El collar

El collar Resumen y Análisis Parte 3

Resumen

Los años siguientes son muy duros para la pareja. Empobrecidos totalmente, arruinados por las deudas, el señor y la señora Loisel deben despedir a su criada y abandonar su casita para instalarse en una pobre y barata bohardilla. Mathilde realiza todos los trabajos pesados del hogar y de la cocina. Sus manos y todo su cuerpo se desgasta por las arduas tareas que debe realizar a diario. Mes a mes, la pareja va saldando sus pagarés y renovando otros para ganar tiempo; el señor Loisel comienza a trabajar también por las tardes, pasando en limpio las cuentas de un comerciante, y por las noches, haciendo copias y cobrando 25 céntimos la página. Así pasan diez años, hasta que la pareja logra devolver todo el dinero que deben y se liberan de los pagarés. Esos diez años han envejecido brutalmente a la señora Loisel, quien se convierte en una mujer dura y fuerte, con todo el aspecto de una mujer pobre: mal peinada, desaliñada y con las manos rojas de tanto fregar. Su único consuelo en aquellos años es recordar la noche del baile; lo hermosa que estuvo y cuánto la desearon todos los allí presentes.

Un domingo, mientras pasea por los Campos Elíseos para descansar de sus tareas, Mathilde se encuentra con la señora Forestier, para quien el tiempo no ha sido nada brutal. Emocionada, decide acercársele y hablarle. Sin embargo, la señora Forestier no logra reconocerla de inmediato, y le pregunta con desconfianza quién es. Mathilde le cuenta qué ha sido de ella en los últimos años, y afirma que todo es culpa de ella y de su collar, puesto que para reemplazarlo tuvo que endeudarse por una década. La señora Forestier se sorprende ante la historia que le cuenta su antigua amiga, y le dice, emocionada, que aquel collar que le prestó era falso, y no valía más de 500 francos.

Análisis

Como se ha dicho anteriormente, el estilo de Maupassant en “El collar” se asocia al realismo literario. Dentro de esta enorme matriz genérica que es el realismo, Maupassant se encuentra estrechamente relacionado con las propuestas estéticas de dos escritores fundamentales de la Francia del siglo XIX: Gustave Flaubert y Émile Zola. Este último, junto a otro grupo de escritores, realizó un intento sistematizar los postulados del realismo y aplicarlos a la escritura novelesca con un método estricto.

Como movimiento literario, el realismo se propone utilizar la escritura como un método para analizar e interpretar la realidad. Su principal rasgo es la abundancia de descripciones de elementos de la vida cotidiana desde una focalización objetiva, es decir, reduciendo al máximo posible la mirada subjetiva de un narrador para presentar la realidad tal cual se la observa. En verdad, la búsqueda de objetividad es uno de los principales rasgos del realismo literario, y se fundamenta en el intento de imitar los discursos científicos en boga desde principios del siglo XIX. En este sentido, la novela realista toma de las ciencias naturales de la época su ideal de un lenguaje capaz de dar cuenta de la realidad sin que esta esté influida por la mirada de las personas (algo que, en las décadas posteriores, será muy discutido). A su vez, el realismo se propone utilizar un lenguaje coloquial, fiel a las formas de hablar de los personajes que representa, antes que un lenguaje elevado y excesivamente ornamentado.

Por otra parte, el naturalismo surge como una versión tardía del realismo, que se propone llevar estos procedimientos ya mencionados al extremo. La novela naturalista busca, entonces, documentar de la forma más objetiva posible la realidad social que interesa al escritor. Así, el autor naturalista intenta rescatar en sus textos los rasgos más sublimes y más brutales de la sociedad que retrata. Para ello, recurre a un lenguaje cargado de intensas descripciones que se focalizan en los elementos más vulgares de las clases sociales, especialmente de los sectores más precarios.

Para Zola, amigo de Maupassant y gran influencia en su vida, la novela naturalista busca la interpretación exacta de la vida, privada de todo elemento novelesco; la aceptación de la existencia común, sin necesidad de recargar la escritura de elementos novelescos; y la desaparición del autor detrás de su narración. La aplicación de estos tres elementos como pilares del proyecto estético del naturalismo convirtieron a este movimiento en una verdadera estética de la observación, extremadamente ligada a los avances científicos.

Si bien no se identificó plenamente con el naturalismo y, en verdad, su obra escapa a las clasificaciones estrictas, Maupassant utilizó el lenguaje narrativo como un medio para aprehender la realidad y, en ese sentido, su estética es un ejercicio de observación naturalista, basado en la contemplación imparcial, continua y precisa del objeto que se quiere representar. Como se ha visto en las secciones anteriores, el objeto que se quiere representar en “El collar” es la filiación a una clase social. Así, en la primera sección hemos mencionado la descripción minuciosa de los espacios habitados por los ricos, en contraposición a la vida humilde de la señora Loisel. En esta última sección, la descripción que realiza el narrador de las tareas que realiza Mathilde una vez empobrecida es un claro ejemplo de una descripción naturalista:

Conoció los trabajos pesados del hogar, las odiosas tareas de la cocina. Lavó la vajilla, desgastando sus rosadas uñas en los pucheros grasientos y en el fondo de las cacerolas. Enjabonó la ropa sucia, las camisas y los paños de cocina, que tendía a secar en una cuerda; bajó a la calle, todas las mañanas, la basura y subió el agua, deteniéndose en cada piso para recobrar el resuello. Y vestida como una mujer del pueblo, fue a la frutería, a la tienda de ultramarinos, a la carnicería, con su cesto bajo el brazo, regateando, insultada, defendiendo céntimo a céntimo su miserable dinero (p.227).

