El Yukón
La región del Klondike, en el Yukón, es descripta con lujo de detalles a través de imágenes visuales que ponen énfasis en la inmensidad, la soledad y el color blanco, en general asociado al frío:
El Yukón, con sus mil seiscientos metros de orilla a orilla, yacía sepultado bajo un metro de hielo. Sobre el hielo se acumulaba más de un metro de nieve. Todo era un manto blanco e inmaculado, con suaves ondulaciones allí donde las bajas temperaturas habían formado grandes masas de hielo. De Norte a Sur, hasta donde alcanzaba la vista, la blancura se extendía sólo interrumpida por una línea oscura y fina que se curvaba y retorcía al Sur, desde la isla cubierta de falsos abetos, y se curvaba y retorcía al Norte, donde desaparecía tras otra isla igualmente cubierta de abetos.
Es interesante destacar que el blanco del Yukón no es uno que enceguece sino que se presenta oscuro y melancólico, dando señales del frío extremo y presagiando el peligro: "No se veía ni rastro de sol, a pesar de que no había una sola nube en el cielo. Era un día despejado y, sin embargo, la ausencia de sol parecía cubrir la faz de la tierra con un intangible paño mortuorio, una sutil melancolía que oscurecía el día".
El frío extremo
Asociado al paisaje del Yukón, el frío se vuelve omnipresente en el cuento de London a través de imágenes visuales y táctiles asociadas a las consecuencias de este en el paisaje, así como en los cuerpos del hombre y del perro:
También el bigote del hombre y la barba rojiza se habían congelado, pero en su caso la escarcha era más sólida, cobraba la forma del hielo y aumentaba cada vez que exhalaba el aliento húmedo y cálido. Además, iba mascando tabaco, y la mordaza de hielo le causaba tal rigidez en los labios que cuando escupía el jugo era incapaz de limpiarse el mentón. El resultado era una barba cristalizada, del color y la consistencia del ámbar, que crecía constantemente y que, si el hombre cayera al suelo, se haría añicos como el cristal.
El fuego
El elemento del que depende la vida del protagonista del cuento también es descripto por el narrador con imágenes vívidas, tanto visuales como auditivas. Así, por ejemplo, el hombre almuerza al calor de una "rugiente hoguera" y más adelante, cuando sufre el accidente que terminará con su vida, se dice del fuego que logra encender debajo del abeto que "restallaba, chisporroteaba y encerraba una promesa de vida en cada una de sus llamas juguetonas".