La casa de los espíritus

La casa de los espíritus Resumen y Análisis Capítulo 5: Los amantes y Capítulo 6: La venganza

Resumen

Capítulo 5: Los amantes

La infancia de Blanca transcurre entre La casa de la esquina y Las Tres Marías. En la estancia, la amistad que sostiene con Pedro Tercero se desarrolla y deriva en un profundo amor. Los dos son conscientes de la prohibición familiar que recae sobre su relación, por lo que a medida que crecen y la amistad de la infancia se vuelve una pasión irrefrenable de adolescentes, la pareja inventa métodos para mantenerse en contacto a escondidas.

Siete años pasan desde que Esteban echó a Férula hasta que un día esta se presenta nuevamente en La casa de la esquina. Férula se acerca a Clara, la besa en la frente y, sin decir palabra, vuelve a salir de la casa. Entonces, Clara anuncia que su cuñada ha muerto, y que el espíritu acaba de presentarse para despedirse.

Sin perder tiempo, Clara y Esteban se dirigen a casa del padre Antonio, quien se encargaba de hacer el vínculo entre la familia Trueba y Férula para hacerle llegar el dinero que su hermano le enviaba todos los meses. Antonio los lleva al conventillo donde Férula vivía en extrema pobreza.

Allí la encuentran, en una pequeña y sucia casa, muerta desde hace ya muchas horas. Férula está vestida con peluca y ropa de fantasía. El padre Antonio entonces les cuenta que en los últimos años había tomado por costumbre disfrazarse con pelucas y ropa extravagante, como boas de pluma y vestidos de disfraces venidos a menos. Clara pide a los hombres que se retiren y oficia ella los ritos de la muerte. Antes de retirarse, la besa y le agradece por todo lo que ha hecho por ella. El padre Antonio entonces se queda a cuidar del cuerpo hasta que le den sepultura.

Al verano siguiente, cuando regresan a Las Tres Marías, Blanca y Pedro Tercero no se reconocen más como niños. Durante ese año separados Pedro se ha transformado en un adolescente alto y fuerte. Durante el día, Blanca realiza todas las actividades familiares tal cual lo demandan sus padres pero, por la noche, cierra con llave su habitación y escapa por la ventana para encontrarse con Pedro en el río. Noche tras noche, la pareja se encuentra para amarse hasta el atardecer. Esta conducta se repite verano a verano, entre los 15 y los 18 años de Pedro. Para Blanca, estos serán los días más felices de toda su vida. En todos esos años, su madre es la única que sospecha algo, pues puede interpretar el cambio del aura de Blanca como que algo importante le está pasando.

Ese último año de vacaciones, Clara comienza a tener pesadillas que la desvelan y la llenan de terror. Al levantarse un día, predice que está pronto a suceder un terremoto como nunca antes se ha visto en Chile, que dejará 10.000 muertos. Esteban se ríe de tal locura, pero Clara no puede descansar tranquila. Envía entonces a los mellizos al colegio británico, y comienza los preparativos para regresar a la Capital.

Sin embargo, una noche a las cuatro de la mañana se despierta aterrorizada porque presiente que está por suceder la catástrofe. Corre a la habitación de su hija, pero la puerta está cerrada con llave. Sale entonces, rodea la casa y encuentra la ventana de la pieza abierta. Comprende en un segundo que Blanca se escapa para encontrarse con Pedro Tercero. En ese mismo instante la tierra ruge y se quiebra. El terremoto destruye la casa principal en el momento en que Esteban intenta salir y lo deja sepultado. Los corrales se precipitan a las entrañas de la tierra y el volcán entra en erupción. En el medio del desastre, Blanca regresa del río y encuentra a su madre sumida en la desolación.

Cuando pasa el terremoto, se esfuerzan durante horas para encontrar a Esteban, que está sepultado bajo pilas de escombros. Clara sabe que está vivo, y cuando finalmente dan con él, Esteban está consciente, aunque tiene todos los huesos rotos. Pretenden llevarlo al médico del pueblo, Pero el viejo Pedro García les dice que si lo mueven hasta el pueblo en esas condiciones, morirá.

