La flor púrpura

La flor púrpura Resumen y Análisis Partes 3-4, Capítulos 14-17

Resumen

Parte 3: Los Dioses hechos pedazos. Después del Domingo de Ramos

Capítulo 14

Todo se derrumba después del Domingo de Ramos. Un viento feroz arranca de raíz varios árboles, la antena parabólica se desprende del techo y Sisi rompe un juego completo de vajilla. Todo el mundo cambia. La madre deja de hablar en susurros, y ya no intenta llevarle la comida a Jaja a escondidas cuando este no baja a cenar, sino que lo hace sin tratar de ocultarlo, como desafiando a su marido. Kambili no sabe cómo reaccionar en el nuevo panorama hogareño, y durante la oración después de la cena, observa concentrada el retrato de su abuelo. Jaja no sale de su habitación y al principio bloquea su puerta con su escritorio. Su padre aporrea la puerta y le grita al hijo, pero no logra entrar en el cuarto.

Una mañana Yewande Coker visita a los Achike y le cuenta a Eugene que su hija pronunció su primera palabra después del asesinato de su padre, y quiere agradecerle por haber puesto a su disposición los mejores médicos de Nigeria y también del exterior. Eugene, a su vez, alaba a Dios y no acepta el agradecimiento de Yewande. Kambili le cuenta la historia a Jaja, agradeciendo a Dios por la voz de la niña. Sin embargo, Jaja la mira de reojo y dice que la niña nunca se curará del todo. Esa tarde, Kambili empuja con facilidad el escritorio que bloquea el acceso a la habitación de su hermano y entra, preguntándose por qué su padre no ha podido moverlo.

Kambili teme el Domingo de Pascua, pues se imagina que Jaja se negará a comulgar. Las manos de Eugene tiemblan violentamente durante el desayuno, por lo que decide que la familia asistirá a la misa vespertina. Tía Ifeoma llama y le dice a Kambili que la universidad la ha despedido y que ha comenzado la solicitud de una visa en la embajada estadounidense. El padre Amadi también ha recibido notificación y partirá hacia Alemania a finales del mes. Jaja le dice a Eugene que él y Kambili se irán inmediatamente a Nsukka para pasar la Pascua con sus primos. Demasiado débil para discutir, su padre les da permiso para irse. Antes de marcharse, Kambili entra en la habitación de su padre, lo abraza y lo besa en la frente.

En el apartamento de tía Ifeoma hace un calor sofocante. Los niños cocinan sobre su olla de queroseno, aunque Obiora dice que no es necesario guardar las bombonas de gas, ya que no estarán en Nigeria por mucho más tiempo. Amaka no quiere irse, y Kambili trata de consolarla, algo que su prima acepta y aprecia.

Por la tarde, los visita el padre Amadi, y Amaka y Obiora se burlan de él porque fue asignado a una capellanía en Alemania. El padre Amadi mira el rostro preocupado de Kambili y comprende que el futuro la agobia. En dos semanas, la escuela comienza de nuevo y puede que para ese entonces tía Ifeoma se haya ido.

Cuando de pronto su padre los llama por teléfono, Jaja se niega a hablar con él. Y a pesar de que a Kambili le gustaría hablarle, también se niega. Luego, Kambili sale al jardín y charla con el padre Amadi, quien le cuenta que irá a Enugu la semana siguiente y hablará con el padre Benedict para tratar de convencerlo de que influya sobre Eugene para que los envíe a un internado. Luego intenta tranquilizarla, pero Kambili esquiva su mirada. Esa noche, al bañarse, no se lava la mano izquierda, que el padre Amadi le ha tomado para quitarle los pétalos que se había puesto en los dedos.

Capítulo 15

Después de las lluvias, el padre Amadi cena con la familia y reprende a Amaka por no haber elegido todavía un nombre para la confirmación. Ella revisa una lista que él le ha escrito, pero ninguno de aquellos nombres la convence. Cuando su madre interviene para obligarla a tomar una decisión, la joven se encierra en su pieza y pone música a todo volumen. Al día siguiente, Domingo de Pascua, Amaka no se une al resto de jóvenes que van a confirmarse.

