Resumen:
Es domingo y la familia Del Valle asiste a misa. Nívea y Severo del Valle escuchan el sermón conservador y enardecido del Padre Restrepo junto a sus quince hijos e hijas, entre las que destacan la mayor, Rosa, y la más pequeña, Clara. Esta última se caracteriza por ser una niña delicada, proclive a la sensiblería y dotada de una capacidad sobrenatural que le permite predecir el futuro y hasta mover objetos con el poder de su mente. Como contrapartida, la niña no parece ajustarse a la conducta normal esperable en jovencitos de su edad y suele sufrir de asma y fuertes fiebres como consecuencia de las impresiones que el mundo causa en ella.
Ese día en la misa, Clara interrumpe al cura con un comentario fuera de lugar y la familia debe abandonar la iglesia en medio de las invectivas del padre Restrepo, que llama a la niña "endemoniada". En verdad, sus padres se cuidan mucho de que los poderes de Clara no se conozcan más allá de los muros de su casa, para que la sociedad no la tilde de estar realmente poseída por demonios.
Los Del Valle son una familia de renombre. Severo es un abogado exitoso que sueña con hacer carrera política y, a pesar de pertenecer a una élite conservadora, es ateo, masón y miembro del Partido Liberal. Nívea lo secunda en sus ambiciones y espera que la carrera política de su marido la coloque a ella en una posición favorable para luchar por el voto femenino. La familia se completa con la presencia de La Nana, una criada indígena que ha estado al servicio de los Del Valle desde el nacimiento de Rosa y se ha encargado de criar a los quince hijos del fecundo matrimonio.
Un Jueves Santo la familia recibe la noticia de la muerte del Tío Marcos, el hermano más querido de Nívea. Ya habían enterrado al Tío Marcos una vez, cuando su espíritu aventurero e inventor lo había llevado a construir una máquina capaz de volar, la primera que levantó vuelo en Chile. El tío Marcos voló en el aeroplano hasta perderse en el horizonte. Una semana después, unos alpinistas trajeron su cadáver en un ataúd que fue enterrado con profunda tristeza, pero a los pocos días apareció el Tío Marcos por la casa, vivo y con sed de nuevas aventuras. No obstante, esta vez su hermana puede reconocer el cadáver, y la familia se hunde en una profunda tristeza.
Junto a las pertenencias del fallecido hay un animal exótico que Clara reconoce como un perro, lo adopta y lo llama Barrabás. Pasa el tiempo y el perro crece hasta transformarse en una bestia de proporciones descomunales, casi del tamaño de un caballo, pero con la mansedumbre propia de un cachorro.
A fines de ese otoño, cuando la familia ya se ha olvidado de la violencia con que el Padre Restrepo quería castigar a Clara, reciben la feliz noticia de que Severo ha sido nombrado como candidato del Partido Liberal en las próximas elecciones. Como felicitaciones, la familia recibe un cerdo y un barril de aguardiente que, calculan, es enviado por sus electores provinciales. Severo se prepara para hacer una gira por la provincia del sur que representará en el Congreso, pero su alegría se ve empañada por la salud delicada de Rosa, su hija mayor, poseedora de una belleza mágica, que no pertenece a este mundo.
El doctor Cuevas, viejo amigo de la familia, afirma que no se trata más que de una fiebre, recomienda a Rosa hacer reposo y le da de beber aguardiente (del barril recibido como regalo, que hasta el momento no se había probado) para que el calor le ayude a purgar la fiebre de su cuerpo. Sin embargo, la primogénita de los Del Valle muere esa noche. El doctor revisa entonces el aguardiente y lo encuentra envenenado. En el clima de desesperación y tristeza que invade a la familia, Severo se culpa por la muerte de su hija, ya que ese veneno estaba destinado a él. Promete entonces no volver a participar en política.
Al funeral de Rosa acuden todos los familiares y amigos. Entre ellos se encuentra Esteban Trueba, el prometido de la difunta, un joven taciturno de pocos recursos que se ha pasado los últimos dos años desarrollando la minería con el objetivo de hacerse rico con el oro de las montañas y poder así brindarle una vida de lujo al amor de su vida. Es tan profundo el dolor de Esteban que piensa que ya no volverá a ser feliz. No obstante, a pesar de esta sentencia, la más afectada por la muerte de Rosa es su hermana, Clara, quien enmudece y no volverá a decir una sola palabra en los siete años siguientes.
Análisis:
En La casa de los espíritus, Isabel Allende nos propone internarnos en las vidas de una familia chilena que va a crecer y desarrollarse por generaciones y que va a reflejar, en los dramas de sus personajes, no solo la historia de un país sino también el cambio de épocas y las tensiones propias que la sociedad ha experimentado a lo largo de todo el siglo XX.
