La flor púrpura

La flor púrpura Resumen y Análisis Parte 2, Capítulos 7-10

Resumen

Parte 2: Hablando con nuestros espíritus. Antes del Domingo de Ramos

Capítulo 7

De camino a misa el día de Navidad, Kambili y su familia se cruzan con tía Ifeoma y sus hijos, y la narradora repara en el lápiz labial rojo que usan tanto su tía como Amaka. El sermón es pronunciado por un cura visitante, totalmente en igbo, a diferencia de lo que ocurre en su iglesia habitual y los servicios del padre Benedict. El cura habla de dinero y corrupción en lugar del sermón habitual de Navidad, lo que genera un gran malestar en Eugene. Los Achike se sientan en el primer banco, un lugar de honor, junto a los únicos dos hombres más prominentes que Eugene: el Jefe Umedi y los “Igwe” (p. 100), es decir, los jefes de Abba. Después de la misa se realiza una recaudación de fondos para la iglesia, y Eugene les entrega un cheque generoso que hace bailar al cura, un comportamiento ante el cual Eugene se escandaliza y abandona la iglesia.

Al regresar, encuentran su hogar abarrotado de gente, ya que toda la ummuna ha venido a comer a su recinto. Tía Ifeoma y sus hijos llegan a almorzar. Los primos de Kambili están fascinados por los lujos de la casa Achike. Cuando llega el Igwe, Ifeoma y Amaka se inclinan levemente por respeto, aunque guardan distancia y no hacen una reverencia como otras mujeres; a pesar de que los Igwe se convirtieron, él todavía lleva a cabo tradiciones paganas, por lo que Eugene permite que su familia le dé la mano en lugar de hacer una reverencia.

Kambili oye a su madre diciéndole a tía Ifeoma que le pida a su hermano algunas bombonas de gas de todas las que tiene en la fábrica. Tía Ifeoma ha rechazado su ayuda en el pasado porque su hermano esperaba que ella se uniera a los Caballeros Misioneros de San Juan, que enviara a Amaka a la escuela del convento e incluso que dejara de usar maquillaje. Ifeoma le recuerda a su cuñada los desacuerdos de su difunto esposo, Ifediora, con Eugene. Ella misma no puede ponerse de acuerdo con su hermano, y le reprocha no ocuparse de su padre, que está viejo y cerca de la muerte y Eugene se niega a verlo. Con respecto al fanatismo religioso de su hermano, Ifeoma dice que Dios es lo suficientemente grande para hacer su trabajo, que no necesita que Eugene juzgue por él.

Durante el almuerzo, tía Ifeoma invita a Kambili y Jaja a visitar Nsukka. El padre insiste en que a los niños no les gusta estar fuera de casa, pero termina diciendo que lo pensará. Después de un momento de tensión entre Eugene e Ifeoma, se lleva a la mesa una nueva botella de jugo. Amaka le pregunta a Eugene si es de su fábrica y luego critica el contenido, puesto que lo encuentra demasiado empalagoso. La garganta de Kamblii se cierra cuando escucha la réplica de su prima, y se pone tan nerviosa que tira su vaso de jugo y mancha la mesa de rojo. El jugo espeso escurriéndose por la mesa le recuerda la sangre de su madre formando un charco en el piso. Ifeoma le quita importancia al asunto y continúa charlando como si nada hubiera pasado; para los días siguientes está planeando una peregrinación a una aparición sagrada de la virgen en Aokpe; aunque la iglesia no ha verificado el milagro, Eugene termina por aceptar enviar a Kambili y Jaja a Nsukka para que se unan a su tía en la peregrinación. Así, Kambili y Jaja pasarán una semana con sus primos en Nsukka.

Kambili se despierta con su período a la mañana siguiente, y la madre decide darle medicación para los fuertes dolores. Pero es domingo, y la familia Achike ayuna siempre antes de ir a misa. El problema es que la medicación es demasiado fuerte para tomarla en ayunas, por lo que la madre, comprobando que Eugene no se encuentre presente, le da un plato de cereales a su hija para que coma algo rápidamente. Sin embargo, Eugene aparece de imprevisto en la cocina y la atrapa. Jaja intenta convencer a su padre de que él es el responsable, pero no hay manera de lograrlo. El padre se quita el cinturón y azota a toda su familia, preguntándoles por qué caminan hacia el pecado. Cuando se detiene, un peso cae sobre él; abraza a sus hijos y les pregunta si están heridos. Kambili dice que no, y luego todos se cambian de ropa y se lavan la cara antes de la misa.

Después de Año Nuevo, los Achike se van de Abba. De camino a casa, ven un accidente cerca de una barricada erigida por el gobierno, y Kambili no puede evitar pensar en el hombre muerto durante el resto del viaje y preguntarse a dónde iría y quién lo esperaría.

Dos días después es la fiesta de la Epifanía, un rito cristiano en el que se celebra que Jesús es el hijo de Dios. Después de la misa, Eugene lleva a su familia a la casa del padre Benedict, quien escucha las confesiones de la familia Achike. Eugene es el primero; luego pasa su esposa; tras ella, Jaja -que tarda menos tiempo-; y al final, Kambili. Después de que Kambili confiesa sus pecados, el padre Benedict le pregunta si está ocultando algo; Kambili se da cuenta rápidamente de que su padre debe haberle mencionado algo al cura, pero no puede pensar en qué podría ser. El padre Benedict entonces le pregunta sobre los rituales paganos y ella confiesa su visita junto a Papa-Nnukwu y hasta le dice al cura que ha disfrutado de la mascarada mmuo.

