Resumen
Fern es una mujer bastante sensual, y los domingos por la mañana viste una bata de raso color rubí que moldea su cuerpo. Ella estudió canto antes de trabajar en la oficina de correos. Naomi asegura que Fern tuvo un hijo a los diecinueve años y que por eso la echaron del conservatorio de música. Del no lo cree. Naomi obtiene ese tipo de rumores por parte de su madre, la enfermera. La muchacha también asegura que Fern mantiene relaciones sexuales con el señor Chamberlain.
El señor Chamberlain es quien propuso a los Jordan tomar a Fern como inquilina. Son amigos, se conocieron porque las madres de ambos están internadas en el mismo hospital. Cuando Del repite frente a su madre el rumor y sugiere que Fern y Chamberlain deberían estar casados, su madre se indigna y despotrica contra la mentalidad obscena que se extiende por la ciudad. Naomi no es bien recibida en casa de los Jordan, al igual que Del no es bien recibida en casa de su amiga: la primera por su obsesión sexual, la segunda por el ateísmo.
Es el primer año del secundario y Naomi y Del hablan constantemente sobre sexo, en un tono burlón pero curioso al mismo tiempo. Leen pasajes de un libro sobre contacto sexual que Naomi encontró entre las cosas de su madre. Observan a Fern y el señor Chamberlain buscando signos de pasión o lascivia, aunque nunca ven nada.
Art Chamberlain lee noticias en la radio de Jubilee. Tiempo atrás combatió en la guerra, en la unidad de blindados. El padre de Del siempre le pregunta sobre sus experiencias. Una vez, Chamberlain habla sobre un episodio de guerra sucedido en Italia, y en un momento cuenta con relativa indignación que intentaron venderle adolescentes, no mucho mayores a Del. Ada intenta frenar la conversación y pide a su hija que se retire. Del, que en principio no entendía en calidad de qué se vendían esas adolescentes, sube a su dormitorio y se desviste para mirarse al espejo. Repite en su interior las palabras de Chamberlain y siente cierta excitación, mientras mira su cuerpo semidesnudo, envuelto en la bata de su madre. Desde entonces, tiene fantasías en donde deja caer su bata frente a Chamberlain. En sus fantasías nunca sucede nada más que eso.
El padre de Naomi pertenece a una extraña secta religiosa y camina por la ciudad vociferando profecías. Una tarde las muchachas están en la casa de Naomi cuando el padre las hace sentarse y les lee un pasaje de la Biblia. El pasaje versa sobre diez vírgenes que se preparan para la llegada de su esposo. Es un pasaje que Del recuerda, que nunca le gustó, pero que le parecía versaba sobre la prudencia. Sin embargo, se da cuenta de que para el padre de Naomi se trata sobre el sexo. Naomi se impacienta y ambas salen de la casa antes de que el padre pueda leer otro fragmento. Pasean por la ciudad, divirtiéndose en travesuras como escribir los nombres de las mejores alumnas del curso en un baño del ayuntamiento o fingir parálisis cerebral frente a conocidos. Recorren parques alejados, observan a los pavos reales, analizan su forma de seducir.
Cuando vuelven a la casa de Del, Chamberlain está de visita. En el living, Ada cose, Fern se prueba vestidos y Chamberlain sostiene un vaso de whisky (comprado en Potterfield, puesto que en Jubilee es ilegal el alcohol). Desde la perspectiva de Ada, se disculpa que Chamberlain beba porque estuvo en la guerra. Del, para alardear delante de Naomi, pide a Chamberlain que le sirva una copa. Este, divertido, responde que primero debe hacer como un perrito. Del ofrece hacer de foca, talento con el que ya supo divertir a sus compañeros de colegio. Entonces se arrodilla y aulla, aleteando, mientras Chamberlain acerca el vaso a su boca y vuelve a alejarlo cada vez que Del deja de aullar. Las miradas de Naomi, Fern y Ada apuntan al otro lado de la habitación, cada una entretenida en lo suyo. Con una mano, Chamberlain deja que los labios de Del toquen el vaso, mientras con la otra mano toca rápidamente uno de los pechos de la muchacha. Nadie más lo ve. Della no le cuenta a Naomi, quien además cae enferma y se ausenta durante varios días al colegio.
