Desgracia

Desgracia Resumen y Análisis Capítulos 15-17

Resumen

Capítulo 15

Petrus deja atadas un par de ovejas en un terreno sin pasto. Las ovejas no paran de balar y Lurie está empezando a molestarse. Le sugiere a Petrus que las mueva de lugar, pero Petrus le explica que en realidad las va a faenar para el festejo del sábado y aprovecha para extenderle una invitación a él y a Lucy. Lurie le agradece la gentileza, pero insiste en que sería mejor dejar que las ovejas pastaran.

Pasa una hora y las ovejas siguen en el mismo lugar. Lurie las desata y las lleva a la orilla de la presa donde tienen qué comer. Se compadece de ellas porque están destinadas a ser faenadas. Se pregunta: “¿Cuándo fue la última vez que murió una oveja a causa de la vejez?” (p.157).

Lurie le informa a Lucy que han recibido una invitación de Petrus. Ella cree que el motivo del festejo es el traspaso de las tierras y considera que lo adecuado es asistir y llevar un regalo. A Lurie le molesta que Petrus traiga a las dos ovejas “para que se familiaricen con las personas que van a comérselos” (p.157). La opinión de Lurie le parece ridícula a Lucy porque muestra su ignorancia con respecto al campo y África.

Últimamente, Lucy pierde la paciencia con facilidad y Lurie no sabe si es algo pasajero a causa del ataque o si se trata de algo permanente. Piensa que tal vez el mal humor de su hija se debe a un embarazo. A las preguntas de Lurie sobre el asunto, Lucy responde con sarcasmo.

Al día siguiente, las ovejas están nuevamente atadas en el poste del terreno vacío. Todavía faltan dos días para el festejo de Petrus y le resulta cruel que pasen atadas sin poder pastar. Considera comprarle las ovejas a Petrus, pero se da cuenta de que sería inútil. La preocupación por la suerte que corren las ovejas le hace pensar a Lurie en Bev Shaw y su capacidad para conectar con los animales. Se pregunta si no sería mejor parecerse un poco más a Bev. A pesar de que no puede salvar a las ovejas del matadero, lo que sí puede hacer es saltarse el festejo.

El sábado se supone que deben abrir el puesto de mercado, pero Lucy deja la decisión librada a Lurie y él decide no abrir, mientras que Petrus está ocupado con los preparativos para la fiesta. Frente al establo viejo prenden una hoguera y empiezan a preparar la comida. Las ovejas han sido sacrificadas y los olores que vienen del establo le hacen pensar a Lurie que en realidad viven muy cerca de Petrus, de quien conocen muy poco.

Lurie decide ir a dar un paseo y ve llegar al festejo a los invitados de Petrus. Cuando regresa a casa ve que Lucy se ha vestido para la ocasión. Ella le insiste a su padre en que se vista bien y le explica que se trata de “un gran día en la vida de Petrus” (p.162).

Padre e hija llegan a la puerta de la casa, pero Petrus no está para recibirlos y una niña los hace pasar. Son los únicos blancos en el lugar. Petrus se acerca a ellos, pero su actitud no es la de un anfitrión; es más, no les ofrece nada de beber. Petrus celebra que ya no es el perrero, “el hombre perro” (p.163). Lucy le entrega el regalo, pero sugiere que sea la mujer de Petrus quien lo reciba. Van a la cocina donde está ella, quien saluda a Lucy, pero ignora a Lurie. La mujer abre el regalo que ha traído Lucy y le agradece, y Petrus dice ante todos: “Lucy es nuestra benefactora” (p.163). A Lurie el uso de la palabra benefactora le molesta, le parece que es de mal gusto usarla en ese momento.

Sin saber cómo comportarse ni qué decir, Lurie le pregunta a la mujer de Petrus para cuándo espera a su hijo. Ella lo mira perpleja y es Petrus quien contesta. El bebé llegará en octubre y esperan que sea varón. Lurie le pregunta qué tienen de malo las niñas a lo que Petrus dice que el varón les puede enseñar a sus hermanas cómo comportarse; además, las niñas cuestan más dinero. Si bien Petrus considera que siempre es mejor tener un hijo varón, hace una excepción por Lucy porque “es tan buena como si fuera un chico”. Lucy sonríe avergonzada y se va a bailar.