Esteban les dice que hagan caso a Pedro, y se encomienda a sus manos. El viejo logra arreglar y entablillar todos los huesos. Cuando llegan noticias de la Capital, Clara se entera de que la Nana ha muerto durante el terremoto, pero del susto, puesto que La casa de la esquina no ha sufrido daños.

En los meses siguientes Blanca es enviada a un colegio de monjas y Clara se hace cargo de la administración y reconstrucción de Las Tres Marías. La necesidad la empuja a abandonar su conexión con el mundo espiritual y dedicarse de lleno a las necesidades materiales. Desde un sillón donde está postrado, Esteban dirige, con peor genio que nunca, la reconstrucción de su estancia y comienza a aplicar una dominación que jamás había podido ejercer sobre Clara. Su esposa comienza a detestarlo por eso y la relación de pareja se vuelve definitivamente distante.

Al poco tiempo reciben un mensaje del colegio de monjas por medio del cual les avisan que no podrán seguir albergando a Blanca, puesto que está enferma. Con miedo de que sea tuberculosis, Clara va a buscarla y la lleva de nuevo a Las Tres Marías. En verdad, Blanca finge la enfermedad para poder regresar y estar con Pedro, pero durante su ausencia Esteban lo ha echado de la estancia por promover ideales marxistas entre los trabajadores.

Blanca, de todas formas, escapa cada noche y espera a Pedro junto al río. Este llega al quinto día, disfrazado de vendedor. A partir de entonces, la pareja se ve esporádicamente, ya que Pedro no puede presentarse todas las noches. El joven utiliza innumerables disfraces para aparecerse entre la gente y promover las ideas socialistas que lo exaltan. Sabe que este comportamiento puede llevarlo a la muerte si Esteban lo descubre, pero no tiene miedo y cree que está haciendo lo correcto. Ante esta nueva situación, Blanca comprende que ella y Pedro pertenecen a mundos diferentes y se resigna a que su relación sea un amor clandestino.

Capítulo 6: La venganza

Un año y medio después del terremoto Las Tres Marías vuelve a ser una estancia próspera. El matrimonio Trueba se instala definitivamente allí junto a su hija Blanca, mientras que los mellizos continúan su vida en el colegio inglés. En Europa se desencadena la Segunda Guerra Mundial y tanto Clara como Esteban siguen de cerca lo que sucede allí.

En esa época llega a la estancia un conde francés, Jean de Satigny. Se trata de un aristócrata que ha abandonado Europa y dice estar enamorado de las tierras del sur. Poco a poco se introduce en la familia Trueba y propone a Esteban colocar un criadero de chinchillas. Jean pondrá el conocimiento y Esteban la inversión y el trabajo necesarios. Esteban se ve entusiasmado por la idea, y disfruta de tener a ese huésped distinguido en su estancia.

Mientras, el conde Satigny ha puesto sus ojos en Blanca, a quien parece caerle bien. En verdad, lo que el conde busca es una forma de hacerse con la herencia de los Trueba, y el casamiento es el medio más efectivo. Esteban acepta la propuesta del conde y se la plantea a Blanca, pero esta se niega rotundamente y comienza a despreciar sistemáticamente a su pretendiente. Pero Jean no baja los brazos y permanece de todas formas en la estancia, aunque a veces vuelve y se queda algunas temporadas en el pueblo.

El tiempo pasa y los mellizos se instalan en Las Tres Marías. Se trata de dos muchachos totalmente diferentes: mientras que Jaime es fornido, talentoso para los deportes y de naturaleza bondadosa, aunque tímido y silencioso, Nicolás es de complexión delgada, ágil, astuto y ladino, propenso a burlarse de los demás y especialmente de su hermano, a quien le hace notar constantemente que es menos inteligente que él. Nicolás está muy interesado en desarrollar la clarividencia, como su madre, pero no tiene aptitudes para ello. Por el otro lado, Jaime persigue los ideales socialistas y se encuentra en varias ocasiones con Pedro Tercero para discutir sus ideas.

Luego de la llegada de los mellizos muere Pedro García. Esteban, para reconocer su aprecio por el viejo, realiza funerales fastuosos que duran tres días. En ellos participa el cura José Dulce García y otro cura que lo acompaña, que es en verdad Pedro Tercero disfrazado.

