Resumen
La narradora del cuento es una niña que vive con sus hermanas, Holanda y Leticia, su madre y su tía Ruth. Las chicas juegan en las vías del tren todos los días a la hora de la siesta.
Leticia tiene un problema en su espalda, una especie de parálisis y por lo tanto necesita mayores cuidados de los adultos y goza de ciertos privilegios. En su reino, que son las vías del tren, dirige el juego de las hermanas.
Juegan un juego inventado por ellas en el que pueden interpretar estatuas o actitudes. Sortean y toman turnos para ver quién interpretaría el personaje cada día. Lo hacen siempre a la misma hora, para que el tren de las cuatro de la tarde las admirara.
Un martes les cae un papelito del tren. Es la carta de un chico llamado Ariel que les dice que le gustaban las estatuas y les indica en qué vagón viajaba. Ariel continúa enviando papelitos. Uno en particular despierta los celos de la narradora y Holanda porque admite que Leticia era su preferida.
El miércoles Ariel les avisa que al día siguiente iba a bajarse del tren para conocerlas y charlar. Leticia se encontraba muy dolorida por el último tratamiento de su espalda. Decide no ir al día siguiente y le entrega a Holanda una carta para que le diera a Ariel.
Las chicas están ansiosas esperando el encuentro con Ariel. Cuando finalmente lo conocen, la conversación no es muy interesante. Cuando él pregunta por Leticia, ellas le dan su carta.
Al día siguiente juegan por última vez. Leticia les pide que la dejaran a ella hacer una estatua. Es una performance especial porque había agarrado joyas de su madre. Lagrimea mientras posa. Las chicas miran el vagón de Ariel y lo encuentran salido por la ventana, mirándola solo a ella. Lo vuelven a buscar pero nunca más lo ven.
Análisis
Las chicas configuran un espacio lúdico a dónde escapar. Crean su propio reino en donde son más libres y pueden esquivar el control materno. Es interesante retomar una idea del propio Cortázar que piensa en lo lúdico no solo como un espacio recreativo sino como un terreno en donde afloran los conflictos dramáticos de la vida. El terreno de las vías del tren en el que juegan Leticia, Holanda y la narradora, les permite interpretar personajes, competir entre ellas, negociar las reglar, seducir a extraños y, en algún punto, crecer.
Hay otro juego que es el juego sentimental, al que solo ingresa Leticia con Ariel y que genera celos de parte de sus hermanas. La narradora describe con ambivalencia sus sentimientos hacia Leticia, por momentos siente pena, "pobre criatura" (2016:159) pero en otros la subestiman por estos mismos motivos: "no podíamos decirle eso a Leticia, pobre ángel, con su sensibilidad y la cruz que llevaba encima" (161).
De nuevo conocemos a niñas que tienen sentimientos de competencia y celos contrarios a la idea de la inocencia de la niñez. Sin embargo, y en relación con el título del cuento, consideramos que la decepción de Leticia y el contenido secreto de la carta que le envía a Ariel puede significar una primer frustración amorosa. El juego se termina y esta niña debe crecer. En la estatua del final se expone de más, toma riesgos con su madre y soporta el dolor porque sabe que era la despedida de Ariel y también de una etapa de su vida.