Tía Ifeoma decide que es hora de visitar Aokpe, sitio donde aparece la virgen. Jaja no quiere ir, y se queda en la casa junto a Obiora y a Chima. Tía Ifeoma le pide al padre Amadi que las acompañe, cosa que el cura acepta, según Amaka, para poder pasar algún tiempo junto a Kambili. En Aokpe, mientras caminan por calles abarrotadas de católicos, una niña anuncia que ve a la Bella, la Virgen María, en un árbol; otros la encuentran en el sol. Kambili mira el árbol cuyas ramas se balancean y dejan caer pétalos color fuego por todas partes. Las cintas que acordonan el área de la aparición se agitan también, aunque no hay viento, y la gente alrededor comienza a temblar. El sol se pone blanco, y Kambili ve a la Virgen en todas partes: en el sol, en el dorso de su mano y en la sonrisa de un hombre. De camino a casa, Amaka dice que no importa si Nuestra Señora apareció o no, la peregrinación es la razón por la que Kambili y Jaja vinieron a Nsukka en primer lugar, por lo que Aokpe para ella siempre será un lugar especial. El padre Amadi secunda a Kambili y afirma que mientras estuvieron en ese lugar ha pasado algo divino.

Kambili acompaña al padre Amadi cuando realiza una visita de despedida a las familias del campus Nsukka, y mientras viajan en auto, le confiesa su amor. El padre Amadi le dice que es hermosa y que tendrá más amor del que necesitará durante toda su vida, a lo que Kambili quiere responderle que se equivoca, pero el llanto la embarga. Al volver a su casa, Ifeoma la anima y le pide que rece por la entrevista que tendrá al día siguiente para conseguir su visa, pero la joven no quiere rezar por algo que no desea que suceda.

Ifeoma obtiene su visa, por lo que la familia tiene que mudarse del piso en dos semanas y luego encontrar suficiente dinero para comprar los pasajes aéreos. Tía Ifeoma dice que irán a Enugu con Kambili y Jaja para pedirle ayuda a Eugene, y de paso lo convencerá de que envíe a sus hijos a un internado.

El último día del padre Amadi en Nsukka, Kambili rechaza su invitación a pasar unas horas con él antes del almuerzo y Amaka la consuela, bromeando sobre hacer una campaña contra el celibato de los sacerdotes. Kambili sabe que Amadi no dejará jamás el sacerdocio, por mucho que a ella le pese. Esa noche durante la última visita del padre Amadi, Kambili copia su dirección en Alemania y le da un fuerte abrazo para despedirlo.

Al día siguiente, tía Ifeoma decide que harán un recorrido de despedida por Nsukka con el combustible que les queda. Pasean por el monte Odim y, en un impulso, suben para hacer un picnic en la cima. La vista es maravillosa y Obiora le dice a su hermana que debería pintarla. En lugar de responder, Amaka sale corriendo hacia la cima, seguida por Jaja y Chima. La tía Ifeoma le pregunta a Kambili qué está esperando y luego sale corriendo tras los muchachos. Kambili corre tras ellos, pensando en el padre Amadi, y llega a la cima antes que todos. Ifeoma, sin aliento, le sugiere que se convierta en velocista.

Esa noche, mientras juegan a las cartas en la sala de estar, suena el teléfono. Tía Ifeoma responde y comienza a gritar. Kambili toma el tubo y habla con su madre, quien le comunica la muerte de Eugene. Lo encontraron en la fábrica. Kambili, en estado de shock, pregunta si fue una carta bomba. Jaja toma el teléfono y tía Ifeoma hace que Kambili se acueste. Mira fijamente un saco de arroz, perdida en sus pensamientos sobre su padre. Kambili se da cuenta de que no creía que fuera posible que su padre muriera.

Capítulo 16

Jaja y Kambili regresan a Enugu. Una gran lluvia se desata y arranca anacardos y mangos de los árboles, que se pudrirían en el suelo y llenarán el aire con su aroma. La madre mantiene las puertas de la casa cerradas para que las visitas no puedan entrar, e incluso los miembros de la umunna en Abba son rechazados. Sisi sirve bebidas a los niños en las mismas tazas en las que el padre solía tomar su té. Jaja se niega. Sacude la cabeza y declara que debería haber cuidado a su madre.

