Soy narradora. Y me gustaría narraros algunas anécdotas personales acerca de lo que me gusta llamar "el peligro de la historia única".
Estas son las dos primeras frases del discurso El peligro de la historia única. Chimamanda Ngozi Adichie comienza presentándose como narradora, o contadora de historias, traducción al español del término inglés storyteller.
Para diversas culturas africanas, contar relatos es la base de la comunidad: las narraciones orales conservan la historia, las creencias y los valores de cada pueblo. En particular, se trata de una práctica fundamental de la cultura igbo, a la que pertenece la autora. Para el pueblo igbo, las historias nunca guardan una única verdad, sino que existen múltiples verdades, ya que hay diversos puntos de vista, tal como explica la crítica literaria Louisa Uchum Egbunike (2017, 16-17). Egbunike ha identificado que este principio igbo está muy presente en las narraciones de Adichie, y esto puede verse en el discurso que la lleva a la fama, ya que precisamente aquí se dedica a defender la importancia de las historias múltiples, plurales y diversas.
Por otra parte, en estas palabras iniciales, la narradora anticipa que, a lo largo del discurso, presentará una serie de anécdotas personales. Así, el ensayo que ofrece a continuación se basa en sus experiencias reales, que integran su niñez en Nigeria, su formación universitaria en Estados Unidos y diferentes situaciones que vive como adulta, ya convertida en una escritora profesional. Contar e interpretar estas anécdotas es su estrategia argumentativa para demostrar que las historias únicas, concepto que desarrollará en detalle más adelante, son peligrosas.
Lo que esto demuestra, creo yo, es lo impresionables y vulnerables que somos ante una historia, sobre todo de niños. Como solo había leído libros con personajes extranjeros, me había convencido de que los libros, por naturaleza, debían estar protagonizados por extranjeros y tratar de cosas con las que no podía identificarme.
Adichie siempre se ha interesado profundamente por la lectura y la escritura, pero de niña solo lee historias británicas o estadounidenses cuyos personajes son blancos de ojos celestes, viven en lugares fríos y tienen costumbres propias de países del norte. Por eso, como expresa en esta cita, internaliza la idea de que la literatura no puede hablar sobre personajes parecidos a ella, y que la realidad nigeriana no es material para la ficción. En este punto, la autora ya demuestra la estrategia argumentativa que usará a lo largo de todo el discurso: primero cuenta una experiencia personal, luego la interpreta y, finalmente, ofrece una reflexión teórica al respecto. Además, comienza a demostrar que las historias son poderosas y que las historias limitadas son peligrosas.
Pues bien, la situación cambió cuando descubrí los libros africanos.
No había muchos disponibles, y no eran tan fáciles de encontrar como los extranjeros. Pero gracias a escritores como Chinua Achebe y Camara Laye, mi percepción de la literatura cambió. Comprendí que en la literatura también podía existir gente como yo, chicas con la piel de color chocolate cuyo pelo rizado no caía en colas de caballo. Empecé a escribir sobre asuntos que reconocía.
En los primeros minutos de su discurso, Adichie se encarga de homenajear a dos grandes escritores africanos del siglo XX: el nigeriano Chinua Achebe y el guineano Camara Laye. Ambos son reconocidos por presentar personajes, culturas y espacios africanos en la narrativa moderna, desde una perspectiva no eurocéntrica. Leer las obras de estos autores africanos cambia por completo la percepción que Adichie tiene de la literatura: con ellos aprende que la ficción puede narrar las historias de personas parecidas a ella, es decir, muchachas africanas negras con el cabello crespo. En ese sentido, la cita pone de manifiesto el tema de la representatividad, ya que destaca la importancia de sentirnos identificados con los personajes y las realidades de las historias que nos rodean. Además, aquí se resalta la fuerte interconexión que existe entre la lectura y la escritura, tema fundamental de este discurso. Leer literatura escrita por africanos le permite a Adichie comenzar a desarrollar una voz literaria propia, distinta a la de los cuentos estadounidenses y británicos que lee de pequeña, y así empieza a crear personajes e historias con los que se siente identificada.
Vengo de una familia nigeriana convencional, de clase media. Mi padre era profesor. Mi madre, administrativa. Y por tanto disponíamos, como era costumbre, de servicio doméstico, a menudo procedente de aldeas rurales cercanas.