La familia conduce a casa. El padre se muestra contento y les dice que si mueren en ese momento, ascenderían al cielo sin pasar por el purgatorio. Una vez en casa, les dice a Kambili y a Jaja que pueden ir a Aokpe siempre que se den cuenta de que la iglesia aún no ha confirmado el milagro; pasarán cinco días en Nsukka con la tía Ifeoma. La madre sugiere que aprovechen el viaje y le lleven una bombona de gas como regalo, pidiéndole al padre el favor que Ifeoma no se dignará a formular. Los niños empacan, compartiendo la alegría con la mirada. Al día siguiente, justo antes de partir, el padre les entrega sus horarios para esa semana junto a sus primos.

Capítulo 8

De camino a Nsukka, Jaja se distrae del rosario observando los coches quemados que se acumulan al costado de la ruta. Kevin, el conductor, se detiene en un control policial y entrega un soborno para poder avanzar rápidamente, algo que el padre jamás hubiera hecho. La entrada a la Universidad de Nigeria, Nsukka, está señalada por un amplio arco de metal flanqueado por guardias de seguridad. Al flanquear la entrada, Jaja y Kambili contemplan la estatua de un león de pie sobre sus patas traseras, con el lema de la universidad inscrito debajo: "Para restaurar la dignidad del hombre" (p. 121).

Los muchachos llegan al departamento de la tía. Un extenso jardín lleno de flores se despliega al frente de la vivienda, que forma parte de un bloque de departamentos acondicionados para profesores de la universidad. Tía Ifeoma los abraza con fuerza cuando salen del coche; al entrar a la casa, Kambili se sorprende de lo bajos que son los techos; dentro, el aire huele a especias y queroseno. Ifeoma les hace un recorrido por cada habitación: en una de ellas, que también la usa de biblioteca y de depósito de alimentos, duerme ella junto a Chima; otra corresponde a Amaka, y en ella dormirá también Kambili. Obiora duerme en la sala de estar, y Jaja dormirá con él allí. Cuando Kevin se va, Kambili siente la necesidad de correr tras él con su maleta y pedirle que la lleve de regreso a casa, pero se contiene.

Los hijos de Ifeoma llegan a la casa y saludan a sus primos. Amaka lleva lápiz labial y un vestido ajustado, y apenas abraza a Kambili antes de alejarse. Obiora lleva a Jaja a la tienda de la esquina para comprar refrescos y Kambili, desconcertada, sigue a Amaka a su habitación. Su prima se muestra brusca como siempre, y le dice que Nsukka no es tan interesante como Enugu, tras lo cual comienza a enumerar los lugares atractivos de la gran ciudad, asumiendo que Kambili sale todo el tiempo a pasear por ellos. Kambili logra decir que no, que no suele estar en la ciudad, pero omite nuevamente la verdad sobre su vida.

Mientras Amaka ayuda en la cocina, tía Ifeoma les informa a Kambili y a Jaja que serán tratados como invitados solo por esta noche y que al día siguiente deberán colaborar con las tareas de la casa. Al sentarse a la mesa, Ifeoma ofrece una oración rápida, a diferencia de las largas plegarias nocturnas de Eugene. El almuerzo es escaso: unos trozos de pollo en platos desparejos. Mientras comen, los niños hablan con soltura con su madre, riendo y bromeando.

Amaka sigue burlándose de Kambili y de su estilo de vida. Al igual que le sucedía con sus compañeras de clase, Amaka asume que el lujo al que está acostumbrada Kambili la hace sentirse superior y arrogante, mientras que Kambili en realidad desea poder desaparecer o al menos disculparse por lo que sea que haya hecho para molestar a su prima.

Durante la cena, la familia se ubica alrededor del televisor. Tía Ifeoma les dice a Kambili y a Jaja que se unan a sus primos si lo desean, lo que les permite ver tanta televisión como quieran. Jaja le dice a su tía que deben seguir sus horarios y estudiar, pero Ifeoma se los quita y los guarda, diciéndoles que mientras estén en su casa no necesitan preocuparse por los horarios y las reglas de su padre.

Esa noche, la familia complementa las oraciones del rosario con canciones igbo, pero Kambili y Jaja no cantan. A la mañana siguiente, cada uno de los chicos debe ir a buscar agua al grifo del patio trasero. Jaja le cuenta a su hermana que duerme en un colchón delgado junto a Obiora; su voz está llena de asombro, pero no de burla. En la oración de la mañana, Ifeoma pide por la universidad y también para que su familia pueda encontrar paz y risa durante ese día, lo que sorprende a Kambili, poco acostumbrada a ese tipo de petición. La familia se turna para bañarse antes del desayuno. En la mesa, tía Ifeoma raciona cuidadosamente cada porción de leche en polvo, mientras Kambili piensa en la abundante cantidad de leche fría que tienen en su casa. Tras el desayuno, la familia parte a recorrer la universidad.

De camino al coche, Jaja admira un exótico hibisco púrpura en el jardín, y le pasa el dedo por los hermosos pétalos. Ifeoma le explica que fueron creados como un experimento por su amiga botánica Phillipa. Todos juntos recorren la universidad en el auto destartalado, apagando el motor en las calles que descienden para conservar el escaso combustible. Kambili nota que cada edificio por el que pasa está gastado y en mal estado. Ifeoma les muestra el Instituto de Estudios Africanos, donde enseña, y los albergues para estudiantes mujeres, entre los que señala un dormitorio en particular, donde dice que Amaka lanzará sus movimientos activistas en la universidad y a donde Kambili quizás se le una, agrega con una risa. Kambili no responde, y se queda pensando que dónde y qué estudiará será decidido por su padre, por lo que ella no tiene por qué preocuparse.