Con este abordaje de las tareas cotidianas y el impacto que tienen sobre Mathilde, el narrador logra transmitir una imagen concreta y elocuente de las diferencias de clase, no solo entre los ricos y los empleados públicos, sino también de quienes se encuentran por debajo de la línea de pobreza. El contraste entre la Mathilde elegante de la fiesta, con su vestido y el collar de brillantes, y la Mathilde pobre, de uñas desgastadas y aspecto desaliñado, representa en sí mismo una dura crítica a la estratificación y la falta de movilidad social.

En esta sección, el vestido del baile no es más que un recuerdo al que Mathilde recurre con nostalgia. Ahora, la protagonista está vestida con las ropas que caracterizan a las mujeres dedicadas a la limpieza. En francés, el término que se utiliza es “femme de ménage”, y designa una posición social ostentada por las criadas que se desempeñan durante toda su vida como personal de maestranza de familias bien acomodadas económicamente. La señora Loisel “se había convertido en la mujer fuerte, y dura, de las parejas pobres. Mal peinada, con las sayas torcidas y las manos rojas, hablaba en voz alta, fregaba los suelos con agua fría” (p.227). La descripción que hace el narrador de esta nueva mujer es, sin embargo, positiva: más que la forma de vestir desaliñada, Maupassant destaca la fortaleza y la dignidad de Mathilde. Tal como se observa luego en la forma en que la protagonista encara a la señora Forestier durante su encuentro en los Campos Elíseos, puede observarse que ha encontrado un nuevo sentido de dignidad y orgullo, aun a pesar de su envejecimiento prematuro. Así, como muchos críticos han señalado, el narrador parece señalar que la nueva tranquilidad de Mathilde y la aceptación de su clase social es un signo de fortaleza y de contento o tranquilidad.

Los diez años de trabajos extremos consumen la salud y el aspecto físico del matrimonio Loisel, y prueban una importante tesis en boga durante siglo XIX: que la salud está condicionada por la desigualdad social, y las clases bajas sufren un deterioro mucho mayor que los ricos. En el caso de Mathilde, la vida de esfuerzos constantes y sacrificios la envejece prematuramente; tras los diez años de trabajos extenuantes, “la señora Loisel parecía vieja, ahora” (p.227). Tal es el cambio en su aspecto físico y en su vestir que la señora Forestier no la reconoce cuando se encuentran al final del relato. La señora Forestier, por el contrario, se ve “siempre joven, siempre hermosa, siempre seductora” (p.228); como pertenece a la clase alta y no padece ninguna necesidad o privación, ni debe realizar ningún trabajo que la afecte físicamente, el tiempo no ha pasado para ella de la misma manera que para su amiga Mathilde.

Sin embargo, la dureza de la vida precaria ha dado a Mathilde una fortaleza que antes no poseía y, como se comprende del diálogo que sostiene con su amiga, ya no siente vergüenza de la posición social que ocupa, ni ambiciona la vida de los ricos. Por eso puede hablar francamente del collar y de la deuda que ha pagado junto a su marido.

En el pasaje final, cuando la señora Forestier exclama “-¡Oh! ¡Pobre Mathilde! Pero, ¡si el mío era falso! Valía a lo sumo quinientos francos…” (p.229), el lector comprende la ironía que atraviesa todo el relato: Mathilde se sentía tan avergonzada por su inferioridad en la escala social que no había siquiera imaginado la posibilidad de que su amiga rica tuviera joyas falsas. En ese último momento, la hipocresía de la alta sociedad se revela crudamente y se presenta como otra forma de explotación de las clases más bajas.

Finalmente, cabe destacar una última cuestión respecto del naturalismo de Maupassant y de su ya mencionada estética de la observación. Maupassant estuvo muy al tanto de los problemas sociales y de las falencias morales de su época, y en muchos textos se dedicó a examinarlos, tal como hemos podido comprobar en “El collar”. Sin embargo, su actitud como escritor fue la de alguien que observa silenciosamente, sin tomar partido por una causa determinada. Así, su obra no presenta un activismo social, sino que se limita a constatar los hechos sociales, sin reflexionar demasiado al respecto ni denunciar abiertamente los abusos de poder o la desigualdad de clases. “El collar” representa un excelente ejemplo de esta postura: es indudable que en este texto subyace una crítica moral a la alta burguesía -especialmente destacable en la hipocresía de la señora Forestier, al final del relato-, pero esta crítica se esboza de manera sutil, apenas sugerida tras una capa de humor y de ironía.

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