Medea

Medea Citas y Análisis

¡Ojalá el navío "Argos" no hubiera volado a través de las Simplégades de color azul oscuro hasta la tierra de Cólquide, ni el pino, cortado en los valles de Pelión hubiera caído nunca, ni provisto de remos las manos de los varones tan esforzados que fueron en busca del vellocino de oro para Pelias! Pues Medea, mi señora, no habría navegado hacia las fortalezas de la tierra yolca, encendida de deseo en su corazón por el amor de Jasón, ni, habiendo persuadido a las hijas de Pelias a matar a su padre, habitaría este suelo corintio con su marido y sus hijos, complaciendo con su fuga a los ciudadanos a cuya tierra arribó exiliada, y viviendo ella misma en armonía en todo sentido con Jasón, precisamente suele ser la salvación más considerable que una mujer no esté en desacuerdo con su consorte.

La nodriza, 0-15, p.45

Esta cita corresponde a las primeras palabras de la obra, pronunciadas por la Nodriza. En ellas se presentan rápida y brevemente los eventos principales de la mitología que retoma Eurípides. El público del siglo V a.C. conoce bien la historia, por lo que no es preciso contarla en detalle. De todas maneras, es interesante observar qué elementos le interesan más al autor: el énfasis está puedo sobre la relación dañada de Jasón y Medea, las traiciones que ella ha cometido contra su familia de Cólquide y las crueldades que es capaz de cometer, así como las desgracias que han vivido, el exilio, y su condición de extranjera.

Desde el comienzo la Nodriza demuestra que es fiel a su ama y que se preocupa mucho por el bienestar de los niños. Esto se evidencia desde la primera frase, que comienza con "ojalá": se lamenta por el destino terrible que recae sobre la familia. Este deseo que da inicio a la obra se conecta directamente con el lamento final del Coro, que reflexiona acerca del poder de los dioses sobre los destinos de los humanos.

De todas las cosas vivientes y que tienen pensamiento, nosotras las mujeres somos la criatura más desdichada. En primer lugar es necesario que compremos un esposo a un precio extravagante y haber conseguido un amo para nuestro cuerpo; de hecho ese mal es todavía más doloroso que el otro. Y la prueba más grande reside en haber tomado a uno malo o uno bueno. Porque las rupturas de los convenios matrimoniales no son respetables para las mujeres, y no nos es posible repudiar al marido. Y porque, habiendo llegado a estar entre costumbres y leyes nuevas, una debe ser adivina, porque no aprendió desde su casa de qué modo exactamente se vinculará con su compañero de lecho. Y si un marido convive con nosotras y concluimos bien estos aspectos de la relación de tal modo que no lleva el yugo con fuerza, nuestra vida es envidiable, pero si no, la muerte es una bendición. Pues si un varón está enojado cuando convive con los de adentro de su casa, sale, y hace cesar el disgusto en su corazón [dirigiéndose o bien hacia algún amigo o bien hacia un coetáneo]. Pero es una necesidad para nosotras mirar a una sola persona. Y los que luchan con su espada dicen de nosotras que vivimos en el interior de las casas una vida sin peligro. ¡Son unos tontos! Porque preferiría tres veces mantenerme firme junto a mi espada a dar a luz una sola vez.

Medea, 229-250, pp.52-53

Estas líneas constituyen uno de los fragmentos más celebres y más analizados de la obra. Medea en sus primeros parlamentos construye una sólida crítica a la posición social de las mujeres en la Grecia de ese período. Menciona la obligación que recae sobre las mujeres de casarse, poner sus cuerpos a disposición de los maridos y tener hijos. Se queja de la injusticia social que representa estar sometidas al ámbito doméstico de la maternidad y la sumisión al marido. La cultura griega presenta el hogar como un espacio seguro, cómodo, feliz, pero Medea desmiente esa concepción: la casa aparece como una prisión en sus palabras. Incluso si es infeliz, la mujer no puede salir del ámbito doméstico ni relacionarse con personas ajenas a la familia. Esta situación es especialmente injusta porque, en contraste, los hombres sí gozan de todas esas libertades.