Tía Ifeoma les señala el monte Odim, desde donde, dice, se puede observar cómo Dios dispuso los valles y las colinas, y Kambili puede imaginar las manos blancas de Dios creando el paisaje. Luego pasan por delante de la casa del vicerrector, e Ifeoma explica que los setos fueron pisoteados recientemente durante las protestas estudiantiles. Obiora le dice a Jaja que se estaban rebelando porque no tuvieron luz ni agua durante un mes, y Amaka agrega que si ella fuera vicerrectora, sus alumnos nunca se quedarían sin servicios públicos, a lo que Obiora responde preguntándole cómo será posible si los políticos en la ciudad capital, Abuja, interceptan los fondos de la universidad. Kambili mira sorprendida a Obiora, un año más joven que ella, pero mucho más atrevido y seguro.

De regreso a la casa, Kambili ayuda a Amaka a pelar los grandes ñames que trajeron de Enugu, mientras tía Ifeoma habla del padre Amadi, el nuevo sacerdote de la capellanía local y amigo de la familia. Luego, Amaka regaña a Kambili porque no sabe pelar el ñame y lo desperdicia; para burlarse de ella, dice que debería agregar la tarea como práctica a su horario, hasta que Ifeoma interviene y le dice a su hija que deje en paz a su prima, lo que Kambili agradece.

La llegada del padre Amadi es precedida por el perfume terroso de su colonia. Se trata de un atractivo africano con voz de canción, y Kambili se consuela inmediatamente con su atractiva presencia, aunque el cura también la pone nerviosa. La narradora recuerda al cura que una vez visitó a Santa Inés y cantó en igbo durante el sermón, y se da cuenta de que no era otro que el padre Amadi. Ifeoma y sus hijos charlan durante la cena, elogiando a Eugene, a Ade Coker y al Standard por decir la verdad. También hablan de Aokpe, y Amaka dice que ya era hora de que la Virgen María apareciera en África.

Después de la cena, el padre Amadi dirige las oraciones y el canto, y luego la familia mira las noticias en la televisión. En un momento, la mirada de Kambili se cruza con la del padre Amandi, y este dice que no la ha visto sonreír en todo ese día. Ella no le contesta nada, y tía Ifeoma explica que su sobrina es tímida. Kambili se disculpa y se retira a su pieza, donde luego se queda dormida pensando en la voz del padre Amadi.

Capítulo 9

Kambili y Jaja comparten las tareas del hogar con sus primos. Una tarde, las amigas de Amaka vienen a visitarla, pero Kambili parece estar abstraída de la situación y no puede integrarse al grupo. Al día siguiente, escucha que Amaka le pregunta a su madre si ella y Jaja "no están tarados” (p.148), por lo que Ifeoma la reprende duramente y le die que puede tener sus opiniones, pero que a la familia se la debe tratar con respeto.

Una tarde, mientras Kambili lee un libro en el patio, Obiora le pregunta a Jaja por su nombre, ya que no es igbo. El muchacho explica que su verdadero nombre es Chukwuka, y luego Ifeoma interviene y explica que "Ja-Ja" era lo único que podía decir cuando era bebé, por lo que le quedó ese apodo. Más tarde, Chima le pregunta a Jaja qué le pasó al dedo meñique de su mano izquierda, e Ifeoma interviene rápidamente, explicando que Jaja tuvo un accidente de pequeño. Sin embargo, Kambili recuerda bien la verdad: cuando Jaja respondió mal dos preguntas en su examen de catecismo antes de la Comunión, el padre lo llevó a su habitación y cerró la puerta. Al salir, Jaja tenía el dedo así, y no pudo volver a usarlo desde entonces.

Una tarde, la madre llama a la casa y les cuenta que los soldados irrumpieron en las nuevas oficinas del Standard, y que Ade Coker está nuevamente bajo custodia. Eugene llama esa misma noche y le pide a tía Ifeoma que se quede con Kambili y Jaja unos días más, porque en Enugu las cosas no marchan bien. Cada vez que suena el teléfono, Kambili tiene miedo de que algo le haya pasado a su padre.

El padre Amadi viene a cenar, y Kambili no puede evitar mirarlo. Sin embargo, cada vez que él la mira, ella aparta la mirada. Mientras los chicos hablan sobre fútbol y planean jugar ese fin de semana con el cura, Ifeoma está distante. De pronto, interrumpe las charlas y explica que Papa-Nnukwu está enfermo. El padre Amadi sugiere entonces que se lo traiga con ella a Nsukka, y se ofrece a darle el combustible necesario para que pueda realizar el viaje hasta Abba. Esa noche, Kambili se pregunta dónde dormirá su abuelo, y reza para que su padre nunca se entere de que compartió habitación con un pagano.

Papa-Nnukwu llega por la tarde y se instala en un colchón en el piso en la sala de estar. Como los médicos de la clínica están en huelga, Ifeoma solo consigue organizar una visita a domicilio de un médico conocido para esa noche. Jaja comenta lo flaco que se ha puesto su abuelo desde que lo vieron, y Kambili solo atina a preguntarle si no le preocupa que papá se entere, pero esto no parece ser un problema para Jaja.

