Resumen
La madre de Del comienza a vender enciclopedias, conduciendo su automóvil y recorriendo casas particulares. Grace y Elspeth hacen notar su opinión acerca de que la mujer trabaje y descuide las tareas domésticas, como el planchado de la ropa de su hija. La protagonista siente sobre su espalda el peso de las excentricidades de su madre.
Casi nadie quiere gastar su dinero en enciclopedias, pero Ada Jordan parece feliz. Ella misma disfruta del conocimiento que ofrecen los libros. También Del comparte su avidez, y demuestra una enorme capacidad para memorizar información. Tal es así que su madre comienza a llevarla consigo en sus viajes de ventas y a mostrar todo lo que su niña aprendió gracias a las enciclopedias. En casas de gente, le pregunta datos sobre geografía e historia que Del responde a la perfección, lo cual convence a posibles compradores.
Al poco tiempo, Del comienza a sentir la mirada de otros niños frente a su sabiduría y se siente avergonzada. En los próximos viajes con su madre empieza a responder incorrectamente a propósito, o a decir que está mareada y no podrá ofrecer la lección. Su madre se da cuenta y se decepciona de que su hija quiera esconder su inteligencia.
Ada alquila una casa en la ciudad de Jubilee, donde vive junto a sus dos hijos casi todo el año (solo se trasladan a la casa de Flats Road en verano). Su marido visita la casa los fines de semana. Del disfruta el orden y la dinámica de la vida de ciudad, y solo extraña la proximidad con el río. En la casa de la ciudad, tienen una inquilina, Fern Doherty, una mujer que pasa todas las tardes de miércoles tomando té, fumando y conversando con Ada.
Ada organiza en su casa una fiesta solo de señoras. Invita a vecinas, conocidas del barrio, a su inquilina y sus compañeras de trabajo, y a Grace y Elspeth. Estas últimas se mantienen toda la velada en la cocina, sin unirse al resto y comentando el traje rojo semitransparente que viste Ada. Del pronto se da cuenta de que la mayoría de las invitadas no participan en los juegos, y que aplauden con distancia cuando Fern Dogherty canta mientras su madre toca el piano.
Ada espera que su fiesta anime a las señoras a hacer fiestas similares, pero esto no sucede y al poco tiempo ella renuncia a la vida social. Más tarde se apunta al grupo de debate Grandes Libros, conformado por ella y otras cinco personas. Uno de ellos es un médico jubilado, casado con una mujer húngara. Ada se entusiasma con este matrimonio y comienza a asistir a cenas en su casa. Pronto, nota que ambos son terriblemente soberbios y la tratan como a un ser inferior por no haber ido a la universidad, y deja de verlos. Abandona el grupo Grandes Libros y se apunta a un curso por correspondencia llamado “Grandes pensadores de la Historia”, de la Universidad de Ontario, y escribe cartas a los periódicos.
La narradora habla de la infancia de Ada, cuyo nombre real es Addie Morrison, y cuenta que su madre rezaba constantemente, arrodillada al costado de la cama. Ahora, adulta, Ade habla de su madre como una fanática religiosa, que la única vez que heredó un dinero -eran pobres- lo gastó enteramente en biblias. Una caja entera de las biblias más caras, con ribetes dorados. La familia tenía que salir a repartirlas: la pequeña Addie, descalza, atravesaba el campo para entregar biblias. Una vez, intentó suicidarse. Esperaba despertar en el cielo, pero en cambio despertó en la misma sala de siempre, junto a su cruel hermano menor, que ahogaba a sus gatitos y la torturaba a ella.
La madre de Ade murió en una operación. Ella pronto creció, y cuando terminó el colegio, aprobó los exámenes de ingreso para asistir al instituto de la ciudad. Pero su padre se lo impidió: debía hacerse cargo de la casa hasta que se casara. Después de algunos años de sentirse desgraciada, Ade lo desafió y recorrió nueve millas hasta la ciudad. Pidió asilo en un internado, a cambio de trabajar. La mujer que lo llevaba, Seeley, la acogió y protegió de su padre, la vistió y llevó al colegio.
Al contar esta parte de su historia, Ade se muestra siempre muy emocionada. Cuenta con orgullo cómo se costeó los estudios cortando verduras y limpiando baños de madrugada. Allí conoció a la señorita Rush, quien le enseñó a coser, le regaló ropa y perfumes, le enseñó a leer música y a tocar el piano. Rush poco después se casó y murió en el parto de su primer hijo. Cuando Ade terminó el secundario, Seeley iba a prestarle dinero para que fuera a una escuela de formación de profesores, pero murió antes de hacerlo. De modo que Addie debió emplearse en un almacén. Más tarde conoció al padre de Del y se casó con él, aunque se había prometido no casarse con un granjero. Esta parte de la historia de vida, advierte Del, es contada por Addie con mucha menos emoción y detalle que la anterior.
