Resumen
Después de la muerte de Rosa, la vida de Esteban Trueba parece no tener sentido y no considera la posibilidad de regresar a la explotación de la mina. En la casa familiar, su hermana Férula se encarga de cuidar a Ester, su madre enferma, por quien él nunca sintió demasiado afecto.
Férula ha sacrificado su vida para cuidar a su madre y entre ella y Esteban se teje una serie de reproches: su hermana le echa en cara que ella no ha podido casarse ni llevar una vida independiente debido a la enfermedad de Ester, mientras que Esteban goza desde siempre de total libertad. A esto, el joven impetuoso responde que él se ha encargado desde siempre de proveer el sustento económico para la casa, y que gracias a él ni a su hermana ni a su madre les ha faltado nada.
Oprimido por el ambiente familiar, Esteban Trueba decide viajar a Las Tres Marías, la estancia familiar de provincia que ha quedado abandonada por quince años. Parte en tren y desde la estación hasta la estancia logra que un leñador lo lleve en carreta esos 20km. Abandonada, la casa principal se encuentra en condiciones deplorables. A su alrededor, las dependencias de la estancia son casi ruinas en las que viven las familias, empobrecidas al extremo, de quienes antes fueran los peones de estancia.
Esteban increpa a esas personas que viven en la miseria y les dice que si desean quedarse a vivir allí tendrán que trabajar. A cambio, él les dará todo lo que necesiten. Las familias se muestran reticentes, pero todas se quedan y Esteban pone al mando a un hombre que destaca entre todos ellos: Pedro Segundo García.
En los siguientes diez años, Esteban se dedica a transformar Las Tres Marías en una estancia próspera y rica. Para ello, explota a sus peones haciéndolos trabajar de sol a sol y pagándoles con créditos que solo pueden gastar en el almacén que él mismo dirige. A su vez, construye nuevas casas de ladrillos y hasta una escuela para que los niños y las niñas puedan aprender a leer, así como los rudimentos de las matemáticas.
La relación de Esteban con sus empleados es tirana: el patrón hace cumplir su voluntad sin dar derecho a réplica y haciendo sentir a la población de Las Tres Marías que cada cosa que hace por ellos es un favor especial y no un derecho que se han ganado. Asimismo, la soledad en la que vive lo transforma poco a poco en un salvaje: deja de bañarse con regularidad, no se afeita ni se corta el cabello y tampoco suele cambiarse la ropa.
Durante los años de trabajo en la estancia Esteban tampoco se casa. Pero no puede resistir la necesidad que tiene de mantener relaciones sexuales con una mujer y termina por violar a Pancha, la hermana de Pedro Segundo García, una niña de alrededor de 15 años. Una vez consumada la violación, Esteban le ordena que trabaje en su casa, y la muchacha se transforma en su concubina. Pancha queda embarazada, pero antes de dar a luz Esteban la echa, ya que aborrece la idea de tener hijos bastardos.
Esta primera violación es seguida por una práctica sistemática: Esteban abusa de todas las niñas de su estancia y de las vecinas también. Ante las quejas de los peones o los familiares de las niñas, responde con violencia y amenazas. Sus peones incluso encuentran, en más de una ocasión, los cuerpos acribillados a escopetazos de algunos trabajadores de estancias vecinas que se habían quejado de la conducta brutal de Esteban.
Al décimo año de trabajar en Las Tres Marías y de amasar con ello una fortuna, Esteban recibe un telegrama de su hermana, Férula, en el que le avisan que su madre está por morir. Por esta razón, después de diez largos años, decide regresar a la ciudad y volver a encontrarse con su familia. Antes de marcharse, deja al mando a Pedro Segundo García y le indica, con el tono de una amenaza, que él responderá a su regreso por lo que suceda en Las Tres Marías.
Análisis:
El capítulo 2 gira en torno a la figura de Esteban Trueba, quien será uno de los personajes principales, así como de los más problemáticos, de toda la novela. Esteban es un joven que ha pasado privaciones durante toda su infancia, y que de ellas ha aprendido a trabajar sin cuestionar su suerte y a ser extremadamente orgulloso. Alto y flaco, con una mirada en la que la desconfianza se mezcla con la altanería, “su rasgo predominante era el mal genio y la tendencia a ponerse violento y perder la cabeza” (p. 52).
Junto a él, su hermana es otro personaje cuya profundidad psicológica utiliza Allende para explorar las contradicciones y las tensiones que pueden albergarse en un ser humano. De Férula nos dice que
tenía el alma atormentada. Sentía gusto en la humillación y en las labores abyectas, creía que iba a obtener el cielo por el medio terrible de sufrir iniquidades, por eso se complacía limpiando las pústulas de las piernas enfermas de su madre, lavándola, hundiéndose en sus olores y en sus miserias, escrutando su orinal (…). Era de gestos bruscos y torpes, con el mismo mal carácter que su hermano, pero obligada por la vida y por su condición de mujer, a dominarlo y a morder el freno. (p. 53)
En la pareja de hermanos se encarnan una serie de valores negativos que funcionan a modo de contrapunto con la presentación de las hermanas Clara y Rosa en el capítulo 1: mientras que las hijas de la familia Del Valle representan la belleza y la clarividencia, los hermanos Trueba son una combinación de prepotencia, ira y resentimientos que los transforman prácticamente en los antagonistas de la novela.