La vez siguiente que Chamberlain aparece en su casa, Del busca que el hombre vuelva a tocarla. Se pone entonces muy cerca de él mientras nadie más puede verlos. Así sucede esa vez y en muchas más ocasiones: como en una ráfaga violenta, Chamberlain toca sus pechos o nalgas. Luego ambos siguen como si nada. En la mente de Del, el sexo queda asociado a una suerte de violencia secreta que nada tiene que ver con la ternura y amor que sentía por Frank Wales tiempo atrás. Sin embargo, no piensa en tener relaciones sexuales.
En una ocasión, Chamberlain sorprende a Del a la salida del colegio, pasándola a buscar en auto y ofreciéndose a llevarla a su casa. Della se siente muy nerviosa todo el viaje. Chamberlain pide a Del un favor: que se adentre en la habitación de Fern cuando esta no esté y revise sus cartas. De algún modo el pedido alivia a Del, algo asustada por la posibilidad de una violación. Chamberlain quiere que Del tome del cuarto de Fern cartas que él le envió muchos años atrás. Toma un papel y escribe, para que Del pueda reconocer su caligrafía, “Del es mala chica” (p.241). Chamberlain toca de un golpe la pierna de Del, a quien deja en la puerta de su casa, y se retira. Del se encierra en su habitación, relee la frase que escribió en el papel Chamberlain y reflexiona sobre su propia personalidad y el modo en que Chamberlain sabe que ella no dirá nada.
El sábado siguiente Del entra a la habitación de Fern. No encuentra cartas, aunque sí algunas fotos que exhiben a Fern y Chamberlain años atrás, caminando por ciudades lejanas. También encuentra algunos papeles donde se cuentan historias de mujeres que se suicidaron de distintas maneras al enterarse que estaban embarazadas, o que murieron por complicaciones en el parto o intentando hacerse un aborto. Entre otras cosas más, acaba encontrando instructivos para prácticas abortivas. Por último, entre los papeles encuentra versos poéticos obscenos, escritos a máquina.
Al día siguiente, Chamberlain pregunta a Del si encontró algo y ella responde que no. El lunes Chamberlain vuelve a buscar a Della en el colegio, luego toma la ruta y le pregunta por las cartas. Del responde que no había nada, y siente una mezcla entre excitación y miedo. “Espero que no nos encontremos aquí a tu madre” (p.249) dice Chamberlain, luego toma un sendero en el cual frena y sugiere que ambos caminen hasta el riachuelo.
A la orilla del riachuelo, Chamberlain se baja la bragueta y saca su miembro por fuera del pantalón. Esto no asusta ni excita a Del. El señor Chamberlain se masturba frente a ella y llega al clímax en un gesto que a Del le resulta exagerado. Algo de semen cae en la falda de la muchacha. A Del le parece increíble que después de ese espectáculo, el hombre pueda levantarse, subirse la bragueta, sonreír y seguir sin más, actuando como si nada. Vuelven al auto y Chamberlain la deja en un lugar solitario cercano a su casa.
Esa fue la despedida de Chamberlain. Al volver a su casa al mediodía, Del encuentra a Fern leyendo una carta que le dejó Chamberlain, diciendo que esa misma tarde abandonaría la ciudad para siempre por razones que no le puede explicar. Fern se lamenta: Chamberlain podría haber sido suyo, tiempo atrás, si ella hubiera querido. “Hasta me escribió cartas hablando de matrimonio. Debería haberlas guardado. Podría haberlo acusado de incumplimiento de promesa” (p.253), señala. Ada le dice que hizo bien en no casarse.
En las semanas siguientes, Del oye muchas veces a Fern hablando de Chamberlain, y tantas otras encuentra a su madre consolando a la desmoronada inquilina. Del quiere hablar con Naomi sobre lo que hizo Chamberlain, pero la muchacha se recupera de su enfermedad con siete kilos menos y una nueva actitud ante la vida. Ya no es audaz ni habla de sexo y siempre está pendiente de su temperatura corporal.
