El teléfono (Motivo)
El teléfono aparece en la novela como un instrumento de comunicación moderno que solo transmite malas noticias. Esteban Trueba lo odia por eso mismo, y en él ve un signo negativo del progreso. Así, cada vez que recibe una noticia que lo contradice, destruye el aparato y jura no volver a tener uno.
En este sentido, el teléfono aparece repetidas veces a lo largo de la narración y vehiculiza siempre la misma carga simbólica para Esteban Trueba. La primera vez, al poco tiempo de instalarlo en Las Tres Marías (y cuando se trataba de una novedad en el país), Esteban Trueba lo destruye después de recibir la llamada del colegio de Monjas en la que le avisan sobre la expulsión de Blanca. Años más tarde, repite el comportamiento cuando sus hijos lo llaman para avisarle que Blanca está embarazada. El teléfono pone de manifiesto, con mucha ironía, la incapacidad de Esteban Trueba para comunicarse con sus hijos a lo largo de la novela.
El velero (Alegoría)
La imagen de un velero se utiliza a lo largo del relato como una alegoría de la vida y de los estados de ánimo de los personajes. La imagen se construye en primer lugar asociada a la habitación de Clara: su "cama con dosel y cortinas de gasa que parecía un velero navegando en el agua mansa de la seda azul" (p. 109). A partir de esta primera imagen, la idea del velero (o del barco) vuelve a repetirse como alegoría, y la narradora dice que recorren aguas mansas o turbulentas, dependiendo de la época que les toca vivir a los personajes.
Por ejemplo, durante la toma de la facultad, Alba expresa sus sentimientos recurriendo a la misma imagen: "Alba tenía la sensación de estar en un barco a vela en un mar inmutable, sin una brisa, en una eterna y silenciosa espera, inmóvil, oteando el horizonte durante horas" (p. 340). Así, Alba utiliza el velero para referirse simbólicamente a etapas de la vida de sus abuelos y de la suya propia. Durante la dictadura, los perseguidos y detenidos -entre ellos, Alba -"iban a flote en una balsa sobre un mar de lamentos" (p. 434).
Al finalizar el relato, luego de haber navegado las aguas turbulentas de la dictadura, se encuentra otra vez en la tranquilidad de las aguas mansas. Cuando su abuelo muere, se encuentra acostado en la cama de Clara, y Alba escribe sobre ese momento: "Ahora está tendido en el velero de agua mansa, sonriente y tranquilo, mientras yo escribo sobre la mesa de madera rubia que era de mi abuela" (p. 443).
La quema de libros (Símbolo)
Cuando los militares irrumpen en La casa de la esquina, juntan todos los libros que encuentran en la casa y los prenden fuego en el patio. La gran hoguera simboliza el miedo que el poder tiene al conocimiento, a las personas instruidas y a todo lo que es diferente y diverso. Por eso se queman, por ejemplo, los libros de historias fantásticas del Tío Marcos.
La muerte de 'Barrabás' (Símbolo)
Barrabás, el perro de Clara, muere en el momento en que ella se compromete con Esteban Trueba. Esta muerte simboliza la transición de Clara a la vida matrimonial. Hasta el momento, Barrabás era su único compañero y en él depositaba todo su amor. Esteban Trueba lo transforma en una alfombra que coloca en la habitación de Clara en su nueva casa, gesto que simboliza el poder del hombre y el derecho que cree tener de subyugar y dominar a su mujer.
El zorro y las gallinas (Alegoría)
El viejo Pedro Tercero le cuenta una fábula a su nieto y con ella Pedro Tercero hace una canción de protesta. Se trata del cuento del zorro y las gallinas: un día, en el corral, las gallinas se ponen de acuerdo para enfrentar a un zorro que se mete todas las noches en el gallinero para robar huevos y comerse a los pollitos. Las gallinas se organizan, lo esperan y lo matan a picotazos. Como alegoría, Pedro Tercero utiliza este acto para mostrarle a los campesinos cómo pueden rebelarse contra el patrón si se organizan.