Desgracia

Desgracia Resumen y Análisis Capítulos 13-14

Resumen

Capítulo 13

Antes de salir de la casa de los Shaw, Bev le cambia los vendajes a Lurie. Él recuerda la cabra de la clínica de animales y piensa que seguramente el animal sintió tanta paz como siente él ahora. Lurie cree que se ve como una momia con todas esas vendas. Le pregunta a Bev por Lucy e insiste en que su hija debería ver a un ginecólogo, pero Bev simplemente le responde que hable de ese tema con su hija.

Lucy se demora en salir del cuarto en el que los Shaw la han hospedado. Lurie pasea por el jardín, pero no se halla cómodo, comprende que “los acontecimientos del día anterior lo han sacudido hasta lo más profundo de su ser” (p.136). Siente cómo su ánimo decae y que poco a poco sus ganas de vivir se van apagando del todo. Sabe que debe ayudar a Lucy, pero no se siente capaz.

Dos oficiales de policía los visitan para tomar sus declaraciones. Lucy, demacrada, sale de la habitación. Bev, Lurie, Lucy y los agentes manejan hasta la hacienda y allí Lucy les guía a través de la casa describiendo lo sucedido, aunque omite la violación.

Luego de que los oficiales se retiran, llega Ettinger de visita. Menciona la ausencia de Petrus y comenta como no es posible confiar “en ninguno de ellos” (p.139). Si bien Ettinger se compadece de lo que le sucedió a Lucy, considera que podía haber sido peor porque se la podrían haber llevado con ellos.

Lurie le ofrece a Lucy enterrar a los perros que los asaltantes mataron. La conversación vuelve sobre el tema del asalto y Lurie le pregunta a su Lucy por qué no declaró toda la verdad sobre el ataque. Lucy no le da oportunidad para seguir con el tema y sostiene que ha dicho toda la verdad. Lurie se imagina la satisfacción de los asaltantes cuando sepan que no son buscados por violación.

Mientras entierra a los perros, Lurie reflexiona sobre la cobardía de matar a todos esos perros en sus jaulas, pero él mismo comprende que debe haber sido excitante “en un país en el que los perros se crían de modo que gruñan automáticamente al percibir el olor de un hombre negro” (p.141).

Cuando vuelve a la casa ve que Lucy se ha mudado de habitación. Elige una despensa mohosa. Si bien Lucy pone otra excusa, Lurie sabe que no quiere volver al lugar donde fue atacada. Le sugiere a Lurie que se quede él con su habitación. Sin dudarlo, Lurie elige mudarse porque “Si los fantasmas de los violadores de Lucy siguen en su dormitorio, no cabe duda de que habría que echarlos como fuera, no permitirles que se apoderen de esa pieza y la hagan su fortín” (p.141).

Durante la cena, Lurie insiste con que Lucy debiera denunciar el crimen. Lurie le pregunta a Lucy si está tratando de recordarle “lo que han de padecer las mujeres a manos de los hombres” (p.142), refiriéndose a su asunto con Melanie. Lucy le deja en claro que esto que le pasa no tiene nada que ver con él y que considera que es un asunto privado. Al escucharlo hablar a Lurie de venganza, salvación y culpa, Lucy se enoja con él y le contesta: “Yo no actúo de acuerdo con meras abstracciones” (p.143) y da por acabada la conversación.

Lurie se siente más lejos de su hija que nunca.

Capítulo 14

El día siguiente reciben un llamado de Ettinger para ofrecerles una escopeta prestada, ya que los asaltantes se han llevado el rifle de Lucy. Lurie le agradece y le dice que lo van a considerar. Se dedica a arreglar la puerta de la cocina que abrió a la fuerza durante el ataque mientras piensa en que deberían convertir la hacienda en una fortaleza con todas las seguridades posibles, tal como ha hecho Ettinger.

Petrus vuelve. Desde la casa, Lurie ve como descargan una serie de cosas que han traído Petrus y su mujer, entre ellas dos cabras que Petrus deja atadas a un poste. A Lurie le sorprende que Petrus no vaya directamente a saludar a Lucy, quien ha perdido todo interés por las tareas del campo y que ahora recaen sobre él.

Lurie se acerca a Petrus mientras este trabaja y menciona el ataque que han sufrido. Petrus dice que sabe del ataque, que es una mala cosa, pero que ahora ambos se encuentran bien. A Lurie la actitud de Petrus le resulta extraña: no parece preocuparle demasiado lo del asalto, sino saber si Lucy va a ir al mercado el día siguiente para no perder el puesto de venta.