El personal del laboratorio médico también está en huelga, por lo que al abuelo no le pueden hacer todas las pruebas recetadas por el médico. En los días siguientes, Ifeoma se encarga de esconder las medicinas en la comida de su padre, y Papa-Nnukwu comienza a dar signos de mejoría. Amaka está contenta de tener a su abuelo cerca, puesto que tiene un fuerte vínculo con él. Chima y Obiora también son muy cercanos a su abuelo, y una noche en que se corta la luz, le piden que cuente alguna de sus historias.

A petición de Chima, Papa-Nnukwu le cuenta a su familia cómo la tortuga rompió su caparazón: durante una hambruna, los animales se reúnen a debatir sobre qué hacer para sobrevivir, y el perro es el único que se ve bien, ya que, como explica, él se alimenta de las heces de otros animales. Dado que el resto de los animales no hará lo que hace perro, todos deciden que deben sacrificar y comerse a sus madres; cada semana, una madre diferente entrega su vida para alimentar al pueblo. Unos días antes de que le toque el turno al perro, el pueblo lo oye llorar y decir que su madre ha muerto por una enfermedad, por lo que su carne no es apta para el consumo. Días después, la tortuga escucha al perro llamando a su madre y se entera de que esta útima está todavía viva y se esconde en el cielo, con unos amigos ricos. La salud del perro en verdad no se ha resentido porque este se alimenta con lo que estos amigos le bajan del cielo. Al enterarse, la tortuga le dice que sólo le guardará el secreto si el perro comparte su comida con ella. Tiempo después, sin embargo, no le alcanza con su porción, así que un día imita la voz del perro y pide que le bajen la cuerda para subir al cielo, donde se come su porción y la del perro. Cuando este se entera de lo que la tortuga ha hecho, pide a su madre que corte la cuerda, y la tortuga cae del cielo y aterriza sobre un montón de rocas. El golpe daña su caparazón, que hasta el día de hoy se muestra agrietado.

Capítulo 10

El padre Amadi visita la casa de tía Ifeoma y se lleva a los jóvenes a jugar al fútbol. Kambili también está invitada, pero se hace la dormida para no tener que participar. Cuando sale de su habitación, un rato después, se encuentra con Amaka, quien cuida de Papa-Nnukwu y pasa crema por su cabello ralo y se da cuenta de que le gustaría tener esa proximidad con su abuelo, aunque sabe que eso ya es imposible para ella.

En la cocina, Ifeoma le pregunta por qué está llorando, pero Kambili no puede explicarlo. Ifeoma, para entretenerla, le enseña a preparar cocoyam. Mientras trabajan en la cocina, Ifeoma dice que a su padre lo cuida Nuestra Señora, y Kambili no puede comprender cómo su tía puede decir eso si su abuelo es un pagano. Ifeoma entonces le explica que Papa-Nnukwu no es pagano, sino tradicionalista, y agrega que, a veces, lo que no es conocido es igualmente bueno. Las oraciones matutinas de Papa-Nnukwu, por ejemplo, son igual de buenas que el rosario que rezan los católicos.

A la mañana siguiente, la tía Ifeoma despierta a Kambili antes del amanecer para que pueda observar el ritual matutino de Papa-Nnukwu. Desde la vereda, la narradora lo observa dibujar líneas en el suelo, dando gracias por la salida del sol, ofreciendo su inocencia y pidiendo para que sus nietos sean bendecidos y alejados del mal. Cuando se levanta, Kambili observa su cuerpo desnudo, pero no aparta la mirada, como hubiera hecho antes. Al rezar el rosario esa noche, Kambili sonríe como nunca lo ha hecho.

Amaka decide pintar un retrato de Papa-Nnukwu en la terraza para captar la luz del sol en su piel. Mientras, tía Ifeoma le pide a Kambili que la ayude a preparar las hojas de orah, pero ella no sabe cómo, por lo que Amaka es requerida y se enoja con su prima y la insulta. Ifeoma le pregunta entonces a Kambili por qué no responde a las agresiones de su prima, y la joven por primera vez logra articular algunas frases para decirle a su prima que no es necesario gritar, que si le enseñan a preparar orah, ella lo hará con gusto. Amaka se ríe y elogia la voz de su prima, que hasta ese momento no había sonado tan fuerte.

El padre Amadi viene a cenar; al llegar, sostiene la mano de Kambili más tiempo que la de los demás y luego cuenta que pronto será trasladado a otra capellanía. Cuando cuenta que será enviado a Alemania, Papa-Nnukwu se pregunta en voz alta por qué un africano irá a la tierra del hombre blanco para convertir a otros, y Obiora interviene y dice que la religión y la opresión a menudo van de la mano. El padre Amadi se burla del muchacho, llamándolo loco. Luego, Amadi dice que al día siguiente se llevará a Kambili a jugar al futbol.

Amaka le presta a su prima un par de pantalones cortos. En el auto del padre Amadi, los ojos de Kambili se posan en sus muslos musculosos, mientras escucha su voz cadenciosa que entona canciones en igbo. Kambili menciona a la pasada que duerme en la misma habitación que un pagano, y el cura le pregunta por qué considera esto un pecado, a lo que la muchacha solo puede responder que eso es lo que piensa su padre. En el estadio, el padre Amadi le dice a Kambili que lo atrape, para hacerla correr. Luego elogia sus piernas y le dice que sería una excelente atleta. El cura luego señala que Kambili nunca ríe, y luego hace referencia a unas manchas de lápiz labial que la joven tiene en sus manos y le pregunta si estuvo probándose los pintalabios de su prima, con lo que consigue una sonrisa en Kambili.

