muchas familias, surgieron el trabajo infantil y nuevos modos de opresión femenina. La preocupación de los personajes de David Copperfield por conseguir la estabilidad financiera se hacen eco de las cualidades de esta sociedad victoriana.