Cuando Lurie le plantea a Lucy el tema del puesto de mercado, Lucy le dice que no se siente bien como para ir y le pide que él y Petrus se encarguen. El protagonista hace precisamente eso, aunque él tampoco se siente cómodo con su aspecto debido a los vendajes ni con responder a las preguntas y comentarios de los vecinos sobre el estado de Lucy. La historia del robo ha salido publicada en los diarios y Lurie aparece en la historia como “el anciano padre”.

En el mercado quien se encarga de todo es Petrus. Lurie permanece sentado y piensa que esa dinámica se parece mucho al pasado, donde uno de ellos era el jefe y el otro el peón. No obstante, Petrus hace todas las tareas sin que nadie le dé indicaciones.

Ese día no ganan mucho dinero y Lurie piensa que es por la ausencia de Lucy. De todas maneras, su preocupación más grande es Petrus y la falta de una explicación en torno a su ausencia justamente durante el ataque. Lurie piensa que si fueran otros tiempos los que corren, él podría despedir a Petrus, pero ahora no es un asalariado más, sino su vecino. A pesar de su desconfianza, Lurie siente admiración y curiosidad por Petrus, aunque no quiere que le cuenta la historia de su vida en inglés porque cree que sería un medio inadecuado para transmitir sus experiencias.

Lurie especula sobre las posibles intenciones de Petrus. Piensa que seguramente desea quedarse con todo el campo de Lucy a la larga porque ella es, al fin y al cabo, “una entusiasta de la vida de campo, no una granjera de verdad” (p.150). Como no está satisfecho con la actitud de Petrus, insiste en hablar del tema. Para él, los atacantes tenían información sobre Lucy y el ataque no fue una causalidad. Petrus lo escucha sin participar demasiado y dándole poca importancia al asunto.

Los trabajos del campo y de la clínica ocupan todo su tiempo. Lucy todavía no se repone ni ha vuelto a trabajar. Lurie decide escribir a Rosalind para contarle lo sucedido, aunque omite la violación y le muestra a Lucy la carta para obtener su aprobación. Ambos viven las secuelas del trauma y experimentan mal sueño y pesadillas.

De todas formas, Lurie quiere continuar con su proyecto sobre Byron. Parte de los libros que llevó estaban en el maletero del auto que robaron los asaltantes. Así y todo, decide retomar la escritura.

Análisis

En estos capítulos vemos como Lurie y Lucy lidian con el trauma. Dado que el narrador focaliza desde la mirada del protagonista, tenemos poco acceso a los modos en los que Lucy está lidiando con las consecuencias del ataque del que fue víctima. Al contrario, conocemos con detalle lo que está experimentando Lurie: “Tiene la sensación de que, en su interior, algún órgano vital ha sufrido una magulladura, un abuso. Tal vez incluso sea el corazón. Por vez primera prueba a qué sabe el hecho de ser un viejo, estar cansado hasta los huesos, no tener esperanzas, carecer de deseos, ser indiferente al futuro.” (p.136). La experiencia traumática lo ha dejado con una honda angustia existencial. El ataque evidenció cuán viejo está, incluso para cumplir con una función tan primordial como es proteger a su hija. De hecho, Lurie se siente humillado, burlado por las circunstancias. En un momento recuerda una canción de su niñez y la letra le ronda la cabeza sin parar y es como una cantinela burlona que le recuerda a su propia inutilidad: “Dos viejas señoras encerradas en el lavabo / se pasaban los días de lunes a sábado / sin que nadie supiera que allí estaban” (p.138).

La experiencia traumática va a llenar a Lurie de angustia, pero también le va a ofrecer una serie de revelaciones. En primer lugar, Lurie va a empezar a comprender la fragilidad del entramado social. De pronto, pasa de considerar que estar al servicio de Petrus es una “picantez histórica” (p.99) a experimentar una ira irrefrenable por no poder castigarlo sobre la base de sus sospechas con respecto a su participación en el ataque. Lurie sabe que son los tiempos que corren los que no le permiten actuar:

En los viejos tiempos podría haberlo puesto en claro con Petrus. En los viejos tiempos, podría haberlo puesto en claro hasta el extremo de perder los estribos y ordenarle que hiciera las maletas, que se largase, que ya encontraría a otro que se ocupara de sus labores. Sin embargo, aunque a Petrus se le paga un salario, Petrus ha dejado de ser, en términos estrictos, un contratado. En términos igual de estrictos, es difícil precisar qué es Petrus exactamente. La palabra que mejor se pliega a la realidad, no obstante, es 'vecino' (p.148).

