Puede decirse con seguridad, del narrador de "Noches blancas" de Dostoyevski, que se trata de un hombre superfluo. La adjetivación no es peyorativa, sino que refiere, en realidad, a un estereotipo literario que comienza a tomar protagonismo a principio del siglo XIX, y con el cual se vincula nuestro narrador.
En el año 1840, M. Y. Lérmontov publica un libro que titula El héroe de nuestro tiempo. En esta novela, Gregori Alexándrovich Pechorin, un protagonista algo inspirado en Lord Byron, es un hombre de un gran orgullo, casi pedante, que lleva una vida desordenada y errante. Una de sus características primordiales es el aburrimiento que lo domina. Por los mismos años, Alexander Pushkin escribe la novela Eugenio Onegin, en la cual Eugenio es también un personaje agobiado por el tedio. De igual modo, en Guerra y paz de Tólstoi encontramos a Pierre Bezújov, y en Oblómov de Iván Goncharov, al joven aristócrata Oblómov, dos personajes que también pueden incluirse dentro de este tipo social del hombre superfluo. Como un flâneur, otro tipo social característico de la ciudad moderna constantemente repetido en la literatura de la época, este personaje pasa sus días recostado mirando el techo, medita acerca de lo que podría llegar a hacer si se levantase, más nunca lo hace. Sin llegar a este punto de inactividad absoluta, el narrador de "Noches blancas" pasa sus días soñando con vidas que no posee. Camina, recorre la ciudad, y deja volar su imaginación al punto de olvidar dónde está. Algo de todos estos personajes que hemos citado nos lleva a pensar un poco también en la figura de Don Quijote de la Mancha, un aristócrata, soñador, errante, idealista y melancólico. Como el narrador del cuento de Dostoyevski, y dubitativo como este, muchas veces no logra llevar a la acción los pensamientos.
La designación de hombre superfluo para referirse a este tipo de personajes se popularizó después de que Iván Turguénev, de quien Dostoyevski toma el epígrafe para "Noches blancas", publicase el Diario de un hombre superfluo, en 1850. Lo mismo sucedió con el término nihilista, que también Turguénev acuñó en su más célebre novela, Padres e hijos, aparecida en 1862. He aquí lo importante, puesto que la posición defendida por su protagonista, Bazárov, resulta de primordial importancia para comprender al célebre personaje de Raskólnikov, compuesto por Dostoyevski en Crimen y castigo. Sin embargo, el idealismo y el carácter soñador de Raskólnikov es también deudor del narrador de "Noches blancas". De allí, creemos, nacen muchas características de los personajes más célebres de Dostoyevski. Raskólnikov, el protagonista de Crimen y castigo, conserva rasgos de un romanticismo cuyos precedentes se encuentran en el idealista solitario, representante de la generación del decenio de 1840, que es el soñador de "Noches blancas". La definición que el protagonista de "Noches blancas" ofrece de lo que es un soñador anticipa notas características del personaje de Raskólnikov, y lo vincula con muchos otros idealistas de su época:
El soñador, si es necesario definirlo con más precisión, no es un hombre, sino, si quiere saberlo, un ser de género neutro. Se ubica generalmente en algún rincón inaccesible, como si se escondiera del mundo, y se introduce en él apegándose a su rincón como un caracol, o al menos pareciéndose mucho a ese curioso animal que es casa y animal a la vez, como la tortuga. ¿Por qué cree usted que ama tanto sus cuatro paredes, pintadas precisamente de verde, cubiertas de hollín, tristes e inadmisiblemente impregnadas de tabaco? ¿Por qué ese ridículo caballero, cuando le visita alguno de sus pocos conocidos (y lo que sucede es que se queda sin amigos), lo recibe de un modo tan tímido, demudándosele la cara y quedándose tan azorado como si acabara de cometer un crimen entre esas cuatro paredes, o de hacer unos billetes falsos o algunos versos para enviar a una revista con carta anónima, dejando constancia en ella de que el verdadero poeta ha muerto y de que su amigo considera un deber sagrado publicar sus versos? (pp. 220-221).
Antes del inicio literario de Dostoyevski, la literatura rusa estuvo muy fuertemente influenciada por Hoffmann y el romanticismo alemán, un movimiento cultural de vanguardia que surgió como una forma de resistencia a los valores ilustrados y racionalistas que imperaban en el momento. En la década siguiente, este movimiento sería desplazado por el realismo y el naturalismo, corrientes que, pese a sus diferencias, se alejan de las emociones subjetivas del romanticismo e intentan retratar con objetividad minuciosa lo que se observa. No obstante las críticas que Dostoyevski dirigiría repetidamente contra el romanticismo, puesto que deseaba retratar su entorno con precisión, nunca dejaría de creer en la importancia de conservar la capacidad de ser conmovido por la imaginación y los ideales. Pese a ser caratulado dentro del movimiento realista ruso, Dostoyevski nunca desdeñó por completo la reflexión romántica si la pensamos en términos generales; es decir, como una concepción trágica del hombre y del mundo modernos.
El aislamiento es una de las características primordiales del hombre moderno que retrata Dostoyevski, desde "Noches blancas" hasta Crimen y castigo (ver tema “La soledad“). En esta última, Raskólnikov se comporta de manera idéntica a los soñadores que describe en términos generales el protagonista del cuento. Es, también, representado en la novela incluso por la misma metáfora animal que estos soñadores: la tortuga. Se dice que antes de cometer el crimen, ya se había apartado resueltamente de todos, como hace la tortuga que se recoge en su caparazón.
El narrador de "Noches blancas", inocente, parece ser tan solo una prefiguración tímida del Raskólnikov de Crimen y castigo. El hombre superfluo, aislado y criminal quizá sea una de las posibilidades que el soñador del cuento habilita: Raskólnikov parece ser la actualización de una de las potencias de este narrador. En más de una ocasión, Dostoyevski manifestó que parte del carácter problemático de estos hombres soñadores radicaba en la falta de sentimiento de pertenencia, general y cultural. Desde su punto de vista, Rusia no estaba pudiendo transmitir una sensación de unidad identitaria. Quizá en este último comentario radique una punta del ovillo para comprender cómo un hombre superfluo, aislado e idealista, como el narrador de "Noches blancas" puede convertirse en un criminal como Raskólnikov.