Ade Jordan, como representante de la compañía de enciclopedias, va al colegio donde asiste Del y a otros del pueblo para hablar sobre la importancia de comprar bonos de la Victoria. Del se da cuenta de que su madre es demasiado distinta a las demás, y esto le avergüenza y humilla profundamente. Ade escribe cartas a los periódicos sobre problemas locales donde promociona la educación y derecho de las mujeres y se opone a la educación religiosa en las escuelas, firmando con su nombre o con su pseudónimo, Princesa Ida, como un personaje de Tennyson. A Del esto le resulta insoportable, y envidia a personas como sus tías Grace y Elspeth, que no precisan hacer nada extraordinario. Del se siente parecida a su madre, pero lo oculta, porque sabe los peligros que eso encierra.
Un día, llega un hombre que se anuncia ante Della como su tío Bill Morrison, el hermano de Addie. Es una visita sorpresiva. Bill les presenta a Nile, su reciente y joven esposa, quien se comporta como si estuviera perdida. Lleva un abrigo de zorro, por lo que Addie lo elogia y la invita a conocer el criadero de zorros de la familia. Bill, con pesar, dice a su hermana que su marido nunca hará mucho dinero si sigue dedicándose a esa parte del negocio. Luego, pide café. En la casa no hay café: Addie y Fern suelen tomar té, que es más barato. Bill, con calma, anuncia que irá a alguna tienda a comprar café, y pide a Del que lo acompañe.
La niña disfruta andar en ese auto bello y perfumado, desde el cual Jubilee le parece distinto, menos permanente que de costumbre. Bill se comporta como si la tienda existiera sólo para él. Compra montones de comida, preguntándole siempre a Del si tal o cual cosa le gusta, para después agregarla al carrito. Después, en otra tienda, compra más caramelos de los que Del podría comer. Al salir, se dirige a una panadería, donde también realiza una compra enorme de pasteles. La niña le dice a su tío que es como el padrino de un cuento.
De vuelta en la casa, Del y Bill conversan en la mesa con Ade y Nile. Del encuentra a Nile fascinante por su artificial belleza. Ade y Bill discuten sobre su madre, sobre las finanzas, sobre la guerra. Bill aconseja a su hermana sobre negocios. La pareja se queda a dormir en la casa.
Al día siguiente, Bill y Nile se levantan a desayunar, se van, y Del no vuelve a verlos nunca más. Unos días después, su madre dice a Del que el tío Bill está muriendo de cáncer. Del observa la silla en donde estuvo sentado su tío, temiendo contagiarse de muerte. Ade dice que su hermano le dejara trescientos dólares en su testamento. Bromeando, dice que lo usará para comprar Biblias.
Análisis
En los primeros apartados de la novela, la protagonista se presenta más como una observadora que una partícipe del entorno del cual forma parte. Sin embargo, a medida que avanza la trama, Del parece empezar a pronunciarse, a delimitar su subjetividad en relación a lo que ve y oye en los demás. Es por este camino que empieza a trazarse en la narradora, y que al final de la novela la lleva a tomar decisiones en lo relativo a su propio destino, que La vida de las mujeres puede ser definida como una novela de aprendizaje.
La novela acompaña cronológicamente el crecimiento de la protagonista, que inicia el relato como una niña y lo termina siendo ya una muchacha de diecisiete años. En este apartado, llegando a los doce años de edad, Del comienza a exhibir un criterio propio, y ciertos matices se delinean ya en su personalidad. Quizás el aspecto más interesante de estos cambios radica en la apreciación que Del comienza a tener sobre su propia madre. Lejos de observar y escucharla como a una representante de una de las tantas opiniones y formas de ser que le presentaba su entorno, Della ahora juzga el comportamiento de su progenitora, un comportamiento que empieza a incomodarla en lo personal: "Yo no soportaba que vendiera enciclopedias, ni que pronunciara discursos, ni que llevara ese sombrero. No soportaba que escribiera cartas a los periódicos. Las cartas sobre los problemas locales o aquellas en las que promocionaba la educación y los derechos de las mujeres y se oponía a la educación religiosa obligatoria en las escuelas" (p.123).