En este pasaje vemos que se repite “en estos tiempos”, remarcando que se vive otra realidad en el post apartheid. No obstante, resulta interesante observar que Lurie nunca se refiere directamente al apartheid, no utiliza esa palabra para nombrar lo que sucede en ningún momento de la obra. Sucede algo parecido con la violación, Lurie solo alcanza a referirse a los asuntos más incómodos con subterfugios. Por otra parte, en la cita Lurie describe el cambio en las dinámicas de poder basadas en lo racial. A Lurie no le supone ninguna dificultad llamar a Ettinger, un afrikáner, vecino, pero al tratarse de Petrus, un negro que hace poco no podía sino ser un asalariado, el término "vecino" le resulta impreciso. De hecho, la palabra “vecino” para referirse a Petrus aparece en cursiva, lo que muestra con cuánta reticencia elige ese término Lurie. La palabra “vecino” dista mucho de las relaciones entre negros y blancos a las Lurie está más acostumbrado: “baas en Klaas” (p.148), una expresión idiomática en afrikáans que se traduce como “amo y sirviente”, le es más familiar.

Otra revelación que experimenta Lurie a partir del ataque, aunque en menor medida, es la relación que existe entre la violación de Lucy y el abuso de Melanie. Lurie sabe que hay algo que une ambas historias cuando piensa que Lucy no quiere hablar sobre su violación para recordarle “lo que han de padecer las mujeres a manos de los hombres” (p.142). Sin embargo, no llega a apreciar todos los modos en los que su actitud hacia la violencia sufrida por su hija está en conflicto con su manejo en la denuncia de abuso en su contra. Por ejemplo, ahora Lurie siente la necesidad de que Petrus reconozca lo sucedido y utilice la palabra que corresponde: una violación o un ultraje. En cambio, cuando Farodia Rasool utiliza la palabra abuso durante su comparecencia ante el tribunal de la universidad, Lurie se niega a aceptar esa palabra como un reflejo auténtico de lo que sucedió con Melanie. Asimismo, durante esa sesión, Lurie defiende vehementemente la separación entre lo público y lo privado. Por el contrario, no acepta que su hija diga que el ataque que ella vivió es privado. Por último, Lurie comprende que Lucy no quiere ir al mercado por vergüenza, mientras que ante el tribunal se sorprende por la ausencia de Melanie, sin siquiera concebir lo que sería para ella estar allí. Nunca durante el escándalo con Melanie, Lurie considera el escrutinio y la vergüenza con la que debe lidiar la muchacha.

Padre e hija se han ido diferenciando en su forma de actuar y en su visión del mundo desde la llegada de Lurie a la casa de campo. No obstante, la distancia entre ellos crece luego del ataque, a tal punto que el padre nunca se había sentido tan lejos de su hija. Hemos visto ya que la diferencia fundamental entre ambos es que ella es pragmática y él, en cambio, vive de acuerdo con una serie de ideas y conceptos. La lectura que hace Lurie sobre los verdaderos motivos por los cuales Lucy no denuncia la violación la irritan porque demuestran que él no ha comprendido lo que verdaderamente le importa a Lucy. Lurie interpreta que Lucy considera privado el ataque porque está intentando expiar la culpa de los blancos privilegiados que en un pasado vivieron oprimiendo a los negros, que con la aceptación de la violencia en su contra puede reparar el pasado.

Asimismo, él considera que lo que le sucedió a Lucy es un acto de venganza y que por lo tanto ella no va a dejar de ser un blanco del resentimiento que se ha acumulado a través de los siglos. Lucy se enoja con esa interpretación y zanja la discusión así: “Yo no actúo de acuerdo con meras abstracciones” (p.143). De todas formas, lo que dice Lucy no refleja lo que está sucediendo del todo, porque al elegir no denunciar y preservar el ataque como algo privado, ella controla la narrativa que, si se escapara de sus manos, llevaría a un debate político en el que el uso que se hace de su historia contrastaría con su propia postura política sobre la reparación de los derechos de los negros. Lucy no piensa que su violación expía ninguna culpa, pero la mediatización de su caso seguramente sería utilizada para confirmar los temores de aquellos que critican la abolición del apartheid porque sostienen miradas racistas que reducen a la población negra a estereotipos de salvajismo y criminalidad.