Poeta en Nueva York

Poeta en Nueva York Citas y Análisis

No pregunten nada. He visto que las cosas

cuando buscan su curso encuentran su vacío.

Hay un dolor de huecos por el aire sin gente

y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!

El yo poético, "1910 (Intermedio)", p. 75.

Este pasaje pertenece a la primera parte de la obra, "Poemas de la soledad en Columbia University", y expresa el vacío existencial que aqueja al poeta. El hueco se convierte en un motivo presente en toda la obra y representa la falta de sentido en la que se ve sumergido el poeta y toda la creación. Así, el hueco se convierte en un símbolo de la muerte inexorable que aqueja a toda la existencia.

¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!

No hay angustia comparable a tus ojos oprimidos,

a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,

a tu violencia granate, sordomuda en la penumbra,

a tu gran rey prisionero, con un traje de conserje.

El yo poético, "El rey de Harlem", p. 88.

Este pasaje corresponde a la segunda parte del poemario, "Los negros", y está dedicado al barrio de Harlem, un barrio periférico de Manhattan, compuesto mayoritariamente por afrodescendientes. Lorca encuentra que la población negra está sometida por la maquinaria capitalista y vive esclavizada. Así, el rey está reducido a la tarea del conserje, lo que hace evidente su pérdida de ímpetu vital y su subordinación dentro de las instituciones sociales de la modernidad.

No es extraño este sitio para la danza. Yo lo digo.

El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,

entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados

que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces.

¡Oh salvaje Norteamérica, oh impúdica! ¡Oh salvaje!

Tendida en la frontera de la nieve.

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!

¡Qué ola de fango y luciérnagas sobre Nueva York!

El yo poético, "Danza de la muerte", p. 99.

La tercera parte del poemario, "Calles y sueños", está dedicada al enfrentamiento del poeta con una ciudad artificial y alienante, totalmente desvinculada de la naturaleza. Estos versos en particular se relacionan con la caída de la bolsa de 1929 y la crisis económica que asoló a Estados Unidos y al mundo entero. En medio del desplome, Lorca imagina a la población negra -representada en el mascarón de proa de un barco que llega de África- liberándose de toda imposición social y bailando sobre las ruinas del sistema que los oprimía.

Lo que importa es esto: hueco. Mundo solo.

Desembocadura.

Alba no. Fábula inerte.

Sólo esto: Desembocadura.

¡Oh esponja mía gris!

¡Oh cuello mío recién degollado!

¡Oh río grande mío!

¡Oh brisa mía de límites que no son míos!

¡Oh filo de mi amor! ¡Oh hiriente filo!

El yo poético, "Navidad en el Hudson", p. 110.

Este pasaje expresa la profunda soledad que aqueja al poeta en la gran ciudad. Lorca ha llegado a Nueva York tras una ruptura amorosa que lo ha dejado en crisis. Sin embargo, la ciudad no es un sitio donde pueda hallar esperanzas de renovación, tal como se expresa al negar el alba y considerarla una fábula inerte. Al final del pasaje, Lorca se siente atravesado por el dolor aparejado al recuerdo de su amor terminado.

Era mi voz antigua

ignorante de los densos jugos amargos.

La adivino lamiendo mis pies

bajo los frágiles helechos mojados.

¡Ay voz antigua de mi amor!

¡Ay voz de mi verdad!

¡Ay voz de mi abierto costado,

cuando todas las rosas manaban de mi lengua

y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

El yo poético, "Poema doble del lago Eden", p. 124.

Este pasaje corresponde a la cuarta parte del libro, "Poemas del lago Eden Mills", y representa un respiro de aire fresco en el panorama desolador de la ciudad. El poeta pasa el verano en la cabaña de un granjero y allí logra recuperar su conexión con la naturaleza. Al restaurar los lazos que lo unen a toda la creación, el yo poético recupera su voz antigua, aquella que le permitía expresar todo su amor y sus anhelos, antes de ser alienado por la ciudad. Además, el pasaje hace referencia a recuperar un tiempo de inocencia y de asexualidad en el que la vida era más pura e inocente. En este sentido, el caballo en el último verso es un símbolo de la virilidad y del deseo sexual que agobia al joven poeta en la ciudad.

