La flor púrpura

La flor púrpura Temas

La madurez

Kambili y Jaja alcanzan la mayoría de edad como resultado de sus experiencias de vida y, principalmente, de los intercambios con sus primos en Nsukka. El libro comienza con Jaja rebelándose contra su devoto padre católico al saltarse la comunión el Domingo de Ramos, una importante fiesta religiosa. Los siguientes capítulos detallan los eventos que conducen al desafío de Jaja. El libro es narrado por Kambili tres años después de este incidente. Durante su niñez y su adolescencia, marcadas por la violencia de su padre, Kambili apenas habla y, cuando lo hace tartamudea o comienza a toser y debe callarse. Su narración es, entonces, más impactante porque demuestra que la joven ha logrado encontrar su propia voz después de tanto sufrimiento. Tanto Kambili como Jaja avanzan hacia la edad adulta superando la adversidad y descubriendo nuevas realidades y formas de pensar.

Parte de crecer implica construir la identidad propia mediante la elección de qué caminos seguir y cuáles rechazar. En Enugu, el único camino que pueden seguir Kambili y Jaja es el que indica el padre, quien confecciona sus horarios y los castiga severamente cuando se desvían de lo que él considera que es el camino hacia la virtud. Cuando Kambili y Jaja visitan a su tía Ifeoma en Nsukka, quedan asombrados por lo que encuentran. Aunque su casa es pequeña y carece de lujos, está llena de amor y respeto. A sus hijos, Amaka y Obiora, se les permite cuestionar la autoridad y elegir sus propios caminos. Obiora, aunque es tres años menor que Jaja, es elocuente y suele hablar libremente; el muchacho ha sido iniciado en la cultura igbo mediante la realización de un rito de virilidad. A Jaja su padre no le permitió participar del rito, por considerarlo pagano, y el joven se avergüenza de estar rezagado con respecto a su primo. En Nsukka, se anima a Jaja a reconsiderar sus lealtades y tomar sus propias decisiones.

La tía Ifeoma también anima a Kambili a reconsiderar su postura sobre Papa-Nnukwu, su abuelo. Según las enseñanzas de su padre, su abuelo es un pagano. Pero cuando examina su rostro, no ve en él signos de impiedad. Después de presenciar su ritual de inocencia, Kambili cuestiona el gobierno absoluto de su padre. Tanto Kambili como Jaja dan pasos importantes hacia la edad adulta al reclamar su individualidad. El hibisco de flores púrpuras que Jaja planta en su casa y que florece al final de la novela es un símbolo de la maduración de los personajes.

La religión

La flor púrpura tiene como tema principal la religión, y todos sus posibles abordajes en Nigeria, un pueblo marcado por la fusión del colonialismo occidental con las tradiciones de los pueblos originarios

La religión es la dimensión fundamental de la vida de los Achike. Eugene es un fundamentalista católico que renuncia a sus raíces nigerianas y a las tradiciones igbo y sigue a rajatabla todos los preceptos del catolicismo, alentado principalmente por el padre Benedict, un hombre blanco de Inglaterra que dirige sus misas según la costumbre europea. Eugene utiliza su fe para justificar el abuso que comete sobre su familia: los brutales castigos físicos que ejerce sobre sus hijos y su esposa son métodos para corregir las desviaciones pecaminosas de sus conductas y volver a encarrilarlos en el camino de la fe y la virtud.

La familia de tía Ifeoma en Nsukka, y su conexión con el padre Amadi, pone de manifiesto otra forma de experimentar la religión, mucho más tolerante y liberal. El padre Amadi es un sacerdote africano que mezcla el catolicismo con las tradiciones igbo. Cree que la fe es más simple y más compleja que lo que predica el padre Benedict. El padre Amadi es un hombre africano moderno que tiene conciencia cultural, pero que está influenciado por la historia colonial de su país. No es un absolutista moral como Eugene y su Dios no es una figura que debe ejercer miedo en los feligreses, sino un medio para vivir en armonía y tolerancia. La religión, cuando la ejerce alguien amable, puede ser una fuerza positiva, como lo es en la vida de Kambili.

