"Y cuando es amonestada por sus amigos, los escucha como si fuera una piedra o una ola del mar" (Nodriza, 27-28, p.46) (Símil)
Al comienzo de la tragedia, Medea está tirada en la cama, llora sin cesar y se siente como enferma. Esa tristeza profunda en un personaje orgulloso como ella se convierte en rigidez y luego en ira. Para describir este estado de su ama, la Nodriza la compara con una piedra o una ola del mar. Con ello se refiere a su falta de flexibilidad, a su severidad y rigidez. La postura de Medea es dura como una piedra, inalterable. Y su corazón, dominado por las pasiones, es como un mar tormentoso, dispuesto a destruirlo todo. Este símil, de la mano de la alegoría de la tormenta, funciona a lo largo de toda la tragedia. Hacia el final, el Coro retoma esta idea y, dirigiéndose a la protagonista, le dice: "Desdichada, entonces, cuán de piedra eras o de hierro tú..." (Coro, 1279-1280, p.88). Como se ha mencionado, la protagonista es orgullosa, decidida e inquebrantable en su dolor y en sus decisiones.
"Las aguas de los ríos sagrados fluyen hacia arriba" (Coro, 410-11, p.59) (Metáfora)
Cuando Medea expone sus reflexiones acerca de la posición injusta y desigual de las mujeres en la sociedad griega, se gana la complicidad del Coro. Las mujeres de Corinto se identifican con la protagonista, guardan sus secretos y no se interponen en su camino, ni siquiera cuando repudian los actos que ella va a cometer. Esto se debe, en gran medida, a que viven indirectamente la venganza de Medea como propia, como si fuera una venganza de todas las mujeres contra los hombres por oprimirlas. El encanto que sienten por esa actitud vengativa tiene que ver con la desigualdad estructural de la cultura griega: ellas no suelen tener oportunidades como estas para reivindicarse. Por eso usan la metáfora de los ríos que cambian el curso de sus aguas: se refieren a una inversión total del orden social conocido. Los valores y las ideas están invertidos, trastornados, porque las mujeres denuncian la injusticia que vive en el centro de su cultura.
"Y cuando había cesado en sus lamentaciones y gemidos, aunque quería comenzar a levantar su anciano cuerpo, quedó amarrado fuertemente a los sutiles peplos, como hiedra a retoños de laurel" (Mensajero, 1210-1213, p.85) (Símil)
El Mensajero que le hace llegar a Medea la noticia sobre las muertes de Glauce y Creonte tiene una participación breve en un momento puntual de la obra, pero es uno de los personajes que más despliegan talento poético al hablar: la descripción de la escena es bella y potente. Tras narrar la muerte de Glauce, comenta que Creonte, su padre, es el único que puede reconocer su cadáver, desfigurado por los venenos de Medea. El hombre, entonces, se abraza al cuerpo de la hija y entra en contacto con los mismos venenos, que lo matan a él también. Para expresar la fusión total del cuerpo del padre con el de la hija, el Mensajero usa un símil y compara esa fusión, ese amarre, con el modo en que la hiedra, una planta trepadora (también conocida como enredadera) se prende de los brotes de otra planta el laurel. La fuerza de ese agarre es tal que el contacto con el vestido mata también al rey, tal como Medea ha planeado.
"Éstos existen, ay de mí, como espíritus vengadores de tu cabeza" (Jasón, 1371-1372, p.91) (Símil)
En la discusión final, tras haberse enterado de que Medea mató a los niños, Jasón pronuncia estas palabras. El símil sirve para afirmar que los cadáveres de los niños serán fantasmas que persigan a la madre por haberlos matado. Medea le dice que sus hijos ya no existen más; ella ha planeado destruir a todo su linaje para herirlo y vengarse. Como último recurso para defenderse, Jasón le asegura que sus espíritus la acecharan para siempre.
"¿Oyes, Zeus, cómo soy rechazado y qué perversiones estoy padeciendo por parte de esta leona abyecta y asesina de sus crías?" (Jasón, 1405-1407, pp.92-93) (Metáfora)
Desde el comienzo hasta el final de la obra es posible encontrar la metáfora de Medea como leona. Esta animalización sirve para expresar su exotismo (como mujer, como extranjera) y sus pasiones salvajes, desatadas, desenfrenadas. A su vez, la metáfora de la leona la describe como un ser primitivo, en relación a las crueldades que es capaz de cometer. Una vez más, las características de fuerza y valentía que podrían asociarse a un hombre en ciertas situaciones son exclusivamente negativas y repudiadas cuando se refieren a una mujer: si el león es rey entre los animales, la leona es abyecta, asesina, irracional, perversa.