“La mano de Baldovina separó los tules de la entrada del mosquitero, hurgó apretando suavemente como si fuese una esponja y no un niño de cinco años; abrió la camiseta y contempló todo el pecho del niño lleno de ronchas, de surcos de violenta coloración, y el pecho que se abultaba y se encogía como teniendo que hacer un potente esfuerzo para alcanzar un ritmo natural; abrió también la portañuela del ropón de dormir y vio los muslos, los pequeños testículos llenos de ronchas que se iban agrandando, y al extender más aún las manos notó las piernas frías y temblorosas”.
En esta primera frase de la novela asistimos a la aparición del personaje protagonista. Es un niño de corta edad, atacado por la enfermedad del asma. Lo está examinando físicamente Baldovina, un aya o cuidadora que no sabe bien qué hacer con él. Se asusta y pide ayuda a los demás empleados de la casa, ya que los padres del niño se encuentran en la ópera.
"Las lágrimas llenaban el rostro del Coronel. Al oír lo que le decía Oppiano, sonrió como con alegría profunda. Hizo un esfuerzo como para respirar de nuevo, ladeó la cabeza. Había muerto. A su lado el amigo que había conocido por la mañana. Su alegría había terminado en la absoluta soledad del hospital y de la muerte. Su abundancia en los dones recibidos, en la aplicación de la alegría del trabajo preciso, su manera de llevar el destino de toda su familia como un San Cristóbal joven, se habían extinguido en la soledad del hospital, en la muerte sin compañía, en un destino trunco e indescifrable".
Esta escena recupera el momento del fallecimiento del Coronel José Eugenio Cemí, padre del protagonista, José Cemí. Aun en esta instancia final se describe al Coronel como una persona detallista, sensible, estoica y abnegada por su familia. Antes de morir, le pide a Oppiano Licario, a quien acaba de conocer en esa misma sala de hospital en la que se encuentra, que cuide de su hijo José.
"De uno de esos grupos se alzó una mano llamándolo, enseguida Cemí percibió a Fronesis, ya tenía en torno un coro de muchachas y amigos. Tenía la facultad de crear coordenadas que convergían hacia él. Quien lo conocía lo encontraba siempre al final de un camino y además deseaba encontrárselo al final de ese camino. Cemí mismo, acabado de conocerlo, sabía ya que algo había sucedido en su vida, siempre lo vería como esa mano que nos recoge en medio de un tumulto infernal y nos lleva de columna en columna".
Aquí podemos presenciar el primer encuentro entre Cemí y Fronesis. Si bien Cemí estudia Derecho en la universidad, se dirige de vez en cuando a la Facultad de Filosofía y Letras, pues siente mucha cercanía con ambas disciplinas. En una de esas ocasiones, percibe la existencia de Fronesis, unos bancos más adelante que él, y se da cuenta enseguida de su magnética personalidad. Fronesis llegará a ser un gran amigo y compañero para el protagonista, debido principalmente a su madurez espiritual, así como a lo interesante y profundo de sus reflexiones.
"Lo que Foción no precisaba era que la única alegría que pesaba en Cemí era su amistad con ellos dos, ya cada uno por su parte, ya el acecho de Fronesis por Foción. Era sentir la profundidad placentera de que se penetraba en una alegría inteligente, la serena nobleza que se alzaba hasta enfrentarse con un hiriente destino. Dentro de esa alegría, a veces, Cemí sentía el dolor de la adquisición de cosas esenciales, pues en toda amistad por quiditaria, por apegada a las esencias que sea, hay siempre el dolor de la cosa perecedera y la falsa alegría de lo concupiscible, el dolor de las adquisiciones hechas por los sentidos transfigurados".
En este caso, podemos apreciar la incipiente amistad de Cemí con Foción. Ambos tienen en muy alta estima a Fronesis, sobre todo por su capacidad de llegar verbalmente al centro de las cuestiones importantes y trascendentes. En esta cita nos damos cuenta de que Cemí está contento por el solo hecho, nada menor para él, de tener la amistad de estos dos compañeros de estudio. No es que le pasen otras cosas particularmente buenas, sino que se siente dichoso por contar con ellos y con sus conversaciones. Al mismo tiempo, es consciente de lo frágil de toda amistad, en el sentido de que por más conexión que pueda darse entre las personas, nada es eterno en lo que a vínculos humanos se refiere.
"Pasó todo lo contrario de lo que le habían dicho. No tuvo ni que tocar el timbre, Licario le abrió de inmediato la puerta sin necesitar de llamada. La pieza era muy distinta de lo que él había visto desde el séptimo piso. No había nadie en su interior. Sólo la mesa, con el triángulo de bronce y una varilla metálica para provocar la sonoridad. Vibraron los dos metales. Oppiano Licario presentaba un pantalón negro y una camisa muy blanca. Mientras se prolongaba la vibración exclamó: —Estilo hesicástico".
En el anteúltimo capítulo de la novela presenciamos el encuentro entre Cemí y Licario. En esta escena plagada de elementos misteriosos, observamos cómo el protagonista ingresa a un mundo que parece estarle destinado. Las palabras ‘estilo hesicástico’ son, en buena medida, el centro de su aprendizaje como poeta. Oppiano Licario, fiel a la promesa que hizo al Coronel Cemí, se propone iniciar a José en cierto misticismo del ritmo poético que este deberá decodificar por su propia cuenta.