La novela alterna el relato en tercera persona con fragmentos en primera que dan voz al personaje de Esteban Trueba. La narración en tercera persona se construye como una voz omnisciente que, sin embargo, a veces se presenta en primera persona y hace aclaraciones sobre cómo llegó a conocer esta historia, tomando así también rasgos del narrador testigo. Al final de la novela el lector se enterará de quién es realmente el personaje narrador, y todo el relato se resignificará en función de esta revelación.
El capítulo 1 nos introduce al seno de una familia numerosa y llena de personalidades destacables: los del Valle. Compuesta por un matrimonio de alcurnia pero de aspiraciones políticas liberales y sus quince hijos, entre los cuales destacan personalidades peculiares como la de Rosa, la primogénita, y la de Clara, la más pequeña, el capítulo realiza una semblanza de la estructura familiar saltando cronológicamente por tres momentos distintos: una misa de domingo, el funeral del Tío Marcos en Semana Santa y la muerte de Rosa a fines del otoño. Entre estos tres momentos, la narradora intercala saltos más abruptos para describir situaciones del pasado, como el nacimiento de Rosa o las aventuras del Tío Marcos.
El estilo de Allende es florido y muy visual: la narración de acciones está nivelada por extensas descripciones que no solo complementan, sino que conforman en verdad la riqueza principal de su obra. Estas descripciones permiten al lector sumergirse y compartir la intimidad de los personajes, y lo ayudan a experimentar junto a ellos las maravillas y los portentos de la tierra que los alberga: una Chile donde, en el siglo XX, conviven elementos propios del progreso y la modernidad con las cosmovisiones de pueblos originarios, incluyendo fenómenos que sobrepasan de lleno la posibilidad de lo real y criaturas cuyos elementos sobrenaturales se instauran con total normalidad en lo cotidiano.
Existen dos recursos literarios ligados a la descripción que Allende utiliza de forma alternada para construir retratos vivos de sus personajes, en relación a las acciones que realizan y los eventos sociales que los atraviesan: por un lado, hace uso de la prosopografía, que implica la descripción externa del objeto o el sujeto (es decir, sus características físicas) y, por otro, de la etopeya, que implica la descripción del carácter, la personalidad y las costumbres de un individuo. Al presentar a Rosa, por ejemplo, el contrapunto que establece Allende entre sus características físicas y su carácter ilustran en profundidad la complejidad del personaje:
Al nacer, Rosa era blanca, lisa, sin arrugas, como una muñeca de loza, con el cabello verde y los ojos amarillos, la criatura más hermosa que había nacido en la tierra desde los tiempos del pecado original, como dijo la comadrona santiguándose (…). [A] los dieciocho años Rosa no había engordado y no le habían salido granos, sino que se había acentuado su gracia marítima. El tono de su piel, con suaves reflejos azulados, y el de su cabello, la lentitud de sus movimientos y su carácter silencioso, evocaban a un habitante del agua. Tenía algo de pez y si hubiera tenido una cola escamada habría sido claramente una sirena, pero sus dos piernas la colocaban en un límite impreciso entre la criatura humana y el ser mitológico. A pesar de todo, la joven había hecho una vida casi normal, tenía un novio y algún día se casaría, con lo cual la responsabilidad de su hermosura pasaría a otras manos. (p. 14-15)
La descripción física del personaje se complementa con una serie de elementos que la cargan con una connotación sobrenatural y maravillosa: los cabellos verdes, su palidez marítima y su contextura de sirena, todo ello instaura en la normalidad realista del relato una dimensión desmesurada que se asocia a lo sobrenatural, pero que es dado como algo real y posible. En este sentido, La casa de los espíritus es una novela que debe mucho al realismo mágico, movimiento literario nombrado por primera vez como "real maravilloso" en 1949 por Alejo Carpentier, un famoso escritor cubano que supo detectar en América Latina aquello que la separaba definitivamente de los sistemas intelectuales europeos.
Carpentier piensa a lo real maravilloso como un fenómeno que surge de la alteración de la realidad (como por ejemplo, un milagro) o, más bien, de una ampliación de las escalas de la realidad que la complejiza y la enriquece con una iluminación inhabitual pero que, en las cosmovisiones latinoamericanas, son tomadas por los individuos como hechos dados y naturales.
