Tío Vernon asegura que no es tonto y que tiene el control, mientras la descripción que hace de él el narrador evidencia lo contrario (Ironía dramática)
Al comienzo de la novela, Tía Vernon realiza una pregunta retórica: "-¿Es que parezco tonto? -gruñó el tío Vernon, con restos de huevo frito en el poblado bigote-. Ya sé lo que ocurriría si saliera esa lechuza" (9). En este momento de ironía dramática, la pregunta de Tío Vernon es respondida afirmativamente por la descripción que el narrador hace de él. Su patética apariencia entra en tensión con el poder abusivo que Vernon ejerce sobre Harry. Tío Vernon puede pensar que tiene el control, pero definitivamente parece estúpido. Este efecto humorístico introducido en la primera página de la novela proporciona cierto alivio en lo que de otro modo sería una situación muy miserable.
Nick Casi Decapitado considera que sería un gesto de gran generosidad que Harry diga de él que es horrible y aterrador (Ironía situacional)
Nick Casi Decapitado se alegra de que Harry Potter haya asistido a su aniversario de muerte y pronuncia estas palabras: "¡Mi estimado muchacho! ¡Harry Potter en mi aniversario de muerte! Y... -dudó, aparentemente emocionado- ¿tal vez podríais mencionarle a Sir Patrick lo horrible y espantoso que os resulto?" (116-117). Este momento es irónico porque Nick Casi Decapitado apela a la generosidad y amabilidad de Harry y le pide que diga de él que es horrible y aterrador. En este sentido, los valores que Nick, como fantasma, defiende, son muy distintos a los que los seres vivos aprecian. Nick en este punto se encuentra muy decepcionado porque lo han rechazado en el Club de Cazadores de Sir Patrik y porque no reúne las cualidades necesarias para formar parte. Nick es muy educado y amistoso, exactamente lo contrario de lo que se espera que sea para obtener el estatus de fantasma.
Gilderoy Lockhart ostenta sus habilidades hiperbólicas pero el lector y los personajes saben que es un inútil (Ironía dramática)
Gran parte de lo que dice Gilderoy Lockhart en el libro redunda en ironías dramáticas, ya que tanto el lector como los personajes a los que se dirige saben que no puede hacer todo lo que afirma. Además, en muchos casos, esas afirmaciones son tan soberbias y ostentosas que desvirtúan el pretendido gesto amistoso. Así, se atribuye el éxito de la curación del Sauce Boxeador, cuando resulta evidente por sus lastimaduras que fue Sprout quien la llevó a cabo, o se ofrece a ejecutar la poción para salvar a los petrificados, poniéndose por encima de las habilidades que corresponden a Snape. Asimismo, se ofrece a darle ayuda a Harry en el Quidditch, diciendo que él fue convocado en su juventud a jugar profesionalmente y asegurando que no tendría problema en asesorar a un alumno menos experimentado que él. Así, Lockhart oculta, detrás de un aparente ofrecimiento, su certeza de ser superior a Harry: lo deja como un inexperto en un campo que sabemos que Harry domina. Pero el lector y Harry intuyen que eso no es así. Además, sus habilidades hiperbólicas se convierten en algo absurdo cuando las pocas veces que lleva la teoría a la práctica, fracasa rotundamente.
Luego de triunfar heroicamente contra Voldemort y salvar su vida, Harry será recibido de manera despreciable por su familia (Ironía situacional)
El libro termina con esta ironía situacional, ya que Harry, que acaba de salvar Hogwarts con su valentía y heroísmo, vuelve a casa con los Dursley, que lo detestan. No recibirá allí la bienvenida de un héroe, ni siquiera el amor de una familia orgullosa. El desprecio de ellos es tal que hasta incluso imagina que se decepcionarán y enojarán porque Harry no logró morirse. Así, tras el clímax de la fiesta de Hogwarts, este regreso al mundo muggle añade una melancolía anticlimática al final de la historia.