La amistad
La amistad entre Sal y Dean refleja a lo largo de toda la novela el tema del compañerismo que se puede hallar tanto en los clásicos como en la cultura popular. Se trata de dos hombres que comparten sus experiencias de viaje, y su relación es una parte del estereotipo del vínculo entre hombres. Sin embargo, lo que sucede entre ellos trasciende una amistad típica. A través de sus aventuras y sus viajes, los dos se vuelven camaradas y hasta hermanos. La locura de Dean termina por cubrir a Sal y tiene la capacidad de transformar lo mundano en extraordinario ante los ojos de su amigo. Las hazañas y los problemas que viven en conjunto cimentan esa relación y los vinculan de una manera que la amistad común y corriente rara vez logra.
La amistad también juega un rol importante en la cultura beat que Kerouac describe. Es solo cuando el grupo de amigos se reúne que logran la verdadera experiencia del tipo de vida que desean llevar adelante. Cuando Sal pasa una temporada corta en Denver sin sus amigos se deprime rápidamente y se siente abatido frente a la falta de vitalidad de su vida. Frente a esta situación, se dirige inmediatamente a San Francisco, donde puede experimentar nuevamente la locura compartida en comunidad que sirve como combustible para las aventuras de la novela.
En En el camino, sin embargo, la amistad puede tener una potencia destructora. Sal finalmente comprende que su relación con Dean es potencialmente destructiva. En la última travesía, Sal se lamenta de que Dean se presente en Denver para llevarlo a México, pues sabe que puede empujarlo al borde de la locura y la ruina. Dean y la subcultura que encarnan los amigos beat de Sal representan también la destrucción de los valores tradicionales de la sociedad blanca norteamericana, como la familia. Este tipo de subversión individualista es uno de los temas de la novela, y Sal siente que algo se pierde en medio de esa destrucción. En el viaje final, Sal comprende que la naturaleza destructiva de este tipo de amistades puede tener consecuencias severas para la gente que los rodea a él y a Dean.
El Oeste norteamericano
El Oeste ha sido siempre una parte de la literatura y del folklore norteamericanos. Viajar al Oeste para explorar el país todavía tiene su encanto, y gran parte del Oeste se mantiene mucho más salvaje que el Este. El tema del Oeste ha sido celebrado por la literatura norteamericana y la obra de Kerouac no es una referencia menor al respecto.
En el camino trabaja sobre la noción de la aventura y de la exploración de dos formas principales. En primer lugar, frente a Sal se despliega el país con sus carreteras, sus pueblos y su naturaleza como el escenario ideal para vivir nuevas aventuras. Durante su primer viaje, Sal se ve a sí mismo como perteneciente a una larga línea de exploradores y pioneros que buscaron una nueva vida en el Oeste, y comienza a mitologizarlo: observa las posibilidades del tiempo y la existencia en el río Mississippi y hace eco de otros grandes escritores, como Mark Twain y Walt Whitman. En el pueblo minero de Denver, Sal encuentra algo del Viejo Oeste, de la época de los vaqueros y los peligros de la frontera. Mientras trabaja como recolector de algodón con otros trabajadores migrantes, se imagina a sí mismo como una parte de esa cultura y de todos aquellos que han contribuido a construir la gran civilización del Oeste Norteamericano.
Sin embargo, la segunda forma de abordar el tema del Oeste se carga de un todo mucho más oscuro. En este sentido, la novela hace una crítica a la época: justo un año antes de publicarse, en 1956, el presidente Eisenhower había firmado la ley de Autopistas Federales, que dio comienzo formal a la construcción del sistema interestatal de autopistas. Un plan para ese sistema había estado en obra desde 1921, y este fue uno de los tantos signos de que Norteamérica estaba domando al Oeste. Sal se da cuenta a lo largo de sus viajes que la modernidad y la tecnología permiten un acceso mucho más amplio al transporte y a la conexión con el Oeste, y cada vez hay menos lugares que necesitan ser descubiertos. Sal se enfrenta a esta realidad cuando visita el Festival del Salvaje en Cheyenne, una atracción turística que solo puede simular el verdadero Salvaje Oeste. El pueblo minero en las afueras de Denver también ha dejado de ser una parte del Oeste y pasado a ser parte de la cultura del turismo. Sal y Dean también sienten tristeza por las culturas nativas, a las que llaman indias, de las montañas de México, pues se dan cuenta de que la llegada de las autopistas significan la destrucción de aquellas culturas. Hacia el final de la novela, el lector comienza a comprender que todo camino que lleva al Oeste Norteamericano acarrea la destrucción potencial de la cultura, incluso si le otorga libertad al viajero o al turista.