Las semanas pasan y Jean de Satigny descubre que Blanca se evade cada noche en dirección al río. Sospecha que tiene un amante, pero no se atreve a perseguirla por miedo a los mastines que Esteban deja libres por la noche. Sin embargo, guarda el secreto y, cuando una prueba a pequeña escala del negocio de chinchillas fracasa y Esteban entonces se niega a invertir en él, el conde se decide y una noche sigue a Blanca hasta el río.

Allí la encuentra descansando junto a Pedro Tercero, a quien él solo reconoce como el cura que ha estado en el funeral de Pedro García. Con esta información vuelve sigilosamente a la casa, despierta a Esteban y le cuenta su hallazgo, haciéndolo pasar por mera casualidad. Esteban toma la escopeta y sale a caballo, entendiendo automáticamente que en verdad se trata de Pedro Tercero y que su hija lo ha estado engañando todos esos años. El conde, mientras tanto, huye de la estancia y se refugia en el pueblo.

Esteban se encuentra con Blanca, que vuelve del río y, en un acceso de ira le tira el caballo encima, la revuelca en el barro y la golpea con la fusta. Luego la carga consigo en el caballo y vuelven a la casa.

Los reciben Clara y Pedro Segundo, que bajan a Blanca y la acuestan en su cama. Clara está totalmente enfurecida con Esteban; cuando termina de limpiar a su hija la deja descansando y encara a su marido, que está encerrado en una sala y golpea las cosas con furia. Clara le dice que lo único diferente que hay entre él y Pedro Tercero es que a este último lo mueve el amor y no el deseo y la violencia.

Esteban entonces enloquece de furia y golpea a su mujer en la cara, haciéndole sangrar la nariz y arrancándole algunos dientes. Clara escapa y se derrumba en los brazos de Pedro Segundo. No vuelve a hablarle a su marido nunca más en su vida. A los dos días, parte junto a Blanca hacia la capital. Ese mismo día, Pedro Segundo también abandona la estancia.

Esteban se queda solo y enloquecido por la ira. Pide a la policía y a toda la población que encuentren a Pedro Tercero y se lo entreguen vivo, y ofrece una recompensa por cualquier información. Así, un día aparece a su puerta Esteban García, el nieto de Esteban y Pancha Garcia. Se trata de un niño con tendencias sádicas que traerá la desgracia sobre la familia Trueba.

Esteban García lleva a su abuelo hasta el aserradero donde se esconde Pedro Tercero. Trueba lo encuentra allí, durmiendo, y piensa en volarle la cabeza, pero prefiere no matarlo rápido, para poder hacerle pagar sus culpas. Ese momento sirve a Pedro Tercero para despertar y responder velozmente a la amenaza, haciendo saltar la escopeta de las manos de Esteban con un golpe. Pero el viejo Trueba toma entonces un hacha y la descarga contra el muchacho. Pedro bloquea el golpe y pierde tres dedos. Antes de que su rival pueda volver a golpearlo, escapa de la casa, monta su caballo y se da a la fuga.

Esteban tarda en recuperar el aliento. Dice alegrarse por no haber matado a Pedro, reconociendo por un momento que ha perdido el control. Luego regresa junto a Esteban García a la estancia. Cuando este último le pide su recompensa, Esteban le dice que no hay recompensa para los traidores delatores, y luego se encierra en su casa. Esteban García se queda frente a la puerta cerrada, llorando de rabia.

Análisis

El capítulo 5 está dedicado a la relación de amor que se desarrolla entre Blanca, la hija de Clara y de Esteban Trueba, y Pedro Tercero, el hijo de Pedro Segundo García, capataz de Las Tres Marías.

Blanca es una niña “romántica y sentimental, con tendencia a la soledad, de pocas amigas” (p. 156), que se siente plena cuando se encuentra en el campo. Allí traba amistad desde sus tres años con un niño de su edad que anda siempre sucio y que pertenece a una clase social más baja. A medida que los años pasan, la amistad entre ellos crece, pero también la noción de lo prohibido. Tanto Esteban Trueba como la Nana desaprueban esa amistad: los dos piensan que es indigno para una niña de la condición y el estatus de Blanca sostener relaciones, aunque solo sean de amistad, con los pobres y los peones de campo. Blanca nunca prestó atención a estas diferencias y creció libre de prejuicios, producto de las enseñanzas de su madre, quien jamás considera a las personas por su valor dentro de una lógica mercantilista.