Es interesante destacar que el planteo inicia resaltando las capacidades intelectuales de las mujeres: son tan pensantes como los hombres. Si son desdichadas es porque existe una profunda desigualdad social y legal. Aunque el divorcio es posible según la ley griega del período (en ciertos casos), no es una práctica común, porque condena a las mujeres a una situación todavía peor.

Ante esa inequidad, Medea plantea dos cuestiones centrales para su desarrollo como personaje: por un lado, que la muerte no siempre es negativa; también puede ser liberadora cuando pesan condenas terribles sobre una vida. Esto se refleja en las reflexiones de Medea sobre los motivos por los que asesina a sus hijos. Sería peor que vivieran y sufrieran las venganzas de los aliados de Creonte. Por el otro lado, la cita expone la masculinización que desarrolla la figura de la protagonista (como contrapunto, Jasón aparece feminizado porque es débil y patético). Medea preferiría luchar en las guerras, portar una espada y defender su patria, como un hombre, antes que vivir condenada al hogar y parir.

Eres sabia por naturaleza y habilidosa en toda clase de asuntos perniciosos, y sientes dolor porque fuiste despojada del lecho de tu marido.

Creonte, 284-286, p.54

Estas palabras de Creonte señalan la complejidad y la ambigüedad de Medea. Sus características positivas (su sabiduría, su talento) la condenan. El rey de Corinto reconoce la inteligencia de Medea, sabe que es una hechicera poderosa y conoce los actos que ella ha cometido en el pasado. Por ese motivo, teme que pueda dañar a su hija Glauce, que acaba de casarse con Jasón. Esta frase funciona como indicio de los planes que trama Medea y, al mismo tiempo, demuestra que la historia del personaje en la mitología, su pasado, puede condicionar sus acciones futuras. Creonte, a pesar de su desconfianza, guarda cierta subestimación por Medea: cree que evitará la muerte de Glauce, pero se equivoca.

Por otra parte, al determinar el exilio de Medea, Creonte de alguna manera legitima la sed de venganza de la protagonista. Comprende que Jasón la ha insultado, que ha sido desplazada de su hogar, del lecho de su marido, del matrimonio en sí y, por lo tanto, entiende su dolor y su ira; le parecen emociones esperables. Así, se anticipa para tratar de evitar las consecuencias.

Y yo haré sus bodas amargas y funestas, amarga su vinculación matrimonial y el exilio de mi propia tierra. Vamos, no escatimes ninguna de las artimañas que conoces, Medea, al planearlas y urdirlas contra ellos. Marcha hacia lo terrible; ahora es la instancia de prueba propia de un espíritu valiente. Ves las injusticias que padeces; es necesario que no seas objeto de risa en esta boda de Jasón con una descendiente de Sísifo, puesto que eres hija de un noble padre y del muy remoto linaje del Sol. Y posees conocimientos; y además las mujeres somos, por naturaleza, incapaces para las acciones nobles, pero las más hábiles hacedoras de toda clase de desgracias.

Medea, 398-409, p.58

Estas palabras de Medea condensan mucha información vital para analizar la tragedia en su totalidad. En primer lugar, la protagonista le confiesa al Coro y al público su plan de venganza. Se dirige a las mujeres del Coro en un tono de confianza y de mutua comprensión. Usa la primera persona del plural -"nosotras, las mujeres"- para reforzar esa identificación y esa complicidad. Como se ha mencionado, el Coro no valida todas las acciones de Medea, pero la comprende y no se interpone en su camino. En ese terreno, denuncia nuevamente las injusticias que recaen sobre las mujeres y la dependencia que tienen respecto de los maridos y el matrimonio.

