"En mi cabeza, miles de monstruos jugaban dolorosamente a pasarse la pelota, aunque la pelota era un misal con las tapas de piel" (p. 30). (Metáfora)
Esta metáfora describe la confusión y el conflicto interior que experimenta Kambili. Jaja acaba de desafiar a su padre, y este le ha arrojado su pesado misal. Encerrada en su habitación, Kambili no para de pensar en los cambios hacia los que se precipita su familia; la crianza de su padre la ha llenado de miedo y la ha vuelto insegura, por eso todos esos "monstruos" aparecen y dan vueltas en su cabeza. A partir de este momento, Kambili reflexiona sobre los acontecimientos que desencadenaron la rebelión de su hermano.
"... tenía la mirada vacía, como la de los locos del pueblo que deambulaban por los contenedores de basura..." (p. 49). (Símil)
Cuando la madre regresa a Enugu tras su hospitalización debido a la golpiza que le ha propinado Eugene, lo primero que nota Kambili es su mirada. La comparación con la mirada de los locos que andan deambulando por las calles muestra de forma contundente el extravío que sufre la madre tras todo el sufrimiento al que la ha sometido su marido.
"Aunque rezábamos en voz alta (...) nos envolvía un velo de silencio" (p. 73). (Metáfora)
Esta metáfora representa con potencia cómo se desarrolla la vida de Kambili: envuelta en un velo de silencio. La narradora ha aprendido a hablar solo para realizar los intercambios básicos y estereotipados dentro de su familia, pero no tiene voz más allá de eso. De la misma manera, los intercambios de la familia son estereotipados y están pautados por el padre; en verdad, entre ellos no existe una comunicación profunda, y ese "velo de silencio" se le hace evidente a Kambili aun mientras están rezando o hablando durante los almuerzos y las cenas.
"Los barrotes quemaban tanto como las asas de una olla recién retirada del fuego" (p. 262). (Símil)
Esta cita sirve para ilustra el calor agobiante que se cierne sobre Nsukka. Los personajes no encuentran un lugar de la casa en el que escapar del clima; afuera hace tanto calor como en la cocina de la casa, y Amaka recuerda los dichos de su abuelo sobre el calor: tanto sol solo puede augurar la inminencia de las lluvias.
"... eso era lo que tía Ifeoma hacía con mis primos: les levantaba el listón cada vez un poco más al hablarles de la forma en la que lo hacía, al aumentar sus expectativas en lo que esperaba de ellos..." (p. 226). (Metáfora)
En este pasaje, Kambili recurre a una metáfora del ámbito del atletismo para describir la educación que Ifeoma imparte sobre sus hijos. Kambili acaba de ver cómo el padre Amadi corre el listón que los jóvenes deben saltar cuando estos no lo están viendo, obligándolos así a superarse sin siquiera darse cuenta. De forma análoga, Ifeoma desafía constantemente a sus hijos y "sube el listón" para que estos puedan seguir superándose. Kambili desearía que su padre actuara igual y que sus estímulos no fueran el temor constante a recibir una golpiza.