Kambili dice que Dios obra de formas misteriosas, pero Jaja se ríe y le pregunta por qué Dios es tan cruel e hizo morir a su hijo para salvarlo, si podría haberlo salvado antes de morir. En ese momento, la madre recibe una llamada. Se ha realizado una autopsia al cuerpo de Eugene y se ha encontrado veneno. Con naturalidad, la madre confiesa a sus hijos que el último tiempo había estado envenenando el té de su marido. Sisi, la sirvienta, le ha ayudado a obtener el veneno que ha estado utilizando. Cuando llega la policía, Jaja asume la culpa del crimen y es arrestado.

Parte 4: Un silencio distinto. El presente

Capítulo 17

Kambili narra desde su presente, casi tres años después de la muerte de su padre. Ella y su madre van a la prisión para visitar a Jaja. La madre se ha reducido a piel y huesos. Después de que arrestaron a Jaja, le dijo a la gente, incluidos los periódicos, que ella era la responsable del asesinato de Eugene Achike, pero nadie le creyó. Desde entonces, la madre ha cambiado completamente; ha dejado de asistir a la iglesia y no se ha cortado el pelo, como la costumbre dicta para las viudas.

Cada semana, la madre y Kambili visitan a Jaja, aunque por lo general, lo hacen en días separados. Sin embargo, este día es diferente: sus abogados, miembros respetados del estado, les han dicho a los Achike que Jaja será liberado la semana siguiente. Desde que el Jefe de Estado murió, echando saliva por la boca encima de una prostituta, según cuentan medios no oficiales, su régimen está siendo barrido, y tanto los abogados como los activistas prodemocráticos han culpado al régimen del asesinato de Eugene. Con el antecedente de Ade Coker, es fácil argumentar que lo mataron por su libertad de expresión y su abierta oposición al gobierno militar. Casi 200 personas encarceladas sin razones serán puestas en libertad, y Jaja ocupa el cuarto lugar en la lista.

Sin embargo, nadie en la casa se ha puesto a festejar, y ni siquiera han discutido sobre lo que harán con el dinero que les quede luego de que la mitad de la riqueza de Eugene fuera a parar a la iglesia. Además, Eugene había hecho muchas donaciones anónimas a organizaciones benéficas, por lo que el patrimonio de los Achike, aunque importante, es menor de lo que podría esperarse.

Mientras escuchan Fela en el auto, Kambili recuerda la última vez que visitó Nsukka. La estatua del león ya no brilla y el campus parece más precario. Kambili pidió a los nuevos inquilinos que le dejaran visitar el piso que había ocupado la familia de su tía y, a pesar de los cambios, Kambili reconoce cada lugar y se llena de recuerdos.

Una vez en la prisión se enteran de que Jaja está de vuelta en su vieja celda abarrotada de convictos, y no en la celda privada que habían logrado conseguirle. Allí comparte la estrecha habitación con tantos hombres, que algunos deben pararse para que otros puedan acostarse. El único baño que poseen es una bolsa de plástico que comparten, e incluso se pelean por ver quién puede sacarlo afuera, ya que esa es la única forma de ver la luz del sol, aunque sea por algunos minutos. Sin embargo, Jaja dice que no le importa la situación en la que se encuentra.

El estatus oficial de Jaja todo este tiempo ha sido “En espera de juicio” (p. 295). Sus hombros, que se habían ensanchado en Nsukka, están ahora hundidos. Tía Ifeoma le ha enviado grabaciones a Kambili, y Amaka le escribe a ella tanto como a Jaja, aunque este último nunca contesta sus cartas. Además, Amaka ha escrito numerosas cartas a la embajada de Nigeria en Estados Unidos y al Jefe de Estado, quejándose de la situación que se vive en las prisiones del país.

Como se informa en las cartas de tía Ifeoma, ella tiene dos trabajos, uno en un pequeño colegio comunitario y el otro en una farmacia. Amaka dice con amargura que su familia ya no tiene tiempo para reír y que apenas se ven. Obiora, por el contrario, escribe las cartas más alegres. Ha recibido una beca para estudiar en una escuela privada, donde es animado a desafiar a sus profesores en lugar de denunciarlos, como pasaba en Nigeria.