Una vez en la casa, tía Ifeoma le dice a Kambili que su padre ha llamado, puesto que alguien del pueblo le dijo que Papa-Nnukwu se quedaba con ellos y está furioso. Ifeoma logra convencerlo de que los deje un día más con ellos, y también le informa que Ade Coker fue liberado.

Cuando la familia se despierta a la mañana siguiente, descubren que Papa-Nnukwu ha muerto. Kambili quiere tocar a su abuelo, pero sabe que su padre estaría indignado, y se asegura de mirar a otro lado para no tener que mentir si su padre le pregunta si Jaja lo tocó. Amaka está furiosa y piensa que su abuelo aún estaría vivo si la clínica no estuviera en huelga. Kambili desearía poder abrazar a su prima o llorar en voz alta con ella, pero se queda quieta. Jaja intenta consolarla, pero Amaka le quita el brazo del hombro.

Eugene llega esa noche, aunque había prometido a sus hijos que podrían quedarse un día más. Cuando se entera de que su padre ha muerto, Eugene se limita a preguntarle a su hermana si llamó a un sacerdote para que le diera la extremaunción y se ofrece a pagar un funeral católico. Esto es demasiado para Ifeoma, quien le grita a su hermano y luego se retira a llorar a su cuarto.

Kambili y Jaja preparan su equipaje y se aprestan a marcharse. Ifeoma se despide de ellos y les devuelve los horarios. Chima está molesto, puesto que no quiere separarse de Jaja, y Eugene le da dinero para que se compre un regalo. Al despedirse, Amaka entrega un paquete envuelto en plástico a Kambili y luego se retira. El paquete contiene la pintura que había hecho de Papa-Nnukwu.

La madre los espera en la puerta, con la cara hinchada y un ojo morado, y Jaja le da la noticia de la muerte del abuelo. El padre está enojado con Ifeoma por no haber llamado a un sacerdote para que le diera la extremaunción, y Jaja se atreve a contestarle que tal vez Papa-Nnukwu no quería convertirse; la madre trata de ocultar rápidamente la falta de respeto de su hijo, pero ya es demasiado tarde. Durante la cena, las oraciones son más largas de lo habitual, ya que el padre pide por la limpieza del pecado de omisión que han cometido sus hijos. Al finalizar, Jaja le pide a su padre la llave de su habitación, algo que sorprende mucho a Eugene, quien asume que su hijo se masturbará, lo que constituye un pecado contra uno mismo.

A la noche, Eugene llama a Kambili desde el baño, la hace meterse en la bañera y luego le vierte agua hirviendo en los pies mientras le dice que es preciosa y que no debe caminar hacia el pecado, o se quemará los pies. Kambili grita de dolor y pide perdón en pleno llanto; su madre espera en el baño a que el padre termine la tortura para levantar a su hija y llevarla a su cuarto. Luego, le da analgésicos, le limpia las heridas y le cubre la carne viva con cremas.

Jaja entra rengueando en la habitación de Kambili al día siguiente: sus pies también están quemados. Ella le muestra el cuadro de Papa-Nnukwu, todavía en su envoltorio, y él la lleva abajo. En la heladera tiene escondido un tallo de hibisco púrpura que le entregó su tía Ifeoma.

Durante el almuerzo, el padre se queja del precio de los funerales paganos y Kambili se sorprende al saber que se ha ofrecido a pagar por el servicio de Papa-Nnukwu. Ade Coker y otro hombre interrumpen la comida con importantes asuntos del diario: el jefe de Estado, “Big Oga” (p. 202), le ha ofrecido una entrevista exclusiva, a cambio de su silencio sobre la muerte del activista prodemocrático Nwankiti Ogechi. Ade insiste en que lo están comprando y que el gobierno está tratando de encubrir la desaparición y el asesinato de Ogechi. El hombre que lo acompaña enfatiza que deberían esperar para publicar su historia de Ogechi, pero Ade insiste en que su misión es informar la verdad y los tres se retiran al estudio de Eugene para seguir discutiendo. Más tarde esa noche, los funcionarios del gobierno se presentan en la casa de los Achike para ofrecerle a Eugene un camión lleno de efectivo como soborno. Sin embargo, Eugene los despide de su propiedad.

Al día siguiente, el Standard publica la historia de la muerte de Ogechi, a quien le dispararon y luego metieron en ácido para desintegrar su cuerpo. Esta noticia tiene repercusiones internacionales: a partir de informes de radio, la familia se entera de que Nigeria está suspendida de la Commonwealth, y amonestada por Canadá y Holanda por el asesinato de Ogechi. Esa noche, y todas las noches siguientes, los partidarios de la democracia acuden a Eugene en busca de consejo, y este les advierte que tengan cuidado e inspeccionen sus coches en busca de bombas. Las manos de Eugene tiemblan cada día un poco más. Un día Ifeoma llama para manifestar su preocupación, pero Jaja la consuela y le explica que su padre está muy conectado con importantes empresarios extranjeros como para que el gobierno se atreva a hacer algo en su contra.

Kambili toma luego el teléfono y le pide a su tía que salude al padre Amadi por ella. También habla con Amaka, quien tiene un tono más alegre. Kambili le agradece por la pintura y luego hablan del funeral de Papa-Nnukwu que se realizará la semana siguiente. Amaka espera que Kambili y Jaja puedan participar, pero los muchachos saben que eso será imposible. Además, Amaka los invita a su confirmación, que se realizará en Pascuas.

