"Sufría sin cesar, sintiéndose nacida para todas las delicadezas y todos los lujos. Sufría por la pobreza de su hogar, por la miseria de las paredes, por el desgaste de las sillas, por la fealdad de las telas, todas esas cosas, en las cuales otra mujer de su casta ni siquiera habría reparado, la torturaban e indignaban".
En este pasaje, el narrador describe la desdicha de Mathilde, la protagonista del relato. Nacida en el seno de una familia de empleados, Mathilde es una joven extremadamente desdichada porque anhela tener la vida de los ricos. En este pasaje, a su vez, el narrador desliza la idea de casta, como si la clase social fuese una herencia que define a la persona y de la cual es imposible desprenderse.
"Tenía una amiga rica, una compañera del colegio de monjas a la que ya no iba a ver, porque sufría mucho al regresar a casa. Y lloraba durante días enteros, de pena, de nostalgia, de desesperación y de angustia".
En este pasaje, cargado con las emociones que siente la protagonista del relato, el narrador introduce a la figura de la señora Forestier, e indica la enorme distancia que la separa de Mathilde. Al lado de su amiga rica, Mathilde recuerda su miseria y se avergüenza, razón por la cual hace años que no la frecuenta.
"«El ministro de Instrucción Pública y la señora de Ramponneau ruegan al señor y la señora Loisel les hagan el honor de pasar la velada del lunes 18 de enero en el hotel del ministerio»".
Esta es la invitación que recibe el señor Loisel como empleado del Ministerio de Instrucción Pública. Todos los meses, el ministro da un baile y eventualmente invita a las familias de algunos de sus empleados. Como se trata la primera vez en que ellos son invitados, el señor Loisel está muy entusiasmado, pues cree que la propuesta encantará a su esposa.
"Se calló, estupefacto, pasmado, al ver que su mujer lloraba. Dos gruesas lágrimas descendían lentamente de las comisuras de los ojos hacia las comisuras de la boca; tartamudeó:
-¿Qué tienes? ¿Qué tienes?
Pero ella, con un violento esfuerzo, había domado su pena y respondió con voz tranquila, enjugándose las húmedas mejillas:
-Nada. Solo que, como no tengo nada que ponerme, no puedo ir a esa fiesta. Dale tu tarjeta a cualquier colega cuya mujer esté mejor trajeada que yo".
Este pasaje ilustra la diferencia en las formas de pensar y ver el mundo entre el señor y la señora Loisel. Como puede verse, el señor Loisel no ha tenido en cuenta la cuestión de las vestimentas adecuadas para el baile, algo que resulta evidente para Mathilde, quien se niega a concurrir a una fiesta si no puede vestirse acorde a la categoría social de los invitados. Este problema se solucionará con la inversión de 400 francos para un nuevo vestido.
"Él palideció un poco, pues se reservaba exactamente esa suma para comprarse una escopeta y permitirse unas partidas de caza, al verano siguiente, en la llanura de Nanterre, con algunos amigos que salían a tirar a las alondras, por allí, los domingos".
Cuando Mathilde indica que necesitaría 400 francos para poder comprarse un vestido elegante, el señor Loisel debe enfrentarse a la decisión de invertir sus ahorros en dicho vestido y complacer a su esposa o en guardarlos para comprar la escopeta y así poder ir a cazar con sus amigos. En este dilema pueden observarse los roles de género determinados socialmente: para el señor Loisel, la caza es una forma de socializar con colegas y amigos, todos varones, en un ambiente por fuera del trabajo y de la vida familiar. Del mismo modo, para Mathilde, poseer un vestido elegante es una condición necesaria para poder participar de ciertos eventos de la alta burguesía. Finalmente, el señor Loisel decide invertir el dinero en comprar el vestido.
"-No... no hay nada más humillante que tener pinta de pobre entre mujeres ricas".
Este pasaje ilustra con claridad tanto la forma de pensar de la señora Loisel como una realidad social constatada: la pertenencia a una determinada clase social o casta, como las llama el narrador, está determinada por las formas de vestir y la capacidad de ostentar la riqueza. Mathilde, pobre como es, se espanta al pensarse mal vestida en medio de la alta sociedad. Por eso, el vestido elegante no es suficiente y debe recurrir a las joyas de su amiga para poder moverse entre la alta sociedad sin sentirse como perteneciente a otra casta.
