Resumen
Ha pasado un año desde el regreso de Sal a Nueva York. 1948 llega a su fin, Sal ha terminado su novela y se entera de que Dean piensa regresar pronto al Este. Mientras visita a sus parientes para Navidad en Testament, Virginia, un automóvil Hudson se detiene en la puerta de la casa de su hermano y de él se bajan Dean, Marylou y Ed Dunkel. Sal se siente feliz por el reencuentro con su viejo amigo. Dean desentona enormemente con la familia de su amigo, pero se ofrece a llevar hasta Nueva Jersey unos muebles que el hermano de Sal no mudará a su nueva casa.
Sal se entera de que Dean había estado viviendo en San Francisco junto a Camille durante el último año y trabajando en el ferrocarril junto a Ed Dunkel. Cuando Dean vio el Hudson a la venta, gastó todos sus ahorros en comprarlo y se arrojó alocadamente a la ruta sin pensárselo dos veces. Ed se casó con una chica de San Francisco llamada Galatea para usar su dinero en el viaje. Galatea recorrió buena parte del trayecto con ellos, pero la abandonaron en un hotel en Tucson, cuando la plata que aportaba se acabó. En Denver, Dean recogió a Marylou, su ex mujer, y decidieron que esta vez permanecerían juntos. A pesar de algún accidente que tuvieron y de las tormentas de nieve, el grupo logró llegar hasta la casa del hermano de Sal en Virginia.
Sal, Dean, Ed y Marylou conducen hasta el centro de Testament para comprar provisiones para su viaje hasta Nueva Jersey. Dean se muestra frenético y alocado como siempre. Cuando el grupo regresa a la casa del hermano del protagonista, Sal se da cuenta de que, a pesar de que estaba pasando una Navidad tranquila en familia, “el bicho” de la aventura estaba de nuevo dentro de él. Rápidamente, cargan los muebles en el auto de Dean y viajan los 1500 kilómetros hasta Nueva Jersey.
Sal le cuenta al grupo sobre la chica con la que está saliendo, Lucille, y les dice que quizás quiera casarse con ella. El grupo termina comiendo hamburguesas gratis en una fonda de la ruta tras ofrecerle al propietario que lavarían los platos para pagarlas. Luego de atravesar la ciudad de Nueva York se dirigen a la casa de Sal en Nueva Jersey, descargan los muebles y duermen hasta la mañana siguiente. Al otro día, Sal recibe una llamada de la mujer de Ed, Galatea, abandonada en Tucson. La chica había logrado llegar a Nueva Orleans y estaba buscando a Ed. Sal le promete que la pasarán a buscar ni bien inicien el viaje hacia San Francisco. El grupo luego se encuentra con Carlo Marx, quien lleva una vida tranquila después de los excesos de Denver y les cuenta historias de un viaje que realizó a África. Tras una comida rápida, Dean y Sal vuelven a manejar hacia Testament para recoger el resto de los muebles y traer también a la tía de Sal de vuelta a su casa.
Durante ese viaje nocturno a Virginia, Sal y Dean hablan sobre la existencia de Dios, sobre la juventud temprana de Dean y su nuevo misticismo. En el viaje de regreso a Nueva Jersey, con la tía de Sal en el auto, son detenidos por un policía de Washington. Como ninguno de los muchachos tiene dinero, la tía de Sal debe pagar la multa. Luego, la tía de Sal les dice a los muchachos que el mundo nunca estará en paz mientras los hombres no se arrodillen y pidan perdón a las mujeres. Esta exclamación empuja a los jóvenes a reflexionar sobre lo poco que entienden a las mujeres que están presentes en sus vidas. Cuando llegan a Nueva Jersey, la tía de Sal cocina para todos.
Sal, Dean y Ed se dirigen a Nueva York para encontrar un lugar donde vivir durante los próximos días. Mientras maneja, Sal es perseguido por la idea de que olvidó una decisión sobre su vida que se supone que debía tomar antes de que Dean llegara. La decisión tiene algo que ver con un viajante encapuchado y misterioso al que llama “el Viajero de la Mortaja” que aparece en sus sueños y que, según le parece, representa a la muerte. Dean piensa que ese personaje representa el anhelo de la propia muerte y menciona que él no quiere tener nada que ver con la muerte.
