Poeta en Nueva York

Poeta en Nueva York Resumen y Análisis Partes IV-V

Resumen

IV. Poemas del lago Eden Mills

“Poema doble del lago Eden”

En este poema, el poeta aparece en un nuevo escenario, fuera de la gran ciudad, y se concentra sobre su mundo íntimo. El yo poético expresa el deseo de escapar a su angustiante situación mediante la liberación de su voz y el regreso a un espacio vital que se mantiene puro y no ha sido alienado por la ciudad.

El yo poético añora su “voz antigua” (p. 123), aquella voz verdadera que ha perdido y que identifica con una plenitud que era capaz de expresar en el pasado, “cuando las rosas manaban de mi lengua” (p. 123). Se trata de la voz del pasado perdido, de la niñez inocente, previa al deseo sexual, a las pasiones carnales que empujan al poeta al mundo del dolor y de la muerte.

Finalmente, el poeta siente que la muerte lo busca y, ante ella, reclama una nueva expresión literaria capaz de manifestar su situación actual y que le sirva para reintegrarse al edén perdido.

“Cielo vivo”

Este poema retoma muchos de los aspectos del “Poema doble del lago Eden”. El yo poético confiesa que no encontró lo que buscaba en Nueva York y que desea regresar a ese primer lugar en el que fue feliz y pleno, un lugar que aún conserve su vigor primordial, sin la alienación propia de la ciudad. Al final del poema, el yo poético intenta elevarse sobre “lechos vacíos (...) y barcos encallados” (p. 127), pero fracasa ante el paisaje estático y abrumador que lo rodea.

V. En la cabaña del farmer

El niño Stanton

En los primeros versos, el poeta recupera la niñez como un espacio de resistencia frente al dolor del presente y la presencia constante de la muerte. El yo poético construye la imagen de un hijo que no tuvo (que identifica con el niño Stanton) y con él simboliza la inocencia y la pureza de la infancia. Este niño lo defiende del acecho del dolor y la corrupción del mundo, representados en el poema en la figura de un cáncer que avanza sobre las casas y los pueblos, destruyendo y corrompiendo todo a su paso.

Ante el dolor y la agonía que se apoderan del poema, el poeta le pide al niño Stanton que corra al bosque y descubra en la naturaleza todas las enseñanzas que “tu pueblo olvida” (p. 133). Finalmente, el poeta expresa su intención de usar los recuerdos de su infancia para sobrevivir en el presente, “cuando empiece el tumulto de la guerra” (p. 133).

“Vaca”

El poema se centra en la muerte de una vaca herida, como si se tratara de una escena sacrificial. La vaca muere con sus cuatro pezuñas en el aire, y el poeta pide que el mundo se entere de que ya pueden comérsela.

“Niña ahogada en el pozo (Granada y Newburg)”

El poema presenta la muerte de una débil niña que ha caído en un pozo del cual no puede salir. En oposición al agua que corre en un río, el poema hace énfasis en el estancamiento del agua del pozo, al repetir en cada estrofa el verso final: “... que no desemboca” (p. 136). A través de la muerte de una niña inocente, el poeta expresa la sensación de que hay escape posible en este mundo y que todos están condenados al sufrimiento y al ahogo.

Análisis

La cuarta y la quinta parte del poemario funcionan como un interludio dentro de la obra dedicada a Nueva York. Los poemas fueron escritos a fines del verano de 1929, durante un periodo que Lorca pasó en el campo, hospedado en la casa de una familia de campesinos, y recuperan la conexión con la naturaleza que el poeta tanto añoraba en la ciudad. El idilio bucólico que vive esas semanas en el campo es descrito por Lorca en su ya mencionada conferencia:

Lago verde, paisaje de abetos. De pronto, en el bosque, una rueca abandonada. Vivo en casa de unos campesinos. Una niña, Mary, que come miel de arce, y un niño, Stanton, que toca un arpa judía, me acompañan y me enseñan con paciencia la lista de los presidentes de Norteamérica. (...) En aquel ambiente, naturalmente, mi poesía tomó el tono del bosque. Cansado de Nueva York y anhelante de las pobres cosas vivas más insignificantes, escribí un insectario que no puedo leer entero pero del que destaco este principio en el cual pido ayuda a la Virgen, a la Ave Maris Stella de aquellas deliciosas gentes que eran católicas, para cantar a los insectos, que viven su vida volando y alabando a Dios Nuestro Señor con sus diminutos instrumentos. (Lorca, 2020)

Ya en este pasaje puede observarse el tono intimista que corresponde a los poemas reunidos en esta sección y que recupera, en parte, los temas abordados en la primera sección, cuando el poeta era un recién llegado en la gran ciudad.

La cuarta parte del libro comienza con el “Poema del lago Eden”, cuyo título ya prefigura la esperanza de recuperar el paraíso perdido; no es casual que el lago sea justo el Eden; la alusión al Edén, el paraíso del catolicismo, es directa. Además, el título está acompañado de un epígrafe que recoge un verso de Garcilaso, “Nuestro ganado pace, el viento espira” (p. 123), que sirve para reforzar la atmósfera campestre del poema. En los primeros versos, el yo poético añora su “voz antigua / ignorante de los densos jugos amargos” (p. 123), la voz del amor y de la verdad, de una época en que “todas las rosas manaban de mi lengua” (p. 123) y que la opresión de la gran ciudad le ha quitado. Ese tiempo de plenitud corresponde a la niñez y a un pasado perdido, previo al deseo sexual, tal como lo expresa en su verso “y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo” (p. 123). En la simbología del poeta, el caballo representa la virilidad, el deseo y el vigor sexual que a menudo lo empuja hacia el dolor y la agonía. Cabe recordar que Lorca viaja a Nueva York tras la ruptura de su relación con el escultor Emilio Alardén y en la gran ciudad experimenta la vacuidad de las relaciones sexuales precoces que no lo ayudan a establecer vínculos afectivos reales.