El contrapunto entre los hermanos se desarrolla en gran medida a nivel estilístico, mediante una profusa adjetivación y la enumeración de rasgos. Estas enumeraciones, a su vez, se enlazan en cadenas de repetición que crean el ritmo de la novela y contraponen a la narración de acciones el peso de las descripciones. Por ejemplo, el carácter de Férula se perfila con claridad por medio de estas estructuras: “Le molestaba tener que quedarse encerrada entre esas paredes hediondas a vejez y a remedios, desvelada con los gemidos de la enferma, atenta al reloj para administrarle sus medicinas, aburrida, cansada, triste, mientras que su hermano ignoraba esas obligaciones. Él podría tener un destino luminoso, libre, lleno de éxitos” (p. 55). Hay en este pasaje una tríada de adjetivos que se enlazan para describir a Férula: "aburrida, cansada, triste". En la oración siguiente, a esos tres adjetivos negativos se le contraponen otros, positivos, para representar a Esteban: "luminoso, libre, lleno de éxitos". En este vaivén se contraponen las figuras de los hermanos y se resalta, desde el proceso estilístico, su rivalidad.
Cuando Esteban se instala en Las Tres Marías y se transforma en el patrón de la estancia, otro aspecto de su personalidad se pone en juego y abre el relato a una dimensión política y social que se desarrollará a lo largo de toda la novela: la relación de poder en las estructuras sociales, la dominación y la sumisión entre clases sociales, representada a través de los discursos y las acciones de los personajes.
Esteban llega a Las Tres Marías, encuentra un rancherío miserable habitado por grupos familiares sumidos en la pobreza extrema. Automáticamente y sin dudarlo, se proclama patrón y anuncia que todos ellos deberán trabajar con esmero si desean habitar allí. Si eso no les gusta, son libres de abandonar la estancia. El discurso que establece es desde el primer momento autoritario y establece una relación de amo-esclavo entre Esteban y las familias de la estancia:
—Yo soy el patrón ahora. Se acabó la fiesta. Vamos a trabajar. Al que no le guste la idea, que se vaya de inmediato. Al que se quede no le faltará de comer, pero tendrá que esforzarse. No quiero flojos ni gente insolente, ¿me oyeron?
Se miraron asombrados. No habían comprendido ni la mitad del discurso, pero sabían reconocer la voz del amo cuando la escuchaban.
—Entendimos, patrón —dijo Pedro Segundo García—. No tenemos donde ir, siempre hemos vivido aquí. Nos quedamos.” (p. 62)
Lo único que tiene Esteban para imponerse es la posesión de la tierra, pero en esta actitud prepotente del terrateniente (aunque sea un sujeto sumido en la pobreza) y en la sumisión de los peones se cristaliza y perpetúa una estructura social de dominación y avasallamiento. La ignorancia de aquellas familias empobrecidas y la validación que Esteban recibe de las instituciones sociales y del Estado promueven la reproducción de estructuras sociales ya establecidas con rigidez. Como indicara el sociólogo francés Pierre Bourdieu (2014), existen estrategias de reproducción social que apuntan al sostenimiento de esas condiciones sociales a lo largo del tiempo y que evitan, entonces, la movilidad de clases.
Una de las primeras es la estrategia sucesoria, que apunta a garantizar la transmisión del patrimonio material entre las generaciones. En su universo de representaciones, Esteban sostiene un derecho legítimo de mandar sobre esas personas y someterlas a los trabajos más agotadores por el simple hecho de ser el dueño de la tierra. Dentro del mismo esquema, los peones “agachan la cabeza” puesto que también reconocen esta regla de juego y se consideran (por herencia, por aprendizaje) inferiores al dueño de la estancia.
A esta se le suma la estrategia educativa, que consiste en generar instituciones y prácticas educativas que sostengan la rigidez social. En Las Tres Marías, Esteban promueve la educación de los hijos y las hijas de los peones y hasta termina por construir una escuela. Pero sobre la enseñanza tiene una visión particular: “todos los niños y adultos de Las Tres Marías debían aprender a leer, escribir y sumar, aunque no era partidario de que adquirieran otros conocimientos, para que no se les llenara la cabeza con ideas inapropiadas a su estado y condición” (p. 70). Está claro que Esteban quiere mantener a una población ignorante para dominarla sin problemas y que esa estructura, que le permite la explotación desmedida de los peones, se cristalice y le siga generando ganancias.