El hombre natural o puro
Para Sal, Dean representa la verdadera libertad. Las motivaciones y las pasiones de Dean, a menudo tontas o criminales a los ojos del mundo, representan para Dean la verdadera expresión de lo que significa ser joven y ser un hombre natural. Mientras que todos sus amigos lo consideran irresponsable y poco confiable, Sal comprende la conducta errática de Dean como la prueba de que su amigo vive y piensa en un plano superior al del resto de la sociedad.
Cuando Sal se encuentra con Dean por primera vez, el lector se entera de que Dean ha estado en prisión por robar coches. En lugar de ver culpa en aquella criminalidad, Sal la comprende como el resultado de la energía imperecedera de Dean y como una búsqueda de la verdadera alegría. A lo largo de la novela, la conducta de Dean se propone desde la simpatía que le tiene Sal. Kerouac sugiere que las acciones de Dean son tan solo el resultado de su búsqueda de una vida pura y que no se le puede hacer responsable por lo que el resto del mundo pueda ver como actos criminales o irresponsables. Comprometerse con ese modo de vida es la única forma de encontrarle sentido a la existencia, "Eso", como lo llama Dean a lo largo de la novela. Para Kerouac, los apetitos naturales del cuerpo deben preceder a cualquier contrato social o legal. Robar autos, consumir drogas o sostener relaciones sexuales con mujeres menores son solo expresiones de los instintos naturales de los hombres que buscan llevar adelante existencias puras y naturales.
El conflicto entre los deseos de los hombres y de las mujeres
Uno de los aspectos de la novela que ha sido más criticado en las décadas siguientes a su publicación es el abordaje que hace Kerouac de las relaciones entre hombres y mujeres. Mientras que el propio autor critica las estructuras sociales de la familia y el trabajo que impiden a los hombres encontrar un modo de vida más auténtico, su novela falla al tratar de registrar la posición de las mujeres subyugadas a las mismas presiones y convenciones de la sociedad. Lo que es más, los personajes se muestran poco empáticos o comprometidos con por el precio que las mujeres deben pagar para satisfacer los apetitos de los hombres y ayudarlos con sus viajes.
Para Sal y Dean, las mujeres representan una fuerza que los empuja contra sus libertades. Al final de las travesías de los hombres, las mujeres están allí para alimentarlos y protegerlos, pero no para participar de sus viajes. Las mujeres son abandonadas constantemente durante toda la novela. Dean se casa tres veces, se divorcia y deja a sus mujeres atadas a sus hijos y a sus responsabilidades. Ed Dunkel se casa con Galatea en San Francisco y luego la abandona en su viaje a Virginia cuando se acaba el dinero que la mujer aportaba. Así, las mujeres aparecen como objetos desechables que solo sirven para cumplir los deseos de los hombres, lo que delata que solo existe para ellos una ética individualista que se construye a expensas de los otros. Solo es en los breves momentos en los que las mujeres les dicen a Sal o a Dean lo irresponsables que son que el lector tiene un atisbo de lo que las mujeres sientan, piensan o necesitan. Sin embargo, ni Sal ni Dean demuestran en ningún momento estar interesados en resolver los conflictos y ayudar a que las mujeres también obtengan lo que desean.
Las culturas marginadas de las Américas
A lo largo de la novela, Dean y Sal están hipnotizados por los pueblos marginales de las Américas, especialmente en lo que se refiere a las culturas afroamericanas y mexicanas. Cuando En el camino fue publicada, Norteamérica era todavía una sociedad étnica y racialmente diversa que privilegiaba a los blancos de ascendencia europea, muy próxima a los conflictos raciales de los años '60s. Mientras los afroamericanos están comenzando nuevas luchas para convertirse en ciudadanos con los mismos derechos que los blancos, Sal y Dean se rebelan y encuentran libertad en la idea misma de ser marginales, porque estar marginados para ellos implica ser dejados de lado por la sociedad y poder hacer lo que desean. Si uno está envuelto por la cultura dominante, mucho mejor.
Esta noción es un giro sobre la idea de que los afroamericanos de la época necesitaban más derechos civiles y sociales. Kerouac no menciona específicamente esta necesidad de mayor igualdad, pero a través del personaje de Sal muestra el valor de sus intentos de formar parte de una subcultura marginada. Sal y Dean observan, a través de esta marginalidad, una libertad de las restricciones de la cultura blanca norteamericana de su época. En los clubs de jazz afroamericanos logran experimentar esta libertad que no pueden encontrar en ninguna otra dimensión de sus vidas.
