Los espejos (Motivo)
Los espejos aparecen de manera recurrente en El Aleph. No siempre cumplen las mismas funciones o parecen indicar lo mismo. Cabe mencionar la cita más famosa sobre los espejos que aparece en la obra Ficciones: "Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de hombres" (Borges, 2003, p.14). En El Aleph las menciones que se hacen del espejo en general están relacionadas con el tema del doble. En cuentos como “Historia del guerrero y de la cautiva”, la abuela de Borges cree ver en la inglesa aindiada “un espejo monstruoso de su destino” (p.51). La abuela inglesa de Borges teme que la historia de la inglesa que elige la “barbarie” se repita en ella; al fin y al cabo, ella elige seguir a su esposo a la pampa.
En el caso del tribuno en “El inmortal”, el temor no es reproducir la barbarie, sino que la reproducción en sí misma devalúe la existencia: “No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario. Lo elegíaco, lo grave, lo ceremonial, no rigen para los Inmortales” (p.22).
En “Los teólogos”, el espejo es uno de los símbolos de la herejía de los histriones. En ese cuento en particular, el espejo es central porque el cuento trata sobre una identidad escindida en dos personas: Juan de Panonia y Aureliano.
El laberinto (Motivo)
Al igual que el espejo, el laberinto es central y recurrente en la obra de Borges. Pero a diferencia del espejo, el laberinto tiene un sentido más estable porque se refiere, en su mayoría, a dos cuestiones. La primera es la idea de que el mundo está diseñado de tal modo que es imposible comprenderlo del todo. Cuando estamos dentro del laberinto, aunque lo recorramos y seamos capaces de percibir partes de su arquitectura a través de los sentidos, no podemos hacernos una imagen de todo el laberinto. La razón humana no puede abarcar el universo en su totalidad, así como no puede comprender cabalmente conceptos como el infinito. Mientras experimentamos el mundo, solo podemos tener una mirada o comprensión parcial.
El segundo sentido del laberinto está vinculado con el primero, pero no aparece en cuanto a imagen u objeto, sino como modelo estructural de los relatos. Algunos de los cuentos de Borges son laberintos en sí mismos. Pensemos en el cuento “Abenjacán, el Bojarí, muerto en su laberinto”. En esta historia, más allá de que hay literalmente un laberinto rojo en el relato, Borges nos obliga a recorrer la trama como si nos aproximásemos al centro, justamente, de un laberinto para luego hacer el camino inverso y salir de él. El cuento empieza con un relato que contiene otro relato que menciona aun otro relato; es decir, la estructura es la de una puesta en abismo, pero contiene una serie de giros que generan duda en Unwin y en el lector. Cuando finalmente llegamos al corazón de la historia con el asesinato del rey, el esclavo y el tigre, Unwin nos conduce fuera de ese laberinto recorriendo los mismos relatos, solo que con la dirección de este personaje.
En definitiva, el laberinto refuerza el carácter ilusorio de la realidad porque siempre tenemos de ella una visión limitada, cortada, incompleta y subjetiva. El laberinto, en este sentido, concentra con mucha fuerza la futilidad de intentar llegar a una verdad absoluta y, por lo tanto, establece el relativismo como única certeza.
La literatura (Motivo)
En las obras de Borges varias veces el asunto central es la literatura y los libros, por encima, incluso, de los personajes y sus circunstancias. En primer lugar, para cualquier lector que se acerca por primera vez a la obra de Borges, lo primero que le llama la atención es la cantidad de menciones a otros autores, las citas, las referencias a obras literarias, historiográficas o literarias. En un principio, incluso puede ser intimidante encontrarse con tanta erudición. Pronto el lector de Borges se da cuenta de que a veces esas referencias son también una imagen o espejo del mundo como laberinto diseñado para perdernos. Algunas de las citas o referencias de Borges son ficcionales o están falseadas y aparecen al lado de otras tantas verídicas y comprobables. El autor juega de este modo con la verosimilitud, refuerza la idea de que el mundo (como las bibliotecas) es difícil de discernir y conocer. Los libros a veces son las claves para destapar un misterio, como en “El Zahir”, pero a veces son un misterio indescifrable, como en “La busca de Averroes”.
Desde un lugar menos concreto, más conceptual, la ficción también es un asunto preponderante en la obra de Borges. En “Emma Zunz”, por ejemplo, el relato se impone a la realidad; en “El hombre en el umbral” el relato dilata la investigación y habilita la venganza; en “La escritura del Dios” la leyenda o los mitos conducen a una experiencia mística; en “Los teólogos” la palabra condena a la hoguera.
La literatura y los componentes que la orbitan (la biblioteca, los libros, la ficción, la palabra) son motivos que tejen juntos el sentido de gran parte de la obra borgeana. Son todos polisémicos y complejos. La obra de Borges es mayormente metatextual y metaliteraria, es decir, que en sus relatosmuchas veces se comenta sobre otros libros y se reflexiona sobre el arte de escribir.
El quepis (Símbolo)
El quepis es una gorra militar. En el cuento "Biografía de Tadeo Isidoro Cruz", el protagonista "arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados, junto al desertor Martín Fierro" (p.57). Más allá de que el gesto indica el cambio de bando, también simboliza la elección de vivir por fuera de los límites de la sociedad. Justo antes de este gesto, el narrador dice que Cruz comprende "su íntimo destino de lobo, no de perro gregario" (p.57). El gesto de echar por tierra la gorra militar lo hermana con Fierro, quien también optó por ese camino.
La moneda (Motivo)
La moneda aparece en esta colección en varios cuentos. Algunas veces es una imagen que le sirve a Borges para ilustrar alguna de las ideas que desarrolla en su texto. Este es el caso de la moneda en el cuento "Historia del guerrero y de la cautiva". El cuento termina así: "Acaso las historias que he referido son una sola historia. El anverso y el reverso de esta moneda son, para Dios, iguales" (p.52). La imagen de la moneda le permite a Borges resolver la paradoja de que dos historias a las que separa el espacio, el tiempo y las circunstancias, sea en esencia una misma historia.
En el caso de "El Zahir", la moneda ya no es una imagen para ilustrar, sino que es un objeto central a la trama. La moneda es el Zahir, es decir, el objeto que revela a la divinidad y, por eso, ejerce poder sobre quien entra en contacto con ese objeto. Como muestra del poder que tiene la moneda sobre él, en un momento dado Borges personaje empieza a pensar en las famosas monedas y sus múltiples significados. Considera que "nada hay menos material que el dinero, ya que cualquier moneda (una moneda de veinte centavos, digamos) es, en rigor, un repertorio de futuros posibles" (p.107). Aparece acá la paradoja de que algo material como la moneda sea estrictamente inmaterial porque su propósito es convertirse en otra cosa que desee la persona que la posee. Más adelante, en esa misma reflexión, Borges dice: "una moneda simboliza nuestro libre albedrío" (p.107).