Las pasiones
Medea, protagonista de la tragedia, es una mujer que despliega emociones y comportamientos intensos, extremos. Ya en los relatos mitológicos lo ha sacrificado todo y ha cometido actos tremendos para ayudar a Jasón, porque arde en amores por él desde que lo conoce. La intensidad de su amor la ha llevado a traicionar al padre y matar al hermano.
En la tragedia de Eurípides, esa fuerza pasional se ha transformado en ira por la traición del marido. Su corazón pasional, antes colmado de amor, ahora está lleno de violencia y se dispone a destruirlo todo, precisamente porque no tolera los sentimientos que la ofensa le ha generado. Su venganza es total y perfecta, y, como ella misma afirma, está guiada por las pasiones: "es más fuerte que mis reflexiones mi pasión, la cual es la raíz de los perjuicios más grandes para los mortales" (1078-1080). Medea no solo es consciente de que la guían las pasiones, sino que además reconoce que sus actos y gestos tienen consecuencias sumamente negativas.
La cultura griega clásica se ha interesado mucho por los extremos de las emociones de los humanos y de los dioses. A su vez, es una cultura que indaga las consecuencias que traen las emociones cuando no son reguladas. En la literatura griega, las pasiones relacionadas con el amor y con la ira suelen conectarse con la grandeza de los personajes, que combinan características positivas y negativas. Medea es un ejemplo singular de la falta de regulación de las pasiones: es una mujer guiada por un intenso amor, primero, y por una ira sin límites, después, que actúa conscientemente de una manera no racional, sino enteramente pasional.
La venganza
La apariencia seductora de la vengaza es parte de la popularidad que siempre tuvo esta obra. Medea está dispuesta a sacrificarlo todo para que su venganza sea total, perfecta. Asesina a sus propios hijos, paradójicamente, para protegerlos de los contraataques de sus enemigos. También los mata para herir a Jasón, aunque al asesinarlos se condena a sí misma a una vida de remordimientos y duelo. Pero lo atractivo del personaje es su poder de venganza: encarna la fantasía de golpear a aquellos que tienen poder a donde más les duele. Aquellos que están protegidos -de manera injusta- por las autoridades o por el sistema cultural en el que viven, en esta tragedia lo pierden todo. Esa fantasía ofrece la idea satisfactoria de una venganza perfecta. Al igual que el Coro, los lectores o espectadores vemos a Medea con una combinación de horror y entusiasmo.
En esta obra, el tema de la venganza se relaciona con las nociones de justicia que despliega la protagonista. Son ideas muy subjetivas de lo justo y lo injusto. Si bien las mujeres del Coro e incluso el público pueden entender el malestar y la humillación que siente Medea, sus comportamientos no son modos organizados y convencionales de practicar la justicia entre miembros de una familia o de una sociedad. Medea efectúa "justicia por mano propia" que, en lugar de reparar los daños del pasado, se torna vengativa. De alguna manera, parece sugerirse que, como la sociedad griega les quita el poder a las mujeres, ellas se ven obligadas a reemplazar la justicia por la venganza.
La traición
La traición es otro tópico central de esta tragedia y de la mitología sobre Medea en general. Al conocer a Jasón, Medea ha matado a su hermano, ha traicionado a su padre y, por extensión, a toda su patria: se ha marchado con un griego hacia Grecia y ha facilitado el robo del vellocino de oro. Por ese motivo, jamás podrá volver a Cólquide y está condenada al exilio eterno; siempre será extranjera.
En la tragedia de Eurípides, toda la acción se desata porque Jasón ha tomado una nueva esposa. Esto provoca la ira desmesurada del corazón de Medea, que siente celos y, sobre todo, humillación. Es desplazada de su lugar como principal esposa, como señora de su hogar. Para la protagonista, la humillación que ese desplazamiento representa (la pérdida total del poco poder que ha podido conservar) es lo más imperdonable, lo más intolerable. Su carácter le impide tolerar esta ofensa: no acepta de ninguna manera ser victimizada y humillada. Además, Jasón se ha casado con Glauce de manera clandestina, y el agravio contra Medea está profundizado por el hecho de que su marido no le consulta y ni siquiera le avisa que la va a reemplazar.