Meses después se da una celebración en el jardín de la iglesia unida. Fern canta en el evento: su apariencia cambió mucho, puesto que engordó bastante desde que Chamberlain se fue. Fern convence a Ada de asistir, a pesar de su aborrecimiento por la religión. Antes de ir, Del y su madre conversan en la casa. Ada dice compadecerse por Fern, por su vida. Luego, explica a Del que cree que habrá un cambio en la vida de las niñas y las mujeres, pero dependerá de ellas que se produzca. Que hasta el momento, todo lo que han tenido las mujeres fue su relación con los hombres. Le aconseja a su hija que no se distraiga, porque una vez que se pegue a un hombre ya la vida no le pertenecerá, porque las mujeres siempre se tienen que hacer cargo de todo.
Del no tolera que su madre se exprese de esa manera, dejando expuesta toda su preocupación por ella. Siente, además, que los consejos que le da su madre no son muy distintos a lo que se le suele decir a las mujeres, consejos que siempre parten de la base de que la mujer es vulnerable y debe ser cautelosa y autoprotegerse. Los varones, en cambio, pueden salir y vivir toda clase de experiencias. Del había decidido vivir con la libertad de un varón.
Análisis
Este es el apartado que da título a la novela, que en su original en inglés (Lives of girls and women) significa exactamente “vidas de niñas y mujeres”. Es interesante analizar el contenido narrativo del apartado desde la perspectiva del título que la autora elige darle, en tanto, en ciertos aspectos, la protagonista atraviesa el umbral que separa la infancia de la adultez. En la primera parte de esta serie de situaciones, Della pasa de ser una niña cuyas fantasías amorosas se componen de una inocencia infantil, a ser una muchacha que descubre su potencial erótico a través de la mirada de los adultos. En cuanto se desarrolla aún más la narración en este apartado, la protagonista atraviesa lo que podría denominarse una primera experiencia sexual, determinada en gran parte por el carácter abusivo y violatorio, en tanto llega de la mano de un hombre mayor de edad y de comportamiento perverso. Por otra parte, y en línea con lo anterior, “Vidas de niñas y mujeres” también parecería estar titulando una suerte de constante en la vida tanto de una niña como de una mujer en una sociedad como la retratada: la inquietante e injusta vulnerabilidad frente a los hombres que, como el señor Chamberlain, logran perturbar emocional y físicamente tanto a una niña como Della como a una mujer adulta como Fern.
La temática sexual aparece desde el inicio del apartado. Della y Naomi exploran desde su perspectiva adolescente un mundo que se les aparece en toda su misteriosa novedad: el mundo sexual. La experiencia de las niñas, en la privacidad de la amistad, se configura dentro de los límites de lo seguro, lo saludable; el sexo no es más que un juego, una fuente de bromas, una excusa para leer a escondidas textos sobre ese universo que se presenta prácticamente abstracto.
La perversión y el aspecto violento de la sexualidad solo ingresan al mundo de la protagonista de la mano de los adultos. Primero, el padre de Naomi obliga a las niñas a oír un fragmento bíblico sobre adolescentes a la espera de sus maridos que, en boca de ese señor, Della encuentra perverso. En segunda instancia en lo relativo a la perversión, aparece la figura del señor Chamberlain. “En las calles de Italia un hombre se acercó a mí y trató de venderme a su hija” (p.224) es la frase con la cual Chamberlain hace colisionar dos mundos que hasta entonces, para Della, se mantenían separados: el de la niñez-adolescencia y el de la sexualidad. “Esas chiquillas no tendrían muchos más años que Del -dijo el señor Chamberlain, con una indignación que parecía algo impostada” (p.225), señala la narradora, evidenciando desde un principio algo que, luego veremos, definirá al personaje de Chamberlain: el goce, el deseo por las menores de edad, por las niñas como Della, oculto bajo las apariencias de la indignación, de la corrección.
