La vida de las mujeres

La vida de las mujeres Alice Munro y los rasgos autobiográficos en su obra

Según el análisis esbozado en esta guía, el epílogo de La vida de las mujeres puede considerarse metaliterario: la narradora y protagonista estaría realizando un movimiento similar al que Munro hace en su novela, por lo que la ficción en su totalidad podría considerarse, de alguna manera, asociable a la biografía de la autora. Un modo de legitimar esta aseveración es recurrir a las ficciones que la misma Alice Munro ha reconocido como autobiográficas: varios de los relatos incluidos en la colección Todo queda en casa. Mis mejores cuentos (2015).

Dentro de esta colección, en el cuento “Vida querida”, incluido en el segundo tomo, la narradora describe la casa y la localidad en que vivió su infancia. Esta casa “estaba donde acababa el pueblo y empezaba el campo abierto” (Todo queda en casa. Mis mejores cuentos 2, p.497), dice la narradora, lo cual recuerda a la ubicación de la casa de Della Jordan en Flats Road. Este pueblo acababa en el río Maitland, dice la voz de “Vida querida”, dando en este caso el nombre real de aquel río que, en La vida de las mujeres, se llamaba Wawanash. Efectivamente, el río Maitland pasa por Wingham, comunidad donde nació Alice Munro ubicada en el municipio de North Huron, dentro del condado de Huron en Ontario, Canadá. Esta es una de las especificaciones que permiten verificar que los relatos de Mi vida querida se corresponden verdaderamente, en hechos y locaciones, con la vida de la autora. “Esto no es un cuento, es la vida” (ibíd, p.486), dice la voz que narra “Vida querida”, con un gesto explícito que delata su voluntad de disipar cualquier duda acerca de la veracidad de lo narrado.

Establecido el paralelismo, son varias las cuestiones que componían vida y personalidad de Della Jordan y que coinciden con las que Alice Munro recuerda de su propia adolescencia. “Me sentía a años luz de la mayoría de la gente a la que había conocido en el primer año del bachillerato” (ibíd, p.482), dice la narradora de “Vida querida”, al respecto de haber terminado los estudios secundarios en un contexto donde casi nadie lo hacía. Esta voz narrativa y protagonista también pasa horas en la biblioteca municipal y cuenta con una prodigiosa memoria. Además, asegura que su padre criaba zorros plateados en la granja y que su madre no se llevaba bien con la familia de su padre, menos aún con los miembros femeninos de esa familia “que vivían lo bastante cerca para vigilar sus hábitos” (ibíd, p.491). La madre que Alice Munro retrata en “Vida querida” se asemeja en mucho a Ada Jordan. Entre otras cosas, por el recelo que produce en la mayoría del pueblo, puesto que ella “no parecía que se hubiera criado en una granja, o que tuviera intención de quedarse en una mucho tiempo” (ibíd, p.491) y "hablaba de un modo que incomodaba a sus propios parientes" (ibíd, p. 483)

El final del relato “Vida querida” recupera una anécdota de Alice Munro ya adulta: “No volví a mi casa la última vez que mi madre cayó enferma, ni para su funeral. Tenía dos hijas pequeñas y a nadie en Vancouver con quien dejarlas. No estábamos para gastar dinero en viajes, y mi marido despreciaba las formalidades” (ibíd, p.498), declara la narradora. Y reflexiona: “Aunque ¿por qué culparlo a él, de todos modos? Yo sentía lo mismo. Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos una y otra vez” (ibíd, p.498). Quizás porque La vida de las mujeres nos hizo conocer en profundidad a Ada Jordan, a la vez que entender lo importante que fue en la vida de su hija, es que esta nota autobiográfica de la autora, en quien ahora vemos a Della, resulta tan angustiante como conmovedora.

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