Los días siguientes, Kambili pasa mucho tiempo pensando en el padre Amadi. En la escuela se distrae de sus lecciones y escribe el nombre del cura en todos sus cuadernos. La muchacha no se da cuenta, pero está enamorada.

Análisis

Todos en Abba dicen que Eugene es un buen hombre; detallan sus obras de caridad y lo elogian frente a Kambili y Jaja, que no responden nada. La presión de mantener las apariencias los vuelve silenciosos, ¿cómo podrían responder, si es el padre quien habla siempre por ellos? Eugene podrá ser generoso con su comunidad, pero no lo es con sus propios hijos. Su amor se extiende a su umunna bajo la forma de ayudas económicas, pero Kambili y Jaja conocen el verdadero precio del amor de su padre: la perfección a toda costa.

Kambili se centra en el lápiz labial rojo de Amaka durante toda la misa; mientras Jaja se compara intelectualmente con Obiora, la narradora se compara físicamente con Amaka: nota su ropa ajustada, su cabello moderno y su maquillaje. Amaka es un misterio para Kambili porque la feminidad en sí misma es un misterio. El padre no permite que Kambili use pantalones, y mucho menos maquillaje, por lo que Kambili capta las pistas de su propia sexualidad en ciernes como puede. En Nsukka, su enamoramiento por el padre Amadi será un despertar sexual, pero la vestimenta y el comportamiento de su prima le revelan una feminidad que no había imaginado, y que tampoco había visto en su madre.

Kambili es castigada por romper el ayuno antes de la misa. Al experimentar los fuertes dolores que vienen junto a su período, intenta tomar calmantes. Irónicamente, el medicamento causa más dolor, puesto que desencadena una paliza por parte de su padre. Para Eugene, no hay circunstancias atenuantes que justifiquen la flexibilidad en la conducta que impone en su casa. Kambili es golpeada, pero también Jaja y la madre, puesto que ellos han permitido que la muchacha pecara, y hasta la han empujado en esa dirección. El periodo de Kambili es un primer paso hacia la edad adulta, y la presencia de sangre se hace eco en el derramamiento del jugo y el charco que dejó su madre la noche en que perdió a su hijo a causa de los golpes de Eugene. Así, la sangre está siempre presente en la cabeza de Kambili, la ve mientras hace su tarea y hasta sueña con ella en ocasiones.

Después de la confesión, el padre les dice a sus hijos que todos ascenderían al cielo si murieran en ese momento. Está sonriendo y tamborileando sobre el volante. Más tarde, en el capítulo diez, Kambili ve a Papa-Nnukwu sonreír profundamente después de su propio ritual matutino y señala que ella y Jaja nunca sonríen cuando rezan el rosario. El regocijo que experimentan tanto Eugene como Papa-Nnukwu es inalcanzable tanto para Kambili como para Jaja, ya que conlleva para ellos la carga del castigo. Al parecer, con lo único que el padre les permite deleitarse es con la idea de una vida después de la muerte.

Sabiendo de los problemas financieros de la tía Ifeoma, la madre negocia con su esposo para que los chicos lleven con ellos algunas bombonas de gas de repuesto de la fábrica a Nsukka. El padre asume que tía Ifeoma es quien lo ha pedido, pero su esposa le asegura que es una idea de ella, y que su cuñada no quería pedirles nada ni depender de su caridad, pero que por supuesto la decisión depende totalmente de él y no de ella. Al adoptar una posición sumisa, la madre puede conseguir lo que quiere. Ella sabe que Eugene no le dará el gas a tía Ifeoma debido a sus desacuerdos sobre Papa-Nnukwu, por lo que sutilmente sugiere la entrega en su nombre. La madre debe mantener la ilusión de que Eugene es el protector benevolente de su familia y ella aprovecha este papel para presionar y obtener el resultado deseado. En verdad, la madre no puede exigir, ni siquiera pedir, lo que quiere. A lo largo de los años, ha aprendido que ser sutil es la única forma eficaz de conseguir lo que necesita o desea.

La familia de la tía Ifeoma es marcadamente diferente a la familia de Eugene Achike. En su casa, las reglas del padre no aplican, y esto queda claro cuando ella guarda los horarios de Jaja y Kambili. La autoridad de tía Ifeoma es más respetuosa con sus hijos y sus familiares que la de Eugene, y la familia se construye a partir de la interacción de cada uno de sus miembros: Ifeoma anima a sus hijos a cuestionar y sacar sus propias conclusiones. Aunque ha perdido a su amado esposo, Ifediora, el hogar está lleno de amor. Kambili y Jaja también aman a sus padres, pero no se les permite interactuar de ninguna forma que no esté dictada por el deber. El respeto en la casa de la tía Ifeoma, sin embargo, es totalmente diferente y se construye a partir del libre intercambio de pensamientos y opiniones.

Kambili está algo conmocionada por las condiciones estructurales del departamento de tía Ifeoma; cuando llega, observa los techos bajos y los muebles gastados y nota la diferencia abismal que los separa de su casa: las habitaciones son pocas y se comparten, no debe tirarse la cisterna del inodoro si uno solo ha hecho pis, el agua solo se puede bombear una vez al día, los chicos beben leche en polvo y Obiora duerme en la sala de estar. Sin embargo, Kambili no juzga la situación económica de su tía, aunque Amaka asume que sí. Más bien, se avergüenza de no comprender su forma de vida. Esta es la primera muestra de cómo es la vida más allá de las puertas de su recinto, y para ella es un golpe violento contra la realidad. Kambili es totalmente ajena incluso a la tarea más simple, como pelar un ñame. Así, puede observarse cómo el privilegio de Kambili en realidad es un elemento limitante en su vida.