Ada Jordan es progresista, feminista, atea y se preocupa por temas culturales y políticos, tanto nacionales como internacionales. Su hija parece haber heredado su idiosincrasia. Sin embargo, mientras que Ada se muestra arrogante frente a las miradas que procuran intimidarla o dejarla en ridículo, Del no puede no sentirse avergonzada al ver lo diferente que se muestra su madre a la mayoría de las personas. Sobre todo, porque esa amplia mayoría conformista y desinteresada que se comporta como si las grandes cosas del mundo solo pudieran ser realizadas por gente que ellos no conocen, hace notar, aunque con cierta amabilidad y cortesía, su honda desaprobación por el comportamiento de quienes procuran sobresalir. Dice la narradora: “Otras personas aparte de tía Elspeth y tía Grace me decían: ‘He visto la cara de tu madre en el periódico’, y yo percibía lo desdeñosas, lo superiores, silenciosas y envidiables que eran esas personas, que podían estarse quietas toda su vida, sin necesidad de hacer o decir nada extraordinario” (p.123). Una compleja mezcla de sensaciones se da al interior de Della, quien sabe percibir la monotonía como ingrediente principal de la vida de esas personas, personas de las cuales, sin embargo, precisa cariño y respeto, y frente a las cuales se siente humillada, avergonzada. Della entiende los anhelos y comportamientos de su madre, así como sus teorías y sus denuncias, pero en su interior avergonzado de doce años, preferiría que su madre fuera como las demás, que no llamara la atención. Quizás, porque la voz diferenciada que detecta en su madre es la misma que procura acallar dentro de sí: “Yo misma no era muy diferente de mi madre pero lo ocultaba, sabiendo los peligros que encerraba” (p.123). Estos “peligros” denominan, evidentemente, al conjunto de habladurías y miradas desaprobatorias que convertirían a Della en su madre, es decir, en una persona señalada como diferente del resto del entramado social del pueblo. Y, como se dijo, la diferencia no es un valor positivo en la mentalidad pueblerina representada en la novela.
Gran parte de este apartado está dedicado, también, a recrear el pasado de Ada antes de convertirse en la esposa de Jordan y la madre de Del y Owen. Ciertos aspectos del personaje, como su marcado desprecio y desinterés por la cuestión religiosa, aparecen entonces como indisociables a un pasado donde lo religioso está ligado a lo tortuoso. Ada y su familia era pobres, y sin embargo su madre, fanática religiosa, gastó todo el dinero que obtuvo en una ocasión (y que podría haberse usado en comida o en zapatos para Ada) en biblias. Esas biblias debía entregarlas Ada, descalza, atravesando las largas distancias de los campos hasta las casas de las personas. El hecho de que, en el presente, Ada venda enciclopedias es entonces, de por sí, ampliamente simbólico: el formato resulta muy parecido -la misma Ada recorre las distancias hasta las casas particulares, donde ofrece el libro-, pero el elemento "enciclopedia" reemplazando al de la biblia ilustra metafóricamente un intento de sobreponer la ciencia y el progreso a la religión. Della ve que su madre casi no vende enciclopedias (casi nadie, en Jubilee ni en Flats Road, quiere gastar su dinero en educación), pero que de todos modos se muestra contenta, como si su cometido ya estuviera, en algún punto, realizado.
El apartado apunta entonces, en mayor medida, a evidenciar en detalle la composición del personaje de Ada Jordan. Lo que da título al apartado es, incluso, “La princesa Ida”, pseudónimo con el cual Ada firma varios de sus artículos. En el poema narrativo de Alfred Tennyson, la Princesa Ida es una princesa heroica que renuncia al mundo de los hombres y funda una universidad exclusivamente para mujeres, donde los hombres tienen prohibido el ingreso. Sin embargo, poco después el príncipe con el que estaba prometida en la infancia entra en la universidad con dos amigos, disfrazados de alumnas. Cuando son descubiertos, pelean en una batalla por la mano de la princesa. Pierden y resultan heridos. Pero las mujeres cuidan a los hombres para que recuperen la salud y, finalmente, la princesa le devuelve el amor al príncipe.
Es interesante entonces el pseudónimo que Ada Jordan elige, en tanto el personaje femenino con el que asocia su identidad es una mujer con ideas de progreso y feminismo, que lucha por los derechos de las mujeres y por sortear el destino matrimonial que le es impuesto, pero también es una mujer que acaba fracasando en dicha tarea: el príncipe, su prometido, le gana por cansancio. De algún modo, la historia de Ada Jordan puede leerse en analogía con la de este personaje de Tennyson: Ada es también una mujer que luchó por su libertad y por sus sueños, pero finalmente debió resignarse a una vida de esposa, madre y ama de casa, el lugar permitido a la mujer en la sociedad de la época, sobre todo en una sociedad pueblerina.
