Resumen
Parte 2: Hablando con nuestros espíritus. Antes del Domingo de Ramos
Capítulo 11
Kambili recuerda la lluvia del día en que Ade Coker muere. El redactor del Standard está sentado en su mesa, por cenar junto a su mujer y su hija, cuando recibe un paquete con el sello de la Cámara de los Representantes. Al abrirlo, estalla la bomba y lo hace saltar en pedazos. Kambili y Jaja vuelven de la escuela y encuentran a su padre hecho un ovillo en el sofá de la sala, sollozando, y Jaja trata de consolarlo diciendo que la muerte de Ade fue la voluntad de Dios.
Eugene organiza el funeral de Ade y crea fideicomisos para que a Yewande y sus hijos no les falte nada; luego otorga bonificaciones a su personal en el Standard y les da unas largas vacaciones. Tras el episodio, Kambili tiene pesadillas recurrentes en las que su padre explota frente a ella al abrir una carta bomba.
Semanas después, el padre todavía se ve afectado por la pesada carga de la muerte de su editor. En esos días, un grupo de soldados lleva una caja de ratas muertas a una de sus fábricas para luego culparlo por infracción sanitaria. La fábrica queda cerrada, y Eugene se retira cada vez más de sus negocios. Igualmente, deja de controlar a sus hijos con la misma frecuencia que antes, por lo que Jaja y Kambili aprovechan esta flexibilidad en sus horarios. Un día, mientras Eugene está con el padre Benedict, Jaja se presenta en el cuarto de Kambili y los dos juntos se quedan contemplando el cuadro de Papa-Nnukwu.
Así los encuentra Eugene cuando termina su entrevista con el cura. Furioso, destruye el cuadro y les pregunta a sus hijos si se han convertido a las costumbres paganas. Jaja trata de proteger a su hermana y dice que el cuadro es suyo, pero Kambili grita que era un regalo para ella y se arroja al suelo para juntar y proteger los fragmentos del retrato. Su padre entonces comienza a patearla, cada vez con más fuerza, y luego Kambili piensa que también la está golpeando con el cinturón, aunque es tanto el dolor que solo logra hacerse un ovillo y pedir por favor dejar de sentir completamente.
Kambili se despierta en el hospital, con todo el cuerpo inflamado por el dolor. Semiconsciente, oye fragmentos de frases: costilla rota, hemorragia interna, lenta mejoría… luego ve a su padre muy cerca de ella, con los ojos húmdos de lágrimas, y vuelve a dormirse. En otra ocasión, despierta y escucha que el padre Benedict le está dando la extremaunción, como si ella fuera a morirse; a su lado, escucha a su madre diciéndole al cura que su hija se está recuperando y que no necesita aquel sacramento.
Sedada, Kambili entra y sale de la inconsciencia. Cree que sueña con el rostro del padre Amadi, pero está en la habitación con tía Ifeoma. Kambili no puede sonreír ni hablar, e Ifeoma le dice a su cuñada que debe poner fin a lo que está sucediendo. Su tía insiste en que ella y Jaja vayan a Nsukka cuando tenga el alta en el hospital, pero la madre se niega, puesto que Eugene nunca lo permitirá. Antes de quedarse dormida, mamá le dice a Kambili que papá ha estado enfermo de preocupación, pero Kambili aparta su cabeza para no escucharla.
La semana siguiente llega una monja contratada para enseñar a Kambili durante su convalecencia, y la joven se sorprende de que la mujer hable igbo además de inglés. La hermana es sabia, y se da cuenta de que Kambili finge tener más dolor del que realmente padece cuando el médico la examina, para no tener que volver a su casa. Al final del periodo escolar, la propia Madre Lucy administra los exámenes de Kambili y trae su boleta de calificaciones. La joven sigue siendo la primera de su clase.
Los compañeros de clase de Kambili la visitan, pensando que ha sobrevivido a un accidente. En el hospital, sus compañeras son más amables. Chinwe charla con ella como si siempre hubieran sido amigas. Cuando están solas, Ezinne le pregunta a Kambili si intentará huir de su casa, pero la joven no le contesta. Dos días después le dan el alta, e Ifeoma convence a Eugene para que la deje ir a Nsukka.
