El peligro de la historia única

El peligro de la historia única Temas

La lectura y la escritura

Desde el comienzo de este discurso, Chimamanda Adichie resalta el tema de la lectura y la escritura. De hecho, lo primero que cuenta sobre sí misma es que ha sido una lectora y escritora precoz, es decir, que desde muy pequeña se ha interesado en leer y escribir. Pero no se trata de actividades que realiza apenas por placer, sino que las considera fundamentales para la construcción de una humanidad compartida y más digna.

Así, la lectura y la escritura pasan a ser sus actividades principales como adulta. Por un lado, se convierte en escritora profesional, y ella misma demuestra que leer y escribir son dos actividades fuertemente interconectadas. Por ejemplo, cuando hace alusión a Chinua Achebe y Camara Laye, explica que leer literatura africana le permite cambiar su percepción y empezar a escribir relatos con los que se siente identificada, en lugar de historias con personajes extranjeros. Por otro lado, hasta el final del discurso, Adichie defiende la importancia de propagar la lectura y la escritura para combatir los peligros de la historia única. De hecho, este tema va más allá de la reflexión teórica, y se convierte en una práctica activista de la escritora: ha fundado una organización dedicada a construir bibliotecas, suministrar libros a las escuelas públicas e impartir talleres de lectura y escritura en Nigeria, "para quienes anhelan contar nuestras numerosas historias" (28).

La representatividad

Una de las problemáticas que se desprenden de la propagación de una historia única es la falta de representatividad. Como demuestra Adichie, es importante que todos podamos sentirnos representados e identificados con las historias que leemos, vemos y escuchamos. El hecho de que, durante mucho tiempo, las historias disponibles y populares hayan priorizado a los personajes blancos, por ejemplo, hace que los lectores no blancos no se sientan representados, y esto genera y reproduce desigualdades entre las diferentes personas y los diferentes pueblos. La autora comenta que, de pequeña, ella sufre por la falta de representatividad, hasta que lee las obras de escritores africanos y se da cuenta de que en la literatura puede haber personajes que se parecen a ella: "Comprendí que en la literatura también podía existir gente como yo, chicas con la piel de color de chocolate cuyo pelo rizado no caía en colas de caballo" (10).

África

A lo largo de su discurso, Adichie retoma con frecuencia el tema de África, y lo plantea desde diferentes puntos de vista. Por un lado, expone y critica el tratamiento occidental de África como un continente negativo, y demuestra que este se ha convertido en un motivo literario que acompaña el proyecto colonial. Por el otro, para combatir este relato único sobre el continente, la narradora crea un retrato más completo de la realidad africana, que incluye aspectos positivos y negativos. Por ejemplo, denuncia "las horripilantes violaciones del Congo" (22) y el hecho de que en Nigeria haya cinco mil candidatos para cada puesto de trabajo. Pero también habla de grandes escritores africanos, como Camara Laye y Chinua Achebe, y menciona a diversos profesionales (médicos, abogadas) y agentes culturales (editores, músicos) nigerianos contemporáneos que son exitosos, talentosos y ambiciosos en sus trabajos.

Es cierto que la autora se encarga de aclarar que África no es un lugar homogéneo, y que la mayoría de los ejemplos que aporta son específicos de la realidad nigeriana, pero también afirma que, desde su experiencia en Estados Unidos, se identifica como africana, por lo que su posicionamiento como autora e intelectual remite también a una identidad continental. Además, las problemáticas que analiza con respecto a la representación de Nigeria y los nigerianos pueden aplicarse de modo amplio a lo africano.

El poder de las historias

Todo este discurso trata sobre el poder de las historias. De acuerdo con Adichie, los relatos tienen la capacidad de influenciar y formar nuestro pensamiento, ya que las personas somos "impresionables y vulnerables" (9) ante las historias, en especial cuando somos niños. Por eso, es importante que estas narren de manera justa y múltiple la realidad. Sin embargo, como la autora demuestra, es común la propagación de una historia única, es decir, una historia que solo cuenta una versión limitada de la realidad y crea estereotipos. Estas historias son peligrosas porque les quitan la dignidad a ciertas personas, ciertas culturas y ciertos pueblos.

La historia única está directamente relacionada con el poder, y con la desigualdad de poder en el mundo. Así, existe una historia única sobre África desde que este continente es colonizado: de acuerdo esta historia, África es un lugar negativo, lleno de enfermedades, guerras y hambre. Por el contrario, un país poderoso, como Estados Unidos, dispone de múltiples historias: "a consecuencia del poder económico y cultural de Estados Unidos, conocía muchas historias del país. He leído a Tyler y Updike y Steinbeck y Gaitskill. No tenía un relato único de Estados Unidos" (21).

Para Adichie, las historias son poderosas, pero no necesariamente en términos negativos. Si bien es cierto que toda historia única es limitada y crea una representación incompleta e injusta de la realidad, si contamos historias plurales, múltiples y diversas también podemos resaltar la complejidad y la riqueza de las culturas, y así afirmar la humanidad y la dignidad de todas las personas: "Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar. Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden restaurarla" (28).

Los prejuicios

La historia única tiene el poder de crear estereotipos que se internalizan y se convierten, así, en prejuicios ampliamente aceptados como verdaderos. Algunos de los ejemplos más relevantes del funcionamiento de los prejuicios como tema de La historia única son presentados a través del relato que involucra a la compañera de habitación estadounidense. Cuando conoce a la protagonista, esta joven, que solo ha escuchado un relato de África como lugar de carencias y catástrofes, se sorprende porque Adichie habla bien en inglés. Además, cree que le gusta escuchar "música tribal" (12), y que no sabrá usar el horno y la cocina. Algo semejante ocurre con el profesor que está convencido de que, en la literatura, los auténticos personajes africanos no deben tener dinero, automóviles ni una buena educación. La propia Adichie confiesa que ha sido prejuiciosa con respecto a los mexicanos antes de visitar ese país por haber internalizado la historia única estadounidense, que los representa como personas abyectas.