Durante las vacaciones de Año Nuevo, el grupo comienza a visitar amigos por toda Nueva York y se la pasan de fiesta durante tres días seguidos. Lucille, la novia de Sal, se preocupa cuando comprende que Dean contagia su locura a Sal. Marylou, que se da cuenta de que Dean piensa regresar con Camille en San Francisco, trata de seducir a Sal para quedarse con él, pero el protagonista se resiste. Sal comprende que su relación con Lucille no puede durar por mucho tiempo porque ella quiere “las cosas a su modo” y Sal no está listo para renunciar a su vida de viajero. Las fiestas de Fin de Año son cada vez más grandes y están llenas de diversos personajes de Nueva York, incluyendo a Rollo Greb, un intelectual de la cultura beat que Dean piensa “que lo ha conseguido”. Cuando Sal le pregunta qué es lo que Rollo ha conseguido, Dean le contesta “¡ESO! ¡ESO!” (p. 168).
Durante ese fin de semana, Sal y Dean visitan un club de jazz para ver a un músico que Dean también dice que tiene “eso”. El músico, un pianista ciego llamado Shearing, logra generar un estado de trance en los muchachos, en parte por su interpretación musical, y en parte porque Sal y Dean han fumado mucha marihuana que los pone “altos” (término que usa el traductor al español para referirse a la expresión “high” del inglés). Cuando Shearing termina, Dean apunta a su silla vacía y exclama: “El taburete vacío de Dios” (p. 169). Sal siente que la locura del fin de semana se ha apoderado de él.
Después de descansar en casa de su tía, Sal decide viajar al Oeste con Dean, en parte para ver cómo sigue la locura por vivir de su amigo y en parte para tener una aventura con Marylou una vez que Dean regrese con Camille. El grupo pasa unos días más en el departamento de Carlo Marx y se expone a las charlas aleccionadoras de Carlo, que está atravesando un nuevo periodo de misticismo. Una noche en un bar, Dean propone que Sal debería dormir con Marylou, para que él pueda ver cómo es su novia al estar con otro hombre, pero Sal se niega a hacer nada antes de estar en San Francisco. Dean entonces se acuesta con Marylou.
El grupo llama a su amigo Bull Lee en Nueva Orleans, quien ha estado haciéndose cargo de la novia abandonada de Ed, y le prometen que pasarán a buscarla pronto. Sal se despide de su tía y le dice que regresará en un par de semanas antes de partir hacia California.
Nuevamente en el camino, Sal se da cuenta de que el grupo está haciendo lo que mejor saber hacer: estar en movimiento. Dean impulsa a todos a olvidar sus peleas y sus resentimientos del pasado para concentrarse en los buenos momentos que están pasando. Dean y Marylou comienzan a planear cómo sostener su relación a espaldas de Camille cuando lleguen a Frisco, y Sal comprende que entre él y Marylou no va a pasar nada después de todo.
El grupo llega a Washington D.C. al comienzo del segundo mandato del presidente Truman y observa el desfile militar sobre la Avenida Pennsylvania. Cuando abandonan la ciudad son detenidos otra vez por un policía que trata de poner a Marylou y a Dean en la cárcel esgrimiendo la ley Mann de 1944, que prohíbe el transporte de mujeres para prostitución. Como Dean y Marylou están casados, los policías no pueden salirse con las suyas, pero quieren colocarles una multa de 25 dólares por exceso de velocidad. Sal acusa a la policía de Norteamérica de sostener una guerra psicológica contra los habitantes, inventando crímenes e invadiendo la privacidad de las personas.
En Virginia recogen a un joven autostopista judío. Al llegar a Testament, el autostopista les dice que conseguirá algo de dinero para el viaje, pero se pierde en la ciudad y nunca regresa, así que continúan su camino sin él. El grupo viaja hacia el Sur robando gasolina y cigarrillos. En Alabama, Dean comienza a contar historias sobre su niñez. Finalmente, llegan a Nueva Orleans escuchando jazz en la radio. Cuando tienen una panorámica visual y olfativa del Sur, los muchachos estallan en un arrebato de energía y vitalidad, y comienzan a expresar su amor por las mujeres. La casa de Bull Lee está en las afueras de la ciudad y allí se reencuentran Ed y su novia, Galatea. Bull Lee es un drogadicto esquizofrénico que ha realizado cientos de trabajos diferentes a lo largo de su vida y por todo el mundo, y se muestra cálido y cordial con los “maniáticos” que ahora llegan a su casa. Sal recuerda muchas historias sobre Bull Lee: el hombre ha estudiado muchísimas disciplinas diversas alrededor del mundo y ahora vagabundea por las calles de Nueva Orleans relacionándose con los vendedores de drogas y todo el hampa de la ciudad. En su casa convive con su mujer, Jane, una adicta a la bencedrina, y sus dos hijos pequeños.
Bull Lee lleva al grupo a la ciudad, pero solo los hace conocer los bares más oscuros del barrio francés. Cruzan el Misssissippi en un ferry y una chica se suicida en ese mismo viaje, aunque el grupo se entera de eso al día siguiente. Durante esa jornada en los bares Marylou consume todas las drogas que puede mientras el resto de compañeros fuma marihuana.