Amaka se burla de su prima, pero Kambili no responde. No ha sido criada para justificarse o defenderse. Amaka solo ve los defectos e incapacidades de Kambili como indicadores de su vida cómoda y llena de lujos. Kambili, por supuesto, no puede confesarle a su prima cuál es el precio que paga por los lujos, y tampoco es capaz de explicarle que algunos artículos de lujo como el estéreo y la televisión por satélite son simplemente ilusiones de riqueza que ni ella ni Jaja pueden utilizar. De momento, Kambili sufre la ira de su prima sin defenderse, mientras por dentro anhela ser más como ella.

El padre Amadi también es un marcado contraste con el padre Benedict. Como se explica en el capítulo 10, se unió al sacerdocio porque respondió a la mayoría de las preguntas que se le hicieron en su juventud. Kambili asume que todo el clero debe sentir el llamado de un poder superior, pero aprende que puede haber una conexión intelectual y espiritual con Dios más allá de la vocación puramente religiosa y de la fe incuestionable. Además, la belleza física del padre la atrae poderosamente, y aunque no lo comprende por mucho tiempo, Amadi despierta en ella su sexualidad, hasta el momento totalmente desconocida.

La práctica religiosa es menos estricta en casa de tía Ifeoma. Aunque la tía es devota, permite que sus hijos cuestionen tanto la naturaleza de la fe como sus usos en África. Además, reza para que su familia encuentre la risa, un concepto completamente ajeno a Kambili. Otra cosa que llama la atención de la narradora es que Ifeoma ora para que Dios cuide de Papa-Nnukwu, aunque este no comparte su fe. Combinada con las exuberantes canciones igbo que cantan después de la oración vespertina, este abordaje más libre del catolicismo combina tradiciones nuevas y antiguas. En casa de tía Ifeoma, la fe es una entidad más fluida y vital.

El nombre de Jaja, derivado de un apodo de la infancia, es similar al del legendario rey de la etnia nigeriana, Jaja de Opobo, conocido como el Rey Desafiante. Antes de llegar a Nsukka, Jaja no se muestra desafiante, sino que es demasiado tímido y callado para un chico de diecisiete años. Sin embargo, el tiempo que pasa en Nsukka lo cambia profundamente y luego comenzará a actuar de manera desafiante contra su padre. Desde el primer capítulo, Jaja se perfila como el hijo que se rebela contra el padre, un motivo recurrente en la literatura, y durante todos estos capítulos, la narradora explora sus recuerdos para encontrar aquellos elementos que desencadenaron la rebelión de su hermano contra su padre.

La rebeldía de Jaja comienza a florecer en Nsukka. Cuando Obiora le pregunta por su dedo deformado, tía Ifeoma lo cubre rápidamente y explica que fue un accidente. Más tarde, Kambili le pregunta a Jaja si le contó a su tía lo que realmente sucedió, y él dice simplemente que contestó con la verdad a una pregunta de su tía. Esta es la primera vez que el secreto de los abusos de su padre trasciende y es conocido por alguien fuera del núcleo familiar, y para Kambili representa un punto de inflexión: la joven narradora se da cuenta de los profundos cambios que atraviesa su hermano y lo ve convertirse en un joven adulto capaz de enfrentar las verdades reprimidas. Sin embargo, ella aun no está lista, y solo responde a estas situaciones temblando de miedo y quedándose muda.

La corrupción gubernamental vuelve a hacerse presente en este capítulo. Los militares se han apoderado del país tras el golpe de Estado, y el gobierno de facto no respeta los derechos del pueblo: controla la universidad, interviene la prensa, congela los sueldos y limita el consumo de energía y combustibles. La situación social se hace cada vez más tensa. En Nsukka los cortes de luz son cada vez más frecuentes y todo el personal de salud está en huelga, puesto que el gobierno no está pagando los sueldos. La vida diaria es una lucha, e incluso las grandes empresas de Eugene están sufriendo en ese clima. Los soldados asaltan las nuevas oficinas del Standard y vuelven a detener al redactor en jefe, Ade Coker, y se hace evidente que la violencia es el método principal del gobierno para reprimir las manifestaciones sociales. Eugene es un gran opositor del gobierno militar y defiende enérgicamente la democracia y la libertad de expresión, mientras que, paradójicamente, oprime a su familia por medio de la violencia y no deja que sus hijos ni su mujer se expresen libremente. Estos contrastes entre los ideales de su padre, su imagen pública y su conducta dentro de la familia convierten a Eugene en un personaje extremadamente complejo y ambivalente, capaz de generar, al mismo tiempo, el terror y la admiración en sus hijos.

Durante una cena con Papa-Nnukwu, Obiora declara que la moralidad es relativa, y comienza una discusión con su abuelo. Kambili piensa entonces en su padre y sus creencias tan determinantes. Para él, hay solo un Dios y un camino verdaderos que conducen al cielo. La familia de Obiora, por el contrario, es más liberal y racional y abordan la fe desde una perspectiva más amplia; su moralidad está determinada por un enfoque más humanista. Por ejemplo, aunque Papa-Nnukwu no profese el catolicismo, no es rechazado ni tratado como un pagano. Para la madre de Kambili, la moralidad también es relativa. Cuando Ifeoma se entera de los abusos que Eugene comete contra su familia, ofrece refugio en Nsukka a su cuñada, pero la madre se niega, puesto que considera que Eugene tiene sus razones para ser violento con ellos, y considera que su lugar está junto a su marido. Sin embargo, esto cambiará en los capítulos siguientes, y la rebelión de Jaja será un detonante para la liberación de la madre.

