El Viajero de la Mortaja (Alegoría)
En la segunda parte del libro, Sal se refiere a una visión que tiene de lo que llama "el Viajero de la Mortaja" (p. 164): "Carlo y yo estábamos sentados en una ocasión, rodilla contra rodilla, en dos sillas, mirándonos, y le conté un sueño que había tenido de un extraño árabe que me perseguía por el desierto; trataba de escaparme de él; pero me alcanzó justo antes de llegar a la Ciudad Protectora (…)" (p. 164). Cuando reflexiona sobre aquel sueño junto a Carlo, llegan a la conclusión de que el Viajero es una representación de la muerte que lo persigue de forma constante, y que va a apresarlo justo antes de obtener un estado de santidad que le parece que los hombres pierden al nacer. Como alegoría, el Viajero de la Mortaja vuelve a aparecer en las visiones de Sal en algunos momentos de angustia y frustración durante sus viajes.
Los autobuses Greyhound (Motivo)
En muchas ocasiones, Sal toma autobuses para completar parte de sus viajes, e indica que se trata de la línea Greyhound, una de las más famosas de Estados Unidos, que funciona incluso hoy en día, y que probablemente cualquier turista en Norteamérica haya tomado en algún momento si se desplazó en autobuses.
Los autobuses Greyhound aparecen como un motivo recurrente y son en verdad un elemento importante en la cultura y la idiosincrasia norteamericanas. Dean llega a Nueva York en uno de ellos: "Era la primera vez que venía a Nueva York, con su guapa y menuda Marylou; se apearon del autobús Greyhound en la calle 50" (p. 12). Como motivo, el autobús Greyhound representa la conexión del país por medio de un sistema de transporte al que los personajes acceden cuando no pueden hacer autostop o no tienen vehículo propio.
Las referencias geográficas (Motivo)
A lo largo de toda la novela, y especialmente al inicio de los capítulos en los que Sal se encuentra viajando, se hacen largas enumeraciones de los sitios que las carreteras atraviesan. Las referencias geográficas contribuyen a situar al lector sobre el mapa de Estados Unidos a la vez que sirven para situar en lo concreto el itinerario y dan una idea de la inmensidad y la variedad del territorio norteamericano. En el capítulo 3, la primera vez que Sal toma el autobús en su viaje, el lector recibe las siguientes indicaciones: "Fue un viaje corriente en autobús con niños llorando y el sol ardiente, y campesinos subiendo en cada pueblo de Pensilvania, hasta que llegamos a la llanura de Ohio y rodamos de verdad, subimos por Ashtabula y cruzamos Indiana de noche. Llegué a Chicago a primera hora de la mañana" (p. 25).
Más adelante, las referencias geográficas continúan:
...la idea de zumbar toda la noche a través de Nebraska, Wyoming y el desierto de Utah por la mañana, y después lo más probable que el desierto de Nevada por la tarde, y llegar a LA en un espacio de tiempo previsible casi me hizo cambiar de planes. Pero tenía que ir a Denver. También me tenía que apear en Cheyenne, y hacer autostop hacia el sur para recorrer los ciento cincuenta kilómetros hasta Denver (p. 41).
Conforme el viaje avanza, las referencias geográficas indican al lector, con buena cantidad de detalles, por dónde anda el narrador y qué es lo que tiene por delante. Así, las referencias geográficas constituyen el principal motivo recurrente y cartografían el viaje del protagonista.
Cuando Sal regresa a Nueva York por primera vez, las referencias geográficas indican la trayectoria inversa de su viaje: "Cruzamos Nuevo México durante una noche negra como la tinta; en el amanecer grisáceo estábamos en Dalhart, Texas; durante la triste tarde del domingo rodamos de un chato pueblo de Oklahoma a otro; a caer la noche estábamos en Kansas. El autobús rugía. Volvía a casa en octubre" (p. 136). Este tipo de referencias continúa a lo largo de toda la novela.
