La casa de Mary en la India
En las escenas iniciales, se narra la trágica muerte de los padres y de la niñera de Mary en la India. Para crear la atmósfera en la que la niña se entera de estas desgracias, se usan imágenes auditivas que remiten a la falta de sonidos. Por ejemplo, leemos que "La casa estaba en completo silencio. No se escuchaban voces ni pasos" (12), y, a medida que pasa el tiempo, parece "aún más silenciosa" (13). Para Mary, esto resulta muy extraño, y comienza a pensar que algo raro ha sucedido, pues en la casa solía haber muchas personas y mucho movimiento.
El canto del petirrojo
Como se ha mencionado, el petirrojo es un elemento central de esta novela, y simboliza la transformación profunda que atraviesa Mary al conectarse con la naturaleza en Misselthwaite Manor. En ese sentido, se destaca el canto del pajarito, que resulta muy atractivo para la niña desde el primer momento. La novela describe este canto gracias a diversas imágenes auditivas a lo largo de los capítulos. Por ejemplo, la primera vez que aparece en el camino de Mary, leemos que, "Como si quisiera llamarla, repentinamente este comenzó a cantar su canción de invierno" (19), y que, a Mary, "su amistoso y alegre silbido le produjo una gran felicidad" (20). A partir de ese momento, hay muchísimas referencias a sus gorjeos, cantos y silbidos.
El llanto de Colin
Una de las secuencias más misteriosas y tenebrosas de la novela se produce cuando Mary escucha los llantos de un niño en el interior de la mansión, pero no logra identificar de qué se trata porque los adultos le aseguran que no hay nadie llorando. Para aumentar el dramatismo de estos episodios, la novela ofrece imágenes auditivas que describen el lamento de Colin. La primera vez que Mary lo escucha, leemos: "De pronto, el sonido del viento se confundió con un nuevo ruido. Mary no supo lo que era, pero parecía como si alguien llorara. Era extraño, pues en ocasiones el viento también llora, sin embargo, la niña estaba convencida de que aquel lamento venía del interior de la casa" (40). Enseguida la protagonista afirma: "Alguien está llorando y es el llanto de un niño" (40). A la mañana siguiente, vuelve a escuchar los lamentos, pero esta vez suenan un tanto diferentes, ya que los siente más cercanos. Por fin, justo antes de encontrar la habitación de Colin, Mary cree que "Suena como si alguien llorara en medio del páramo" (83), porque esa noche los lamentos del niño se entremezclan con los sonidos de la lluvia y del viento.
El jardín secreto
A lo largo de toda la novela, encontramos muchas descripciones del jardín secreto que entrelazan imágenes visuales, auditivas y olfativas. Cuando Mary entra por primera vez al lugar, todavía es invierno y la vegetación, aunque es imponente, está reseca y descuidada: "Lo más curioso y maravilloso del lugar era que las plantas habían trepado por todas partes formando columpios, cortinas oscilantes y encantadores puentes entre los árboles más grandes. Sin embargo, como éstas se veían secas y de un color grisáceo, Mary se preguntó si estarían vivas o muertas" (58).
Sin embargo, después del trabajo de Mary y Dickon para revitalizar el jardín, el panorama cambia por completo. Así, cuando llega la primavera y Colin lo visita por primera vez, leemos que el chico }
Suavemente descubrió el velo verde que cubría muros, árboles y tierra. El pasto bajo los troncos y el gris de las sillas de piedra. Aquí y allá vio como se salpicaban el amarillo, el púrpura, el blanco y el rosa de los árboles y flores. Sintió un revoloteo de alas y un suave zumbido que lo envolvía junto a un fresco aroma. Los tibios rayos de sol caían sobre su cara y sus manos, mientras Mary y Dickon miraban encantados cómo había cambiado el color de su rostro (133).
Finalmente, en las últimas páginas, encontramos una nueva descripción que resalta la belleza del lugar cuando los chicos ingresan junto a Archibald Craven, contándole todo lo sucedido:
El lugar era un maravilloso conjunto de colores: dorado, púrpura, violeta y escarlata; y por cada rincón aparecían hermosos lirios blancos y rubíes. Él recordaba muy bien la época en que habían sido plantados y cuánto esperaron para que revelaran su color. Las rosas trepaban y colgaban, y el sol daba mayor intensidad al amarillo de los árboles (171-172).