Capítulo 12
Kambili y Jaja llegan a Nsukka. Obiora y Chima se muestran amables con Kambili y le ofrecen llevar su bolso o prepararle algo para comer. Las termitas aladas, llamadas aku, andan por el aire y los vecinos las persiguen para atraparlas y hacerlas fritas; Obiora mira a los niños y comenta que él nunca las persiguió, puesto que siempre fue muy maduro, lo que hace reir a Amaka y a Kambili. Entre las dos primas la relación es mucho más distendida, y Amaka se permite bromear y decirle a Kambili que el padre Amadi parece su novio por lo mucho que ha preguntado por ella, y que seguro pasará a visitarla. Kambili confirma su enamoramiento con el sacerdote, y su prima le contesta que todas las chicas del campus se enamoran de él, pero que el cura solo muestra interés por Kambili. Luego, Amaka se pone seria y le pregunta a Kambili si su padre es el responsable de lo que le pasó, a lo que ella responde que sí.
El padre Amadi visita a Kambili y le da un cálido abrazo que la muchacha recibe con ansiedad y tensión. Kambili desearía estar sola con el padre Amadi y no rodeada por sus primos, para poder escuchar su voz y tener toda su atención encima.
Al día siguiente, Kambili se despierta última y encuentra a la tía Ifeoma sentada en la terraza con una amiga, también profesora de la universidad. Ambas discuten la decisión de la universidad de nombrar a un “administrador único” (p. 224), que desplazaría al rector electo. Philippa, la amiga, también dice que circula una lista con los nombres de profesores desleales, y que el de Ifeoma ha sido escrito en ella, a lo que la tía responde que a ella no le pagan por ser leal, sino por decir la verdad. Con ironía, su amiga pregunta entonces si la verdad alimentará a sus hijos, y sugiere luego que se vaya a Estados Unidos, como han hecho ya otros profesores. Esta posibilidad angustia a Amaka, que no quiere salir de Nigeria, pero emociona a Obiora, quien considera a Estados Unidos un país lleno de posibilidades para su formación. Kambili no quiere siquiera pensar en que su familia se vaya de Nsukka.
Días después, Kambili asiste a un partido de fútbol con el padre Amadi, y allí se da cuenta de que el cura les habla a sus jugadores como tía Ifeoma habla con sus hijos. Los dos establecen metas para los niños y los animan a superarlas. Las metas se cumplen porque los niños creen que pueden alcanzarlas. Kambili se da cuenta de que ella y Jaja sobresalen solo porque están aterrorizados por lo que sucederá si fallan, pero que no hay una motivación genuina en sus estudios. Cuando comparte esta idea con el padre Amadi, este le explica que necesita creer en esos chicos para poder sostener su fe sin cuestionársela. Luego, coloca su mano afectuosamente sobre el cabello de Kambili, y esta desea poder apoyar todo su cuerpo contra el del cura.
A la mañana siguiente, los estudiantes de Nsukka se amotinan. Al menos 500 personas marchan por las calles pidiendo la destitución del administrador único. Tía Ifeoma asegura a los niños que ellos están a salvo, pero apaga las luces para que su piso no llame la atención. Más tarde, se enteran de que los estudiantes incendiaron la casa del administrador único y los coches de algunos profesores, por lo que la universidad se cierra hasta nuevo aviso. Durante la siesta, Kambili sueña que el administrador único le echa agua caliente sobre los pies a tía Ifeoma. Cuando salta de la bañera, Ifeoma cae en Estados Unidos.
Esa noche, cuatro soldados irrumpen en el piso de tía Ifeoma con la supuesta orden de revisar la casa en busca de documentación que vincule a la profesora con los estudiantes alborotadores. Sin embargo, los soldados se dedican a dar vuelta los armarios y los cajones, pero no revisan ningún papel en particular. Obiora intenta hacerles frente, pero su madre le dice que no pelee. Los soldados advierten a Ifeoma que tenga cuidado y luego se marchan. Una vez solos, Obiora dice que deberían ir a la policía, pero su madre sonríe y le explica que aquellos hombres son, justamente, enviados por la policía. El muchacho entonces expresa que es hora de marcharse del país, pero su hermana lo increpa, pues piensa que hay que seguir luchando por Nigeria. Ifeoma interviene para calmarlos y los pone a limpiar el desorden.
