Resumen
La historia inicia con Ono Masuji, el protagonista y narrador de la novela, dándole al lector las indicaciones de cómo llegar a su casa, una residencia grande y hermosa ubicada en una colina. Como la propiedad vale más de lo que alguna vez ganó, explica que la pudo comprar gracias a que los dueños, de apellido Segimura, hicieron una subasta de prestigio y él fue seleccionado como el mejor candidato. En el momento de la compra, quince años atrás, Ono y su esposa buscaban un nuevo hogar para mejorar su estatus y poder casar a su hija mayor, Setsuko. Una de las razones por las que Ono gana la subasta de los Segimura radica en que lo respetan profundamente como artista plástico.
El narrador cuenta sobre la visita de Setsuko, ocurrida un mes atrás. Durante la misma, Setsuko se siente incómoda por el comportamiento de su hermana menor, Noriko, que hace burlas a su padre y habla de su futuro matrimonio como si estuviera confirmado. Pronto, el hijo de Setsuko, Ichiro, menciona un monstruo que vio en un afiche de una película, y eso sirve para modificar el tema de conversación.
En un momento, Ono y Setsuko quedan a solas y aprovechan para hablar sobre la actitud de Noriko. En la charla, Ono explica que el matrimonio está muy lejos de ser un hecho confirmado. Luego, Setsuko explica que Noriko está molesta por algo que aconteció el año anterior, cuando el matrimonio con el joven que amaba se canceló durante las negociaciones. Al respecto, menciona las sospechas de su marido, Suichi, quien cree que Ono sabe algo que no quiere contar. Esto último irrita al narrador, porque sabe que es su hija la que tiene la sospecha, y no quiere enfrentarlo abiertamente, puesto que él ya le explicó que no le oculta nada al respecto. Según la explicación de Ono, las primeras negociaciones del matrimonio de Noriko fracasaron porque la familia del muchacho consideró que ellos no tenían el estatus suficiente como para unirse a los Masuji.
A raíz de las consideraciones de estatus, Ono explica que nunca le presta atención a esas cuestiones, y pone como ejemplo una ocasión en la que acudió al bar de la señora Kawakami, del que es cliente habitual, y bebió unas copas junto a la propietaria y un hombre llamado Shintaro. En esa ocasión, Ono escribió una carta de recomendación para un pariente desempleado de la señora Kawakami. Shintaro fue quien sugirió la idea, puesto que Ono, en el pasado, ya había usado su influencia para conseguirle un trabajo a su hermano.
Luego de zanjar el asunto del estatus, Ono continúa hablando de sus visitas al bar de Kawakami, de lo mal que se encuentra la mujer y lo deteriorado que está el barrio en la actualidad. Llamado el “barrio de placer”, esa zona de la ciudad solía ser un lugar animado y lleno de bares antes de la guerra. En ese entonces, él solía concurrir a un establecimiento llamado Migi-Hidari, en el que se encontraba con sus alumnos, Kuroda, Murasaki y Tanaka, para beber y charlar sobre arte. Estos jóvenes, especialmente el cabecilla, Kuroda, halagaban a Ono durante las reuniones y prestaban mucha atención a todo lo que tenía para decir. Al igual que estos jóvenes, Shintaro también era alumno de Ono, solo que no era bienvenido en aquellas noches de bebida y conversación, puesto que la jerarquía que establecían los propios alumnos lo excluía. Es así que la primera visita de Ono en el bar de la señora Kawakami, se dio cuando entró en busca de Shintaro.
Análisis
Un artista del mundo flotante está dividida en cuatro secciones, cada una de ellas correspondiente a un mes y un año en particular. La primera sección está fechada en octubre de 1948, pocos años después de la rendición de Japón a las potencias aliadas en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial. Esta orientación específica contrasta, sin embargo, con los grandes implícitos sobre los que se construye la narración: como veremos, a lo largo de toda la novela, los eventos del pasado conforman un subtexto que nunca se explicita directamente. En este sentido, tanto el narrador protagonista, Ono Masuji, como los personajes cuyas voces recoge, se referirán de forma constante al pasado, pero no expresarán los hechos en concreto, por lo que es tarea del lector situarlos y contextualizarlos.