La impronta del realismo mágico destaca también en las descripciones y las acciones de otros dos personajes: Clara y su perro barrabás. Clara es una niña sensible y proclive a caer enferma, pero capaz de predecir el futuro y de mover objetos con el poder de su mente. A estas excentricidades la familia las toma
como una característica de la niña, como la cojera lo era de Luis o la belleza de Rosa. Los poderes mentales de Clara no molestaban a nadie y no producían mayor desorden; se manifestaban casi siempre en asuntos de poca importancia y en la estricta intimidad del hogar. Algunas veces, a la hora de la comida, cuando estaban todos reunidos en el gran comedor de la casa, sentados en estricto orden de dignidad y gobierno, el salero comenzaba a vibrar y de pronto se desplazaba por la mesa entre las copas y platos, sin que mediara ninguna fuente de energía conocida ni truco de ilusionista. Nívea daba un tirón a las trenzas de Clara y con ese sistema conseguía que su hija abandonara su distracción lunática y devolviera la normalidad al salero, que al punto recuperaba su inmovilidad. (p.17)
El realismo mágico propone la visión de una Latinoamérica donde los elementos inexplicables, desmesurados e incluso sobrenaturales se integran a la vida cotidiana con naturalidad. Allende nivela los poderes de Clara con la belleza desproporcionada de Rosa –otro rasgo mágico –y luego a estas dos las coloca junto a la renguera de su hermano Luis, que se cayó del caballo y desde ese entonces tiene una pierna más corta que la otra debido al movimiento de su cadera. Así, los elementos que escaparían de lo real quedan interpretados al mismo nivel que aquellos más mundanos, dando al lector la idea de que en esta tierra exuberante y exótica, una mujer con la belleza de una sirena o una niña que puede ver el futuro están dentro de lo posible.
Lo mismo sucede con Barrabás, el perro que llega junto al equipaje del fallecido Tío Marcos:
A los seis meses era del tamaño de una oveja y al año de las proporciones de un potrillo. La familia, desesperada, se preguntaba hasta dónde crecería y comenzaron a dudar de que fuera realmente un perro, especularon que podía tratarse de un animal exótico cazado por el tío explorador en alguna región remota del mundo y que tal vez en su estado primitivo era feroz. Nívea observaba sus pezuñas de cocodrilo y sus dientes afilados y su corazón de madre se estremecía pensando que la bestia podía arrancarle la cabeza a un adulto de un tarascón y con mayor razón a cualquiera de sus niños. Pero Barrabás no daba muestras de ninguna ferocidad, por el contrario. Tenía los retozos de un gatito. Dormía abrazado a Clara, dentro de su cama, con la cabeza en el almohadón de plumas y tapado hasta el cuello porque era friolento. (p. 30)
La relación entre Clara y Barrabás sirve para reforzar la idea de lo desmesurado y acentúa la excentricidad de la niña, que será unos de los personajes principales de la novela.
Otro procedimiento literario que también se utilizará a lo largo de toda la novela es el presagio. Este implica la voz de un narrador que sugiere ciertos eventos que quizás vayan a pasar más adelante en la historia. Su efecto es evidente: mantener al lector interesado en la trama, esperando llegar a comprender cómo llegarán a darse esos anuncios premonitorios. Ya en la primera página del libro la idea del presagio se utiliza para construir la voz de la narradora: “Aquél era un día aburrido y otoñal, que en nada presagiaba los acontecimientos que la niña escribió para que fueran recordados y que ocurrieron durante la misa de doce, en la parroquia de San Sebastián, a la cual asistió con toda su familia” (p. 11). La narradora deja entrever que conoce los acontecimientos porque Clara los ha escrito y ella puede leerlos. De esta manera, el lector ya construye un horizonte de posibilidades y comienza a preguntarse cómo es que esa voz se relaciona con los personajes y los acontecimientos que narra.
Otra forma en la que se manifiestan los presagios son las predicciones que realiza Clara: a lo largo de su vida, la hija clarividente del matrimonio Del Valle anunciará, con cierta vaguedad, los hechos que van a producirse. Por lo general, los personajes que la rodean no le darán mucha importancia a sus palabras, hasta que las vean cumplirse irrevocablemente:
Clara anunció que habría otro muerto en la casa.
—Pero será un muerto por equivocación —dijo.
El sábado pasó mala noche y despertó gritando. La Nana le dio una infusión de tilo y nadie le hizo caso, porque estaban ocupados con los preparativos del viaje del padre al Sur y porque la bella Rosa amaneció con fiebre”. (p. 36)
Clara predice la muerte accidental de Rosa, pero eso de nada sirve para poder evitarla y, de hecho, tiene lugar en el mismo capítulo. Como Casandra, la hija del rey de Troya, que estaba condenada a predecir el futuro y que nadie la escuchara, los presagios de Clara están destinados a cumplirse sin que puedan ser evitados por ningún medio. La narradora siempre los utilizará para adelantar al lector la desgracia que está por suceder y, de esta forma, sostener su atención para que la lectura no pueda interrumpirse.