Al día siguiente, uno de los estudiantes de Ifeoma llega y le obsequia un pollo, como símbolo de su compromiso nupcial. Jaja se ofrece a matar el pollo, a pesar de que nunca antes lo ha hecho, y Kambili lo observa, sorprendida por la iniciativa de su hermano. Mientras le quita las plumas al animal, Jaja le dice a Kambili que quiere irse con tía Ifeoma a Estados Unidos.
El padre Amadi llega para llevar a Kambili a la peluquería de Mama Joe, una amiga de tía Ifeoma. Al igual que Amaka, Mama Joe insiste en que ningún hombre lleva a una chica para que le trencen el pelo a menos que esté interesado en ella. Kambili no sabe qué decir, por lo que se limita a sonreír y guardar silencio. Luego, el padre Amadi pasa a buscarla, la felicita por su peinado y le dice que debería considerar la posibilidad de interpretar el papel de Nuestra Señora en la obra que realizará en su iglesia, a lo que Kambili se niega, puesto que nunca ha actuado. Ante su negativa, el cura le dice seriamente que ella puede hacer lo que desee, puesto que sus posibilidades son prácticamente infinitas.
Capítulo 13
Kambili y Amaka asisten a misa en San Pedro, la capellanía del padre Amadi. Al regresar, Ifeoma le recuerda a Amaka que debe elegir su nombre para su confirmación, al día siguiente. Sin embargo, Amaka es terca e insiste en que no quiere un nombre en inglés, por lo que no se confirmará si no le dejan usar un nombre igbo. Kambili se ofrece a ayudarla a elegir, pero Amaka no da el brazo a torcer.
Más tarde, Kambili acompaña a su tía mientras esta discute sobre las políticas universitarias con una amiga. El hijo de uno de los profesores robó las respuestas de las pruebas de su padre para venderlas a sus alumnos, pero como ahora la universidad está cerrada, los estudiantes le exigen la devolución del dinero. Además, el padre lo golpeó por el robo, lo que despierta la desaprobación de la amiga de Ifeoma. Para ellas, si los profesores no pueden pagar la comida para su familia, tampoco pueden golpear a sus hijos por robarles para conseguir dinero. Desde que cerró la universidad, los estudiantes han acosado al chico para que les devolvieran el dinero. Luego hablan de la vida de los profesores nigerianos en el exterior y la discriminación constante de la que son víctimas. Para su amiga, es necesario quedarse y luchar por Nigeria. Cuando lo expresa, Obiora interviene y realiza un comentario violento y fuera de lugar, por lo que Ifeoma lo castiga. Amaka llama estúpido a su hermano por querer irse de Nigeria, mientras que Kambili se limita a observar la situación.
Mientras preparan la carne que está a punto de echarse a perder por falta de refrigeración, la madre aparece sin previo aviso. Eugene le rompió una mesa sobre el estómago, sin saber que estaba embarazada, y le provocó otro aborto espontáneo. Al ser dada de alta en el hospital, la madre tomó un taxi directamente a Nsukka.
Cuando el padre llama, Ifeoma le impide a su cuñada que se ponga al teléfono, pero esta le devuelve la llamada casi al instante, y luego informa a su familia que Eugene pasará a buscarlos al día siguiente. Ifeoma no puede creerlo, pero su cuñada justifica la conducta de su esposo; Eugene ha estado sometido a una tensión enorme desde la muerte de Ade y el cierre de su fábrica. Cuando tía Ifeoma la alienta a abandonar a su marido, la madre le pregunta a dónde iría si dejara Enugu. Para la madre, las palabras de Ifeoma son tan solo una charla universitaria, sin aplicación a su realidad concreta.
El padre llega al día siguiente. Kambili se sorprende al ver cómo ha adelgazado en las últimas semanas. Todo su rostro está cubierto de una erupción con granos purulentos. Cuando Kambili se despide de Amaka con un abrazo, ella la llama “nwanne m nwanyi” (p. 251), mi hermana. Cuando llegan a la casa, Jaja señala su hibisco púrpura a punto de florecer.
El próximo domingo es Domingo de Ramos. Jaja no toma la comunión y el padre le lanza su misal.