En segundo lugar, Medea resalta que es imposible tolerar y permitir la humillación que esta segunda boda de Jasón genera. Ella pertenece a una familia noble, de reyes y dioses, y demuestra el orgullo correspondiente a una princesa, nieta del Sol. No puede ser humillada por un nombre y no hacer nada al respecto. En tercer lugar, es necesario destacar que Medea se habla a sí misma, se da fuerza, se recuerda que es -y debe ser- valiente. Razona de manera lógica, sensata, fría, a pesar de que la guían las pasiones, el dolor, la ira, la humillación. En ese sentido, notamos que se profundiza la masculinización del personaje (es orgullosa, valiente, racional). Por último, reconoce sus talentos y su inteligencia y se dispone a desplegarlos para ejecutar una venganza perfecta.

Pues bien, frente a estos hechos me hiciste feliz para el mayor número de las mujeres griegas. Y yo, pobre de mí, te estimo como a un esposo excelente y leal puesto que efectivamente soy deportada y expulsada de esta tierra, privada de amigos, sola con mis únicos hijos; ¡qué bonita censura para el recién casado: que tus hijos anden errantes como mendigos y yo, que te salvé la vida!

Medea, 508-515, p.62

Estas palabras pertenecen a la primera discusión entre Medea y Jasón. Él hace un planteo bien organizado pero teñido de arrogancia y falsedad; se engaña a sí mismo para defender sus errores y excusarse por haberla traicionado. Ella argumenta con excelencia a lo largo de toda la pelea y presenta razones que todos los personajes y el público conocen como verdaderas. Aunque él cree tener la razón, ante los espectadores es ella quien sale victoriosa. Esto no solo se debe a que tiene razones para estar enojada con él, sino que además las expresa con una retórica excelente. En primer lugar, se dedica a recordarle los orígenes de su relación y enumera todo lo que ha sacrificado por él para resaltar su ingratitud y falta de lealtad.

Para terminar ese parlamento, le dice las palabras aquí citadas. Curiosamente, usa verbos en tiempo presente para decirle que lo ha amado de manera genuina y que ahora sufre un nuevo golpe y debe exiliarse por tercera vez. Todos esos desplazamientos se relacionan directamente con su entrega al amor de Jasón. Y él le ha faltado el respeto, no honra todos los sacrificios que Medea ha hecho por él (y que incluso le han salvado la vida y lo han convertido en héroe). En estas líneas, Medea resalta su carácter de extranjera y el aislamiento en el que se encuentra, sin amigos y eternamente exiliada.

Por último, termina su descargo con una gran ironía. Deja entrever una gran agresividad y exhibe la falta de interés que Jasón tiene por el cuidado y la seguridad de los niños.

Pero aquí doy por terminada esta parte del discurso, y lamento qué clase de acción tenemos que llevar a cabo en adelante, pues mataré a mis hijos. No existe nadie que vaya a apartarlos de la muerte; y tras derribar toda la casa de Jasón, partiré huyendo del asesinato de mis hijos adoradísimos y sobrellevando la acción más maldita. Pues me resulta una carga intolerable, amigas, que me ridiculicen mis enemigos.

Medea, 790-797, p.72

En esta cita, Medea le confiesa por primera vez al Coro que matará a sus hijos para completar su venganza. Es interesante cómo oscila entre la primera persona del plural ("nosotras") y la del singular ("yo"): por un lado aprovecha esa identificación y esa confianza que la relacionan con las mujeres del Coro; por el otro, deja en claro que es ella la que ejecutará los asesinatos para herir a Jasón. Como se ha mencionado, el Coro reprueba el filicidio, y hasta intenta que la protagonista cambie de opinión, pero no interfiere cuando ella actúa.

