Matadero cinco

Matadero cinco Resumen y Análisis Capítulo 5

Resumen

En su viaje a Tralfamadore, Billy pide algo para leer. Los tralfamadorianos tienen cinco millones de libros terrestres en microfilm, pero no es posible proyectarlos en la cabina donde él está. El único libro que pueden darle es El valle de las muñecas, de Jacqueline Susann, pero a Billy no le gusta. No puede tampoco comprender las novelas tralfamadorianas, por la concepción del tiempo que estos seres tienen. En estas novelas “no hay principio, no hay mitad, no hay terminación, no hay “suspense”, no hay moral, no hay causas, no hay efectos” (p.84). Lo que a los Tralfamadorianos les gusta de sus libros es “la profundidad de muchos momentos maravillosos vistos todos a la vez” (p.84).

Billy retrocede en el tiempo hasta su infancia. Están en el Gran Cañón del Colorado. Billy lo odia; está seguro de que va a caerse al fondo. Su madre en un momento lo toca y Billy se orina en los calzoncillos. Vuelve a viajar en el tiempo y se encuentra nuevamente en el control de depuración con los otros soldados. Luego del baño, los soldados americanos vuelven sobre sus pasos. Billy camina junto a Paul Lazzaro, que olvida momentáneamente la venganza de Weary porque le duele mucho el estómago.

En las barracas los reciben cincuenta soldados ingleses en muy buen estado físico, con abundante comida y comodidades a pesar de ser prisioneros. Han incluso preparado una obra de teatro para los americanos: La cenicienta. Le entregan a cada americano un regalo de bienvenida: una máquina de afeitar, dos puros, un jabón, un chocolate, diez cigarrillos, fósforos, un lápiz y una vela. No saben, ingleses y americanos, que tanto el jabón como las velas están hechos con grasa de judíos muertos en los campos de exterminio.

Durante la representación de La cenicienta, Billy se ríe descontroladamente y es llevado a la enfermería. Viaja en el tiempo. Está drogado y se despierta en un hospital psiquiátrico de veteranos, en 1948. A su lado yace un ex combatiente llamado Eliot Rosewater. Eliot tiene muchas novelas de un escritor de ciencia ficción, Kilgore Trout; se nos adelanta que este autor más adelante será amigo de Billy. Rosewater introduce a Billy en los textos y la biografía de Trout. Billy Pilgrim vuelve a Alemania en el tiempo, y, también en cama, recibe los cuidados de Edgar Derby. Viaja nuevamente y estamos en 1948. Ahora es la prometida de Billy quien está a los pies de su cama del hospital psiquiátrico.

Ahora, Billy viaja en el tiempo hasta su cúpula en el zoológico de Tralfamadore, equipado con muebles y electrodomésticos terrícolas, imitando una casa humana en la cual Billy puede vivir y ser observado. Conversa con los tralfamadorianos; ellos dicen que hay entre los humanos siete sexos diferentes, y entre los tralfamadorianos, cinco. Esto sorprende mucho a Billy. A su vez, se sorprende de la actitud de los tralfamadorianos con respecto a las guerras y la violencia en la tierra. Son pacíficos, pero al mismo tiempo no se alarman por los relatos de Billy. Además, él se da cuenta de que tampoco tiene sentido, desde el punto de vista tralfamadoriano, pensar en terminar con las guerras. Para los tralfamadorianos todo está sucediendo a la vez: la guerra y el fin de la guerra.

Billy viaja en el tiempo hasta su noche de bodas con Valencia en Cabo Ann. Luego de hacer el amor, Valencia le dice que siempre creyó que nadie iba a desposarla. Acostada, le pregunta sobre la guerra. Billy se levanta, va al baño, y vuelve a encontrarse en el hospital del campo de prisioneros. Se acerca a la letrina, donde muchos soldados norteamericanos están enfermos. Kurt Vonnegut, nuestro narrador, está entre ellos.

Pilgrim vuelve a su luna de miel en Cabo Ann, y luego a la enfermería con Derby. Llega a la enfermería Paul Lazzaro, el ladrón de coches de Illinois que juró vengar a Roland Weary. Lo atraparon robando cigarros de un inglés que, medio dormido, le rompió un brazo. Un oficial alemán entra a la enfermería y se excusa con los ingleses presentes de que tengan que compartir las barracas con los soldados americanos. A continuación, lee y traduce en voz alta varios párrafos de un autor llamado Howard W. Campbell Jr. Este autor, a pesar de ser americano, denosta a sus compatriotas y critica su comportamiento en la guerra. Analiza cómo los americanos son pobres que no se aman entre sí porque, en principio, no se aman a sí mismos. Básicamente, el objeto de estudio de Campbell son las experiencias alemanas con los cautivos americanos.

