Acuario como sociedad (alegoría)
En el salón de belleza el narrador coloca acuarios de diferentes tamaños y con distintas especies de peces.
Cuando el salón de belleza se convierte en un Moridero, los peces se comportan de la misma manera que la sociedad con las personas que no considera dignas. Los más grandes o fuertes se comen a los más pequeños o débiles.
De esta forma, el propio acuario funciona como una alegoría del mundo exterior: la dinámica entre peces enfermos y peces sanos reproduce lo que la sociedad en general está haciendo al descuidar, prejuzgar e incluso atacar y violentar a las personas enfermas de la "peste", que presuponemos refiere al SIDA -enfermedad que contrajeron mayormente los homosexuales en la década de 1980-.
El pez como símbolo de vida
Dentro de las peceras, los peces se aferran a la vida. Mientras que fuera del agua, las personas mueren indefectiblemente, los peces continúan luchando y sobreviviendo.
Sin embargo, a su vez, poseen cierta conexión misteriosa y extraña con algunas personas. Cuando alguien de interés para el narrador muere -como el muchacho de tuberculosis-, los peces también mueren con él.
Hacia el final de la narración, cuando la enfermedad también atacó al cuidador, tras el agua verdosa y turbia de las peceras, continúa habiendo algún que otro pez que se aferra a la vida. Asimismo, el narrador aún no muere. Fue el último en enfermarse y escribe su historia, probablemente, antes de que la enfermedad se apodere completamente de su cuerpo y lo lleve al delirio. Podemos suponer que para ese entonces ya sí que no quedará ningún pez vivo en la pecera.
El travesti como motivo
En las décadas de 1980-1990 en Argentina, aproximadamente -aunque también en otras partes del mundo- se hizo muy frecuente observar trabajadores sexuales que eran hombres vestidos de mujer. Es decir, personas que se travestían por la noche, para poder acercarse a personas de su mismo sexo desde una apariencia femenina.
En esta breve novela, el travesti aparece como un motivo que se reitera en las calles, en las esquinas, en la noche, en la fiesta, y que, como tal, es segregado por el resto de la sociedad. Al mismo tiempo, por supuesto, muchos hombres que luego no lo reconocerían como algo verdadero, se acercan y pasan la noche con estas personas.
El Moridero como símbolo
El Moridero opera como un símbolo de varios significados juntos: la compasión del narrador/cuidador; la cobertura de un espacio social del que no se hace cargo el Estado; contención anímica.
Es un espacio creado exclusivamente para morir, por lo que el mayor significado que se le puede atribuir es el de oficiar de sitio propicio para realizar la transición hacia la muerte.
Espejos como símbolo de decadencia
Antes usados en el salón para replicar el proceso de embellecimiento de las mujeres, ahora solo podrían reflejar el proceso de decadencia de los enfermos terminales, "hasta el infinito".
Verse el rostro, las llagas, el cuerpo que se hace cada vez más esquelético, solo intensifica la percepción de los signos avanzados de la enfermedad. Por esta razón, el narrador decide quitarlos del espacio.
Colores como símbolos del ánimo del narrador.
Los colores diversos representan vida para el narrador cuando se viste de mujer, así como diversión y libertad.
Sin embargo, cuando la enfermedad avanza entre sus compañeros, los colores como tales desaparecen de su vida y solo el negro y blanco -ausencia de todo color, o mezcla de todos los colores juntos- pasan a formar parte de su cotidianeidad, como si ya solo se tratara de extremos.
El narrador, progresivamente, se vuelve más depresivo, taciturno y desganado. De esta forma deja de usar lo que antes representaba para él la vitalidad.