Medea afirma con orgullo que es imposible para ella tolerar la humillación de ser desplazada como esposa de Jasón. Si bien la situación es sumamente injusta, y ella debe sufrir las consecuencias del comportamiento cobarde, arrogante y oportunista del marido, no hay forma de restituir la justicia, justamente porque ella es mujer y él es hombre. La única opción para que Jasón no sea impune es la "justicia por mano propia", la venganza. La grandeza, el orgullo y la intensidad pasional de Medea la llevan a tramar y ejecutar una venganza total, perfecta. Así, se propone matar a los niños para aniquilar todo el linaje de Jasón, para herirlo por completo. Además, "No existe nadie que vaya a apartarlos de la muerte", es decir que los mata, en cierta medida, para protegerlos de peores torturas.

¡Ay, ay! Hijos, ¿por qué volvéis hacia mí la mirada con vuestros ojos? ¿Por qué me dirigís la sonrisa por última vez? ¡Ay, ay! ¿Qué haré? Porque mi corazón se desvanece, mujeres, cuando veo radiante el rostro de mis hijos. No sería capaz. ¡Que se vayan las decisiones de antes! Separaré a mis pequeños de esta tierra. ¿Por qué, con tal de causar dolor al padre de éstos con sus desgracias, debo atraerme yo misma dos veces tan grandes perjuicios? ¡De ninguna manera! ¡Que se vayan mis decisiones!

Pero ¿por qué estoy sufriendo? ¿Quiero exponerme a la risa dejando exentos de castigo a mis adversarios? Es preciso atreverse a esas cosas. Pero ¡qué irresolución la mía! El admitir incluso en mi corazón pensamientos flojos.

Medea, 1039-1052, pp.80-81

En esta cita se expone una lucha interna de Medea con respecto al plan de matar a los niños. Eurípides se caracteriza por explorar la psicología de sus personajes y este es un gran ejemplo de la complejidad del pensamiento y el sentimiento humanos. Por un instante, la protagonista se arrepiente, cambia de opinión, se horroriza ante su propio plan. Sin embargo, rápidamente se habla a sí misma y se da valor; sabe que esta decisión le traerá mucho dolor pero se obliga a ser fuerte y valiente. Demuestra el orgullo que la caracteriza.

Esta breve escena de confusión y arrepentimiento no le quita crueldad a los hechos que está por cometer, pero sí humaniza mucho al personaje. Es monstruosa, pero también es humana. No le da lo mismo asesinar a sus hijos: demuestra un amor genuino por los niños y reconoce la atrocidad de los actos que ha tramado y ejecutará. De hecho, más adelante afirma: "Y entiendo en verdad qué clase de crímenes estoy a punto de cometer, pero es más fuerte que mis reflexiones mi pasión, la cual es la raíz de los perjuicios más grandes para los mortales" (1077-1080, p.81). Es decir, Medea es plenamente consciente de la naturaleza vengativa y desmesurada de sus acciones y también de las consecuencias que estas conllevan. Esa consciencia no la excusa, pero la presenta de manera noble. En contraste, Jasón no reconoce ninguno de sus errores, se autoengaña para justificarse. Es preciso señalar nuevamente la misoginia de la cultura griega antigua, ya que muchos varones (dioses, héroes y mortales) de la mitología y la literatura griega cometen atrocidades y son menos condenados que Medea (y a veces, incluso, son celebrados por ello).

Pues una doble calamidad se le venía encima. La dorada diadema que reposaba alrededor de su cabeza arrojaba un prodigioso flujo de fuego voraz, y el sutil peplo, regalo de tus hijos, consumía la blanca carne de la infeliz. Entonces, después de levantarse del trono, entre llamas, trata de huir moviendo violentamente su cabellera y su cabeza en tiempo y en dirección diferentes, con la intención de quitarse la diadema. Pero el oro fijaba fuertemente sus eslabones y, cuando ella más agitaba su cabellera, el fuego redoblaba su brillo mucho más. Finalmente cae al suelo, vencida por sus males, irreconocible a simple vista, escepto para su padre. Porque ni era clara la condición habitual de sus ojos ni la de su bien proporcionada fisonomía, y desde la punta de la cabeza la sangre goteaba mezclada con fuego, y sus carnes se despegaban de sus huesos como resina de pino, a causa de los ocultos colmillos de tus venenos. ¡Espantoso panorama!