A partir de este momento, a partir de estas palabras con las que Chamberlain muestra unidos dos universos que hasta entonces Della concebía distantes, la percepción sobre sí misma se modifica por completo. Si hasta entonces se autopercibía una preadolescente de trece años, cuya vida giraba en torno a la amistad, la escuela y la inocente fantasía amorosa sin tintes sexuales, ahora Della se observa a sí misma en el espejo, por primera vez, como a una mujer. Es interesante, en esta escena, la coincidencia de un detalle: para mirarse al espejo, Della se desviste y se pone una bata de su madre, cuando poco antes admiraba la sensualidad de Fern expresada en la bata con que se envolvía por las mañanas. Así, la protagonista estaría probando la apariencia de su cuerpo envuelta en un disfraz de mujer sensual, una mujer sensual que, según acaba de oir en boca de Chamberlain, bien puede tener el cuerpo de una niña de trece años: “La voz del señor Chamberlain, que resonaba en mi mente diciendo ‘no mucho mayores que Del’, tenía el mismo efecto en mí que el roce del rayón en mi piel; me rodeaba, hacía que me sintiera en peligro y deseada” (p.225). En Della se combina un despertar sexual incipiente con su estar inserta en una sociedad que sexualiza, históricamente, a niñas y adolescentes. Su mentalidad adolescente se ve seducida por las emociones y sensaciones que la distancien de la infantilidad, como la exposición al peligro y al deseo sexual de los hombres.
Las fantasías que se desatan en la mente de Della delatan la realidad de su corta edad, plena de inocencia. “Imaginé que el señor Chamberlain me sorprendía con la bata negra de flores de mi madre caída por los hombros, como me había visto a mí misma en el espejo. Luego yo me proponía dejar que se me cayera del todo, que me viera sin nada encima” (p.227), señala la muchacha, que no además no tarda en admitir: “Lo importante era que fuera un accidente; no habría ninguna intención por mi parte y menos aún la habría por parte del señor Chamberlain. Mi sueño no iba más allá del instante de la revelación” (p.227). Sin intenciones, sin acciones concretas, sin acto sexual: así de difusa y romántica es la imaginación de una preadolescente en torno al deseo. En la fantasía, Chamberlain no es siquiera un actor ni un agente, sino simplemente un espectador, apenas más relevante que el espejo en el cual Della disfrutaba reflejarse.
Y no habría ningún peligro en este despertar de la curiosidad libidinosa en Della si este conjunto de emociones, sensaciones y fantasías quedaran resguardadas dentro de los límites de su ser, o al menos de las personas de su edad. Sin embargo, la curiosidad de la muchacha se encuentra con la depravación de un hombre mayor, circunstancia agravada por la total y absoluta ignorancia de otros adultos (como Ada o Fern) acerca de lo que está ocurriendo en su misma casa. “Él no se molestaba con un pellizco o una palmada en el brazo, o un abrazo paternal o amistoso. Iba derecho a los pechos, las nalgas o la parte superior de los muslos, brutal como un rayo” (p.239), describe Della los manoseos de Chamberlain, radicalmente distintos, en su brutalidad, velocidad, fuerza y concreción, a las delicadas imágenes que componían sus fantasías. Dice la narradora:
Y así era como yo esperaba que fueran las comunicaciones sexuales: un ramalazo de locura, una irrupción irreal, cruel y desafiante en un mundo de apariencias decorosas. Había descartado las ideas de cariño, consuelo y ternura que mi amor por Frank Wales había alimentado; todo eso parecía de pronto insignificante y extraordinariamente pueril. En la violencia secreta del sexo había un reconocimiento que iba más allá de la amabilidad, la buena voluntad o las personas. (p.239)
Así es el ingreso de Della al universo de la sexualidad: brusco, violento, carente de ternura, de amor, unilateral. La protagonista ve ya lejos los sentimientos amorosos que alguna vez supo cultivar, y que ahora le parecen reservados a la esfera de la infancia. El mundo sexual, tal como lo aprende de la mano de Chamberlain, se reduciría a ser receptora pasiva de la voluntad y deseo de un hombre.
