La ciudad en "Emma Zunz"
Borges crea un paisaje atípico en su narrativa. El espacio en "Emma Zunz" no es el de los arrabales y tampoco en de la pampa que sí aparecen en otros cuentos de Borges. Las acciones suceden en un barrio industrial y en el puerto. En la descripción que se hace del puerto, el horror de lo que está por suceder parece reflejado en el paisaje: Emma se vio "multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos hambrientos" (p.62). En esa imagen, los lectores pueden ver a Emma, alguien que se ha mantenido alejada de los hombres, en una situación amenazadora. A la imagen de la chica multiplicada y las luces que la exponen, aparecen la mirada de los hombres con ojos "hambrientos". La escena no solo permite la imagen mental, sino que comprendemos el efecto que ese escenario puede tener en Emma. Luego, el marinero la conduce por "un turbio zaguán y después una escalera tortuosa" (p.62). Los adjetivos turbio y tortuoso nos permite imaginar la escena, pero también tiene connotaciones negativas que apuntan a lo sórdido de las circunstancias. En su viaje de regreso: "Viajó por barrios decrecientes y opacos" (p.63). Todo el cuento insiste en una imagen gris y oscura.
El Aleph
Inmediatamente después de aclarar que el lenguaje es inadecuado para describir lo que vio en el Aleph porque el primero es sucesivo mientras este es simultáneo, Borges efectivamente trata de transmitir la experiencia. En primer lugar ve el Aleph: "una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor" (p.164). Los lectores imaginamos que el brillo casi encandila. Borges incluso nos ofrece medidas para la esfera: dos o tres centímetros. Luego, en su descripción de la visión que tuvo, combina elementos conocidos para el lector y otras imágenes que combinan elementos novedosos: "vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide" (p.164). Combina, asimismo, vistas panorámicas de "convexos desiertos ecuatoriales" (p.165) con imágenes microscópicas como "granos de arena" y "hormigas" (p.165). La enumeración de elementos es variada y amplia, y el lector se imagina como un desfile de todos ellos.
La lluvia en el desierto
En el cuento "Los inmortales", el tribuno describe la noche en que llueve. En primer lugar, aclara que esa noche había sido especialmente calurosa. De repente, el tribuno siente "la frescura del aire y el rumor atareado de la lluvia" (p.18). En esa cita, las imágenes sensoriales son táctiles y auditivas. Luego, la descripción incluye imágenes visuales: "bajo las nubes amarillas la tribu, no menos dichosa que yo, se ofrecía a los vívidos aguaceros en una especie de éxtasis. Parecían coribantes" (p.18). Además de la mención de las nubes de un color atípico, amarillo, se incluye la comparación entre los trogloditas y unos coribantes, bailarines que celebraban a los dioses con danzas desenfrenadas. Finalmente, se menciona el gemido de Argos, el troglodita que acompaña al tribuno, retomando la imagen sensorial auditiva.
El laberinto de Abenjacán
En "Abenjacán, el Bojarí, muerto en su laberinto", Dunraven y Unwin se encuentran en el laberinto que había pertenecido a Acenjacán. Se trata de un edificio gigantesco en una colina de arena con vista al mar. Los ladrillos están a la vista. El tamaño es tal que aunque es redondo "tan dilatada era su área que no se percibía la curvatura" (p.124). Ya dentro del laberinto aparece una imagen auditiva: "los pasos cautelosos resonaron en el suelo de piedra" (p.124). La personificación del edificio en "la casa parecía querer ahogarlos" (p.124) permite al lector imaginarse la incomodidad al recorrer los pasillos con techo muy bajo.