Así, la amistad se transforma, a escondidas de los adultos, en un amor apasionado: desde sus catorce años, Blanca pasa todas las noches de verano en brazos de Pedro Tercero, y junto a él aprende de los placeres del amor. Para ello, debe engañar a su familia y escaparse por las noches para encontrarse con su amante a orillas del río. Este esquema les servirá durante los próximos años, y brindará a la pareja los momentos más felices de sus vidas.

El amor entre Blanca y Pedro Tercero no tiene nada de semejante con la concepción del amor que sostiene Esteban Trueba y la sociedad conservadora de las décadas de 1930 y 1940: se trata de una relación desinteresada que no se estructura según las convenciones sociales y que desafía los esquemas de poder en los que vive sometida la pareja. En ellos, el amor no es una estructura transaccional, no responde al pacto social utilizado para unificar patrimonios y apellidos de alcurnia; es la atracción más pura e ingenua que puede concebirse. Esta nueva lógica escapa al esquema patriarcal sostenido por Esteban Trueba e introduce una nueva mecánica dentro de la novela que va cuestionando, poco a poco y paulatinamente, las estructuras de poder sostenidas por la oligarquía conservadora.

En el amor que se profesan Blanca y Pedro Tercero no se ejercen fuerzas de dominación ni asimetrías de clase: los enamorados se tratan como pares, no hay jerarquías en su relación y en el discurso que se establece entre ellos Blanca carece del poder y el estatus que su fortuna y su apellido acarrean.

Sin embargo, la idealización del amor romántico se destruye rápidamente cuando Blanca comprende que sus fantasías de niña no podrán cumplirse, puesto que no podrá casarse y ser feliz junto a Pedro Tercero si desea mantener los lazos con su familia. El muchacho, por otro lado, nunca ha pensado que esa fuera una posibilidad. Para él, el amor es una inclinación natural que no puede cristalizar en una estructura social: Pedro Tercero es consciente de la brecha social que existe entre él y Blanca, y sabe que el amor no es suficiente para sellarla. Esteban Trueba es su principal enemigo ideológico, y los ideales socialistas que sostiene desde niño lo empujan a luchar contra las estructuras de poder cristalizadas en la relación patrón-campesinado.

En definitiva, y como se analizará en los capítulos siguientes, la pureza del amor entre Blanca y Pedro Tercero no será suficiente para sobreponerse a las diferencias de clase y a las estructuras sociales heredades en las que se mueven los dos personajes. Ya durante el periodo idílico de la adolescencia, el encuentro entre los amantes debe espaciarse debido a causas sociales: Pedro Tercero comienza a componer canciones de protesta y a introducir en Las Tres Marías las ideas del socialismo y de la revolución contra la explotación capitalista. Cuando Esteban Trueba se entera de esto, le propina una paliza a Pedro Tercero y lo expulsa de la estancia, advirtiéndole que si lo vuelve a ver por allí, lo matará. Lo que podemos observar en esta conducta es el odio de clases particularizado en la rivalidad personal.

Pero Pedro Tercero no le teme al patrón y sigue frecuentando la estancia, con diferentes disfraces, para propagar sus ideas socialistas y para frecuentar a Blanca. Aunque ya no puede verla todas las noches, el vínculo entre ellos no se debilita; más bien todo lo contrario. Blanca admira los ideales de Pedro y la resolución con la que este se juega su pellejo. En este contexto, comienza a cuestionarse sus privilegios, algo que continuará haciendo a lo largo de toda su vida.

En el capítulo siguiente, a esta idea de amor desinteresado se le opone la del casamiento como institución social capaz de sostener y perpetuar la división de clases: mediante la aparición en Las Tres Marías del conde Jean de Satigny después de la Segunda Guerra Mundial se introduce la noción del matrimonio por conveniencia. Jean de Satigny es un conde francés que llega a Chile envuelto en un halo de misterio. No tiene familia, se desconoce su procedencia y la clase alta se pregunta qué hace un aristócrata europeo en la geografía salvaje y “poco civilizada de Chile”. El conde, sin embargo, presta oídos sordos a estos cuchicheos y se introduce en el seno de la oligarquía chilena.