Análisis
El capítulo 11 está marcado por la violencia extrema. La muerte de Ade Coker y la brutal paliza que sufre Kambili son productos del abuso de poder y la corrupción. Ade es asesinado por su propio gobierno y Kambili casi muere a manos de su propio padre, dos entidades que se supone que deben proteger y garantizar el bienestar de la sociedad o de las personas a su cargo. La violencia ocupa un lugar común en las pesadillas de Kambili, quien no es capaz de procesarla psicológicamente. A veces, ve a Ade Coker estallar en pedazos, pero otras veces es su padre el que abre la carta bomba y explota. La presencia de pesadillas recurrentes hace evidente que Kambili sufre profundamente, aunque no es capaz de manifestarlo. Es interesante notar cómo la focalización interna de la narración y la presentación de los hechos a partir de la primera persona transmiten al lector la alienación que vive la protagonista: Kambili no es capaz de explicitar que su padre es un violento golpeador, incluso cuando casi muere por uno de sus arrebatos de furia; es tal la represión que sufre en su casa que ni siquiera tiene las herramientas para reflexionar sobre lo que le está pasando.
La contemplación del retrato de Papa-Nnukwu marca un punto de inflexión en la vida de los hermanos Achike. Ambos saben que su padre puede subir las escaleras en cualquier momento y, sin embargo, continúan mirándolo. La pintura es como las figurillas de la madre, y les ofrece un respiro de la oprimente realidad cotidiana. Sin embargo, observar la pintura también es un desafío, una rebelión contra el padre.
Jaja intenta proteger a su hermana al reclamar la propiedad del retrato. Lo mismo ha hecho en otras ocasiones para proteger a su hermana. Sin embargo, en este caso Kambili no se deja proteger por su hermano, y le dice al padre que el cuadro es suyo, tras lo cual se arroja al suelo y trata de juntar sus fragmentos. Esta vez, es Kambili quien protege a su hermano y recibe en su cuerpo todo el castigo de su padre.
Kambili cambia su actitud después de este evento. En el hospital, le pide a su madre que llame a tía Ifeoma y se mantiene firme ante las excusas de su madre. Además, aparta la mirada cuando le hablan de su padre, y luego incluso miente a los médicos sobre su dolor para poder quedarse más tiempo en el hospital y escapar a la pesadilla que le espera en su casa. Esta actitud demuestra un gran cambio en relación con la Kambili tímida y sumisa de los capítulos precedentes, y pone de manifiesto su crecimiento y sus primeros pasos en pos de la liberación del yugo paterno.
La hermana blanca que da tutoría a Kambili en el hospital es similar al padre Amadi. Nació en Europa, pero habla con fluidez el igbo. Las hermanas blancas de la escuela de Kambili nunca hablan igbo e incluso se abstienen de recitar el juramento y el himno de Nigeria. Al igual que el padre Amadi, esta hermana fusiona las prácticas de su tierra natal con las de su religión adoptiva, solo que en sentido inverso: esta hermana decidió aprender el idioma y las costumbres del país en el que desarrolla su labor religiosa. Estos dos personajes representan para Kambili la posibilidad de fundir religión y tradición, y abren una perspectiva más complicada y ambigua de la vida, que la joven hasta el momento ignoraba completamente. Una buena parte del proceso de maduración de Kambili implica aceptar que el mundo es más complejo de lo que parece.
En el capítulo 12, al poco tiempo de que Kambili y Jaja llegan a Nsukka, comienza la temporada de las termitas aladas. Mientras Chima las contempla con asombro y otros chicos las persiguen, Obiora se limita a contemplarlas, y luego dice que él nunca fue niño. En verdad, Obiora ha tenido que crecer precipitadamente y con sus 14 años ya se ha sometido al ritual igbo que marca la mayoría de edad. Además, al haber muerto su padre, Obiora se ha convertido prematuramente en la figura masculina de la casa y en la tradición patriarcal igbo el hombre debe hacerse caso de la protección y la alimentación de la familia. Si bien esto no sucede en la familia progresista de Ifeoma -quien sigue siendo el pilar de su familia- Obiora siente la responsabilidad sobre sus hombros y muestra una madurez que pocos adolescentes de 14 años tienen. Esto contrasta mucho con Jaja, que con sus 17 años es mucho más tímido, retraido e ignorante que su primo, y en ciertos aspectos lo contempla como una figura modelizante.