De pronto, Lucy vuelve y se planta al lado de Lurie y le insiste en que es hora de irse. Mientras bailaba alcanzó a ver a uno de sus atacantes. Ella no quiere causar un escándalo, pero Lurie está decidió a enfrentar a la persona. Lo reconoce con facilidad y ve que se trata del muchacho, el más joven de los tres asaltantes. Lo encara y el muchacho responde con insolencia y niega las acusaciones de Lurie. Petrus interviene para calmar a sus invitados.

Lurie y Lucy vuelven a su casa y, cuando él está por llamar a la policía, ella lo detiene. No quiere que el festejo de Petrus se termine por esto porque piensa que él no tiene la culpa. Lurie, en cambio, piensa que la presencia del muchacho en la fiesta confirma la participación de Petrus en el ataque. Lucy se planta y le exige a su padre que espere a hablar con Petrus al día siguiente. Para Lurie esperar es un absurdo porque el muchacho habrá desaparecido para entonces. Lucy dice: “nadie desaparece en el Cabo Oriental. Este no es un lugar así” (p.168). Lurie insiste en que ella está intentando limpiar culpas del pasado. Ella se niega a denunciar y da por terminada la discusión.

Lurie regresa a la fiesta y todos los miran con incomodidad.

Capítulo 16

Al día siguiente Petrus se presenta en casa de Lucy. En lugar de mencionar lo sucedido durante el festejo, le pide ayuda a Lurie para tender unas tuberías. Petrus repara en cuán inteligente ha sido Lucy en autorizar esa instalación y dice: “Es una de esas señoras que miran al futuro, no una persona instalada en el pasado” (p.171).

Mientras trabajan, Lurie no soporta más y saca el tema del muchacho en la fiesta, quiere saber su nombre y dónde se encuentra. Petrus le contesta que el muchacho está muy inconforme con que lo acusen de ser un ladrón. Para Lurie la cuestión es simple: si le da su nombre entonces la policía podrá encargarse de investigar. Por el contrario, a Petrus le parece mucho más sencillo que deje al muchacho en paz y se compre un auto nuevo con lo que le va a devolver el seguro. Lurie intenta explicarle a Petrus que no se trata de un auto, sino de lo que es justo.

Lurie comienza a sospechar que hay algo más y le pregunta a Petrus si el muchacho es su pariente. Como siempre, Petrus contesta con evasivas y solo sostiene que es muy chico para ir a la cárcel y que no es culpable de nada. Además, asegura que él se encargará de mantener a Lucy a salvo. Lurie le recuerda que Petrus no estuvo presenta para defender a su hija cuando la atacaron. La conversación no llega a ningún lado y Lurie se va.

En la clínica, Lurie se desahoga con Bev Shaw. Por un lado se siente encerrado en el campo, pero por otro, no está dispuesto a dejar a Lucy sola allí. Bev cree que Lurie debe dar un paso atrás y dejar en paz a su hija; además, piensa que Lucy va a estar bien porque Petrus la va a cuidar. Eso indigna a Lurie, quien no confía en Petrus, pero, para Bev, Lucy le debe mucho a Petrus por su trabajo en el campo y el mercado. Luego, la discusión entre Bev y Lurie se torna sobre el ataque de Lucy: Lurie insiste en que él estaba presente, mientras que Bev dice que él no estaba delante de Lucy cuando la atacaron. Lurie se siente marginado.

Lurie cree que la convivencia con Lucy se ha alargado más de la cuenta. Intenta mantener la distancia dedicándose a los trabajos del campo y meditando sobre su proyecto sobre Byron, aunque cada vez se le hace más difícil imaginar a los personajes de su obra. Sus heridas se van curando y espera que las de Lucy también sanen.

En la clínica hay mucho trabajo, pero el más difícil de todos es asistir a Bev cuando pone a dormir a los perros. Luego de que Bev les administra la inyección letal, Lurie debe llevar en una camioneta los cuerpos al incinerador del hospital. Para él es importante cumplir con todo el trabajo y no permitir que otros sean los encargados de incinerarlos, especialmente porque no lo van a hacer con cuidado y dignidad.

