“Se abría una ventana en la que repiqueteaban unos dedos tan finos y blancos como el azúcar" (p. 209) (Símil)
Al comparar el color y el tamaño de los dedos de las mujeres con el azúcar se enfatiza en lo delicado y sutil de los mismos. Con la llegada la primavera, las mujeres abren las ventanas y sus dedos, pálidos por el invierno, asoman a los primeros calores. El símil sirve, también, para dotar de dulzura a la imagen, ya que es el narrador protagonista quien la describe, y es así como percibe a las mujeres, leves, dulces y frágiles.
“Tanta fue la impresión que causó la naturaleza a un caballero enclenque como yo, que estaba a punto de ahogarse entre las paredes de la ciudad” (p. 210) (Metáfora)
La metáfora de “ahogarse entre de las paredes de la ciudad” enfatiza la sensación de encierro del narrador, quien no sabe qué hacer y deambula sin rumbo, apesadumbrado por la melancolía y la soledad. Esta es una caracterización típica de la vida urbana (ver Tema “La vida en la ciudad”) que se puede confrontar con su opuesto, la vida rural en la naturaleza, que permite respirar aire puro y revitaliza a las personas.
“Mi corazón se estremecía como el de un pajarillo recién capturado” (p. 212) (Símil)
Este símil es utilizado por el narrador para dar una mayor profundidad a sus sentimientos. Al comparar a su corazón con el de un pájaro recién capturado, lo que expresa es que él también se siente preso, débil y pequeño, y con la urgente necesidad de escapar. La imagen refuerza, también, la caracterización que el narrador hace de sí mismo como de un animal inocente.
“¡Un nuevo sueño, una nueva vida! ¡Una nueva dosis de un veneno refinado y voluptuoso!” (p. 225) (Metáfora)
La metáfora asemeja una nueva vida a un nuevo veneno. Esta figura metafórica es a su vez un oxímoron; es decir que representa una contradicción: un veneno es aquello que produce la muerte, no la nueva vida. De esta manera, el narrador da cuenta de que una nueva vida significa también para él una nueva manera de morir. En su manera de ver el mundo, la tragedia y la fatalidad es ineludible e indisociable de la vida.
“Pero, apenas le hubo extendido tímidamente la mano y se hubo echado en sus brazos, de pronto se dio la vuelta y como una ráfaga de aire o un relámpago se lanzó hacia mí” (p. 257) (Símil)
Esta cita pertenece al final del relato, cuando Nástenka se reencuentra con su pretendiente y lo abraza, pero inmediatamente vuelve con el protagonista. El símil es utilizado para reforzar el giro espontáneo y sorpresivo de Nástenka, que el narrador no se espera. Al decir que ella avanza hacia él “como una ráfaga de aire o un relámpago” se enfatiza la sorpresa que siente el narrador frente a tal reacción.