El episodio del pollo que le regalan a tía Ifeoma sirve para ilustrar el cambio que se está operando en Jaja: el muchacho decide que él matará al animal y lo preparará. Aunque nunca antes ha sacrificado a un animal, los otros niños no se burlan de él y él no pregunta cómo debe proceder. Kambili lo acompaña y observa el proceso. Simbólicamente, Jaja está ocupando el papel de proveedor, un rol que lo introduce en la vida adulta. Además, Jaja le dice a su hermana que planea irse a Estados Unidos con sus primos; cruzar el océano parece la mejor manera de escapar al reinado de su padre y, así, poder continuar con su proceso de maduración.
Kambili también continúa madurando, y en esta etapa está decidida a enfrentarse a su dolor y comenzar a decir la verdad. Cuando Amaka le pregunta si Eugene es responsable de lo que le ha pasado, Kambili dice que sí. Sin embargo, no quiere discutirlo porque es algo que todavía no sabe cómo abordar. Ella no mira hacia atrás para ver la reacción de Amaka, y eso también es un signo de madurez; antes estaba preocupada por lo que su prima pensaba de ella, pero ahora Kambili no siente la necesidad de complacerla, y esto ayuda a profundizar su vínculo.
Nsukka también está conmocionada por los reclamos sociales. Los estudiantes se amotinan contra el administrador único porque se han quedado sin agua y sin electricidad. Los disturbios de los estudiantes universitarios ponen en relieve la situación de tía Ifeoma y de todo el estrato social que conforman los profesores universitarios. Obiora dice que la universidad se ha convertido en un microcosmos de Nigeria, con el administrador único actuando como Jefe de Estado. Cuando los soldados asaltan su apartamento, tía Ifeoma se da cuenta de que la situación es más terrible de lo que pensaba y de que ya no está a salvo, ni siquiera en su propia casa. Los conflictos políticos y sociales que sirven de telón de fondo a la historia familiar de los Achike parangonan desde la ficción los acontecimientos históricos de Nigeria durante la década de 1980. Entre 1983 y 1988, el país estuvo bajo el mando de dos gobiernos militares, el primero liderado por Mohamed Buhari entre 1983 y 1985, y el segundo al mando de Ibrahim Babangida hasta 1988. Esta fue una época marcada por un fuerte activismo social de grupos prodemocráticos, así como también por la represión constante de la población a manos de grupos militares y paramilitares. Las revueltas estudiantiles y la intimidación que sufre tía Ifeoma (así como el asesinato de Ade Coker) ponen de manifiesto una época violenta y caótica de Nigeria.
En el capítulo 13, la discusión de tía Ifeoma con su amiga, Chiaku, funciona como metáfora de lo que está sucediendo en el país. El profesor cuyo hijo vendió las respuestas de los exámenes es reprendido por tratar de resolver el síntoma y no la enfermedad real: la corrupción. Cuando tía Ifeoma defiende su decisión de mudarse a Estados Unidos y se enfrenta con vehemencia a su amiga, Obiora los interrumpe y su madre lo castiga. Este enfrentamiento pone de manifiesto las tensiones inherentes al proceso de crecimiento y maduración: Obiora quiere participar de la charla al mismo nivel que los adultos, pero su madre lo reprende por su falta de respeto y lo envía a su cuarto. Claramente, Obiora está ensayando constantemente cuáles son los límites de la posición que ocupa en su casa, pero todavía debe obedecer a su madre.
La reacción de Ifeoma y los castigos que pone a sus hijos disparan la reflexión de Kambili sobre la naturaleza de su padre; la narradora comienza a comprender que existe una gran diferencia entre disciplina y crueldad. Amaka le explica a Kambili que ser azotada por Ifeoma no es agradable, pero la discusión que sigue después es aún peor: Ifeoma usa el castigo corporal como correctivo, pero luego discute abiertamente por qué tuvo que incurrir en la violencia como respuesta a la transgresión de sus hijos. Eugene también suele explicar su intención cuando los castiga, pero el método es tan severo que el dolor y el miedo conforman la lección. Cuando la madre se presenta en Nsukka tras la golpiza que le da su marido, Ifeoma intenta explicarle que no se puede tolerar la crueldad y la intimidación constantes, pero ella justifica a su esposo y decide regresar a la casa.