Papa-Nnukwu comparte la historia de cómo se rompió el caparazón de la tortuga, una parábola igbo en que la tortuga es una figura tramposa y codiciosa. La parábola puede interpretarse como una referencia a lo que está sucediendo en Nigeria: el perro, o el gobierno, está acumulando comida durante una hambruna y miente sobre los fondos que administra. La codiciosa tortuga forma una alianza con perro en lugar de decírselo al resto de los animales, lo que demuestra que si uno es amigo de los que están en el poder, no sufrirá ningún daño, mientras no pretenda más de lo que el poder está dispuesto a darle. El padre de Kambili, por el contrario, critica los periódicos que son blandos con la corrupción inherente y se niega a participar de los sobornos que el gobierno utiliza para controlar a los empresarios. Además, la leyenda pone de manifiesto algunas creencias igbo que se mantienen en casa de Ifeoma. Cuando los niños se preguntan quién en el cielo está alimentando al perro, Obiora adivina que se trata de antepasados ​​ricos, poniendo de manifiesto la creencia de que los antepasados protegen a todos su linaje, algo que comparte con Papa-Nnukwu, quien recita cada mañana oraciones dirigidas a sus antepasados y promete compartir lo poco que tiene con aquellos que tienen aun menos.

Papa-Nnukwu es una presencia importante en esta etapa de las vidas de Kambili y de Jaja. Aunque no pueden pasar el tiempo suficiente con él como para conocerlo en profundidad, su mera presencia influye en sus personalidades de diversas maneras. Para Jaja, Papa-Nnukwu representa la masculinidad y lo ayuda en su transición hacia la edad adulta. En Navidad, Papa-Nnukwu felicita la sabiduría de Jaja y le dice que él es su propio padre que ha regresado. Para los igbo, que creen en la reencarnación, esto es un gran elogio. Jaja no se aleja de su abuelo como lo hace Kambili. A través de él, comprende su ascendencia y se conecta con su linaje. Kambili se mueve cautelosamente alrededor de Papa-Nnukwu, temerosa de provocar la ira de su padre si este se entera de que ha compartido la casa con un pagano. Sin embargo, tía Ifeoma se encarga de mostrarle una visión muy diferente de los "paganos" que su padre desprecia. Kambili observa el ritual completo y ve la desnudez de su abuelo; al no ver en él ninguna marca de impiedad, comienza a comprender que no es pecado manifestar una religiosidad diferente a la católica. Además, la narradora observa fascinada la sonrisa de paz y satisfacción en la cara de su abuelo cuando termina de realizar sus plegarias, y comprende que la fe puede satisfacer y colmar a una persona, y no solo ser utilizada como una herramienta para disciplinar y castigar.

La primera salida de Kambili con el padre Amadi marca el comienzo de su lento despertar sexual. Aunque ella no sabe jugar al fútbol, ​​él intenta involucrarla diciéndole que lo persiga y atrape. Luego habla de Jesús y canta en igbo. Kambili también comienza a verse a sí misma a través de la mirada del padre Amadi, quien elogia su belleza, su cuerpo atlético y la inteligencia que se puede vislumbrar, a pesar de la timidez. Otros dos pasos en el proceso de maduración de Kambili son disparados por la presencia de Amaka: la narradora se pone por primera vez unos pantalones cortos, que revelan sus piernas, y se prueba el lápiz labial de su prima, en un gesto que le revela toda una sensualidad que ella misma no sabía que poseía. Así, Kambili muestra los primeros signos de cambio. Aunque tímida y lentamente, la narradora comienza a transitar el camino hacia su propia madurez.

En verdad, todo es diferente para Kambili cuando regresa a su casa. Cuando entra por primera vez en el piso de la tía Ifeoma, se sorprende de lo pequeño y precario que es el departamento. Sin embargo, a medida que comienza a abrirse a la realidad de sus primos, ya no le importa el tamaño del piso, ni el agua que solo se puede bombear una vez al día o la hornalla de queroseno que usan para cocinar. Al regresar, Kambili ve el espacio lujoso en casa tal como realmente es: un ambiente creado para aparentar opulencia, pero completamente vacío de amor. Este cambio en su percepción es un indicio irrevocable del cambio: Kambili comienza a poner en perspectiva su vida, puesto que comprende que hay muchísimas posibilidades fuera de ella, y se da cuenta de que siempre ha vivido en una prisión.

Jaja también cambia: desafía abiertamente a su padre cuando critica a la tía Ifeoma por no llamar a un sacerdote para Papa-Nnukwu. La lengua de Jaja se ha soltado y ya no se calmará. Después de que les queman los pies, Jaja visita a su hermana; Kambili le muestra la pintura de Papa-Nnukwu que le ha regalado Amaka, y Jaja, con complicidad, le enseña el hibisco púrpura que ha traído de lo de su tía. Tanto la pintura como las flores son símbolos de su floreciente independencia, y por el momento se mantienen en secreto, aunque es solo cuestión de tiempo antes de que esos trozos de Nsukka que los hermanos han llevado a Enugu emerjan y pongan de manifiesto los cambios que están operando en ellos.