"Loisel poseía dieciocho mil francos que le había dejado su padre. Pediría prestado el resto.
Tomó un préstamo, pidiendo mil francos a uno, quinientos a otro, cinco luises por aquí, tres luises por allá. Hizo pagarés, adquirió compromisos ruinosos, tuvo tratos con usureros, con todas las razas de prestamistas. Comprometió todo el final de su existencia, arriesgó su firma sin saber si podría hacer honor a ella, y, espantado por las angustias del futuro, por la negra miseria que iba a abatirse sobre él (...) fue a recoger el nuevo collar, depositando en el mostrador del comerciante treinta y seis mil francos".
Para reponer el collar perdido, el matrimonio Loisel encuentra uno prácticamente idéntico que cuesta una fortuna: treinta y seis mil francos. Esta es una cantidad imposible para cualquier empleado de clase media-baja, y el señor Loisel lo sabe. Sin embargo, es tan fuerte su sentido del deber, que se endeuda, quizás de por vida, con tal de poder devolver el collar a la señora Forestier. La deuda contraída implica el descenso social del matrimonio, y los Loisel pasan 10 años trabajando arduamente para poder devolver el dinero.
"La señora Loisel conoció la horrible vida de los necesitados. Se resignó, por lo demás, de repente, heroica. Había que pagar aquella espantosa deuda. Pagaría. Despidieron a la criada, cambiaron de casa, alquilaron otra, una bohardilla bajo los tejados".
En este pasaje se observa un cambio fundamental en la actitud de la señora de Loisel: la caída en desgracia la empuja a resignar sus sueños de pertenecer a la alta sociedad y la convierte en una mujer fuerte y pragmática. Desde la perspectiva del narrador, el cambio que afecta al matrimonio parece ser positivo: ahora la pareja parece mucho más unida y en armonía. Mathilde ha abandonado sus pretensiones y ya no vive angustiada por el lugar que ocupa en el mundo, lo que la acerca más a su marido, quien siempre se había mostrado conforme con lo que poseía.
"La señora Loisel parecía vieja, ahora. Se había convertido en la mujer fuerte, y dura, de las parejas pobres. Mal peinada, con las sayas torcidas y las manos rojas, hablaba en voz alta, fregaba los suelos con agua fría. Pero a veces, cuando su marido estaba en la oficina, se sentaba junto a la ventana, y pensaba en aquella velada de antaño, en aquel baile, donde había estado hermosa y tanto la festejaron".
Este pasaje presenta a Mathilde diez años después de la pérdida del collar, cuando las inclemencias de una vida pobre y entregada al trabajo la endurecieron y convirtieron en una persona nueva. De la joven desdichada no quedan rastros, salvo por un anhelo nostálgico de aquella noche en que fue feliz en el baile.
"-¿Dices que compraste un collar de brillantes para sustituir el mío?
-Sí. No te habías dado cuenta, ¿eh? Eran muy parecidos.
Y sonreía con una alegría orgullosa e ingenua.
La señora Forestier, muy emocionada, le cogió las dos manos.
-¡Oh! ¡Pobre Mathilde! Pero, ¡si el mío era falso! Valía a lo sumo quinientos francos...".
Este pasaje corresponde al final del relato, y propone una vuelta irónica sobre la pérdida del collar. Las emociones de cada personaje son importantes para comprender sus mundos interiores: Mathilde se muestra alegre al poder hablar con la señora Forestier y demostrarle que ha sido capaz de reponer el collar perdido y salir adelante. Su alegría se mezcla con el orgullo y con la ingenuidad, puesto que no conoce las dimensiones de lo que le está contando a la señora Forestier. Esta última, por su parte, se muestra emocionada al escuchar la confesión de su amiga, pero el relato en verdad no permite ver más allá de la reacción inmediata, y es posible que Forestier se haya dado cuenta del reemplazo del collar.
Con todo esto, el relato concluye de forma impactante y con un humor irónico que explota la confusión y la ignorancia de Mathilde.