Las uvas de la ira

Las uvas de la ira Resumen y Análisis Capítulos VI-IX

Capítulo VI

Resumen

Casy y Tom se acercan a la casa de los Joad, la cual aparenta estar desierta. Casy dice que parece que el brazo del Señor ha golpeado. Los dos hombres solo ven a un residente: el gato. Tom se pregunta por qué el gato no ha ido a buscar otra familia si la suya, en teoría, se ha mudado, y se pregunta aún más por qué los vecinos no se han llevado las pertenencias que quedan en la casa.

Muley Graves, un anciano bajo y delgado con la mirada truculenta de un niño malhumorado, se acerca a Tom y Casy. Le dice a Tom que su familia fue desalojada y tuvo que mudarse con su tío John. Los Joad se vieron obligados a cosechar algodón para ganar suficiente dinero para ir al oeste en busca de mejores condiciones. Muley también les dice a Tom y Casy que la pérdida de las tierras de cultivo también separó a su propia familia: la esposa y los hijos de Muley se fueron a California, pero él decidió quedarse. En su actual estado de privación, se ha visto obligado a comer animales salvajes. Reflexiona sobre lo enojado que estaba cuando le dijeron que tenía que irse. Primero quería matar gente, pero luego su familia partió, y Muley se quedó solo, vagando. Se da cuenta de que se ha acostumbrado a su nuevo estilo de vida, aunque este se circunscriba a vagar por la tierra como un fantasma de cementerio.

Tom les dice a Muley y Casy que no puede ir a California, como lo han hecho muchos de los inquilinos, porque eso significaría romper su libertad condicional. La prisión no ha cambiado significativamente a Tom, según su propia opinión. Piensa que si viera a Herb Turnbull, el hombre al que mató, persiguiéndolo con un cuchillo nuevamente, lo volvería a golpear con la pala. Tom les cuenta a sus compañeros que había un hombre en McAlester que leía mucho sobre prisiones y que le dijo que comenzaron hace mucho tiempo y ahora no se pueden detener, a pesar de que, en realidad, no rehabilitan a las personas. A medida que la conversación va llegando a su fin, Muley les dice a sus compañeros que tienen que esconderse, porque están invadiendo propiedad privada. Los tres se esconden en una cueva para pasar la noche.

Análisis

Cuando Tom y Casy regresan a la casa de los Joad, todo parece extraño y hostil. La casa está vacía, pero para Tom la situación no es natural. Hay señales de que la familia se ha ido, pero sospechosamente todos los demás parecen haberse ido también. Asimismo, la presencia del gato genera ciertas sospechas en Tom de que, quizás, los suyos no estén lejos todavía.

Muley Graves se hace eco de la idea del capítulo anterior de que no importa a quién pueda matar un hombre, los bancos no pueden ser detenidos. Finalmente, Muley entra en un estado de resignación, obligado a aceptar su destino. El personaje es esencialmente un fantasma que vive en las afueras de la sociedad y vaga por la tierra, privado de su esposa e hijos. Su destino demuestra la calidad deshumanizadora de las intrusiones de los bancos: es un hombre a quien lo ha invadido un profundo sentimiento de resignación originado por la impotencia que produce la maquinaria descomunal del capitalismo.

Al decirle a Muley y Casy que no ha sido rehabilitado a través de su condena en la cárcel, Tom advierte efectivamente que, a pesar de su conducta tranquila, todavía es un hombre capaz de ejercer la violencia. Esto presagia desarrollos posteriores; si se provoca a Tom, aún existe la posibilidad de que reaccione con saña. Ni Tom ni Muley creen en el poder rehabilitador de las prisiones. Según Muley, el único tipo de fuerza gubernamental que puede manipular el comportamiento humano es el sistema capitalista, esa obsesión permanente respecto de la ampliación del "margen de ganancia". La creencia de Muley refuerza la descripción de Steinbeck del sistema corporativo como la verdadera fuerza controladora de la sociedad, más poderosa que cualquier ciudadano o grupo de ciudadanos.

Incluso pasar la noche en una propiedad abandonada pone en peligro a Tom, Casy y Muley. Están invadiendo y deben esconderse en una cueva para protegerse de los agentes que patrullan. Muley hace una comparación acertada entre los hombres y los animales cazados, forzados a refugiarse e incapaces de mostrarse abiertamente. La cuestión, en definitiva, es que los bancos han tomado posesión de todas las tierras; no importa dónde Tom, Casy y Muley decidan pasar la noche, estarán invadiendo propiedad privada. Paradójicamente, tanto en el caso de Tom como en el de Muley, se han vuelto intrusos en las que hasta hace poco eran sus propias tierras.

Capítulo VII

Resumen

Los dueños de los concesionarios de automóviles miran a sus clientes. Observan a los visitantes débiles y fáciles de manipular, como una mujer que quiere un automóvil caro y puede presionar a su esposo para que compre uno. Intentan que los clientes se sientan obligados. Sin embargo, las verdaderas ganancias provienen de la venta de cacharros, no de la venta de autos nuevos y confiables. Estos autos usados no ofrecen garantías y, por la desesperación de la gente de emigrar a California, se les puede sacar buen dinero, a pesar de las fallas obvias que presentan.