La madre y Kambili ofrecen un soborno al guardia que les hace pasar a ver a Jaja. La camiseta de Jaja, que Kambili trajo como nueva hace dos semanas, ya está irreconocible. Los ojos de su hermano se han endurecido. Comen rápido, y la madre tiembla todo el tiempo al lado de Kambili. Le dicen a Jaja que lo van a liberar, a lo que el joven responde que hay muchos personajes interesantes en su celda. Kambili lo corrige: no lo trasladan, sino que lo liberan por completo de la prisión. A esto, Jaja responde con su silencio. Sus ojos están demasiado llenos de culpa como para darse cuenta de que Kambili lo considera un héroe. El tiempo se acaba y Jaja se deja llevar de nuevo a la celda, sin hacer contacto visual con su familia en ningún momento.

Cuando salen de la prisión, hay esperanza en los semblantes de Kambili y de su madre. La narradora ríe y le dice a su madre que llevarán a Jaja a Nsukka y a Estados Unidos para que visite a la tía Ifeoma, y luego a Abba para plantar nuevos naranjos, y algunos hibiscos púrpuras. Por primera vez, la madre sonríe y es capaz de hablar del futuro que le espera a su familia.

Análisis

En el capítulo 14 se destaca el desafío de la madre a su marido. En lugar de ocultar sus acciones, como ha hecho siempre, comienza a hablar en voz alta y a actuar sin ocultar sus acciones a su marido. La madre parece inspirada por la rebelión de Jaja y está dispuesta a protegerlo, poniéndose de su lado. Además, como se verá en los capítulos siguientes, la madre ha estado colocando veneno en el té de su marido, por lo que sabe que Eugene se encuentra débil y no tiene las fuerzas para desafiarla.

Amaka no quiere ir a Estados Unidos. Su casa está en Nigeria, y a pesar del panorama político tan desalentador, no quiere abandonar su país: quiere quedarse y tratar de luchar contra las injusticias. La amiga de la tía Ifeoma, Phillipa, se fue a Estados Unidos y supuestamente es feliz, pero su otra amiga, Chiaku, recuerda el tiempo que pasó en Cambridge y la discriminación que sufrió. Ifoema, de todas formas, no tiene muchas opciones después de ser despedida. Aunque abandonar su casa no es lo que más desea, siente que debe hacerlo.

Cuando la familia se entera de que el padre Amadi está asignado a Alemania, Obiora y Amaka se burlan de él y entablan una discusión sobre el colonialismo. Sugieren que, dado que los hombres blancos trajeron a su Dios blanco a África, tal vez el padre Amadi debería "reempacar" a su Dios y devolvérselo a los europeos. Obiora sugiere que el padre Amadi difunda una imagen negra de Dios, en un claro desafío al sistema de creencias occidental dominante. El padre Amadi bromea diciendo que no hay culturas indígenas en Europa que necesiten ser pacificadas, un comentario que solo pone en relieve el uso de la religión como herramienta utilizada por los imperialistas para colonizar África más fácilmente. Los misioneros enseñaron a los africanos sobre su visión del pecado y la moralidad para mantenerlos a raya. Erosionar la cultura indígena es el primer paso hacia la asimilación cultural. Como tradicionalista, Papa-Nnukwu buscó preservar su propia cultura y supo transmitir sus valores a sus nietos. Su vínculo con Amaka era especialmente fuerte, y eso se pone en evidencia cuando la muchacha se niega a elegir un nombre occidental para su confirmación. Esta negativa de Amaka es un claro desafío a las estructuras coloniales que siguen imperando en Nigeria.

El último párrafo del capítulo 14 contiene una descripción del crecimiento de Kambili. En primer lugar, la muchacha no quiere lavarse las manos por temor a borrar la memoria del Padre Amadi. Luego, al bañarse quiere utilizar el agua de lluvia sin calentarla para que retenga el aroma del cielo. Kambili parece querer llevarse la naturaleza con ella. Las lluvias han caído después de un calor extremo, lo que simboliza el alivio que Kambili siente en Nsukka después de sus experiencias en Enugu. Así como los cielos se despejan, también lo hace Kambili.

Al igual que Jaja, Amaka se rebela contra las imposiciones de la fe institucionalizada por el catolicismo y decide no confirmarse para no elegir un nombre occidental. En Aokpe, Kambili es la única que ve a la Virgen, y la encuentra por doquier. Esto indica que, para Kambili, Dios está verdaderamente en todas partes y no solo en lugares santificados. Con estas visiones, la maduración religiosa de Kambili llega a su fin. Ella siempre será devota, pero no de la forma en que padre le inculcó, sino que además reconoce creencias ajenas a la suya, y toma de ellas todo lo que la ayude a reconciliar las diferentes concepciones que pueden tenerse sobre el mundo.