Pilgrim viaja en el tiempo nuevamente a su casa de Illium. Es viudo y su hija Bárbara está regañándolo por haber mandado cartas al periódico hablando de los tralfamadorianos. Se da cuenta de que en casa de su padre hace frío y decide llamar al operario que repara la calefacción. Mientras tanto, Billy Pilgrim viaja nuevamente al zoológico en Tralfamadore. Le han traído a una pareja de la tierra, Montana Wildhack, una estrella de cine a la que han abducido y ahora se encuentra bajo los efectos de un fuerte sedante. Se encuentra desnuda, al igual que Billy.

Al despertar, Montana chilla y chilla. Los tralfamadorianos se espantan; el terror de la terrícola les resulta desagradable. Pero, pasado un buen tiempo, ella comienza a confiar más en Billy e incluso a quererlo. Al fin y al cabo, la mutua compañía es lo único que tienen.

Billy vuelve a viajar en el tiempo a su casa en Illium: el operario arregló la calefacción. Al día siguiente, Billy decide volver a su consultorio a atender. Mientras le mira los ojos a un joven muchacho comienza a hablarle de sus aventuras en Tralfamadore. El muchacho, huérfano, se sorprende cuando Billy le dice que su padre no está muerto, sino que puede verlo una y otra vez si así lo desea. La madre del joven sale espantada del consultorio y le dice a la recepcionista que es evidente que el médico se está volviendo loco.

Bárbara le dice a Billy: “-¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¿Qué vamos a hacer contigo?” (p.122).


Análisis

La ciencia ficción, uno de los géneros de los cuales participa Matadero cinco, es también un tópico en este capítulo: de repente hay un giro metatextual, ya que se debate en la misma ficción sobre la capacidad que puede tener la ficción científica para alcanzar aquellos lugares a donde el realismo (cuyas reglas rigen siempre el relato bélico) no puede llegar.

Billy conoce las novelas de Kilgore Trout, un autor de ciencia ficción casi ignoto. Este autor le es introducido por Rosewater, su compañero de habitación en el hospital psiquiátrico al que Billy acudió por voluntad propia cuando estaba cursando el último año de Optometría. Rosewater tiene todos sus libros bajo la cama del hospital, y los comparte con Billy. “Kilgore Trout se convirtió en el autor vivo favorito de Billy, y la ciencia ficción en la única clase de historia que podía leer. Rosewater era mucho más listo que Billy. Pero ambos pasaban por crisis similares y de forma semejante. Para ambos, la vida había llegado a carecer de sentido, en parte por culpa de lo que habían visto en la guerra (...). Los dos intentaban rehacerse a sí mismos y rehacer el universo entero. Y por eso la ciencia ficción constituía una gran ayuda para ellos” (p.94). No debe leerse la ciencia ficción en este caso como un modo de evasión: como bien culmina la cita, la ciencia ficción no es un modo de evadirse del hospital psiquiátrico (o uno para evadir las aberraciones de la guerra, en el caso de la novela misma, si lo pensamos en términos metatextuales). Es más bien el modo de representar la guerra: el absurdo, el caos, los síndromes de post-guerra, el sinsentido de los acontecimientos que se relatan.

La estructura de Matadero cinco responde en parte al modo en que los tralfamadorianos conciben la novela: “Nosotros, los tralfamadorianos, los leemos [a los mensajes] todos a la vez y no uno después del otro. Por lo tanto, no puede haber ninguna relación concreta entre todos los mensajes, excepto la que el autor les otorga al seleccionarlos cuidadosamente. Así pues, cuando se ven todos a la vez dan una imagen de vida maravillosa, sorprendente e intensa. No hay principio, no hay mitad, no hay terminación, no hay “suspense”, no hay moral, no hay causas, no hay efectos. Lo que a nosotros nos gusta de nuestros libros es la profundidad de muchos momentos maravillosos vistos todos a la vez” (p.84). Esta yuxtaposición de eventos (ya que, según la concepción tralfamadoriana, el tiempo no es lineal) rompe también con la relación causa-efecto de los sucesos que se describen. Esto, como veremos adelante, es el punto crítico de esta filosofía.

Cuando comienza su estadía con los tralfamadorianos, Billy aprende sobre su concepto del tiempo y su filosofía de la aceptación. Si no hay libre albedrío, y si cada momento está estructurado de modo que solo pueda ocurrir en la forma en que ocurre, entonces es necesario aceptar las cosas como vienen. La reconciliación con el mundo, o la actitud de “así fue” que procede a cada muerte en el texto, proviene de visitar todos los momentos de la vida en innumerables ocasiones y comprender que todos invariablemente sucedieron, suceden o sucederán en un mismo plano. El momento de la muerte (inclusive la del mismo Billy) no es más importante, o incluso “permanente”, que cualquier otro momento: “Cuando oigo decir que alguien ha muerto, me encojo de hombros, simplemente, y digo lo que los tralfamadorianos dicen acerca de las personas muertas, esto es: “Así son las cosas” (p.31). Esta comprensión es un gran alivio para Billy, dada la horrible matanza que ha presenciado.