Análisis

Este capítulo critica otra parte más del sistema empresarial. Los dueños de las concesionarias de automóviles pretenden únicamente explotar a los compradores empobrecidos. No se benefician de vender autos que duren, sino de encontrar el vehículo más usado, darle la apariencia de confiabilidad y venderlo a granjeros desesperados que quieren llegar a California. No hay compasión en el mercado de automóviles, solo un ciclo perpetuo de explotación. Este capítulo indica lo que la familia Joad ciertamente debe haber experimentado para obtener un automóvil antes de ir al Oeste, pero coloca las experiencias de la familia en un contexto más amplio. Asimismo, Steinbeck presenta una situación en la que se ve cómo, en gran medida, los excesos del capitalismo impulsan la desigualdad de clases: los pobres se empobrecen más pagando demasiado por un auto que no lo vale, mientras los dueños de las concesionarias se enriquecen más a costa de lucrar con la desesperación de estos trabajadores que necesitan migrar.

Capítulo VIII

Resumen

Tom y Casy llegan a la granja del tío John. Ellos comentan que el estilo de vida solitario y furtivo de Muley obviamente lo ha vuelto loco. Según Tom, el tío John está igualmente loco. No se esperaba que este pariente viviera mucho; es mayor que el padre de Tom. Aun así, el tío John es asombrosamente duro y mezquino, endurecido por la pérdida de su joven esposa hace años. Tom y Casy ven a Padre Joad arreglando el camión de la familia. Cuando Padre ve a Tom, asume que este escapó de la cárcel. Los hombres entran en la casa y ven a Madre Joad, una mujer más bien ancha, trabajadora y que irradia energía maternal. Su rostro es sereno y amable.

Este capítulo también presenta al abuelo y la abuela Joad, así como a algunos otros parientes. La abuela es tan dura como el abuelo, y una vez le disparó a su esposo en un episodio confuso. Noah Joad, el hermano mayor de Tom, es un hombre extraño, lento y retraído, con poco orgullo y poca energía. Es posible que haya sufrido daño cerebral durante su infancia. La familia cena, y Casy da las gracias. Habla de cómo Jesús se fue solo al desierto y cómo él hizo lo mismo; esto lo lleva a la conclusión de que la humanidad es santa. Padre Joad le cuenta a Tom sobre Al, el hermano de dieciséis años de Tom, a quien le preocupan poco más que las chicas y los autos. No ha estado en casa por la noche durante una semana. Además, la hermana de Tom, Rosasharn, se ha casado con Connie Rivers y está embarazada de varios meses. En cuanto a recursos, la familia dispone de doscientos dólares para el viaje al oeste.

Análisis

Los miembros de la familia Joad son personas que se han ido endureciendo a través de sus experiencias. El tío John se ha vuelto casi loco por perder a su esposa por una enfermedad, Padre Joad es hosco y retraído, y el abuelo está demasiado enojado y amargado como para quedarse en la casa. Solo Madre Joad conserva cierto nivel de calidez y compasión. Le preocupa que Tom se haya vuelto loco en prisión. Sin embargo, incluso ella ha cambiado, como comenta Tom, porque hasta hace poco nunca le habían derribado la casa y nunca había tenido que vender todo lo que poseía. Sin ir más lejos, ella dice que si toda la gente se cansara al mismo tiempo de los abusos que está sufriendo en manos de las corporaciones, podría existir cierta esperanza de cambio; una reflexión que difícilmente hubiera salido de su boca antes de padecer todas esas penurias. Incluso la abuela Joad es una mujer mala y curtida.

A pesar de algunos de estos rasgos familiares poco atractivos, el discurso de Casy en la cena es otro ejemplo más de la glorificación de Steinbeck de la persona común. Tanto para Casy como para Steinbeck, la población en su conjunto ejemplifica lo que es sagrado. Solo cuando las personas se apartan del bien común se vuelven impías. Este tema también es evidente en las reflexiones de Madre Joad de que podría haber esperanza si todo el mundo se enojara lo suficiente como para levantarse contra los poderes de las corporaciones. Steinbeck adopta aquí un punto de vista en gran parte socialista, defendiendo el bien común por sobre los intereses individuales.

Capítulo IX

Resumen

Este capítulo describe el proceso de venta de pertenencias. Los artículos se amontonan en los patios y se venden a precios ridículamente bajos. Todo lo que no se vende debe ser quemado, incluso los artículos de valor sentimental que simplemente no se pueden llevar en el viaje por falta de espacio.

Análisis

La venta de los artículos es un proceso degradante, ya que los granjeros deben aceptar precios ridículamente bajos por sus posesiones ahora inútiles. Steinbeck es explícito sobre el significado de las ventas: afirma que "No compra sólo desperdicios, está comprando vidas desperdiciadas" (154). Este es otro ejemplo más de los efectos deshumanizantes de las ejecuciones hipotecarias de la Gran Depresión. La situación es desesperada: no hay posibilidad de volver a empezar, porque las personas que se van ahora están imbuidas de amargura y pérdida. Incluso deben renunciar por necesidad a aquellos objetos que tienen un valor sentimental, otro ejemplo más de la pérdida de individualidad provocada por los vicios del capitalismo.

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