Como ella misma ha anunciado, Adichie ofrece anécdotas personales para construir este discurso. Mientras lo hace, también presenta distintos aspectos de su identidad. En este caso, introduce con pocas palabras su pertenencia a una familia de clase media convencional, y nos cuenta que sus padres eran empleados de la universidad. Estos datos nos permiten entender su estatus socioeconómico y cultural. Uno de los elementos que definen a la clase media típica nigeriana, de acuerdo con la autora, es tener empleados domésticos en las casas. A partir de esa afirmación, se cuenta la historia de Fide, un muchacho que trabaja en la casa de la familia Adichie. Si bien esto parece indicar que la autora ha vivido una infancia acomodada, más adelante también contará que, por momentos, el pago de los salarios de sus padres se atrasaba, y que incluso comprar alimentos era difícil en determinadas circunstancias. De ese modo, la autora señala que no pertenece a una familia pobre, pero que la inestabilidad política y económica en la Nigeria de fines del siglo XX también ha afectado su estabilidad y su calidad de vida.
Debo decir que hasta que viajé a Estados Unidos no me identifiqué conscientemente como africana. Pero en Estados Unidos, cada vez que se mencionaba África, la gente se giraba hacia mí. Tanto daba que yo no supiera nada de lugares como Namibia. Pero terminé adoptando esta nueva identidad y, en muchos sentidos, ahora pienso en mí como en una africana. Aunque todavía me irrita que se refieran a África como si fuera un país...
Otro aspecto de la identidad de la autora es que se percibe a sí misma como africana, y su voz literaria se expresa desde una posición africana. Sin embargo, como explica en las palabras citadas, adopta esa identidad recién al mudarse a Estados Unidos, a los 19 años. Esto se debe a que, allí, las personas la tratan como una suerte de representante de África, a pesar de que ella no tiene conocimientos sobre todas las realidades del continente.
Por otra parte, aquí Adichie también hace explícita una denuncia común entre los activistas africanos y afrodescendientes: África no es un país, sino que se trata de un continente vasto y sumamente diverso. No obstante, muchas veces, el sentido común occidental reproduce una historia única sobre África como si fuera un lugar homogéneo y sobredeterminado por la pobreza, la guerra, la corrupción y el hambre.
La historia única de África en última instancia proviene, pienso yo, de la literatura occidental. He aquí una cita de los escritos de un mercader londinense llamado John Lok, que navegó al África occidental en 1561 y escribió un fascinante relato del viaje. Después de llamar a los africanos negros "bestias sin hogar", escribe: "También hay gente sin cabeza, con la boca y los ojos en el pecho".
Bueno, me río cada vez que lo leo. Y hay que admirar la imaginación de John Lok. Pero lo importante de lo que escribe es que representa el comienzo de una tradición de contar cuentos africanos en Occidente: una tradición del África subsahariana como un lugar de negativos, diferencias, oscuridades, de gente que, en palabras del maravilloso poeta Rudyard Kipling, son "mitad demonio, mitad niño".
En este punto, Adichie ofrece una reflexión que incluye sus conocimientos literarios. Así, asegura que la historia única de África como un lugar negativo, esa historia que deshumaniza a las personas africanas, proviene de una larga tradición de relatos occidentales. Al citar las palabras de John Lok, la oradora demuestra que, durante muchos siglos, los europeos han animalizado a los africanos en sus representaciones literarias y culturales.
Resulta fundamental reparar en la fecha de esta cita, 1561, ya que el siglo XVI es el momento en que comienza con intensidad la expansión colonial europea por distintas regiones del mundo. Por su parte, en la cita de Kipling es posible identificar una demonización y una infantilización de los africanos. Animalizar, demonizar e infantilizar han sido estrategias coloniales para quitarles a las personas (en este caso africanas, pero también a los habitantes nativos de Asia, Oceanía y las Américas) su humanidad y su dignidad.
... igual que un profesor que una vez me dijo que mi novela no era "auténticamente africana". Yo estaba dispuesta a aceptar que la novela tenía toda una serie de errores, que había fracasado en diversos puntos, pero no se me había ocurrido pensar que no había conseguido alcanzar algo llamado "autenticidad africana". De hecho, no sabía lo que era la autenticidad africana. El profesor me explicó que mis personajes se parecían demasiado a él, un hombre de clase media y buena educación. Mis personajes conducían automóviles. No se morían de hambre. Por tanto, no eran auténticos africanos.