La novela comienza en segunda persona: el narrador se dirige directamente a sus lectores y los guía hacia su hogar, como si estuviera conversando con ellos mientras camina a su lado. Así se inaugura el tono intimista de la obra, que pocos párrafos después construye un relato confesional desde la primera persona.
Si un día de sol toman ustedes el sendero que sube del puentecillo de madera, aún llamado por estos alrededores "el Puente de las Vacilaciones", no tendrán que andar mucho hasta ver, entre las copas de dos árboles ginkgo, el tejado de mi casa. Aunque no ocupara una posición tan dominante en la colina, la casa sobresaldría igualmente entre todas las demás. Así, al subir por el sendero, lo normal es preguntarse quién es el acaudalado propietario de tal mansión (p. 11).
Este inicio puede generar en el lector la impresión de que está frente a un narrador amigable y servicial, que se encargará amablemente de guiarlo a través de su historia. Sin embargo, cabe destacar que ya en la primera frase hay un indicio de que no todo es tan simple como parece. Observemos que el relato inicia con una estructura condicional o hipotética: “si un día de sol toman…” (p. 11). Esto no es un detalle menor, puesto que coloca, en verdad, al narrador y al lector en un espacio incómodo, entre la hipótesis, la orden y la narración en presente.
Además, la construcción de un destinatario que hace el narrador al enunciar en segunda persona también es compleja, puesto que ese “tú” al que se dirige se construye como una persona específica, con un pasado determinado, un universo de preconceptos y una visión de mundo particular, que no necesariamente, como veremos a lo largo del análisis, coincide con el lector de la novela. Párrafos después, el narrador expresa la posibilidad de que el lector desconozca el trasfondo de su historia, cuando menciona que su casa antes pertenecía a Akira Sugimura, un famoso arquitecto de la ciudad: “Naturalmente, es posible que no conozcan ustedes esta ciudad y, en tal caso, el nombre de Akira Sugimura no les sonará de nada” (p. 11).
Incluso al tratar de explicarse, el narrador sigue siendo misterioso, y su personalidad, su biografía y hasta su nombre se van presentando de forma fragmentaria conforme el relato avanza, por lo que es el lector quien debe rescatar dichos fragmentos y reconstruir la historia del protagonista para comprender en profundidad su relato. Cabe destacar también que el destinatario del relato actúa como una audiencia que el narrador utiliza para contrastar sus sentimientos y para expresar y defender las valoraciones subjetivas que realiza sobre su propia historia. Por eso, esta relación entre narrador y destinatario es fundamental para la estructura narrativa, puesto que es lo que permite su progresión y su estilo tan particulares.
Otro rasgo estructural destacable de la novela es su manejo del tiempo narrativo. A pesar de que cada sección establece una clara cronología lineal (el relato comienza en octubre de 1948 y finaliza en junio de 1950), la narración dista mucho de ordenarse en función de dicha cronología, y la mayor parte de la acción descrita sucede en otros momentos temporales. Toda esta primera parte, por ejemplo, no se centra en octubre de 1948 sino meses antes, en una visita que Setsuko, la hija del narrador, realiza a su padre. Durante este encuentro, la conversación entre Setsuko y Ono gira en torno a la negociación de matrimonio fallida de Noriko sucedida el año anterior. En los episodios que Ono recuerda se introducen poco a poco algunas referencias soslayadas a la guerra, como la que puede identificarse en el siguiente fragmento, cuando Ono cuenta su encuentro con la hija del antiguo dueño de su casa: "Cuando le hablé de mi esposa y de Kenji me expresó su condolencia con frases lo más concisas posible e inmediatamente me acosó a preguntas a propósito de los daños causados por la bomba" (p. 15). A partir de este fragmento, el lector comprende que, durante la guerra, Ono perdió a su mujer y probablemente a un hijo (Kenji), y que una bomba estalló en las inmediaciones de su casa. Sin embargo, no es posible saber si las muertes son consecuencia de esta bomba, o si sucedieron en otro contexto. Más adelante sabremos que la muerte del hijo no está relacionada con la explosión que destruye parte de la casa, mientras que la muerte de la esposa probablemente sí lo esté. Así, la guerra se aparece como un evento enorme e inabarcable que ha marcado profundamente a los personajes, pero sobre el que prefiere no hablarse.
