Resumen
Para finalizar la República, Sócrates vuelve a uno de sus temas centrales: las funciones de la poesía. Retoma varias nociones presentadas anteriormente, y esta vez se concentra en su carácter imitativo. Es importante resaltar que, a pesar de estar totalmente convencido de que es necesario rechazarla porque propaga falsedades, le cuesta explayarse en el tema porque, como todo hombre griego, tiene una relación afectiva con la poesía: "Habrá que decirlo, aunque un cierto afecto y respeto por Homero que se ha apoderado de mí desde niño me pone trabas para hablar –contesté–. Porque parece que él ha sido el primer maestro y guía de todos esos excelentes poetas trágicos. Pero dado que no debe honrarse a ningún hombre por delante de la verdad, habrá, como digo, que hablar" (595c, pp. 579-580).
Por lo tanto, está satisfecho con haber prohibido la poesía en su ciudad, pero quiere explicar sus motivos de manera más detenida. Para ello elabora un ejemplo con la figura de una cama. Existen tres niveles de existencia de los objetos en el mundo. El primer nivel es el divino, donde existe la idea en sí de cama; es un concepto absoluto y perfecto. El segundo es el nivel del carpintero, que aplica la idea divina de cama y construye una cama en particular. El tercero es el nivel de los poetas y los pintores, que crean una representación artística de la cama. Así, son imitadores de la imitación. Los artistas imitan porque no tienen un verdadero conocimiento de las cosas; ofrecen juegos de las apariencias y los presentan de manera superficialmente bella.
Por otra parte, el alma puede desequilibrarse hacia lo afectivo y el individuo puede verse sumido en el duelo o en los lamentos cuando le ocurren sucesos tristes. La poesía, de acuerdo con Sócrates, muchas veces se aprovecha de ese estado del alma. Así, suele celebrar de manera inútil la irracionalidad y la cobardía humana. Lo peor de todo, para el filósofo, es que los poetas hacen este tipo de versos únicamente para complacer los caprichos de la audiencia, que es ignorante y manipulable. El público se deja seducir y termina sintiendo o potenciando emociones indeseables relacionadas con la desmesura, la pasión descontrolada, el desequilibrio. La belleza en la musicalidad y en las palabras es una herramienta poderosa y peligrosa para transmitir mensajes a los hombres. Sin embargo, es posible rescatar un tipo de poesía en la polis ideal: aquella que dedica himnos a los dioses y a los héroes, resaltando sus virtudes. De hecho, Sócrates cree que Homero podría haber ayudado mucho más a Grecia si hubiese asumido un rol político.
El protagonista decide levantarse el ánimo y entusiasmar a sus interlocutores examinando cuáles son las recompensas que obtienen los hombres por comportarse de manera virtuosa. Ante la incredulidad de Glaucón, comienza por afirmar que el alma humana, a diferencia del cuerpo, es inmortal. Por otra parte, solo la razón permite conocer el alma. La recompensa final y definitiva por ser un hombre virtuoso es recibida después de la muerte del individuo. Los dioses observan que su alma ha procurado de manera genuina el bien y las virtudes asociadas y, por lo tanto, honran a ese hombre. Por el contrario, el hombre injusto no solo sufre en vida, sino que además su alma es condenada a terribles sufrimientos en el Hades.
La obra culmina con una extensa narración presentada por Sócrates: el relato de Er. Se trata de un antiguo héroe que muere en batalla, pero después de doce días revive y puede contar qué ocurre en el más allá. El relato es muy detallado, pero su núcleo indica que el alma de cada hombre y cada mujer es juzgada después de su muerte. Se evalúa si sus comportamientos en vida han tendido al bien, a la justicia y a lo verdadero o si, al contrario, ha sido una persona de carácter tirano. Los verdaderos tiranos son condenados al infierno durante mil años. Aquellas almas fundamentalmente buenas, por su parte, ascienden a los cielos, donde pueden elegir bajo qué forma vivir la siguiente vida. Varias personas eligen volver en forma de animales, como Orfeo, que elige la vida de un cisne, y otras en forma humana, como Ulises, que elige la vida de un hombre común. Finalmente, las almas beben del río de la Despreocupación, ubicado en la llanura del Olvido, y pierden todo recuerdo de lo que ha ocurrido para volver a la Tierra.
La voz de Sócrates da cierre al extenso diálogo señalando cuán valiosa es la experiencia de Er, que ha permitido salvar esta historia sobre la inmortalidad del alma humana. El filósofo la presenta como una gran enseñanza para que tanto él como sus interlocutores vivan de manera justa y, así, sus almas sean agraciadas por los dioses tras la muerte: "si me hacéis caso y creéis que el alma es inmortal y capaz de soportar toda clase de males y toda clase de bienes, siempre cogeremos el camino de arriba y practicaremos de todas las maneras la justicia en compañía de la sensatez, para estar en buenas relaciones con nosotros mismos y con los dioses" (621c, p. 618). De este modo, en las últimas palabras de la obra, nos recuerda una vez más que la felicidad se relaciona directamente con esa recompensa divina por haber vivido buscando el bien, lo cual es haberse comportado siempre de acuerdo con la justicia.