En su último día en Nsukka, tía Ifeoma lleva a la familia a la cima del monte Odim. En la cima, Kambili busca al padre Amadi en todas partes, y reconoce que es el cura quien le ha dado la confianza suficiente para cambiar su vida y llegar a la cima de esa colina acompañada por su familia. En ese sentido, el ascenso a la colina es el epílogo de una etapa de su vida y simboliza su maduración y crecimiento hasta convertirse en una joven adulta.

Jaja se entera del asesinato antes que Kambili y la policía. No está claro si sabía o no lo que estaba haciendo la madre mientras sucedía, pero es cómplice de las secuelas. Cuando Kambili le dice que Dios obra de formas misteriosas, critica a las Escrituras. Sabe que su madre y no Dios, mató a su padre. Jaja sabe que alguien debe asumir la culpa, y da un paso adelante para proteger a su madre y compensar de alguna manera todas las veces que ella lo ha protegido en el pasado. Ha aprendido, al ver a Obiora enfrentarse a los soldados y cuestionar la autoridad, que la hombría depende de la fuerza y ​​exige lealtad familiar. Jaja ahora es un hombre, y tampoco puede reconciliar más su fe con lo que sucede en el mundo. A diferencia de Kambili, el joven solo puede interpretar el mundo tan rígidamente como le enseñó Eugene. Por eso, rechaza tanto a su padre como a Dios, pero no encuentra ninguna otra creencia a la que asirse.

El capítulo 16 concluye la sección titulada “Los Dioses hechos pedazos”. Esto puede referirse a las figurillas rotas, lo que lleva a la fe rota de Jaja y también a la destrucción de la familia Achike. Cada individuo es una pieza de los dioses y toda la familia está rota por la muerte del padre y el inminente traslado de tía Ifeoma a Estados Unidos. Kambili también siente que se está rompiendo en pedazos porque el padre Amadi se va. Hay connotaciones tanto positivas como negativas en este título. Tanto Kambili como su unidad familiar están siendo destrozadas, pero se trata de la destrucción necesaria de un sistema opresor para encontrar la libertad y la autonomía.

La novela cierra con un capítulo ubicado en el presente, que compone la cuarta parte de la historia. Han pasado casi tres años y Jaja ha estado en prisión, culpado por el asesinato de su padre. Como sugiere el título de esta sección, hay un silencio diferente en Enugu: el de la madre que calla, atormentada por el dolor. La confesión que ha enviado a diarios y radios ha sido totalmente ignorada. En la casa, Kambili respeta el silencio de su madre sabiendo que, como antes, algunas verdades no se pueden decir. Antes, el silencio era una necesidad para mantener la imagen del padre. Ahora, el silencio es una estrategia de autoconservación. Kambili también menciona que Jaja ya no habla con ella con los ojos, como lo hacían en su juventud. Endurecido por las brutales experiencias de la prisión, ha aprendido a ocultar sus partes vulnerables. Entre los hermanos se ha roto la antigua conexión, y Kambili llega a preguntarse si alguna vez existió o si todo fue una fantasía que ella había creado.

Como se sabe por las cartas que Ifeoma y Amaka envían, la vida en Estados Unidos no es el paraíso que Obiora había imaginado. Si bien el muchacho prospera en una escuela privada, la familia lucha por hacerse un lugar en la sociedad norteamericana, y Amaka se queja de que ya no tienen motivos para reír como antes. Vivir en el exilio es una realidad compleja que apenas se esboza en la novela, aunque es un tema fundamental para toda la obra de Chimamanda Ngozi Adichie, en especial para su obra más conocida, Americanah. Nsukka también ha cambiado, pero Kambili sigue visitándolo porque es el lugar en el que ha sabido refugiarse y encontrarse a sí misma. El monte Odim sigue dominando el paisaje y, al contemplarlo, Kambili se siente parte de la historia de su país, al mismo tiempo que recuerda su singularidad y su propia historia de vida. Nsukka tiene un poder restaurador y desata en Kambili todo lo que había sufrido censura en Enugu. Mientras escucha los ritmos de Fela que le compartió Amaka y recuerda las palabras del padre Amadi, Kambili comprende con felicidad que finalmente ha encontrado las raíces que necesita para comprender su propia historia.

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