La renuencia de Amaka a elegir un nombre de confirmación es indicativa de su malestar con el colonialismo que sigue presente en Nigeria de muchas formas diversas, y a veces implícitas, solapadas y difíciles de detectar. En el catolicismo romano, hay siete sacramentos, tres de los cuales son ritos de iniciación: el Bautismo, la Eucaristía y la Confirmación. El bautismo se realiza al nacer, untando la cabeza de un niño con agua bendita. La Eucaristía, recibir la comunión, implica la ingesta del cuerpo de Cristo, en forma de hostia. La Confirmación la completan los adolescentes a la edad de quince años. Los hombres y las mujeres jóvenes son ungidos con aceite y eligen un nombre de confirmación, generalmente el nombre de un santo. Aunque es en gran parte un gesto simbólico, Amaka no quiere renunciar a su identidad nigeriana y se niega a la elección de un nombre blanco.
Amaka llama a Kambili “nwanne m nwanyi” (p. 251), es decir, “mi hermana”, en este capítulo, lo cual pone en relieve la construcción del vínculo entre ellas y parangona la forma en que Ifeoma se dirige a su cuñada, llamándola “mi esposa”. La familia se forja no solo por los lazos de sangre, sino también por la conexión y la camaradería. Los títulos connotan sentimientos que no se pueden transmitir en términos simples, pero las fórmulas en igbo parecen tener una connotación que las palabras en inglés no tienen para los personajes de la novela.
Al final del capítulo, la naturaleza adquiere un significado simbólico y se comprende el por qué del título de la novela. Cuando Kambili y Jaja regresan a Enugu, Kambili se siente abrumado por el olor repugnantemente dulce de la fruta que se acumula en su casa. Anacardos, aguacates y mangos ensucian el suelo y desprenden este aroma empalagoso. Kambili solía deleitarse con el vasto patio trasero, soñando despierta mientras miraba por la ventana. Sin embargo, cada vez que regresa de Nsukka, los lujos a los que se ha acostumbrado adquieren un tono más oscuro. Aquí, los frutos que se pudren y apestan simbolizan el declive del estatus de la familia Achike y de las relaciones interpersonales entre sus miembros. Mientras tanto, el hibisco púrpura de Jaja, que simboliza su rebelión contra el orden paterno, está a punto de florecer.
El capítulo 13 concluye con el Domingo de Ramos y el libro regresa sobre su inicio. Las primeras tres partes del libro están contadas en retrospectiva, mientras que la cuarta parte se indica como el presente. El título de la primera parte, “La rotura de los dioses” (p. 17) hace referencia a la rotura de las figurillas de porcelana de la madre, golpeadas por el misal que Eugene arroja contra Jaja; pero también guarda otro significado, ya que la negativa de Jaja a participar en la misa es su ruptura con Dios. La segunda sección, que concluye en este capítulo, se llama “Hablando con nuestros espíritus” (p. 33), y describe el proceso de maduración de Jaja y de Kambili, quienes por mucho tiempo se ven obligados a hablar solo a través de gestos y acciones. A medida que esta sección se desarrolla en retrospectiva, las escenas fluyen como recuerdos que Kambili recupera selectivamente para explicar cómo se gestan los acontecimientos del Domingo de Ramos. La focalización interna presenta los hechos a través de la perspectiva de Kambili, gracias a lo cual el lector puede vislumbrar los cambios que se operan en su percepción y en su psicología. Por ejemplo, en este capítulo, Kambili se centra en los juegos de cartas que perdió en lugar de hablar de su inevitable regreso a Enugu. Al distanciarse de esa noche, es capaz de encontrar en su forma de actuar y de pensar las marcas de su crecimiento y de la creciente confianza en sí misma. En este caso, en lugar de hablar del dolor o preocuparse por los posibles castigos que la esperan en su casa, elige poner el foco de sus recuerdos en el tiempo que pasó con su prima y el vínculo que pudo construir con ella. Este es un detalle que Kambili, posicionada tres años después de los hechos, identifica como importante.