Aunque Nástenka huye del narrador, al que le tiene miedo, es él quien finalmente la rescata (Ironía situacional)
El narrador ve por primera vez a Nástenka en el muelle. Se da cuenta de que llora, pero no sabe qué decirle ni cómo acercársele. Cuando ella nota su presencia, siente miedo, lo esquiva, cruza la calle y camina por el lado contrario. El narrador la sigue y ve cómo otro hombre comienza también a perseguirla: "Un caballero vestido de frac, entrado en años, aunque con unos andares poco nobles" (p. 212). Este misterioso hombre corre hacia Nástenka, la alcanza y ella pega un grito. Inmediatamente, el narrador cruza la calle y la salva. Ambos caminan en silencio, agarrados de la mano, y el narrador le pregunta por qué huyó ella de él anteriormente. Nástenka responde: “Pero si yo no le conocía: pensaba que usted también" (p.213). Resulta irónico que Nástenka huya del narrador, quien entonces es un desconocido, para ser salvada inmediatamente por él de otro hombre.
Luego de que Nástenka espera en vano a su pretendiente durante un largo tiempo, este se presenta justo cuando decide elegir a otro (Ironía situacional)
Esta ironía se construye a lo largo de todo el relato. En un principio, cuando el protagonista conoce a Nástenka, ella le pide que no se enamore de ella: “Sobre todo (sea amable y cumpla lo que le pida: está viendo que le hablo con franqueza): no se enamore de mí... Eso está prohibido, se lo aseguro” (p. 216). Nástenka sabe bien que ama a otra persona y lo que busca con el protagonista es una amistad. El narrador intenta mantener su promesa y a lo largo de diferentes noches comparte las desgracias de Nástenka, la escucha e intenta que logre reencontrarse con su pretendiente. Pero pasado un tiempo y al ver que el pretendiente no aparece ni contesta a sus cartas, Nástenka se da por vencida y el narrador le declara su amor. Ambos hacen planes sobre su futuro, ella propone que él vaya a vivir con ella y se casen. Cuando todo está decidido, sucede el giro dramático e irónico: el pretendiente aparece de la nada en el muelle, y Nástenka salta a sus brazos, se marcha con él y deja al narrador solo en la calle.