Papa-Nnukwu, por su parte, es un tradicionalista. Sigue los rituales de sus antepasados ​​y cree en un modelo panteísta de religión -es decir, cree en un gran número de dioses que representan las fuerzas naturales operando activamente sobre el mundo-. Aunque tanto su hijo como su hija se convirtieron al catolicismo, Papa-Nnukwu se aferró a sus raíces. Cuando Kambili es testigo de su ritual matutino, se da cuenta de que sus creencias no son tan diferentes como parecen. Poco a poco, la fe de Kambili comienza a extenderse más allá de los límites de una religión. Cuando es testigo del milagro en Aokpe, se confirma la devoción de Kambili. La tía Ifeoma está de acuerdo en que Dios estuvo presente a pesar de que ella no vio la aparición. Dios está alrededor de Kambili y su familia, y puede tomar cualquier forma, incluso la de una sonrisa.

El colonialismo

El colonialismo es un tema complejo, tanto en la novela como en Nigeria. Para Papa-Nnukwu, el colonialismo es una fuerza maligna que esclavizó al pueblo igbo y erradicó sus tradiciones. Para Eugene, el colonialismo es responsable de su acceso a la educación superior y a la religión verdadera, el catolicismo. El padre Amadi, por su parte, le debe su fe a la presencia de Inglaterra en Nigeria, pero no ve ninguna razón para que las viejas y las nuevas culturas no puedan coexistir. El padre Amadi representa la Nigeria moderna, inserta en el mundo global.

Eugene es el producto de una educación colonialista. Fue educado por misioneros y estudió en inglés; Abandonó las tradiciones de sus antepasados ​​y elige siempre hablar en inglés, con acento británico, antes que en igbo. Su casa está llena de lujos occidentales, como televisión satelital y equipos de música (aunque sus hijos no tengan permitido usarlos).

Amaka asume que Kambili sigue a las estrellas pop estadounidenses -otra forma de colonialismo en la posmodernidad -mientras que ella escucha a los músicos que abrazan su herencia africana. Esta concepción también pone de manifiesto nuevas relaciones de poder entre la cultura occidental y las tradiciones nigerianas. El colonialismo no es algo del pasado, sino que está presente en una infinidad de gestos cotidianos que solapan la continua dominación occidental. Amaka es un personaje que pone de manifiesto estas estructuras. Un ejemplo de ello es el rechazo a elegir un nombre blanco para su confirmación, algo que parece una tontería para Ifeoma, pero que para la joven es una clara muestra de sumisión de la cultura africana a la occidental.

La política

Tanto Kambili como Nigeria atraviesan cambios dramáticos. El clima político de Nigeria y el drama interno de la familia Achike están entrelazados. Después de que Nigeria declarara su independencia de Gran Bretaña en 1960, un ciclo de violentos golpes de estado y dictaduras militares condujo a una guerra civil, que condujo, a su vez, a un nuevo ciclo de sangrientos disturbios. Incluso la democracia se ve obstaculizada por la corrupción generalizada en el gobierno.

La flor púrpura no hace referencia a un periodo histórico explícitamente referenciado, sino que construye desde la ficción la situación política de la Nigeria de los años 80. En la novela hay un golpe que culmina en un gobierno militar. El padre y su periódico, el Standard, critican la corrupción introducida por un líder que no es elegido por el pueblo. Irónicamente, el padre es un dictador moralista en su propia casa y castiga a sus hijos cuando se desvían del camino elegido para ellos. Luego del asesinato de la muerte de Ade Coker, el padre no puede controlar su estado de agitación y un día golpea a Kambili con tanta fuerza que la hospitalizan en estado crítico. Tanto en Nigeria como en el hogar, la violencia engendra violencia.

El personaje de Ade Coker está inspirado en Dele Giwa, un periodista y crítico abierto del gobierno nigeriano que fue asesinado con una carta bomba en su casa en 1986. Esta referencia implícita podría indicar al lector que la novela transcurre hacia finales de la década de 1980, durante el gobierno militar de Ibrahim Babangida.