Mediante esta anécdota, Adichie presenta otro efecto negativo de la propagación de la historia única sobre África. Tras leer su novela, el profesor estadounidense piensa que no es auténticamente africana, es decir, considera que la narración no representa de manera genuina y fiel la realidad africana. Esto se debe a que, para el hombre, cualquier relato sobre África debe tratar sobre el hambre, la miseria, la guerra o las enfermedades, porque en su cabeza se ha fijado la historia única sobre este continente como un lugar negativo. Por eso, el profesor no puede concebir que personajes africanos tengan dinero, formación universitaria y automóviles; cree que todos los africanos son demasiado diferentes a él mismo y viven de manera extremadamente precaria. Este es un ejemplo claro de la propuesta de Adichie: por haber internalizado una historia única sobre África, el profesor no puede ver a los africanos como seres humanos semejantes a él mismo, no puede verlos como personas dignas, sino apenas como víctimas de una serie de catástrofes.
Es imposible hablar de relato único sin hablar de poder. Existe una palabra, una palabra igbo, que me viene siempre a la cabeza cuando pienso en las estructuras de poder del mundo: nkali. Es un nombre que podría traducirse por "ser más grande que otro". Igual que en el mundo político y económico, las historias también se definen por el principio de nkali: la manera en que se cuentan, quién las cuenta, cuándo las cuenta, cuántas se cuentan... todo ello en realidad depende del poder.
Poder es la capacidad no solo de contar la historia de otra persona, sino de convertirla en la historia definitiva de dicha persona.
A través de estas palabras, Adichie destaca la importancia del poder en relación con las historias, tema fundamental de este discurso. Las historias tienen poder justamente porque nos muestran quiénes son y cómo son las otras personas. Y las historias se relacionan con el poder porque aquello que se cuenta depende de quién crea y quién reproduce los relatos, cuáles son sus intereses, cuál es su posicionamiento, etc.
Si solo escuchamos o leemos una historia única acerca de un pueblo, la internalizamos, la fijamos y pasamos a creer que todas las personas de ese pueblo son iguales. Entonces, se convierten en historias definitivas. En general, estas historias únicas crean imágenes negativas sobre los pueblos y las personas.
Por ejemplo, la propia Adichie cuenta, haciendo una autocrítica, que al vivir en Estados Unidos internaliza una historia única sobre los mexicanos como inmigrantes ilegales y como personas abyectas, pero cuando viaja a México por primera vez se da cuenta de que esa no es la realidad. Entonces, más adelante se pregunta: "¿Y si antes de viajar a México hubiera seguido el debate migratorio desde ambos lados, el estadounidense y el mexicano?" (23). La interrogación permite desarmar la desigualdad de poder: los medios de comunicación de Estados Unidos tienen más poder y, por lo tanto, logran fijar en el sentido común esa historia única que limita a los mexicanos a la condición de migrantes.
Por otra parte, en esta cita Adichie recurre a un concepto de la lengua igbo, la cultura a la que ella pertenece. Se trata de un recurso que la autora utiliza mucho en sus textos. Por ejemplo, en sus novelas Medio sol amarillo y Americanah también intercala varias palabras en igbo entre la narración y los diálogos. De esta manera, expresa su identidad africana, nigeriana y específicamente igbo a través del idioma.
Todas estas historias me convirtieron en quien soy. Pero insistir solo en las historias negativas supone simplificar mi experiencia y pasar por alto muchas otras historias que también me han formado. El relato único crea estereotipos, y el problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino que son incompletos. Convierten un relato en el único relato.
Tras contar una serie de anécdotas personales negativas, Adichie afirma que, si bien esas experiencias la han conformado como persona, sería un error concentrarse solo en ellas, porque también le han pasado muchas cosas positivas. Este es un modo de demostrar que la historia única es peligrosa porque muestra apenas una parte de la realidad. Así se conforman estereotipos que limitan a las personas y a las culturas, porque les quitan su dignidad al mostrarlos apenas desde un punto de vista. La problemática de los estereotipos es que cuentan solo una parte de la historia y definen a los demás de manera parcial, limitada y restringida. Por ejemplo, la historia única de Nigeria como país precario hace que, para las mentes occidentales, sea imposible concebir que hay muchos nigerianos talentosos, valientes y ambiciosos.
Las historias importan. Muchas historias importan. Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar. Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden restaurarla.
Hacia el final de su discurso, Adichie retoma el tema del poder y refuerza la importancia de las historias. Concluye que la historia única ha sido usada por los poderosos para quitarles dignidad a diversos pueblos, en particular a los pueblos africanos, para insultarlos y rebajarlos, al tiempo que se colonizaba su continente. Sin embargo, el poder de las historias también puede pensarse en términos positivos. Si la historia única tiene un poder fuertemente destructor, las historias múltiples, plurales y diversas tienen el poder de humanizar a los otros que viven realidades muy distintas a las nuestras, de devolverles la dignidad que la historia única les ha robado.