Dado que este punto de vista tralfamadoriano le ofrece un consuelo inmediato, Billy toma la decisión de compartir sus ideas con el mundo cuando llegue el momento. Aquí es interesante hacer una vinculación con la profesión de Billy Pilgrim. Al ofrecer las teorías tralfamadorianas al público, Billy extiende metafóricamente su práctica de optometría más allá de los lentes y anteojos, corrigiendo la visión de la humanidad de la muerte y la voluntad. Sin embargo, el deseo de Billy de compartir su historia con el público es una decisión repentina que siente como personal, y que rompe con la apatía que la visión tralfamadoriana del mundo le impone. Es decir, irónicamente, Billy de repente cree que ejerce de manera concertada su libre albedrío para enseñar a otros todo lo que aprendió en Tralfamadore, inclusive enseñarles que el libre albedrío no existe.

A pesar de esta ironía, Billy aún no tiene conciencia de que existe un gran peligro en un mundo que carece de libre albedrío, especialmente ante aberraciones como la guerra, ya que, bajo esta conepción, nadie se responsabiliza por su accionar. Por ejemplo, cuando un guardia alemán tumba a un prisionero estadounidense y el hombre, desconcertado, pregunta: "¿Por qué yo?" (p.86), el alemán responde: “¿Por qué tú? ¿Por qué cualquiera?” (p.87). Esta respuesta se hace eco de la respuesta tralfamadoriana a la misma pregunta de Billy cuando es secuestrado: “Ésa es una pregunta muy terrenal, señor Pilgrim. ¿Por qué usted? ¿Por qué nosotros?, podríamos decir. ¿Por qué cualquier cosa? Porque este momento, sencillamente, es. ¿Ha visto usted alguna vez insectos atrapados en ámbar? No hay porqué, simplemente vivimos atrapados en ámbar” (p.74). Es decir que, de no haber motivos para hacer el bien, tampoco los hay para no hacer daño. Como bien dijimos, junto con el abandono de la concepción de libre albedrío se abandona todo tipo de reflexión moral. Las palabras contundentes de los tralfamadorianos nos advierten en el texto, una y otra vez, sobre las consecuencias del escapismo.

La guerra no es heroica ni glamorosa. Las representaciones de la guerra sugeridas en el capítulo 1 por Mary O’Hare, películas protagonizadas en el cine por Frank Sinatra o John Wayne, contrastan con el absurdo de la vestimenta de Billy: “Cuando se puso la cazadora la espalda se descosió y los hombros y las mangas quedaron completamente sueltos. Así pues, la cazadora quedó convertida en una camiseta con cuello de piel. Estaba hecha de manera que el faldón tuviera un poco de vuelo a partir de la cintura, pero a Billy el vuelo le empezaba en los sobacos. Los alemanes lo consideraron lo más ridículo y divertido que habían visto en la Segunda Guerra Mundial. Y se desternillaron de risa” (p. 86).

Como ya vimos en el análisis de los capítulos 1 y 2, el tema de la dignidad surge en repetidas ocasiones. Comprobamos con qué facilidad en la guerra, y en la vida en general, algunos hombres pueden negarles la dignidad a otros: los norteamericanos mal vestidos mueren de frío y gangrena, la mención a los judíos se hace solo a través del hecho de que su grasa ha sido utilizada para hacer velas y jabón. La guerra destroza la dignidad de los hombres sin ninguna duda. Pero es verdad también que el texto va más allá, y pone en jaque la concepción más inmediata de la dignidad, ya que también es esta concepción la que posibilita narrativas épicas de la guerra. Lo absurdo de la vestimenta de Billy, lo ridículo de su comportamiento, su aparente cobardía según algunos, su locura según otros, no lo convierte en menos soldado que otros soldados presentes allí, no es menos sobreviviente de la masacre de Dresde ni ha vivido menos la experiencia de la guerra que otros. Su hija, sin embargo, parece desconocer este factor, y trata a su padre como a un niño:

-¡Oh, Dios mío! Si te dejáramos solo aquí te morirías de frío, y de hambre.

Y siguió la retahíla. A ella le resultaba muy excitante poderle destrozar la dignidad en nombre del amor” (p.119).


En el capítulo 10, el narrador vuelve a cobrar protagonismo. Kurt conversa con O’Hare sobre el pronóstico de nacimientos para el futuro. La dignidad es algo que, debido a lo vivido en la Segunda Guerra y a lo que se vive en el momento de escritura de Matadero cinco, la Guerra de Vietnam, no puede darse por sentado:

«(...) El Departamento de Estadísticas de Población predice que la población total del mundo sobrepasará los 7.000.000.000 antes del año 2000».

—Supongo que todos exigirán un mundo digno —dije.

—Supongo —convino O’Hare.

(p.186)

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