La conducta abusiva de Chamberlain no tarda en generar miedo en Della, quien, sin embargo, no parece poder desentenderse de la situación. En el primer viaje en auto, cuando él la pasa a buscar por el colegio, ella llega a tranquilizarse cuando el hombre la deja en la puerta de la casa con la consigna de revisar el cuarto de Fern, porque de pronto esto difumina la posibilidad de una violación. Sin embargo, la segunda vez que es llevada en auto por Chamberlain el destino es, efectivamente, el del acoso sexual. Sin previo consentimiento, el hombre se masturba enfrente de la niña. Ella no siente del todo terror, porque algo de la situación le parece superada por el ridículo, pero entiende que la voluntad del hombre, parte de su goce en ese momento, radica en aterrorizarla: “No me horrorizó, aunque tal vez esa había sido la intención del señor Chamberlain, de pie con su mirada vigilante, abriéndose los pantalones con las manos para enseñarlo” (p.250). Una vez culminado el acto, que Del observa con extrañeza y desconcierto, el hombre ríe y se dirige a ella pronunciando: “¿Has tenido suerte, eh?” (p.252). Evidentemente, Chamberlain está infiriendo que la niña tuvo suerte por el hecho de que él se masturbara frente a ella en lugar de violarla. En esta situación, pareciera resonar aquello que sentenciaba Naomi acerca de la culpabilidad de las mujeres en la violación, idea que se aparejaba lógicamente al caracter supuestamente irrefrenable del instinto sexual en los hombres. En una sociedad machista, que una mujer no sea violada no depende del raciocinio y la decencia de un hombre, sino plenamente de la suerte.
A este tipo de conocimiento acerca de las normas machistas imperantes en la sociedad debe adjudicarse el discurso de Ada a su hija al final del apartado: "Creo que va a haber un cambio en la vida de las niñas y las mujeres. Sí. Pero depende de nosotras que se produzca. Todo lo que las mujeres han tenido hasta ahora ha sido su relación con los hombres. Eso es todo. No hemos tenido más vida propia, en realidad, que un animal doméstico" (p.260).
Es interesante el modo en que estas palabras ingresan a la escena: parecen adecuarse perfectamente a la experiencia vivida por Della con Chamberlain, pero en realidad Ada ignora lo sucedido y su discurso está motivado por lo atravesado por Fern. La inquilina de los Jordan en Jubilee, que evidentemente mantenía una relación de años con Chamberlain -lo cual se evidenció en las fotos de la pareja que Della encontró en su cuarto-, fue abandonada sin más por el hombre del cual no puede evitar sentirse enamorada. La mujer, que hasta el momento rebosaba de sensualidad y entusiasta picardía, se volvió después del abandono una persona triste, deprimida, que descuida su apariencia y su bienestar. Ada Jordan no puede evitar inquietarse con la situación: su amiga, como tantas mujeres, parece haber legado su felicidad entera a la voluntad de un hombre. A esto responden las palabras que Ada dedica a su hija, a quien procura explicarle el carácter histórico de la injusta distribución de roles de género en la sociedad, a la vez que intentar alertarla: las cosas pueden cambiar, pero para ello las mujeres deben luchar, empezando por cambiar sus propia forma de vivir, sus prioridades. “Tú querrás tener hijos”, se lamenta Ada frente a su hija, y continúa: “Pues espero que… utilices la cabeza. Utiliza la cabeza y no te distraigas. Una vez que cometes el error de distraerte pegándote a un hombre, tu vida ya no vuelve a pertenecerte. Tendrás que hacerte cargo de todo, a la mujer siempre le pasa” (p.260).
A Della, estas palabras le molestan, más que nada porque sentencian algo que le horroriza: la aseveración de que el ser mujer le traerá aparejadas una numerosa e indeseable serie de debilidades, vulnerabilidades e injusticias. Aceptar el planteo feminista acerca de la desigualdad de géneros en la sociedad implicaría, para su perspectiva de corta edad, aceptar también limitaciones que, aún, prefiere creer que puede sortear. Su deseo es vivir a la manera de los hombres, con la libertad y la fuerza que eso promete, y le deprime pensar que eso es algo que, por ser mujer, debe luchar por conseguir.