Medea, entonces, es traidora y traicionada. Fusiona en su figura las dos caras de la traición. Esa fusión la condena para siempre. Lo pierde todo: su familia de origen, su patria, su marido, sus hijos y todas las tierras que alguna vez fueron su hogar.
La naturaleza de las mujeres
Euripides siente fascinación por las mujeres y las contradicciones del sistema de sexo y género de la sociedad griega. Es el escritor griego que trata el tema del género con la mayor sofisticación. En Medea exhibe mucho, tanto sobre su posición social como sobre las distintas ideas sobre la naturaleza de las mujeres.
El primer discurso de Medea, dirigido al Coro, es la afirmación más elocuente de la literatura griega clásica acerca de las injusticias que recaen sobre las mujeres. El autor también reconoce que la posición de las mujeres, y su subordinación a los hombres, está en el núcleo mismo del orden social griego. La sociedad griega, entonces, funciona gracias a la injusticia. Atenas, que se enorgullece de ser una ciudad-Estado más libre que las dictaduras que la rodean, queda sin embargo expuesta como una ciudad que depende del trabajo de personas esclavizadas y de la opresión de las mujeres. (Los admiradores de Atenas suelen decir que todas las sociedades antiguas han sido sexistas y esclavistas, lo cual de modo general no es cierto. Muchas sociedades han tratado mejor a las mujeres que los griegos, y muchas de ellas funcionan, incluso en la Antigüedad, sin esclavizar a los trabajadores). Eurípides es consiente de esta hipocresía, y con frecuencia señala las formas en que la sociedad griega intenta borronear o excusarse por las injusticias que perpetra.
De todas maneras, Medea no es exactamente un modelo ejemplar del feminismo. Eurípides muestra las dificultades que recaen sobre las mujeres, pero no ofrece heroínas vírgenes de hojalata. Por el contrario, retrata mujeres reales, que han sufrido y han cambiado por ese dolor. Esta obra no narra la historia de la liberación de las mujeres, sino que exhibe una guerra entre los sexos femenino y masculino de la que todos salen heridos.
Además, varios personajes expresan sus ideas sobre la naturaleza de las mujeres: se dice que son débiles, que suelen llorar y sentir emociones desmesuradas, que son exageradas, celosas y vengativas. Para Jasón, las mujeres son despreciables e indignas. Él mismo afirma: "Sería necesario que los hombres engendraran hijos de alguna otra manera y que no existiera el sexo femenino; así, por cierto, ninguna imperfección habría para los seres humanos" (Jasón, 572-575, p. 64). Por su parte, Medea afirma que las mujeres son incapaces de actuar de manera noble, y que solo pueden provocar desgracias.
La extranjería
La otredad, el encuentro con los otros que son distintos, es un tema central de Medea. Desde el comienzo de la tragedia se enfatiza la extranjería de la protagonista: la Nodriza, desde las primeras líneas, nos recuerda que Medea viene de una tierra lejana y exótica. Y la protagonista lo refuerza en uno de sus primeros parlamentos. Este aspecto del personaje tiene muchas ramificaciones en el desarrollo de la obra.
Los extranjeros, los otros, son denominados "bárbaros" por los griegos, en un sentido peyorativo. Representan lo desconocido, lo exótico, lo temible. Hablan en leguas diferentes al griego y tienen otras prácticas culturales. Los griegos creen que los bárbaros son salvajes, que tienen costumbres inhumanas, irracionales, crueles. También creen que los bárbaros tienen una relación especial con la hechicería, con la magia, con la superstición. Por el contrario, los griegos construyen la razón y el pensamiento racional como los modos más valiosos de conocer el mundo y de actuar en él.
Medea es una gran hechicera y ese es uno de los motivos por los que debe exiliarse: Creonte conoce su talento mágico y por eso le teme. De alguna manera, la extranjería de Medea permite que se construya como un personaje monstruoso: el público griego se puede distanciar de ella y observarla con fascinación. Incluso el Coro tiene una posición ambivalente con respecto a la protagonista: como mujeres la comprenden, pero como griegas repudian sus actos más crueles. Es importante resaltar que, cuando Jasón se entera de que Medea ha matado a los niños, le dice: "No existe una mujer griega que se hubiera atrevido nunca a esto" (1338-1339, p. 90).