Capítulo 17

Bev y Lurie se encuentran trabajando en la clínica. Ella empieza a hacer preguntas y comentarios sobre la vida de Lurie en Ciudad del Cabo. Si bien a él le resulta un poco chocante que ella sea tan entrometida, contesta sus preguntas. Por ejemplo, le dice que no se arrepiente de lo que sucedió con Melanie. Entre las cosas que dice, comenta que está satisfecho con estar en un lugar en el que no hay tentaciones, aunque pronto se da cuenta de que su comentario fue insensible. Como para compensar ese descuido, la mira intentando identificar el encanto que debe haber tenido Bev cuando era más joven. Por impulso, toca los labios de Bev. Ella recibe su gesto y se sonroja. Al día siguiente, Bev llama a Lurie y le pide que la encuentre en la clínica a pesar de que ese día no está abierta al público. Lurie no duda de que se trata de una llamada que nada tiene que ver con el trabajo, sino con el deseo de Bev de tener una aventura con él.

Lurie llega a la clínica, entra al edificio, cierra la puerta y abraza a Bev, que está de espaldas. Improvisan un espacio en el suelo con mantas, Lurie se asegura de cerrar las puertas y Bev se desnuda. Lurie no la encuentra atractiva en ningún momento, pero tiene sexo con ella “sin disgusto” (p.187).

Luego de tener sexo con Bev, Lurie piensa: “Después de las dulces y jóvenes carnes de Melanie Isaacs, a esto he terminado por llegar. A esto tendré que acostumbrarme, a esto y a mucho menos que esto” (p.187). No puede evitar pensar en Bev con cierta condescendencia, la imagina festejando su aventura como si fuera Ema Bovary, la protagonista de la famosa novela de Flaubert. Además, se refiere a ella como “pobrecita” hasta que reconoce que él tampoco debería sentirse satisfecho consigo mismo porque “Si ella es pobre, él está en bancarrota” (p.188).

Análisis

A partir de la experiencia traumática, Lurie empieza a mostrar ciertos cambios en su actitud. Por ejemplo, la conexión que desarrolla con las dos ovejas que están por ser sacrificadas es atípica en él. En el capítulo 8, Lurie y Lucy discuten sobre los derechos de los animales y quienes los defienden. Lurie pone aires de superioridad y solo para calmar a Lucy hace la siguiente concesión: “seamos amables con ellos [los animales] en la medida de nuestras posibilidades, pero tampoco perdamos la debida perspectiva” (p.96). Ahora, en cambio, siente admiración por la capacidad empática de Bev en su trato con los animales y llega a preguntarse si no debiera ser más como ella cuando se ve conmovido por las ovejas. Lurie no es el mismo que antes porque ahora al menos contempla la posibilidad de cambiar, cuando antes se sentía demasiado viejo para ello.

La disputa entre Lurie y Petrus a causa de las ovejas también pone de manifiesto la problemática social que la novela explora. Lurie, el intelectual citadino que se ha formado enteramente en una cultura europea alejada de lo auténticamente africano, no puede entender las costumbres del campo. La dicotomía ciudad/campo en la novela es equivalente a la dicotomía Europa/África y, desde la perspectiva de Lurie, civilización/barbarie. En estos capítulos Lucy debe explicarle varias veces cuáles son los códigos del lugar a Lurie y demuestra que ella se mueve muchísimo mejor en “lo más tenebroso de África” (p.154). Que a Lurie le moleste tanto la presencia de las ovejas le parece ridículo porque evidencia que su padre no comprende todavía que está en otro mundo: “Estamos en el campo. Estamos en África” (p.157), como si la vida en Ciudad del Cabo no contara como experiencia africana.