¡Oh mi Stanton, idiota y bello entre los pequeños animalitos

con tu madre fracturada por los herreros de las aldeas,

con un hermano bajo los arcos,

otro comido por los hormigueros,

y el cáncer sin alambradas latiendo por las habitaciones!

El yo poético, "El niño Stanton", p. 132.

El niño Stanton al que el poeta le dedica estos versos es un símbolo de la inocencia y la pureza propias de la niñez. El adjetivo idiota con que el poeta se refiere al niño también es una referencia a un estado absoluto de inocencia que se encuentra por fuera de todas las normas sociales que oprimen a los adultos. Sin embargo, alrededor del niño se articulan imágenes de muerte: los hermanos fallecidos y el cáncer que avanza sobre las poblaciones y llega a poner fin al idilio que representa la niñez.

Yo.

Con el hueco blanquísimo de un caballo,

crines de ceniza. Plaza pura y doblada.

Yo.

Mi hueco traspasado con las axilas rotas.

Piel seca de uva neutra y amianto de madrugada.

El yo poético, "Nocturno del hueco", p. 145.

En este pasaje, el poeta reconoce la muerte que ya se cierne sobre él y que es su destino inexorable. Así, el yo poético queda asociado a la imagen viril del caballo, pero en este caso aparece como una imagen ausente, un hueco que delata el vacío al que tienden todos los elementos de la existencia. En la siguiente estrofa, el poeta es directamente el hueco, y a dicha imagen de muerte se le suma la mutilación de su cuerpo, otra forma recurrente de expresar la degradación de toda criatura viva que solo finaliza con la muerte.

Vienen las hierbas, hijo.

Ya suenan sus espadas de saliva

por el cielo vacío.

Mi mano, amor. ¡Las hierbas!

Por los cristales rotos de la casa

la sangre desató sus cabelleras.

Tú solo y yo quedamos.

Prepara tu esqueleto para el aire.

Yo solo y tú quedamos.

El yo poético, "Ruina", p. 150.

En este pasaje, el poeta recurre a la hierba como una expresión de la muerte que avanza y cubre todas las cosas. A esta figuración de la muerte le suma luego la de la sangre que se esparce por la casa. Al final de estos versos, el poeta se resigna ante la muerte y le pide a su amor que, al igual que él, se prepare a recibirla.

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,

he dejado de ver tu barba llena de mariposas,

ni tus hombros de pana gastados por la luna,

ni tus muslos de Apolo virginal,

ni tu voz como una columna de ceniza;

anciano hermoso como la niebla,

que gemías igual que un pájaro

con el sexo atravesado por una aguja,

enemigo del sátiro,

enemigo de la vid,

y amante de los cuerpos bajo la burda tela.

El yo poético, "Oda a Walt Whitman", p. 178

Estos versos están dedicados a Walt Whitman, el gran poeta de los Estados Unidos, considerado por muchos como el principal referente y fundador de la tradición poética norteamericana. Lorca elogia a Whitman y se dirige a él para salvar su recuerdo y sus versos. Al final del pasaje, el poeta hace referencia al amor bisexual que Whitman predicó en sus poemas, amor del que Lorca quiere rescatar la profunda dimensión fraternal, para contraponerla al sexo sin amor al que se entregan, desde su punto de vista, los homosexuales de Nueva York.

¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!

Iré a Santiago.

¡Oh cintura caliente y gota de madera!

Iré a Santiago.

Arpa de troncos vivos. Caimán. Flor de tabaco.

Iré a Santiago.

El yo poético, "Son de negros en Cuba", pp. 191-192.

Este pasaje ilustra el ritmo vital y armonioso que el poeta observa en la vida en Cuba. Al contrario de Nueva York, Cuba se perfila como una geografía en la que el ser humano todavía sostiene sus vínculos con la naturaleza y, por lo tanto, puede vivir y expresarse en libertad.

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