Resumen
El Coro siente piedad por Medea, pero ella les asegura que 24 horas es tiempo suficiente para destruir a Jasón, a su nueva esposa y a Creonte. Confiesa que está determinada a aprovechar sus talentos en el arte de los venenos para aniquilarlos, pero todavía no sabe dónde encontrará un refugio seguro después de esta venganza. Ha decidido que ningún hombre arruinará su vida y podrá vivir para contarlo.
El Coro expresa una oda bella, muy poética (“Las aguas de los ríos sagrados fluyen hacia arriba y el justo orden de las cosas y todos los valores se han trastornado…” [410-412]). Están explícitamente del lado de Medea y viven esta venganza junto a ella, como si fuera un castigo a todos los hombres por las injusticias contra las mujeres.
Entra Jasón y reta a Medea por haber hablado de más. Le dice que ella es culpable por su propio exilio, porque le ha faltado el respeto a las autoridades de Corinto. Él asegura que ha intentado defenderla a ella y a los niños, pero ella ya no tiene salvación. Jasón quiere darle dinero; afirma querer asegurarse de que no les falte nada. Agrega, además, que no la odia, aunque ella lo desprecie. Medea contraataca y lo acusa de cobarde. Con perfecta retórica, le recuerda todas las cosas que ha hecho por él: lo ha ayudado a vencer a los toros que lanzan llamaradas de fuego, ha matado a la enorme serpiente enroscada alrededor del vellocino de oro y ha garantizado la muerte de Pelias, todo para protegerlo y por amor. Además, le ha dado dos hijos, por lo que Jasón no tiene ninguna excusa para buscar una nueva esposa.
El marido responde enumerando una serie de argumentos, organizados con prolijidad, que incluso parecen ensayados, un tanto forzados. Con un tono paternalista y arrogante, le dice a Medea que ella ha recibido más beneficios que él por el matrimonio entre ambos. Si su amor ha sido el motor de sus acciones, afirma, es solo gracias a Afrodita, diosa del amor, que quiere protegerlo como héroe. Además, le dice que gracias a él ella puede vivir entre griegos y gozar de mucha fama. Finalmente, sostiene que él se ha casado nuevamente para salvar a la familia: ellos se han instalado junto a sus niños en Corinto tras ser exiliados de Yolcos y necesitan asegurar su posición social. Por eso él se casa con la princesa de Corinto. Además, si él tiene más hijos con esta nueva esposa, los niños de Medea tendrán hermanos poderosos que los protegerán. La acusa de ser irracional y de estar dominada por los celos y preocupaciones mujeriles con respecto al amor. El Coro le dice al hombre que ha hablado bien, pero también afirma que ha traicionado a su esposa.
Medea y Jasón continúan discutiendo. Ella le reclama que debería haber conversado con ella sobre el plan de casarse nuevamente, pero él responde que ella es demasiado irracional y no habría estado de acuerdo. Nuevamente, le ofrece dinero para mantenerla y cuidar de los niños, y le asegura que puede enviarla a casas de amigos que la protegerán. Con orgullo y convicción, ella rechaza todos los ofrecimientos y asegura que él no se ha ocupado de cuidar a su familia hasta el momento.
El Coro recita una nueva oda sobre los peligros y los beneficios del amor: este puede traer grandes recompensas, pero cuando falta moderación o es un amor mal elegido, provoca sufrimientos. Continúan cantando sobre los dolores del exilio.
Análisis
En este segmento, conocemos en mayor detalle la naturaleza compleja y fascinante de la personalidad de Medea. Inmediatamente después de la partida de Creonte, nos enteramos de que ella lo ha manipulado: si bien su sufrimiento es real, ha aprovechado la vulnerabilidad de sus hijos para conseguir un día más en Corinto, tiempo suficiente para ejecutar su cruel venganza. El rey, con inocencia, la ha subestimado, porque ella, con su inteligencia y talento, ha actuado como una mujer vulnerable. En parte, ese caos trágico se desata porque Medea es sumamente inteligente y astuta. La protagonista reconoce que su inteligencia la condena. Su fuerza, su vigor y su intelecto destacan. Por ser extranjera, ajena al orden social normal, se comporta sin restricciones morales. Es genuina para bien y para mal. Su genialidad no puede orientarse a la grandeza de los héroes y los reyes, porque es mujer y es permanentemente exiliada; en su lugar, se dedica a desplegar una cruenta venganza personal de dimensiones exorbitantes.