Análisis
El Libro X presenta una justificación final de la superioridad de la justicia por sobre la injusticia. Y lo hace afirmando que el alma humana es inmortal. Si bien en principio estas dos cuestiones pueden resultar poco ligadas, en realidad se integran perfectamente en el plano argumentativo. De hecho, todo este segmento final de la obra retoma varios de sus temas centrales, los organiza y le da un gran sentido de unidad y cohesión al conjunto.
La inmortalidad del alma se presenta en relación con un principio aforístico vital del pensamiento platónico: la virtud tiene recompensas; es bueno y conveniente vivir de manera justa. A su vez, se desprende de la constitución doble del individuo en dos partes: el cuerpo, que puede enfermarse y morir, y el alma, que no perece, es eterna. Las almas siempre existirán, y además tienden naturalmente hacia lo bueno; su esencia busca siempre elevarse hacia lo divino, y los dioses son la fuente de todo lo bueno, verdadero, justo y bello. El alma por naturaleza busca el conocimiento de las ideas puras.
Este planteo general es válido para todas las almas, aunque también existen individuos con almas desreguladas, controladas por su cabeza bestial, que se comportan de manera tirana en vida y son condenados al infierno por mil años. Si bien Platón no explicita qué ocurre cuando termina ese período de tiempo, es posible deducir que las almas tienen una nueva oportunidad de reencarnar y comportarse de manera virtuosa, de manera tal que el pasaje por el infierno funcione como lección. Sea como fuera, el hecho de que haya almas tiranas no refuta su inmortalidad; contrariamente al cuerpo, el alma infectada por elementos negativos no perece, no muere.
Así, el final de la obra propone una explicación a una de las grandes preguntas de la humanidad: ¿qué ocurre después de la muerte? Sócrates ilustra su propuesta con el relato de Er y así conecta la noción de que vivir de manera justa es conveniente con un planteo filosófico sobre el más allá. En última instancia, es conveniente vivir según los principios de la justicia porque, cuando mueran nuestros cuerpos, los dioses juzgarán nuestras acciones y nos premiarán o castigarán.
En la moraleja del relato de Er, en sintonía, encontramos el motivo del eterno retorno, ya que el filósofo sostiene que las almas son inmortales y, una vez que el cuerpo muere, se reconducen hacia el Hades, donde son juzgadas. Si el individuo ha tenido un mal comportamiento, es condenado al infierno; si ha obrado de acuerdo con la idea de bien, puede elegir una nueva forma terrenal. Es interesante observar que las almas, de un modo u otro, adquieren sabiduría al reflexionar sobre las experiencias que han acumulado en vida. Suelen elegir un nuevo cuerpo acorde a esos aprendizajes o como compensación por los padecimientos que han sufrido. Así, por ejemplo, el alma que en otro tiempo coincidió con el cuerpo de Orfeo, luego ha elegido "vida de cisne, porque por odio al sexo femenino a causa de su muerte a manos de mujeres, no quería nacer engendrada en una mujer" (620a, p. 616), y Ulises, héroe de la Odisea, elige reencarnar en un hombre común para tener una vida tranquila.
De esa manera, tanto en el plano terrenal como en el más allá, los individuos deben tomar decisiones vinculadas con las diferencias entre el bien y el mal. Las elecciones y la voluntad en el plano mortal son permanentes. Por su parte, cuando el cuerpo muere, el alma buena tiene la opción de elegir bajo qué forma encarnar, decisión más determinada y determinante. Así, detrás de la teoría platónica encontramos una afirmación sobre la responsabilidad de los hombres. En ambos planos hay instancias educativas para formar y estimular la idea de bien, pero es cada individuo el que debe asumir su compromiso o dejarse llevar por la tiranía.
Para finalizar, es interesante destacar cómo el Libro X guarda una gran contradicción o paradoja: comienza reforzando el ataque contra la poesía, pero usa como argumento final un relato que, desde la visión contemporánea, reconocemos como plenamente literario. No hay absolutamente nada en la narración sobre la resurrección de Er que evidencie que se trata de una verdad. De hecho, toda la historia tiene grandes elementos mítico-religiosos o hasta fantásticos: el protagonista resucita, las almas pasan por una serie de paisajes naturales con poderes mágicos, los hombres pueden reencarnar el forma de animales. Sin embargo, Sócrates lo considera verdadero y lo narra como tal. Podemos preguntarnos por qué este relato, poético en varios sentidos, no es censurado. Una posible respuesta es que la historia de Er presenta una defensa sólida de las almas buenas, justas y virtuosas, no celebra ninguna forma de cobardía y asegura que los dioses son fuente de bondad.