Al principio de la novela, Kambili y Jaja se mantienen alejados de los disturbios. Son testigos de protestas y bloqueos de carreteras desde la seguridad de su automóvil. Pero cuando llegan a Nsukka, se ven envueltos en el debate político. Obiora dice que la universidad es un microcosmos de Nigeria, gobernada por un hombre que reúne todo el poder. Se ha retenido el pago de los profesores y el suministro eléctrico es interrumpido con frecuencia. Los trabajadores y técnicos médicos se declaran en huelga y los precios de los alimentos suben. Hay rumores de que el único administrador está desviando fondos destinados a la universidad. Este es un paralelo de lo que está sucediendo en el país en general. Kambili y Jaja ahora comprenden de primera mano la lucha de sus primos. Lo personal se vuelve político y viceversa.

El silencio y la censura

Varios personajes están atrapados en el silencio a lo largo de la novela. Kambili es la que más sufre, incapaz de hablar sin tartamudear o toser, salvo para los intercambios más simples y estereotipados con sus padres. Su silencio es producto del abuso que sufre a manos de su padre y de la censura que experimentan los hijos y la esposa de Eugene Achike. Kambili no se permite decir la verdad sobre la situación que vive en su casa. Cuando sus compañeros de clase se burlan de ella por ser una snob, ella no explica que no socializa por miedo.

Kambili comienza a transitar un cambio lento pero constante cuando se instala por un tiempo en Nsukka, con la familia de su tía. Gracias a ese cambio paulatino, finalmente aprende a decir lo que piensa y puede contestar a las provocaciones de su prima, Amaka. Cuando Kambili comienza a defenderse y a encontrar su voz, Amaka comienza a respetarla y entre ellas termina generándose una poderosa amistad. En dicho proceso, el padre Amadi es un elemento clave, pues ayuda a la muchacha a encontrar su voz y expresar lo que le sucede.

Los títulos de la segunda y cuarta sección son "Hablando con nuestros espíritus" y "Un silencio diferente". Kambili y Jaja se comunican a través de sus ojos, incapaces de pronunciar la fea verdad de su situación familiar. La madre, al igual que su hija, no puede hablar libremente en su propia casa. Solo con la tía Ifeoma puede comportarse con autenticidad. El silencio que cae sobre Enugu después del asesinato del padre es, como sugiere el título, diferente. Es un silencio honesto, que no está impuesto por nadie ni responde a la censura ejercida por medio de la violencia. La madre y Kambili saben la verdad sobre la muerte de Eugene, y no hay nada más que decir al respecto. El silencio de Jaja delata la dureza que se ha apoderado de él en la cárcel. No hay nada que pueda decir que ponga fin al tormento que experimenta. Las cintas que envía tía Ifeoma con las voces de sus hijos son el único respiro que tiene.

El silencio también se usa como castigo. Cuando Kambili y Jaja llegan a Nsukka para la Pascua, Jaja se niega a hablar con su padre cuando lo llama. Tras los años de silencio que ha impuesto a sus hijos, estos lo utilizan como un arma en su contra. El gobierno también silencia a Ade Coker al asesinarlo después de que imprima una historia condenatoria en el Standard, lo que pone en evidencia el nivel de censura al que está sometida la sociedad nigeriana. Cuando los soldados asaltan el piso de tía Ifeoma, están tratando de silenciar su simpatía por los estudiantes que realizan los disturbios mediante la intimidación. Así, queda claro que el silencio es una de las formas en que se ejerce la violencia.

La violencia doméstica

En varias ocasiones, Eugene Achike golpea a su esposa y a sus hijos cada vez que considera que estos cometen alguna acción inmoral. Cuando la madre no quiere visitar al padre Benedict porque está enferma, Eugene la golpea tanto que ella sufre un aborto espontáneo. Cuando Kambili y Jaja comparten la casa con un pagano, aunque se trate de su propio abuelo, el padre les vierte agua hirviendo en los pies porque han caminado voluntariamente hacia el pecado. Por poseer una pintura de Papa-Nnukwu, Kambili es pateada casi hasta la muerte.