Además, la protagonista se muestra orgullosa y firme en sus determinaciones. Cuando considera cómo matar a sus enemigos, elimina la opción de acercarse a ellos, porque teme que la atrapen y se rían de ella. El temor a ser humillada es uno de sus motores principales. Haber perdido a Jasón no es solo una cuestión de amor-pasión; él le ha faltado el respeto por completo al tomar una nueva esposa de manera clandestina. Su orgullo se hace ver nuevamente cuando rechaza el dinero y la ayuda de Jasón para organizar el exilio. Aunque su situación es difícil, prefiere destruirlo antes que aceptar ayuda de alguien que le ha causado tanto dolor y humillación. Vivir como extranjera entre griegos la ha dejado a la defensiva y siente arrepentimiento por haber traicionado a su padre.
Medea tiene una influencia poderosa sobre el Coro, al que ha convertido en cómplice de sus planes, y cuando ella promete que obtendrá su venganza, las mujeres del Coro responden con regocijo. La oda coral es un reproche contra los hombres: el Coro reconoce que la dominación de las mujeres es inseparable de la organización misma de su cultura. La venganza de Medea es una oportunidad para contraatacar, y es tan extraño que eso suceda que lo conciben como un milagro: “Las aguas de los ríos sagrados fluyen hacia arriba, y el justo orden de las cosas y todos los valores se han trastornado [...]. Pero los relatos acerca de la condición de la mujer cambiarán mi existencia para que tenga gloria; el honor llega al linaje femenino. Ya no pesará sobre las mujeres una reputación maliciosa” (410-420, p.59). En esta oda, hablan sobre el retrato negativo de las mujeres presente en el imaginario popular de la época, en el arte y en la literatura. El Coro señala que, si las mujeres pudieran ser poetas, las historias serían diferentes. Eurípides cuestiona, así, las narraciones fundamentales de su cultura y su tradición. Señala que el arte existe en el contexto de determinadas relaciones de poder: cada historia y cada obra de arte se producen dentro del marco de una ideología; hay luchas de poder e intereses de por medio.
De manera significativa, Jasón es retratado como la carcasa vacía de un héroe superficial. Se lo ve calculando los modos de obtener ventajas personales y comportándose con arrogancia y condescendencia. Los argumentos con los que explica y defiende sus acciones demuestran que conoce las reglas de la retórica, pero sus planteos son poco atractivos: sus palabras parecen demasiado ensayadas y poco genuinas, y no genera la empatía ni de Medea, ni del Coro, ni de los espectadores. Enumera sus motivos de modo extremadamente prolijo y sus excusas, aunque están bien organizadas, parecen esquivar las cuestiones más cruciales. Usa la retórica para reconstruir una verdad que desea, no la que realmente ha ocurrido.
El Coro, por su parte, le dice que ha hablado bien, pero resalta que, aun así, ha traicionado a su esposa, y en esas palabras también se pueden identificar los espectadores. La arrogancia de Jasón es especialmente poco atractiva porque él sin dudas le debe mucho a Medea, que le ha salvado la vida una y otra vez y le ha permitido gozar de honores como héroe ayudándolo a salir victorioso en hazañas que no podría haber superado solo. Esa impotencia se profundiza a lo largo de toda la tragedia y se relaciona con una cierta feminización del personaje. Se lo ve como un hombre oportunista: en el pasado ha usado a Medea y en el presente de la obra pretende usar a la familia de su nueva esposa para obtener beneficios.
En el transcurso de la discusión, Jasón y Medea exhiben dos ideas diferentes sobre el matrimonio: él lo piensa como un arreglo social o económico: habla en términos de riquezas y seguridad. Ella, aunque ha descrito, desde el despecho, el matrimonio como una atadura, parece concebirlo de un modo un poco más idealista, más relacionado con el amor. Hace referencia a las promesas y a la reciprocidad que se deben un marido y una esposa. Jasón desplaza la conversación de esos temas y acusa a Medea de irracional.
La intensidad pasional de Medea ahora se manifiesta como ira. Su marido, que le debe la vida y el honor que posee como héroe, la ha abandonado. Por ese motivo, queda a merced de aquellos que son menos inteligentes que ella. Y a pesar de que tiene muchas razones y las expone con una excelente retórica, el marido la trata como irracional porque es mujer. Algunos críticos especializados han observado un paralelo entre la protagonista y el autor de esta tragedia. Eurípides, al igual que Medea, es un genio singular, escribe obras sin precedentes, pero no es reconocido en vida. En las competencias de los festivales en honor a Dioniso, los jurados suelen preferir y premiar a otros dramaturgos. La propia Medea, hoy en día reconocida como una de las obras más importantes y valiosas que conservamos del mundo antiguo, ha sido vencida por otras piezas hoy olvidadas.
La venganza es un tema sustancial y delicado. Parte del atractivo de la obra es el hecho de que, a pesar de la monstruosidad de Medea, nos encanta tanto como ha encantado al Coro. Su venganza se convierte en una fantasía alentada y compartida por los espectadores, y la profundidad de su ira suele resonar, aunque de manera incómoda, en el sentimiento humano del público.