Las bebidas alcoholicas y las drogas (Motivo)
Las bebidas alcohólicas y las drogas son un motivo recurrente a lo largo de toda la novela. El narrador lleva adelante un estilo de vida caracterizado por los excesos y se detiene siempre a describir qué es lo que están consumiendo en cada fiesta o reunión. Así, las menciones a la cerveza y al whiskey son constantes, como también la presencia de la marihuana y la benzedrina. De hecho, una de las pocas palabras que el narrador utiliza en español en su viaje por California y por México es "cerveza".
Los ríos (Símbolo)
Los ríos en la novela (y especialmente el Mississippi) suelen aparecer como símbolos del movimiento y del paso del tiempo. A su vez, el río en la filosofía budista representa el cambio y la mutación, y esto nota Sal cuando observa al Mississippi como una línea divisoria no solo entre el Este y el Oeste de su país, sino como el punto de inflexión entre su juventud o adolescencia y su vida adulta. Para Sal, el paso del tiempo es inevitable y consume a todos los hombres; para vivir al máximo y evitar de alguna manera esa decadencia inexorable, Sal y Dean tratan de vivir en un presente constante, que está marcado por el movimiento: en verdad, el único estado posible para el hombre -y en esto Kerouac referencia a la filosofía budista -es el continuo cambio. Por eso, el movimiento frenético es la mejor forma de experimentar la vida en su pureza máxima. Esa es la razón por la que los dos amigos se largan una y otra vez a la aventura del viaje.
El Ángel del Terror (Alegoría)
En ocasiones, Sal tiene visiones de Dean transformado en un Ángel Exterminador que avanza inexorablemente hacia él y destruye todo a su paso. Con esta visión que fusiona imágenes del apocalipsis bíblico, Sal ilustra la naturaleza compleja de su vínculo con Dean y la influencia destructiva que su amigo puede tener sobre él. La primera vez que Sal se refiere a Dean como este Ángel de destrucción es en la carretera, mientras Dean conduce el Cadillac a más de 170 kilómetros por hora. Aterrorizado por el comportamiento temerario y peligroso de su amigo, Sal dice que "Dean se lanzaba sobre las filas de coches como el Ángel del Terror" (p. 303). Esta nueva visión apocalíptica pone en evidencia que Sal comienza a alejarse de Dean, puesto que la presencia de su amigo puede acarrear la destrucción sobre él.
En la cuarta parte del libro, frente al último viaje, cuando Sal se entera de que Dean se reunirá con él en Denver, manifiesta:
Tuve de pronto la visión de Dean, como un ángel ardiente y tembloroso y terrible que palpitaba hacia mí a través de la carretera, acercándose como una nube, a enorme velocidad, persiguiéndome por la pradera como el Mensajero de la Muerte y echándose sobre mí. Vi su cara extendiéndose sobre las llanuras, un rostro que expresaba una determinación férrea, loca, y los ojos soltando chispas; vi sus alas; vi su destartalado coche soltando chispas y llamas por todas partes; vi el sendero abrasado que dejaba a su paso; hasta lo vi abriéndose paso a través de los sembrados, las ciudades, derribando puentes, secando ríos. Era como la ira dirigiéndose al Oeste. Comprendí que Dean había enloquecido una vez más. (pp. 334-335).
Así, el Ángel exterminador es una alegoría que construye Sal en torno a la figura de su amigo, Dean, para explicar su influencia tóxica y destructiva, que lo empuja a vivir al límite y que podría sumirlo en el desastre definitivo.
La carretera (Símbolo)
Al igual que los ríos, las carreteras también simbolizan el movimiento y la velocidad. Sin embargo, mientras que el río cobra un sentido más relacionado con la transformación del individuo, la carretera se transforma en una metáfora total de la vida. En un axioma que parece justificar todo el trasfondo simbólico de la novela, Sal dice: "La carretera es la vida" (p. 275).