Si hay algo que le falta a las repúblicas jóvenes de América del Sur y que es anhelado por la élite gobernante es la noción de la nobleza de sangre: en pueblos que acaban de celebrar el centenario de su independencia y cuya población es criolla, mestiza o indígena, la clase gobernante se sustenta sobre el poder que le da el capital, pero desea también la legitimidad que otorga en el mundo occidental el apellido y la estirpe: los ricos chilenos quieren tener en sus familias un apellido de alcurnia que los ate a la historia de Europa. Por eso mismo, aunque Jean de Satigny no dé signos de poseer una fortuna, se transforma en el candidato ideal para las damas solteras de la alta burguesía.

Aquí se pone en juego el choque cultural entre América Latina y los ideales europeizantes. Como hemos dicho, Esteban Trueba es un claro ejemplo de la anglofilia y el europeocentrismo que caracteriza a la clase alta chilena: en su cosmovisión, todo elemento europeo tiene más valor que lo telúrico, polarizándose esta visión en la supremacía de la nobleza y los avances tecnológicos del europeo (y del estadounidense) sobre la pobreza y las cosmovisiones de los pueblos nativos. Los estudios culturales desarrollados en las últimas décadas proponen el abordaje de este tipo de discursos desde una perspectiva poscolonialista.

El poscolonialismo describe las relaciones de poder que se sostienen y se entrecruzan en sociedades mestizas como herencia de la dominación colonial europea. Así, esta teoría sostiene que, aun en repúblicas democráticas y “libres” existen todavía esquemas de dominación real y simbólica ejercidos por las potencias europeas y Estados Unidos que atraviesan todas las prácticas de vida y las subjetividades de sus habitantes.

Esteban Trueba se mueve y somete a sus empleados dentro de ese esquema. Esto implica, también, colocar al individuo y a su subjetividad dentro de la retórica económica del capitalismo. En estas relaciones de poder se establece un valor sobre las vidas: las vidas de los aborígenes no valen nada, las de los mestizos pobres y empleados del campo valen muy poco. La vida del criollo se establece como el estándar, el punto medio y de allí el esquema se mueve hacia las vidas más valiosas: las de la aristocracia y las del europeo, representando, entonces, la aristocracia europea el eslabón más alto de la cadena.

El Conde Jean de Satigny es una representación de ello. Encarna el ideal de refinamiento y estatus que desea alcanzar la alta sociedad chilena, al punto de que algunos elementos del conde, que son descriptos como femeninos en el esquema patriarcal de los estancieros, en vez de ser tomados para la burla como amaneramientos, son respetados como elementos de un gusto refinado al que se debe aspirar: “Usaba zapatos de cabritilla y chaquetas de lino crudo, no sudaba como los demás mortales y olía a colonia inglesa, (…) y hablaba arrastrando las últimas sílabas de las palabras y comiéndose las erres. Era el único hombre que Esteban conocía, que se pusiera esmalte brillante en las uñas y se echara colirio azul en los ojos. Tenía tarjetas de presentación con escudo de armas de su familia y observaba todas las reglas conocidas de urbanidad y otras inventadas por él (…). Los hombres se burlaban a sus espaldas, pero pronto se vio que trataban de imitar su elegancia, sus zapatos de cabritilla, su indiferencia y su aire civilizado” (p. 195). Si ese mismo comportamiento se detectara, por ejemplo, en un peón de campo, o en uno de los hijos de Esteban Trueba, sería castigado y reprimido. Y es así, en la expresión de la subjetividad, como afloran a ojos vista las relaciones de poder en el mundo poscolonial.