El deseo de recobrar la vitalidad de un mundo primitivo, no mancillado por el hombre, se explicita cuando el poeta pide: “Dejarme pasar la puerta / donde Eva come hormigas / y Adán fecunda peces deslumbrados. / Dejarme pasar, hombrecillos de los cuernos, / al bosque de los desperezos / y los alegrísimos saltos” (p. 124).

Así, el yo poético invoca su antigua voz para que le devuelva el paraíso perdido y la libertad para ser y amar en un mundo que lo oprime y lo condena.

En el poema siguiente, “Cielo vivo”, el poeta confiesa: “Yo no podré quejarme / si no encontré lo que buscaba. / Cerca de las piedras sin jugo y los insectos vacíos / no veré el duelo del sol con las criaturas de carne viva” (p. 126). Nuevamente, el poeta recurre a la corporalidad de las criaturas -en este caso, de los insectos- para transmitir la desazón que vive en la ciudad. Los insectos de la ciudad están vacíos, son tan solo cáscaras y testimonian la muerte que se cierne sobre toda vida elemental. Luego, el poeta retoma la idea ya presentada en “Poema del lago Eden” y señala la necesidad de regresar a un tiempo primordial que identifica con la primera infancia -“Pero me iré al primer paisaje / de choques, líquidos y rumores / que trasmina a niño recién nacido” (p. 126)- para poder encontrar la libertad que la ciudad y la adultez han coartado.

El título de la quinta parte de la obra, "En la cabaña del farmer", hace referencia directa al verano que Lorca pasó en la casa de una familia de campesinos, como hemos indicado anteriormente, y presenta tres poemas. El primero de ellos, “El niño Stanton” es un poema dedicado al hijo de los granjeros, en quien Lorca hallaba la pureza y la inocencia que sentía tan alejadas de su propia vida y que añoraba en los poemas que acabamos de analizar. La niñez, tal como se va construyendo poema a poema, se convierte en el lugar de resistencia del poeta, el espacio desde el que hacerle frente al dolor y la agonía que la conciencia de la muerte instala en el yo poético. En este sentido, los primeros versos son contundentes: “Cuando me quedo solo / me quedan todavía tus diez años” (p. 131); como si se tratara de un talismán, Stanton se convierte en una imagen de la esperanza que nutre al poeta en sus momentos de soledad. Sin embargo, a pesar de su inicio esperanzador, la presencia de la muerte termina por colmar los versos y el poeta se muestra abatido y desesperado. La muerte avanza como un cáncer por el campo y se hace presente en la cabaña; el poeta menciona la muerte de los hermanos de Stanton: “¡... con un hermano bajo los arcos, otro comido por los hormigueros, / y el cáncer sin alambradas latiendo por las habitaciones!” (p. 132). Al final del poema, en una serie de versos que recuerdan a Walt Whitman, el yo poético de Lorca pide al niño que se refugie en la naturaleza y encuentre en ella el consuelo ante la muerte de sus seres queridos: “Stanton, vete al bosque con tus arpas judías / vete para aprender celestiales palabras / que duermen en los troncos, en nubes, en tortugas, (...) para que aprendas, hijo, lo que tu pueblo olvida” (p. 133).

La presencia de la muerte que se filtra en este poema se instala definitivamente en los siguientes. “La vaca” presenta a dicho animal como una ofrenda sacrificial que pone de manifiesto el horror y la compasión que el poeta experimenta ante los seres agonizantes.

En “Niña ahogada en el pozo (Granada y Newburg)”, el poeta combina las historias de dos niñas que murieron al caerse en un aljibe: Mary (la hermana de Stanton) y una muchacha en Granada. En la conferencia de presentación del poemario, Lorca indica al respecto:

Pero un día la pequeña Mary se cayó a un pozo y la sacaron ahogada. No está bien que yo diga aquí el profundo dolor, la desesperación auténtica que yo tuve aquel día. Eso se queda para los árboles y las paredes que me vieron. Inmediatamente recordé aquella otra niña granadina que vi yo sacar del aljibe, las manecitas enredadas en los garfios y la cabeza golpeando contra las paredes, y las dos niñas, Mary y la otra, se me hicieron una sola que lloraba sin poder salir del círculo del pozo dentro de esa agua parada que no desemboca nunca. (Lorca, 2020)

En este poema, el agua acumulada en el pozo se convierte en una imagen del mundo estático en el que no hay posibilidad de cambio excepto en la muerte. El poema repite al final de cada estrofa el verso “... que no desemboca” (pp. 136-137), lo que transfiere a la estructura lírica la idea de estancamiento. Como el agua que no puede fluir, el poema también aparece estático, estancado en una situación de la que el poeta no puede escapar. La quinta parte del poemario finaliza con la imagen de esta niña ahogada y la muerte vuelve a instalarse definitivamente en el universo poético de la obra. Si el interludio del lago Eden había esbozado una posibilidad de esperanza, esta termina de hacerse añicos y da paso a la séptima parte, cuyo título, “Introducción a la muerte”, adelanta ya su contenido.

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