El padre justifica la violencia que inflige a su familia, diciendo que es por su propio bien. Las palizas han dejado mudos a sus hijos. Kambili y Jaja viven reprimidos y no se les permite llegar a la edad adulta, ya que la madurez a menudo implica cuestionar a la autoridad. Cuando Ade Coker bromea diciendo que sus hijos son demasiado callados, el padre no se ríe. En verdad, Kambili y Jaja le tienen un miedo atroz a su padre, quien no los anima a crecer y tener éxito, sino que solo los amenaza y los golpea si no rinden al máximo. Esto afecta especialmente a Jaja, quien se avergüenza de estar tan atrás de Obiora tanto en inteligencia como en su masculinidad, representada en el rol del protector de la familia. Al liberarse del yugo paterno, Jaja termina también rechazando la fe católica.

El abuso pone de manifiesto también el machismo subyacente a la cultura nigeriana y al catolicismo. Cuando la madre le dice a su hija que está embarazada, menciona que abortó varias veces después del nacimiento de Kambili. Dentro de la narrativa de la novela, la madre pierde dos embarazos debido a la violencia de su esposo, y el lector comprende que los otros abortos espontáneos también pueden haber sido causados ​​por estas palizas. Cuando sufre un aborto espontáneo, el padre hace que los niños recen novenas especiales por el perdón de su madre. Aunque él tiene la culpa, insinúa que esta es culpa de la madre. Tal es la alienación que vive la madre, que no cree que pueda existir algo fuera del matrimonio, y acepta la conducta de su esposo como algo natural de la relación de poder que se establece entre marido y mujer. Sin embargo, al final de la novela, es la madre quien envenena a su marido, ya que no encuentra otra salida para protegerse a sí misma y a sus hijos. El abuso la ha reprimido hasta el punto de que debe recurrir al asesinato para escapar.

La naturaleza

El hibisco púrpura que da nombre a la novela es una representación de la libertad y la esperanza. Jaja se siente atraído por el inusual hibisco, creado por un botánico amigo de tía Ifeoma. Para Jaja, esta flor única es la esperanza de que se puede crear algo nuevo, que desafíe las estructuras establecidas y heredadas; el joven, que anhela liberarse de su padre, se lleva a casa un tallo de hibisco púrpura y lo planta en su jardín. También se lleva a casa todos los aprendizajes obtenidos en casa de su tía. Cuando el hibisco púrpura florece, también lo hacen Jaja y su rebelión.

Las actitudes cambiantes de Kambili hacia la naturaleza ponen de manifiesto su etapa de transformación y crecimiento. Durante una de las primeras veces que se ducha en Nsukka, Kambili encuentra una lombriz de tierra en la bañera. En lugar de convivir con ella, la arroja al inodoro. Cuando el padre Amadi la lleva a que le trencen el cabello, ella observa cómo un caracol resuelto sale repetidamente de una canasta y se identifica a sí misma con los esfuerzos del caracol: también ella quiere escaparse de Enugu, aunque sea a la rastra. Más tarde, cuando se baña con el agua de lluvia, vuelve a encontrar una lombriz, pero esta vez la deja en paz.

Al inicio de la novela, Kambili sueña despierta mientras mira los árboles frutales y florales en su jardín, símbolos de riqueza y opulencia. Cuando regresa de Nsukka después de que su madre haya tenido un aborto espontáneo, Kambili se siente asqueada por el olor la fruta que se descompone en su jardín. La podredumbre simboliza la enfermedad en la casa Achike, pero también pone de manifiesto que Kambili está viendo su hogar con nuevos ojos.

El clima también juega un papel en la novela. Cuando Ade Coker muere, hay fuertes lluvias. Después del Domingo de Ramos, un viento violento arranca varios árboles y hace que la antena parabólica se estrelle contra el suelo. La lluvia y el viento reflejan el drama que se desarrolla en la vida de los Achike.

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