Mensajero, 1184-1201, p.85

Esta cita es un fragmento de la descripción que ofrece el Mensajero sobre la muerte de Glauce. El sirviente ha llegado con la noticia y Medea le pide que la narre con detenimiento. Entonces, él construye los pasajes más descriptivos de la obra, cargados de imágenes visuales, auditivas y táctiles. Como él mismo anuncia, se trata de "un espectáculo terrible de ver" que da cuenta de la crueldad despiadada de Medea. Ella es una gran hechicera, ha elegido esos venenos terriblemente poderosos y ha decidido matar a la nueva esposa de Jasón generándole el mayor dolor posible. Además, como ha demostrado en otras oportunidades, su éxito depende de su talento para detectar las debilidades de los enemigos. En este caso, ha logrado tentar a Glauce ofreciéndole una diadema y un peplo muy hermosos y muy valiosos. La princesa los acepta porque es vanidosa y superficial y los coloca sobre su cuerpo de inmediato. Irónicamente, en el intento de embellecerse con vestimentas delicadas, finas y nobles, termina muriendo totalmente desfigurada. Su rostro y su cuerpo son consumidos por el fuego al punto tal que el cadáver es irreconocible.

Pero tú, perverso, de perversa manera morirás, como es razonable: golpeado en tu cabeza por la roda del navío "Argos", luego de contemplar el amargo término de tus bodas conmigo.

Medea, 1385-1388, p.92

Esta cita pertenece a la última discusión que mantienen Medea y Jasón, justo después del asesinato de los niños. Se echan la culpa mutuamente por todos los males sucedidos. Ella augura el modo en que él ha de morir: golpeará su cabeza por accidente contra una parte de su barco. El "Argos" es la nave con la que Jasón y los argonautas llegan a Cólquide, donde está el vellocino de oro y donde conoce a Medea. Esta referencia se conecta directamente con las palabras iniciales de la Nodriza para dar comienzo a esta tragedia. El núcleo de todos los sufrimientos de Medea parece ya presente en su destino desde el momento en que ve a Jasón por primera vez. Por otra parte, el poder de la protagonista como hechicera y como nieta de Helios, dios del Sol, le permite anticipar la muerte del hombre que la ha traicionado. Esa muerte lo condena a la humillación y lo destierra por completo del dominio de los héroes, pues es un accidente absurdo, ridículo, indigno. Este augurio es un modo de completar la venganza de Medea, ya que le devuelve la humillación que él le ha provocado. De inmediato Jasón le desea la muerte y luego el Coro da fin a la obra.

Zeus en el Olimpo es el dispensador de muchos hechos y los dioses ordenan muchas cuestiones de manera inesperada para los mortales. Los sucesos que se esperaban no se cumplieron y de los sucesos inesperados una divinidad encontró salida. De tal manera se terminó este asunto.

Coro, 1415-1420, p.93

La estrofa final de la tragedia está a cargo del Coro y se dedica a enaltecer a los dioses. Las mujeres de Corinto afirman que Zeus y todos los dioses del Olimpo determinan y ordenan el destino de los humanos. Para los mortales, el desarrollo de ese destino es misterioso, incomprensible. Tanto es así que los sucesos siempre resultan inesperados. A pesar de su característico desvío hacia los temas más humanos y la exploración psicológica de los personajes, las tragedias de Eurípides no dejan de honrar a los dioses y recuerdan que el destino está más allá de la voluntad humana. La estrofa del Coro es breve, pero le da cierre a la obra y por eso tiene una fuerza singular. Además, es necesario destacar que la resolución última del plan de Medea es posible gracias a la participación de un dios. Ella logra marchar hacia Atenas con los cadáveres de sus hijos porque Helios, dios del Sol y abuelo de la protagonista, le da un carro tirado por dragones alados. Esa partida espectacular depende directamente de la intervención divina.

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