La sensación de otredad se intensifica en Lurie a medida que comparte más tiempo con Petrus. Antes del festejo, mientras Petrus se ocupa de los preparativos, Lurie sale a caminar por el campo y reflexiona en lo difícil que es convivir con su nuevo vecino: “Demasiado cerca, piensa: vivimos demasiado cerca de Petrus. Es como compartir una casa con desconocidos, compartir los ruidos, los olores” (p.161). Al mencionar los ruidos y los olores, Lurie está pensando en las costumbres culturales que separan a Petrus de Lucy y él. De todas maneras, esa cercanía en la convivencia no es nueva, de hecho, Petrus ya vivía allí cuando solo trabajaba para Lucy; la cercanía parece referirse más bien al nuevo status de Petrus ya que no es más el peón, sino estrictamente su vecino.

A medida que la acción avanza Lurie va a encontrar más aspectos que lo separan de su vecino. Durante la fiesta, por ejemplo, Lurie se encuentra fuera de su elemento. No solo son él y Lucy los únicos blancos allí, sino que Lurie muchas veces se queda en los márgenes porque las personas hablan en xhosa, idioma que él no entiende. El lenguaje se convierte en un lugar de desencuentro en otro sentido también, confirmando la teoría que Lurie plantea al principio de la novela en la que la comunicación nada tiene que ver con entendernos unos a los otros. Por ejemplo, cuando Petrus utiliza la palabra “benefactora” para referirse a Lucy, Lurie, a quien la precisión del lenguaje tanto le importa, la encuentra inexacta y de mal gusto. De todas maneras, justifica a Petrus porque en realidad está utilizando el inglés, un lenguaje que le es ajeno, por una parte, y que se ha agotado, por otra: "Hay trechos del código lingüístico inglés, frases enteras que hace tiempo se han atrofiado, han perdido sus articulaciones" (p.149). Recordemos que Lurie ya mencionó cómo el inglés es impreciso al momento de contar la historia de África cuando prefiere no escuchar la vida de Petrus narrada en ese idioma.

Por último, Lurie muestra cuán ajeno es al lugar cuando ignora las relaciones que rigen para los géneros y le habla directamente a la mujer de Petrus para preguntarle cuándo debe nacer su bebé, poniéndola en una situación incómoda. Esa pregunta abre una conversación en torno al género porque Petrus espera que su bebé sea varón. Lurie le pregunta ingenuamente: “¿Y qué tienes contra las niñas?” (p.164). De todas maneras, el liberalismo de Lurie, que se siente más sofisticado por pensar que no es mejor tener un hijo varón que una hija mujer, es otra forma de hipocresía en él, porque las relaciones que establece con mujeres y sus propias ideas sobre la sexualidad son igualmente machistas.

Las dificultades en el trato entre Petrus y Lurie no se reducen a la ignorancia de este último sobre las costumbres y tradiciones locales, sino que también tienen como origen los cambios en las dinámicas de poder post apartheid. Lurie no es solo un marginal allí porque es blanco, no habla xhosa y desconoce los códigos del lugar, sino también porque no consigue conciliar del todo con su nueva posición en el entramado social. A Lurie le está costando aceptar que Petrus ya no está en una posición de subordinación, y las actitudes de Petrus parecen incluso desafiar las expectativas de Lurie. Por ejemplo, Lurie ve cómo Petrus hace de anfitrión respetuoso con algunos invitados como cuando llega una mujer vieja y Petrus “recorre todo el camino para recibirla” (p.161). Por el contrario, cuando Lurie y Lucy llegan, es una niña quien los hace pasar y luego Petrus no les ofrece nada para tomar. No obstante, luego de abrir el regalo que llevó Lucy, Petrus parece darle importancia al llamarla “benefactora” (p.163), aunque Lurie interpreta el uso de esa palabra como algo de mal gusto. Debido a la focalización del narrador desde la perspectiva de Lurie, es difícil saber si en las actitudes de Petrus hay mala intención verdaderamente o si es la interpretación que hace Lurie de los gestos desde su enojo por el asalto y por la larga tradición de privilegio que lo antecede y que hace que no acepte las nuevas dinámicas sociales.