Durante su viaje a México, encuentran libertad y aventuras en la pobreza de la gente en lugar de opresión y necesidades. Por supuesto que la cultura mexicana no está marginalizada en México, pero estos extranjeros norteamericanos solo son capaces de ver algunas capas y subculturas que ponen en relación con sus propios sistemas de valores. Los meses que Sal se pasó viviendo como un trabajador migrante en los campos de algodones son quizás el mejor ejemplo de esa visión en la novela. Durante esos meses, Sal se ve a sí mismo como un chicano, una parte de la cultura pauperizada y marginalizada en la que vive y trabaja. En lugar de sentir la opresión de la pobreza y la vida al margen, se siente libre y disfruta de todo aquello, aunque solo gane un dólar y medio por día.
Pero Sal y Dean nunca planean quedarse para siempre sumidos en las condiciones de aquellas culturas marginadas. Al final de sus viajes, los dos siempre regresan a la cultura dominante de la Norteamérica blanca de la que proceden, y encuentran refugio y alimento cuando lo necesitan. La tranquilidad y la comodidad que experimenta Sal mientras trabaja en los campos de algodón en California proviene en gran parte de la seguridad que tiene al saber que ante cualquier necesidad puede llamar a su tía y pedirle dinero, por lo que nunca pasa por una situación realmente marginada. Ese es el lujo que lo distancia irrevocablemente de la verdadera forma de vivir del resto de trabajadores migrantes.
El rechazo a la autoridad
La vida que desean llevar adelante Sal y Dean rechaza todas las nociones de autoridad y de leyes o reglas. Dean presta poca atención a la ley o a las convenciones sociales. La autoridad está vista en la novela a través de las súplicas de los personajes maternales que desean que Sal y Dean sienten cabeza y acepten las responsabilidades de la vida adulta, a lo que los muchachos responden con su anarquía individualista que caracteriza también a la Generación beat.
En cada viaje, Sal y Dean se enfrentan al cumplimiento de la ley cada vez que las rompen. Esto queda claro en una parada que realizan en Washington el día de la inauguración del segundo periodo presidencial de Truman: mientras observan el desfile militar sobre la Avenida Pennsylvania, son detenidos y acosados por la policía de Washington que los acusa de haber pasado el límite de velocidad y haber conducido por el carril contrario. La policía también quiere arrestar a Dean acusándolo de proxeneta, puesto que viaja con una chica adolescente que parece una prostituta. En la novela, las figuras de autoridad claramente desaprueban el modo de vida que los jóvenes beats llevan adelante.
Es recién en México donde los personajes encuentran un poco de libertad en relación con las fuerzas que representan a la autoridad institucionalizada. La policía allí los alienta a gastar su dinero en alcohol y en prostitutas, y se limita tan solo a cuidar el burdel mientras los personajes se divierten dentro. Otro policía también les permite dormir en el auto y tirados al costado de la ruta, algo que en Estados Unidos hubiera sido tomado como un comportamiento extremadamente sospechoso. La sociedad norteamericana aparece condenada en la visión de Sal por su paranoia y su insistencia a seguir las reglas, mientras que en México, donde las reglas están más relajadas, uno puede encontrar la verdadera libertad.
El flujo de la vida
La noche lluviosa norteamericana es un tema recurrente todo a lo largo de la novela y simboliza para Sal el movimiento del tiempo sobre el país. Esto se ve más claramente cuando Sal observa los ríos, primero el Hudson, luego (y más importante), el Mississippi y finalmente el río del final de la novela.
Kerouac compara el ciclo del agua, desde la lluvia hasta el río y el mar al movimiento del tiempo y de la cultura. Así, el agua se transforma en una metáfora de la vida y de la historia. Lo que ha acaecido volverá a suceder y luego otra vez. Es en estos momentos de reflexión frente a los ríos que Kerouac observa su propia impermanencia en el flujo de la vida. Los viajes de Sal y Dean también toman este ritmo. Las cosas que hacen, los problemas a los que se enfrentan y los líos en los que se ven involucrados, son todos parte del ciclo de la carretera. Mientras Sal cruza el Mississippi, reflexiona sobre el significado de aquel enorme río que comienza casi en secreto y fluye por las tierras de Norteamérica hasta perderse en el mar. El ciclo del río comienza nuevamente en la noche lluviosa. Sal comprende su propia vida a través de esta metáfora. Al final de la novela, frente al río, Sal contempla la noche y describe sus sentimientos:
"... se mete en mi interior toda esa tierra descarnada que se recoge en una enorme ola precipitándose sobre la Costa Oeste, y todas esas carreteras que van hacia allí, y toda la gente que sueña con esa inmensidad (...) y nadie, nadie sabe lo que le va a pasar a nadie, excepto que todos seguirán desamparados y haciéndose viejos..." (p. 396).
En ese movimiento, lo que percibe Sal finalmente es el desamparo del hombre frente a su propia vida: el flujo de la vida es esa enorme ola imparable que termina barriéndolo todo.