Desgracia

Desgracia Símbolos, Alegoría y Motivos

El póster de Superman en la ex oficina de Lurie (Símbolo)

Cuando Lurie regresa a Ciudad del Cabo tras vivir un tiempo con su hija, va a la universidad a la noche. En su antigua oficina, sentado en el escritorio está el doctor Otto, un joven profesor de Lingüística aplicada que lo ha reemplazado tras el escándalo con Melanie. Los libros y pósteres de Lurie han sido removidos. En la pared cuelga un póster de una viñeta ampliada del cómic Superman. Esa viñeta simboliza lo nuevo y moderno, que viene a reemplazar a lo anticuado y extemporáneo. Lurie era considerado por la directora de la facultad de Comunicación como un “mero remanente del pasado” (p.55), por lo que no es casual que su reemplazo sea un joven profesor que gusta de leer cómics.

El tractor (Símbolo)

El capítulo 18 abre con el siguiente párrafo:

Petrus ha conseguido que alguien le preste un tractor, aunque él no tiene ni idea de dónde lo ha sacado, y le ha adaptado un viejo arado rotatorio que estaba oxidándose detrás del establo desde mucho antes de que llegara Lucy a la granja. En pocas horas ha roturado todas sus tierras. Todo muy ágil y muy profesional; todo muy impropio de África (p.189).

En este fragmento aparece el tractor como el elemento que le permite trabajar a Petrus con mayor eficiencia, pero en realidad apunta a un cambio más profundo, que es el que inspira a Petrus a trabajar tan bien: la tierra que labra ahora le pertenece. Por este motivo, el tractor simboliza los cambios en las relaciones sociales y laborales en Sudáfrica y el impulso de los negros para trabajar en pro de sus propios intereses.

La serpiente y Lucifer (Símbolo)

En la novela la serpiente se vincula a lo sexual y, a su vez, la serpiente está asociada a Lucifer. En el primer capítulo Lurie piensa en su sexualidad así: “En el terreno del sexo, aunque intenso, su temperamento nunca ha sido apasionado. Si tuviera que elegir un tótem, sería la serpiente” (p.9). La serpiente simboliza el aspecto más oscuro de Lurie, aquello que lo une con Lucifer. Esta asociación que se encuentra explícita en el capítulo 4 cuando Lurie dice sobre el ángel caído que “No actúa por principios, sino por impulsos” (p.46), exactamente el modo de proceder de Lurie.

El símbolo fálico de la serpiente apunta al modo en que él vive su sexualidad: se trata de un hombre que se considera a sí mismo un seductor que “engaña” a sus presas y que tiene el poder de ser “el gusano que ha podrido la manzana” (p.50), tal y como se describe a sí mismo Lurie cuando el señor Isaacs le pide ayuda con Melanie. Luego, cuando Lurie visita al señor Isaacs para darle su versión de los hechos, el padre de Melanie, un hombre religioso dice: “¡hay que ver cómo caen los poderosos!” (p.209).

Finalmente, la novela cuenta la historia de la caída de un hombre, al modo en el que Lucifer cae. La obra inicia con Lurie en un lugar central en la sociedad: es un hombre blanco ilustrado que tiene suficiente poder para abusar de una de sus estudiantes. Al final, Lurie ha caído en desgracia y ocupa un lugar marginal.

La ópera de Byron en Italia (Alegoría)

La composición musical en la que está trabajando Lurie refleja su propio camino y coincide con las distintas etapas por las que atraviesa. Es claro que en un inicio Lurie se identifica con Byron: él, al igual que el poeta, está viviendo una aventura escandalosa con una muchacha mucho más joven. Evidentemente, Lurie está modificando la realidad a través de sus ideas románticas acerca de su relación con Melanie. Por ejemplo, en la obra que compone, Teresa, la joven amante de Byron siente un amor apasionado por el poeta. Eso no es exactamente lo que le sucede a Melanie que en realidad es víctima de abuso por parte de su profesor. De todas maneras, casi hasta el final de la obra, Lurie va a creer que en realidad su relación con Melanie es auténtica.

Tras todas las desgracias que sufre Lurie, su composición empieza a transformarse. A medida que él toma conciencia de su propio proceso de envejecimiento y siente que sus pasiones se apagan, elige enfocarse en el personaje de Teresa, envejecida y viviendo únicamente del recuerdo de su aventura con Byron. En este punto, Lurie se siente como Teresa. Luego, aparece en la obra la figura de la hija de Byron, Allegra. La niña agoniza en un convento y llama a su padre quien la ha abandonado. Sin duda, Lurie siente que él también le falló a su hija Lucy.

Finalmente, Lurie ve en el personaje de Teresa a alguien a quien ya no le interesa el honor y no siente más vergüenza. Lurie piensa que sería conveniente parecerse más a ella que aferrarse a ideas tan rígidas. Precisamente es esta actitud la que va a mostrar Lurie al final de la novela, cuando acepta la condición de concubina de su hija y su propio lugar como hombre-perro. La obra refleja en todo momento los estadios que Lurie imagina para sí mismo Lurie.

Los perros (Símbolo)

La mayoría de los perros que aparecen en la novela son maltratados, abandonados o a punto de recibir una inyección letal. Simbolizan al oprimido, y son víctimas de un trato indigno en varias ocasiones. A través de las posturas contrastantes de Lurie y otros personajes en torno al maltrato animal, Coetzee explora la visión del poderoso que no puede empatizar con el oprimido y considera que el trato digno es privilegio del que ocupa un lugar central; Lurie dice: "En cuanto a los animales, de acuerdo: seamos amables con ellos en la medida de nuestras posibilidades, pero tampoco perdamos la debida perspectiva. Pertenecemos a un orden de la creación distinto al de los animales. No es más elevado, pero es distinto. Y si vamos a ser amables, que sea por simple generosidad, no por sentirnos culpables o por temer las represalias" (p.96).

Lucy, en cambio, es capaz de empatizar porque ella misma ocupa un lugar marginal en una sociedad patriarcal y porque contempla la posibilidad de un mundo con relaciones más horizontales: "Ese es el ejemplo que yo trato de seguir: compartir algunos de los privilegios del ser humano con los animales. No quiero reencarnarme en una futura existencia como perro o como cerdo y tener que vivir como viven los perros o los cerdos bajo nuestro dominio" (p.96). La postura de ambos en relación con los perros se va a ver reflejada también en su posición en torno a los cambios que se están dando en Sudáfrica que modifican la lógica del oprimido/opresor.

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