Análisis
La segunda parte del libro comienza con el renacimiento de Sal, en 1948, desde su vida familiar hacia su vida en la ruta una vez más cuando Ed, Dean y Marylou llegan manejando desde el Oeste. Estos capítulos iniciales comienzan a explorar la libertad masculina dentro de las estructuras heterosexuales de la familia y el matrimonio que definieron los años 40 y los 50. Dean y Ed tratan a la mujer de Ed como descartable y la dejan en un motel en el medio de su viaje, y Dean abandona a Camille para regresar con Marylou. Dean comenta que en verdad él quiere un amor verdadero, pero solo si este está libre de molestias, refiriéndose a la posibilidad de ir y venir cuando y como le plazca. En En el camino, las mujeres están representadas como proveedoras de comida, refugio, sexo y calidez a sus propias expensas y a cambio de libertad y aventuras para los hombres. No hay ningún tipo de sentido del compromiso en la vida de Dean, y Sal sigue este ejemplo al renunciar a sus sueños de matrimonio con Lucille para sumarse a su amigo en la ruta. A los ojos de Sal, Dean se ha transformado, en ese año que pasó, en un profeta místico de la vida beat. Sus pensamientos y sus acciones comienzan a tomar una dimensión religiosa ante los ojos del narrador. La presencia de Dean interrumpe la tranquila reunión familiar en Virginia y empuja a Sal de nuevo al camino.
Sin embargo, estos jóvenes beats que rechazan las convenciones y utilizan a las mujeres como objetos de su deseo, terminan acudiendo a las figuras maternales cuando se encuentran en problemas. Cuando el policía les hace una multa por velocidad, la tía de Sal es la que toma el control de la situación, paga la boleta y luego en la casa cocina para todos los jóvenes. Tal como Kerouac en su vida real, Sal está atrapado en una estructura de roles según la cual las mujeres pueden ser solo madres u objetos sexuales, lo que pone en duda que vaya a ser capaz de encontrar un amor verdadero para casarse.
Con el regreso de Dean y su promesa de otra aventura en el Oeste, tanto la vida de Sal como la narrativa de Kerouac comienzan a aumentar su desorden. La escritura de Kerouac se vuelve de naturaleza cada vez más frenética, y se hace emblemática de la psicología de los personajes que describe. Sus frases muchas veces se superponen y los signos de puntuación comienzan a borrarse mientras los personajes saltan de un tema a otro, muchas veces dentro de un mismo párrafo o de una misma oración. El estilo narrativo de Kerouac es pionero en la literatura de la Generación beat y refleja su forma de ver la vida como algo que está en continuo movimiento y que hay que explorar y explotar. Por este motivo, su libro, al igual que su vida, presenta una forma espontánea y fresca de narrar una historia cargada de verdades. Vale la pena recordar que Kerouac escribió su obra valiéndose de un rollo de papel de 36 metros, para evitar tener que interrumpir el flujo de la escritura para cambiar las páginas en la máquina de escribir, y produjo un cuerpo narrativo sin divisiones ni secciones, que luego al ser editado se dividió en las 5 partes que conforman la novela tal como llega al lector en la actualidad.
De la misma forma que en la escritura, la vida de Sal también se vuelve más desordenada. Tal como lo indica, Dean parece estar más loco que nunca: “La locura de Dean había florecido hasta ser algo tremendo” (p. 149), y empuja a los personajes con los que se rodea hacia el movimiento frenético. Dean parece estar ardiendo con una vitalidad que a los ojos de Sal aparece como un fervor divino; “Sus ojos despedían furia cuando hablaba de las cosas que odiaba; su rostro, por el contrario, se iluminaba de alegría cuando súbitamente se sentía contento; cada uno de sus músculos se crispaba vivo y en marcha” (p. 150). Poseído por esa energía vital y pura, Dean busca el movimiento como una forma de experimentar y aprovechar la vida antes de que se le escape.
