Encender un fuego
por Jack London
Encender un fuego Vídeo
Vea el resumen en video ilustrado de la novela clásica, Encender un Fuego, de Jack London.
Transcripción del Video:
Encender un Fuego es un cuento largo de Jack London que relata la lucha de un hombre y un perro lobo por sobrevivir en el territorio helado de Yukón. Escrito en 1908, justo después de la fiebre del oro de Klondike, el cuento es un buen ejemplo del naturalismo como movimiento literario. En el naturalismo, los entornos naturales y sociales presentan condiciones duras e indiferentes para sus habitantes; los humanos no tienen libre albedrío y se pondera el instinto afilado por sobre el civilizado intelecto para sobrevivir.
Narrado desde el punto de vista de una tercera persona omnisciente, el cuento comienza con un hombre sin nombre que viaja junto a un perro lobo a través del hielo y la nieve de Alaska. Es de mañana y el hombre planea encontrarse con sus amigos a las seis de la tarde en el arroyo Henderson, a diez millas de distancia. Se ha desviado de la ruta principal para explorar la posibilidad de explotar la madera la primavera siguiente. Hace menos de cincuenta grados bajo cero y el hombre se da cuenta de que sus pómulos desprotegidos se congelarán.
Caminando por un sendero que sigue un arroyo congelado, el hombre teme que haya peligrosos manantiales ocultos bajo la nieve. Para asegurarse, empuja al reacio perro para que avance e investigue. Eventualmente, el animal se moja las patas e instintivamente se las lame y muerde el hielo que se le forma entre las uñas. El hombre se saca brevemente las manoplas para ayudarlo y sus manos sienten el frío entumecedor.
Alrededor del mediodía se dispone a comer. Con la barba congelada y los dedos entumecidos, el hombre debe encender un fuego para hacerlo. Entonces recuerda a un veterano de Arroyo Salado que le advirtió sobre los peligros del clima de Klondike. Con el fuego encendido, el hombre se descongela la cara y come sus panecillos sin preocuparse por el frío extremo, mientras el perro se calienta cerca de la hoguera.
Luego, continúa por el sendero del arroyo. El perro lo sigue, aunque su instinto le indique permanecer junto al fuego. En un momento, inesperadamente, el hombre se hunde en la nieve y se moja hasta las rodillas. Maldice su suerte, porque encender un fuego para secar su calzado lo retrasará al menos una hora. Sus pies y sus dedos están entumecidos, pero aun así consigue prender el fuego. De nuevo recuerda al veterano que lo previno de viajar solo por Klondike cuando la temperatura es inferior a los cincuenta grados bajo cero.
El hombre intenta desatar sus mocasines, cubiertos de hielo, para calentarse los pies, pero antes de lograrlo, una carga de nieve acumulada sobre las ramas de un abeto cae sobre la hoguera y extingue el fuego.
Asustado, el hombre intenta hacer otro fuego, consciente de que perderá algunos dedos de los pies por congelación. Como tiene los dedos de las manos entumecidos, debe tomar una cerilla con la boca y encenderla sobre sus piernas, pero esta se apaga cuando el hombre tose por el humo que provoca. Finalmente, toma todas las cerillas que tiene y enciende sobre sus manos un fuego con el que intenta prender un pedazo de corteza. Pero el calor lo obliga a soltar las cerillas encendidas, que caen sobre la nieve. Con las manos congeladas y quemadas hace un torpe intento de conservar un pequeño fuego, pero este, eventualmente, se apaga.
El hombre decide matar al perro para poner sus manos dentro de las cálidas entrañas del animal y así recuperar el calor. Lo llama, y aunque sospecha el peligro en la voz del hombre, el perro finalmente se acerca. El hombre toma al animal en sus brazos, pero el entumecimiento no le permite agarrar el cuchillo ni estrangular al perro, por lo que lo deja ir.
Ante la idea de morir congelado, el hombre entra en pánico y empieza a correr por el sendero, intentando restablecer la circulación. El perro lo sigue, pisándole los talones. Agotado y abrumado por el frío, el hombre corre y cae varias veces, presa del pánico, mientras el animal, impotente, observa su necedad. Se acerca el crepúsculo.
Finalmente, el hombre decide enfrentar la muerte con dignidad. Se sienta y cae en un sueño profundo. Mientras agoniza, imagina a sus amigos hallando su propio cuerpo al día siguiente.
El perro, que espera cerca, pacientemente, no comprende por qué el hombre está sentado en la nieve sin encender un fuego. Al caer la noche, detecta la muerte por el olor del cuerpo. Entonces se aleja, instintivamente, en dirección al campamento, donde se encuentran los otros proveedores de alimento y de fuego.