Lucy, que parece tener una perspectiva mucho más fresca sobre África, es tan intransigente como su padre en otros aspectos. Como lectores, es difícil comprender del todo qué la mueve a tomar la decisión de no denunciar o de defender a Petrus ciegamente. La dificultad estriba en parte en la elección del tipo de narrador, que solo nos permite acceder a los pensamientos de Lurie. Ahora bien, por momentos, a través del diálogo, podemos dar sentido parcialmente a las acciones y los principios de Lucy. Por ejemplo, ella no tiene miedo de que el muchacho que la atacó y que está presente en el festejo de Petrus desaparezca porque sabe que esas cosas no suceden en Cabo Oriental. Podemos interpretar que con ese comentario está apuntando a la impunidad que existe en Sudáfrica en ese momento y a la que se alude más de una vez en la novela: Ettinger, por ejemplo, siempre está armado porque sabe que la policía no los va a proteger; nadie espera verdaderamente que los culpables del asalto sean detenidos; Lucy no cree que el muchacho tenga ninguna razón para desaparecer y, finalmente, vemos que la policía no es de fiar cuando, más adelante en la novela, recuperan el auto equivocado. Lucy sabe precisamente en qué terreno se mueve y por su pragmatismo se adapta a los tiempos que corren.

Petrus también es pragmático; lo vemos con claridad cuando discute con Lurie por el muchacho de la fiesta. Para él no tiene sentido perseguir a ese chico si Lurie perfectamente puede conseguir un nuevo auto a través del seguro. Petrus solo concibe que Lurie quiera perseguir al muchacho para sacar algo concreto de ello y ni siquiera presta atención cuando Lurie le habla de justicia. La formación intelectual de Lurie no tiene lugar en el mundo en el que está. Por ejemplo, cuando Petrus le pide ayuda para tender las tuberías, a él no le queda otra que ser el ayudante inexperto y prescindible porque en este caso Petrus es quien posee más conocimiento y es su superior.

En el capítulo 16 Lurie cumple con la tarea de incinerar los cuerpos de los perros que Bev pone a dormir con dedicación. Es posible interpretar su devoción al trabajo y los sentimientos que le genera como evidencia de un cambio en el carácter de Lurie: “Le bañan las mejillas lágrimas que no puede detener; le tiemblan las manos. No entiende qué es lo que le está pasando. Hasta ahora ha sido más o menos indiferente a los animales” (p.179). Sin embargo, es posible que esté depositando en los perros lo que en realidad está destinado a Lucy, Melanie e incluso a sí mismo. El problema con el que se enfrenta por lo menos en lo que respecta a Lucy es que ella le ha cerrado las puertas a su intimidad e incluso Bev parece coincidir con que lo que sufrió su hija no es asunto suyo. Por otra parte, los motivos por los cuales se hace cargo de la incineración de los perros coinciden perfectamente con el idealismo y romanticismo que hemos visto manifiesto en Lurie desde el principio: “Por la idea que tiene del mundo, un mundo en el que los hombres no emplean palas para golpear cadáveres y darles una forma más conveniente para su posterior procesamiento” (p.183). La ironía es que efectivamente Lurie ha sido testigo de que los hombres apalean los cadáveres para incinerarlos. Por el contrario, Lurie se ocupa de incinerar esos cuerpos sin maltratarlos, intentando darles un fin digno. Una vez más Lurie está en disonancia con la realidad e intenta infundir el mundo con sus ideas: “Él salva el honor de los cadáveres porque no hay nadie tan idiota como para dedicarse a semejante asunto. En eso va convirtiéndose: en un estúpido, un bobo, un obstinado. (p.183). De todas maneras, es difícil no ver en sus acciones un intento por redimir su pasado cuestionable.

Por último, lo que sucede en el capítulo 17 puede tomar por sorpresa al lector porque Lurie ha venido insistiendo en que Bev le resulta carente de todo atractivo. Sin embargo, acceder a tener sexo con ella muestra el estado anímico en el que se encuentra Lurie. Su caída en desgracia no se reduce a lo que le sucedió en la universidad, sino que sus experiencias en el campo también han sido una lección de humildad. Por supuesto que Lurie todavía no es capaz de ser humilde del todo y por momento su soberbia aflora como cuando se refiere a Bev como “pobrecita”. No obstante, pronto se corrige a sí mismo y cae en la cuente de que “Si ella es pobre, él está en bancarrota” (p.188).