Este apuro por vivir llega a su máxima expresión cuando Dean conduce un coche. Cuando recoge a Sal en Testament y se dirigen a pasear por el centro, la conducta desenfrenada y la búsqueda de movimiento empujan al joven temerario a tomar la ruta a toda velocidad: “Se frotó furiosamente la mandíbula, hizo zigzaguear el coche, adelantó a tres camiones y entró en Testament a toda pastilla mirando a todas partes y viéndolo todo en un ángulo de ciento ochenta grados sin mover la cabeza. ¡Bang! Enseguida encontró aparcamiento. Dejó el coche allí y se apeó. Entró violentamente en la estación del ferrocarril” (p. 151). Dean apenas puede controlar sus impulsos y todo su cuerpo se sacude con la adrenalina de la velocidad y el movimiento, con unos movimientos convulsos que recuerdan a los adictos a las metanfetaminas en recuperación: “Sacudía la cabeza, arriba, abajo, a los lados; sus manos se movían vigorosas, espasmódicas; caminaba rápido, se sentaba, cruzaba las piernas, las descruzaba, se levantaba, se frotaba las manos, se frotaba la bragueta. Se estiraba los pantalones, levantaba la vista y decía «¡Vaya! ¡Vaya» Y de pronto abría mucho los ojos para mirar hacia todas partes” (p. 151). En medio de estos movimientos, Dean estalla a reír, con lo que Sal describe como una risa de maníaco. Y esta conducta alocada, irreverente y explosiva es la que despierta en Sal la necesidad del movimiento y de la velocidad, que es la única forma que parece alejarlo de la vida social convencional que tanto rechaza.
La filosofía de vida de Sal también se oscurece y se vuelve más desordenada. Relata su visión del Viajero de la Mortaja, que interpreta como una representación de la muerte:
Carlo y yo estábamos sentados en una ocasión, rodilla contra rodilla, en dos sillas, mirándonos, y le conté un sueño que había tenido de un extraño árabe que me perseguía por el desierto; trataba de escaparme de él; pero me alcanzó justo antes de llegar a la Ciudad Protectora (…) Lo consideramos. Supuse que era yo envuelto en una mortaja. No era eso (…) no podía ser más que la muerte: la muerte que nos alcanza antes de que lleguemos al cielo (p. 164).
La muerte aparece para Sal como la única forma de recuperar un estado de santidad que el ser humano pierde al nacer. Sin embargo, Dean deshecha esta idea y le dice a Sal que él no quiere tener nada que ver con la idea de la muerte.
Dean, después de haberse vuelto mucho más intenso que en los primeros capítulos, le asegura a Sal que una persona puede obtener una comprensión profunda de la vida solo si se mueve lo suficientemente rápido. Kerouac sugiere que sus personajes están tratando de vivir al máximo y de burlar a la muerte mediante la velocidad de sus vidas y la extensión de sus viajes. El lema que Dean aplica a toda su vida es claro: moverse y no preocuparse.
Esta búsqueda de inmortalidad e individualidad es suspendida, sin embargo, por la policía y la presencia militar que los viajeros se encuentran en Washington. Tal como comenta Bull Lee al final del capítulo 6, la burocracia se entromete en la vida de las personas y les impide expresarse libremente y vivir la vida al máximo. La reacción del grupo frente a estas restricciones demuestra hasta qué punto se encuentran por fuera de los valores de la “buena” sociedad norteamericana.
El lector también recibe una mirada más profunda de la fascinación racial que Kerouac desarrolla a lo largo de la novela. Dean baila con un disco de Bebop que Sal ha comprado e idolatra a un viejo negro que anda en mula por una granja. Carlo hace un viaje a África y se sumerge en su cultura. Kerouac sugiere que la cultura negra todavía posee ciertas verdades sobre la vida que la cultura de los blancos norteamericanos ha perdido. Como en la primera parte, en la que Sal había idealizado el trabajo inmigrante en los campos de algodón, el tema de la raza cobra cada vez más importancia conforme avanza la novela.
Al llegar a Nueva Orleans, Sal y Dean intentan participar de la cultura afroamericana. Allí se encuentran con Bull Lee, un personaje modelado a imagen del poeta beat legendario, William S. Burroughs, que representa un estilo de vida excéntrico y dominado por la adicción a las drogas. El grupo se queda un tiempo en lo de Bull Lee, quien intensifica el desorden que ya venían experimentando. El río Mississippi vuelve a aparecer en la novela como la frontera que demarca el ingreso al Oeste. Sal comienza a desarrollar una simbología a partir de la imagen del río, cuyo cruce simboliza el comienzo de una nueva vida y, a la vez, el peligro de la muerte que queda ilustrado en el suicidio de la chica que sucede en el mismo ferry en el que viajan, aunque el grupo se entera al día siguiente. El cruce del Mississippi significa, para Sal, el ingreso al Oeste, una región que le parece más salvaje y menos "contaminada" por la modernización que el Este, cuyo mayor exponente es la ciudad de Nueva York. Este Oeste aparece como una tierra que todavía mantiene algo del misterio propio de la lucha por el territorio, del tiempo de los Vaqueros, de la fiebre del oro y de la lucha con las tribus nativas por la conquista del territorio.