La inteligencia
La inteligencia es otro tema central de esta obra, ya que es una característica principal de la protagonista. Además, se entrecruza poderosamente con su condición de mujer y de extranjera. Son los tres aspectos fundamentales que la convierten en poderosa y peligrosa.
Eurípides pone el énfasis sobre la mente brillante y astuta de Medea. Su inteligencia y sus talentos, que deberían causar admiración y respeto, le provocan sufrimientos y la condenan para siempre. Creonte toma la decisión de exiliarla porque sabe que es hechicera, pero sobre todo porque es una hechicera inteligente, conocedora, hábil. La propia Medea afirma que, "por ser sabia, para unos soy odiosa y para otros, en cambio, lo contrario" (302-303). Y le responde a Creonte que sería mejor haber nacido estúpida, porque algunos le temen y otros la envidian. Su fuerza, su intelecto y su potencia destacan y marcan su destino fatal.
Su condena, en parte, se debe a que, como mujer, no puede desplegar su inteligencia: es sabia y talentosa, pero lo único que puede hacer es casarse, tener hijos y llevar una vida doméstica. Una vez que Jasón la traiciona y la desplaza, no puede ni siquiera eso: se queda sin hogar y pierde el poco poder del que goza como esposa. Los griegos con los que vive, aunque le deben cierto respeto, con frecuencia la desprecian por ser mujer y bárbara. Entonces, está rodeada de personas menos inteligentes y con menos recursos, pero que, sin embargo, son mucho más poderosas que ella. Entonces, usa todo su poder, toda su inteligencia y todo su talento para planificar y ejecutar la venganza perfecta.
Como se ha mencionado, Aristóteles considera que las mujeres "inescrupulosamente inteligentes" no deben formar parte del teatro, y esa idea refleja el pensamiento típico de los griegos de este período. Medea es despreciada por talentos valorados en los hombres. A su vez, gracias a su gran capacidad intelectual, es terriblemente libre. Por ser extranjera del orden social griego, se comporta sin restricciones ni moralidades.
El exilio
El exilio, la partida forzada de la propia tierra natal, es un tema central para Medea y la mitología que retoma. La ciudad-Estado de una persona en la Grecia antigua es su hogar y la protege, garantiza sus derechos. Viajar de un lado a otro, ser nómade, no tener una casa bien establecida, amigos ni refugio, se considera un destino tan horrible como la muerte. En el mito, Medea se exilia por el bien de su marido, traicionando a su padre y matando a su hermano. Queda así lejos de su hogar, sin familia ni amigos que puedan protegerla. Jamás podrá volver a su tierra natal y, por eso, su dependencia a Jasón es casi absoluta en ese sentido.
Luego, su defensa sobredimensionada del trono que le corresponde a su marido en Yolcos provoca un nuevo exilio para toda su familia hacia Corinto. Por estas acciones, es Jasón quien no puede volver jamás a su tierra natal. El héroe del vellocino de oro (aunque Eurípides se encarga de resaltar que es Medea la verdadera responsable de esta hazaña) es también un errante. Su matrimonio está destrozado y vuelve a casarse por interés. Se casa con una nueva esposa de la familia real de Corinto. Es infiel y toma esta decisión de manera clandestina, sin conversarlo con Medea, pero es cierto que los exilios los han destrozado y es necesario hacer algo para brindarle cierta seguridad a la familia.
Eurípides conecta el tema del exilio con el de la naturaleza de las mujeres. Pone el énfasis en las circunstancias que las mujeres deben tolerar después del matrimonio (dejar sus hogares, vivir entre desconocidos), y así Medea nos recuerda las condiciones del exilio. Su posición es, por lo tanto, doblemente grave: es una exiliada en el sentido general del término y también es una exiliada como todas las mujeres, expulsadas de sus culturas y de sus hogares. Además, como se ha mencionado, es siempre una extranjera, una "bárbara" en Grecia.