Si bien Jean de Satigny manifiesta un profundo interés por Chile, no deja de ser un aristócrata europeo que explota para su propio beneficio la estructura de dominación poscolonial. Su mirada europea delata una profunda ignorancia y un desdén evidente por la cultura de los pueblos originarios, que solo le interesa por el valor de su exotismo en el mercado europeo. Esta ignorancia se pone de manifiesto cuando le propone a Blanca exportar los pesebres de criaturas fantásticas que ella hace en cerámica. “…rondaba delicadamente las cerámicas de Blanca. Llegó, incluso, a proponer a la muchacha exportarlas a otros lugares donde había un mercado seguro para las artesanías indígenas. Blanca trató de sacarlo de su error, explicándole que ella no tenía nada de indio y que su obra tampoco, pero la barrera del lenguaje impidió que él comprendiera su punto de vista” (p. 196). Ese echarle la culpa al lenguaje es una ironía. En la visión europeísta no hay muchas diferencias entre los criollos y los aborígenes, y esos mundos se mezclan y se nivelan por debajo de la nobleza del viejo continente.

Debido a esta fascinación por lo europeo, Esteban Trueba acepta sin dudar la propuesta de matrimonio que Jean de Satigny hace sobre Blanca. Sin embargo, la muchacha se niega rotundamente a tal unión, y comienza a drespreciar al conde. Este, sin embargo, no abandona su interés y comienza a rondar a Blanca con paciencia. En este sentido, el conde francés participa del mismo pensamiento de clases que Esteban Trueba: para él, la institución matrimonial es una transacción económica capaz de asegurarle un futuro opulento en Chile.

Un último elemento a destacar es el cambio que obra en Clara a lo largo de estos capítulos. En el capítulo 5, Clara presiente la desgracia que un terremoto va a traer sobre Chile. La tragedia coincide temporalmente con la Segunda Guerra Mundial y el proceso de posguerra que esta acarrea en Europa. La casa de la estancia se derrumba y Esteban Trueba casi muere aplastado por los escombros. A nivel simbólico, el terremoto implica la destrucción de un mundo y la reconstrucción de uno nuevo: un mundo que comienza a alejarse de las cosmovisiones milenarias de los pueblos originarios y se sumerge en la modernidad. El cambio afecta rotundamente a Clara, quien debe abandonar su conexión con el mundo espiritual y dedicarse de lleno a lo material: en los años siguientes, Clara se transforma en la administradora económica que siempre había evitado ser. Es ella quien devuelve el esplendor a la estancia –guiada por Esteban Trueba desde su convalescencia –y la hace ingresar en la modernidad. Cuando Blanca le hace notar esta transformación, Clara le responde “-No soy yo, hija. Es el mundo que ha cambiado” (p. 181). Y, como veremos en los próximos capítulos, La casa de los espíritus es una novela que nos plantea la transición de una Chile natural, anclada en cosmovisiones preindustriales y precapitalistas, hacia una Chile moderna, industrializada y en tendencia hacia la globalización.

Este cambio en Clara está acompañado de su ruptura con Esteban Trueba: cuando Jean de Satigny descubre el amor entre Blanca y Pedro Tercero, corre a contárselo a Esteban Trueba. Este, enloquecido por la furia, golpea brutalmente a su hija y, cuando su mujer lo enfrenta y le echa en cara que Pedro Tercero ha hecho lo mismo que él, acostarse con mujeres solteras que no pertenecen a su clase, Esteban pierde el control y la golpea de una forma tan brutal que le hace saltar los dientes.

Desde ese día, Clara no vuelve a dirigirle la palabra a su marido. Este pasaje es un punto clave no solo en la transformación de Clara, quien termina de perder su inocencia y su carácter disipado para transformarse en una mujer madura y con los pies en la tierra, sino también en la construcción del personaje de Esteban Trueba. Como se comprobará paulatinamente, Trueba sostiene dos sistemas morales que le permitirán justificar siempre sus actos mientras censura y castiga esos mismos actos en sus rivales. La inversión del esquema de poder entre su accionar, violando a muchachas pobres, y la relación entre Blanca y Pedro Tercero lo llena de un odio profundo que lo impulsa a intentar asesinar al amante de su hija. El capítulo 6 finaliza con el enfrentamiento de estos dos personajes y el fin de la vida de la familia en Las Tres Marías. Así, el cambio que comienza a obrarse a partir del terremoto encuentra pleno desarrollo en los siguientes capítulos.