Un segundo "fracaso" de Ada puede identificarse en lo que le sucede al mudarse a Jubilee. Seguramente, la mujer creyó que saliendo de Flats Road y entrando en la ciudad se encontraría ya en un universo más afín a sus intereses y anhelos. Con esta ilusión, realiza una serie de actividades con gran ímpetu, como hacer reuniones de mujeres o inscribirse en clubes de lectura. Sin embargo, lamentablemente para Ada, la mujer tampoco es del todo bien acogida en el lugar: por un lado, las mujeres de Jubilee no demuestran demasiado interés en establecer lazos con ella; por el otro, los "intelectuales" con los que ella busca estrechar vínculos no la respetan lo suficiente. De alguna manera, en el presente de Ada Jordan se observa la crueldad del destino que se cifró al no poder completar sus estudios y casarse con un granjero. Al parecer, no hay muchas oportunidades de triunfo ni liberación para una mujer que será siempre, de un lado o del otro, señalada como distinta.
El rechazo o la vergüenza de Del por el comportamiento de su madre, excéntrico según la perspectiva del entorno social, parece obedecer más que nada al momento en la vida de la protagonista. Como la misma narradora señala, ella no guarda demasiadas diferencias con su madre, solo que en su caso elige esconder aquellas características que la volverían una extraña para el resto. Y es que Della Jordan tiene, en este momento, casi doce años de edad, y la preadolescencia parece un momento asociado a la voluntad de pertenecer a un entorno social que existe por fuera de la casa familiar: sean quienes sean los otros niños, Del precisa de ellos; precisa ser una más en la escuela, en la plaza, si quiere sobrevivir.
La protagonista tiene una edad en donde puede discernir que la mayoría de las mujeres del pueblo no son como su madre, y que quizás, por lo tanto, ella debería prestarles atención si quisiera ser también una persona inserta en la sociedad. En este sentido, es muy interesante el pasaje en el cual Del observa a Nile, la joven y reciente esposa de su tío Bill. La muchacha ofrece un estereotipo femenino al que Del nunca se había enfrentado antes: es muy joven, bella, y con un montaje de vestuario y cosmética que podría asimilarse al de una modelo en una tapa de revista femenina. Nile se comporta, además, como una niña, y nada de lo que dice demuestra inteligencia ni agudeza. La extrañeza de esta figura despierta en la protagonista una contradictoria fascinación: "Creía que era idiota y sin embargo la admiraba frenéticamente, y le agradecía cada pequeña palabra incolora que me arrojaba. Ella alcanzaba una cota de ornamentalidad femenina, de artificialidad perfecta, que yo ni siquiera había sabido que existía; al verla comprendí que yo nunca sería guapa" (p.131).
De golpe, a su corta edad, la protagonista de la novela se enfrenta a la desconcertante realidad de la belleza hegemónica. Las mujeres deseables, las mujeres por la que un hombre a punto de morir dejaría a su esposa de toda la vida, parecen ser como Nile, es decir, muy jóvenes, algo estúpidas, bastante frágiles y muy bellas, aunque de una belleza que parece compuesta en gran medida por la artificialidad. Al decir que al ver a su nueva tía Della comprendió que ella nunca sería guapa, se refiere a que el estereotipo hegemónico de belleza se le presenta imposible de alcanzar. La belleza en la mujer parece algo para lo cual hay que esforzarse más de lo que Della, a su corta edad, se hubiera imaginado: ropa incómoda, tacos altos que dificultan el andar, sombreros que se vuelan, uñas que limitan la movilidad de las manos, cabello que lleva horas de cuidado, maquillaje que hay que retocar una y otra vez. En la afirmación de encontrar este estereotipo como inalcanzable hay más desilusión que orgullo: más adelante, Della admitirá su anhelo por gustar a los hombres, un anhelo que parece requerir de un trabajo y tiempo interminable en tareas que, de no ser por este fin, encontraría ridículas. El modo en que Del elija posicionarse frente al resto, y el grado en que decida hacer caso a sus deseos individuales y sus sueños, irá variando con el avance de los apartados, trazando así un camino por el cual La vida de las mujeres puede entenderse como una novela de aprendizaje.