Como hemos dicho, el tiempo en la novela no es lineal, sino que el narrador utiliza la analepsis o retrospectiva como principal técnica narrativa para alterar la secuencia cronológica y presentar al lector escenas del pasado. En esta primera parte, situada en octubre de 1948, Ono recuerda su encuentro con la familia Segimura después de la guerra, luego se centra en la visita de Setsuko ocurrida meses atrás y, de allí, pasa a un episodio de la posguerra en el que bebe junto a Shintaro en el bar de la señora Kawakami. Este último episodio lo lleva a recordar la carta de recomendación que una vez escribió para el hermano de Shintaro y, luego, a reflexionar sobre los alumnos con los que solía beber en la calle de los bares, antes de la guerra. Después de enredarse cada vez más en recuerdos relacionados, Ono se disculpa ante sus interlocutores por las distracciones en las que incurre y retoma el episodio central de su narración, es decir, su encuentro con Setsuko.
Cuando Ono se pierde en sus recuerdos, parece sumirse en un trance similar al que experimenta, según su hija Noriko, al caminar alrededor de su casa. Estas conductas revelan que la mente del narrador opera en dos niveles: por un lado, Ono vive en el presente e interactúa con las personas que lo rodean en su cotidiano; el otro nivel corresponde a la memoria, a la que solo puede acceder si se desvincula de la realidad. Sin embargo, a ese nivel parece descender formando espirales, sin poder llegar nunca al centro, por lo que los hechos más importantes del pasado se presentan como escenas apenas entrevistas y cargadas de misterio. Por ejemplo, cuando recuerda las negociaciones fallidas por el matrimonio de Noriko, es imposible que el lector no se pregunte si hay algo que Ono sabe y que no está compartiendo. Todo indica que las formas de recordar el pasado presentan la historia de forma sesgada, y cada vez que Ono parece a punto de revelar un hecho paradigmático, la narrativa vuelve al presente. Así, el lector no deja de sentir, en todo momento, que hay algo del pasado, lo más importante quizás, que se le está ocultado. En este sentido, parece que el tranquilizador encabezado de la primera parte, "octubre de 1948", oscurece más de lo que revela.
Cabe destacar el cambio evidente en la voz narradora cuando Ono recuerda su querido distrito nocturno en su apogeo antes de la guerra. En los fragmentos que le dedica al Migi-Hidari (el bar que más frecuentaba), el lenguaje parco y sencillo se carga de una profusión de imágenes que dotan al recuerdo de una belleza delicada aunque contundente. En estos pasajes, el narrador utiliza metáforas, símiles e imágenes sensoriales que reviven ante el lector el esplendoroso pasado del narrador. En el siguiente pasaje puede apreciarse un ejemplo de ello: "Cuando intento rememorar aquella tarde advierto que mis recuerdos se funden con las imágenes y los sonidos de otras veladas, los farolillos colgados de las puertas, las risas de la gente apiñada fuera del Migi-Hidari, el olor de las fritadas, alguna camarera convenciendo a un cliente de que volviese con su esposa y, procedente de todas direcciones, el eco de las sandalias de madera al taconear sobre el cemento” (p. 32). En pasajes como este, el espíritu artístico del narrador emerge con todas sus fuerzas para plasmar un mundo que antaño destacaba por su vida pujante, y que ahora está sumido en la ruina. En el presente, la vida del narrador se limita a la casa y a la vida familiar, salvo por algunos paseos esporádicos que lo llevan a la vieja calle de los bares, donde solo se mantiene en pie el bar de la señora Kawakami. Perdido en sus recuerdos, con una actitud ausente que su hija le critica, Ono destaca como un personaje atravesado por la nostalgia y la melancolía.