En este sentido, Esteban sostiene un doble discurso que va creciendo en violencia y brutalidad a lo largo del capítulo. Isabel Allende intercala en el relato en tercera persona algunos pasajes en primera donde Esteban nos da su propia visión del mundo y de su obra en Las Tres Marías, y es a través de sus propios ojos que podemos observar el grado de violencia simbólica que ejerce sobre sus empleados. Siempre sosteniendo la excusa del progreso, cuando nos habla en primera persona Esteban se perfila como el salvador de aquellos pobres desdichados: él ha venido a mejorar su calidad de vida, a sacarlos de sus ranchos de barro y paja y construirles casas de ladrillos, a darles una dignidad que no tenían, a alimentarlos con una comida sólida al día y a educarlos. Pero ese discurso progresista en realidad esconde en su doblez el sistema de explotación que genera sobre sus empleados y que queda ilustrado en su máxima expresión con el método de pago que establece por el trabajo en la estancia: “El patrón compraba las cosas al por mayor y lo revendía al mismo precio a sus trabajadores. Impuso un sistema de vales, que primero funcionó como una forma de crédito y con el tiempo llegó a reemplazar al dinero legal. Con sus papeles rosados se compraba todo en la pulpería y se pagaban los sueldos” (p. 71). Esteban encuentra siempre una forma de justificar su accionar al decir simplemente que aquellos peones antes vivían peor, y que gracias a él sus vidas son más confortables.
La virulencia de la conducta de Esteban estalla con la violación de Pancha García, una joven de 15 años que no tiene voz ni poder de decisión sobre su persona y que se transforma en su concubina. A esa acto le sigue la violación sistemática, durante los nueve años de trabajo que realiza Esteban en Las Tres Marías, de cuanta niña y joven cayera en sus garras. Otro aspecto de su psicología es el machismo y la misoginia. Y estos también están asociados, como nos hace notar el texto, a un pensamiento conservador y clasista: las mujeres solo sirven para estar en la casa, nos dice Esteban, quien se horroriza de conductas como las de Nívea Del Valle, que pide el voto femenino, entrega panfletos en la calle pidiendo la educación universitaria para mujeres y se encadena al congreso para protestar por los derechos:
—¡Esa señora está mal de la cabeza! —decía Trueba—. Eso sería ir contra la naturaleza. Si las mujeres no saben sumar dos más dos, menos podrán tomar un bisturí. Su función es la maternidad, el hogar. Al paso que van, cualquier día van a querer ser diputados, jueces, ¡hasta Presidente de la República! Y mientras tanto están produciendo una confusión y un desorden que puede terminar en un desastre. Andan publicando panfletos indecentes, hablan por la radio, se encadenan en lugares públicos y tienen que ir la policía con un herrero para que corte los candados y puedan llevárselas presas, que es como deben estar. (pp. 77-78)
A través de estos pensamientos de Esteban y su accionar en Las Tres Marías, la autora desarrolla como tema la lucha de clases y la tensión entre el partido conservador y los liberales. Esteban es un claro ejemplo de una clase social conservadora que utiliza el progreso de la técnica solo con fines de enriquecer su patrimonio, pero que no está interesado en un progreso social generalizado.
En las estructuras de poder de la estancia se pueden contemplar, a nivel micro, las luchas de poder que se están jugando en todo el país. Y es por esta razón que no puede dejar de pensarse cada paso que da Esteban como una acción política, es decir, una acción que pone de manifiesto cómo se estructuran y hasta dónde llegan las relaciones de poder, de sometimiento y de sumisión.
Tal como lo plantea el filósofo Michel Foucault (2014),
El poder político es mucho más profundo de lo que se sospecha. Hay centros y puntos de apoyo invisibles, poco conocidos. Puede ser que no sea suficiente con sostener que, detrás del gobierno, detrás del aparato del Estado, hay una clase dominante. Es necesario situar el punto de actividad, los lugares y las formas en que se ejerce esa determinación […] si no se logra reconocer estos puntos de apoyo del poder de clase, se corre el riesgo de permitirles continuar existiendo y ver cómo se reconstruye este poder de clase después de un proceso revolucionario aparente”. (Foucault, p. 19)
En este sentido, todo el capítulo 2 de La casa de los espíritus realiza, si se queire, un proceso inverso: construye las relaciones del poder desde el individuo hasta llegar al Estado. Esto queda patente cuando Esteban complementa sus conductas de dominación territorial en la estancia con el clientelismo en las elecciones presidenciales: ante la llegada de la votación, primero amenaza a sus peones para que voten al partido conservador y luego hace una fiesta y les da carne y alcohol en abundancia. Cuando los peones están ya ablandados por la fiesta, los sube a las carretas y los lleva a votar. En este contexto, el triunfo del partido conservador es el triunfo de Esteban, de la fuerza y la prepotencia en el uso de los medios de producción sobre el proletariado, representado en esos peones de estancia.