El rol del arte y del artista en la sociedad japonesa
Ono, el protagonista de la novela, es un artista plástico retirado. Su identidad como artista, el rasgo más estable de su personalidad a lo largo de toda su vida, se encuentra desestabilizada en su nuevo mundo, que es el Japón de posguerra.
Para convertirse en artista, Ono tiene que rebelarse contra el mandato paterno y soportar, luego, condiciones miserables durante los años que pasa bajo la tutela de su primer maestro, Takeda. Luego debe formarse con un segundo maestro, Moriyama, hasta que, finalmente, logra convertirse en un referente muy importante para el mundo artístico de los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, tras la guerra ha perdido prestigio y se encuentra solo, aislado de la sociedad. En este contexto, Ono reflexiona sobre el rol del arte y del artista en los complejos años que le ha tocado vivir.
La novela presenta dos visiones contrapuestas de lo que un artista debería buscar con su obra. La primera se encarna en la figura de Moriyama, el segundo maestro de Ono, quien piensa que el arte debe ser utilizado para representar la belleza efímera e inasible del mundo. Es una visión que valora la estética sobre el mensaje de la obra, y que espera que los artistas se conviertan en maestros de la técnica para poder capturar dicha belleza. La visión opuesta, representada por personajes como Matsuda, sostiene que el arte debe involucrarse en los problemas políticos y sociales. Los artistas, desde esta perspectiva, no deben evadirse de la realidad en la que viven, sino intentar cambiarla.
Ono, por su parte, reflexiona y sopesa estas visiones a lo largo de toda la novela, sin aceptar o rechazar completamente ninguna de ellas. Sin embargo, reconoce el mal que puede haber causado al utilizar su arte para apoyar al Imperio japonés durante la guerra, y se muestra arrepentido. Antes de la guerra, el rol de Ono como artista estaba profundamente vinculado a su rol como ciudadano japonés. Esto se observa en los recuerdos que presenta de sus charlas en el bar, en las que fomenta el patriotismo y el nacionalismo, relacionados con el programa político del Emperador. A ello se le suma el apoyo que brinda a sus aprendices para que se conviertan en los líderes de un Japón masculinizado y abiertamente misógino, que es derrotado durante la Segunda Guerra Mundial.
El matrimonio
La trama central de la novela gira principalmente en torno al compromiso matrimonial de Noriko, la hija menor de Ono. Como expresa el narrador, según las tradiciones patriarcales de la sociedad japonesa, los padres arreglan los matrimonios de sus hijas y se encargan también de investigarse mutuamente con el objetivo de comprobar el honor y el respeto social con el que cuentan.
El primer compromiso de Noriko es cancelado por la familia del novio y, aunque no se sabe a ciencia cierta, la reputación de Ono podría haber sido la causa principal. El nuevo compromiso, al parecer, peligra por la misma causa, por lo que Ono comienza a reflexionar sobre su pasado para comprender las razones de su falta de popularidad. A sus veintiséis años, Noriko ya no es considerada una joven, sino más bien una solterona, y si no se casa pronto corre el riesgo de quedar soltera por el resto de su vida. Por eso, Ono está particularmente preocupado y desea hacer todo lo posible para que la familia del novio los acepte.
Uno de los momentos climáticos de la novela se alcanza durante el miai, la ceremonia en la que las dos familias se reúnen para terminar de aprobar o rechazar el compromiso de los novios. Se trata de un almuerzo en el que cada miembro de la familia se presenta a cumplir su parte en lo que parece una gran puesta en escena: los padres de novio indagan sobre el pasado de Ono y este, para asegurar el futuro de su hija, hace un descargo sobre su pasado y se arrepiente explícitamente por haber apoyado al régimen del Emperador. Con ello, la familia del novio queda conforme y Noriko termina por casarse, algo que hace feliz a Ono.
El conflicto generacional
Uno de los temas más importantes de la novela es el conflicto generacional, que se presenta, principalmente, a través de la relación de Ono, el narrador, con sus hijas, su yerno y su nieto. Aunque universales, los conflictos generacionales se ven exacerbados en la narración por el contexto histórico: a mediados del siglo XX, y tras ser derrotado en la Segunda Guerra Mundial, Japón es un país en plena transformación, y los jóvenes le echan la culpa del desastre de la guerra a la generación anterior.
Ono tiene diferencias políticas y culturales con sus hijas y su yerno, especialmente respecto del nacionalismo y las influencias extranjeras. Como es bien sabido, la isla nipona ha intentado mantenerse hermética ante la invasión de la cultura occidental en los últimos siglos. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, la influencia de Estados Unidos cala profundo en los más jóvenes. Ono, por ejemplo, cuestiona a su hija por cómo cría a Ichiro, un niño cuyos referentes culturales son los cowboys antes que los samuráis, o Popeye el marino antes que los héroes de la infancia de su abuelo.
Ono recuerda también las peleas que tuvo de joven con su propio padre, un hombre profundamente preocupado por sostener las tradiciones de sus antepasados, y que deseaba que su hijo se hiciera cargo del negocio familiar. Ono tuvo que rebelarse contra el mandato paterno e, incluso, escaparse de su casa para poder dedicarse a la pintura. Si bien Ono está lejos de limitar la libertad de sus hijas de la misma forma en que su padre lo intentó con él, sí es cierto que choca con ellas e intenta, en algunas ocasiones, imponer sus opiniones e ideas, como el episodio en que intenta darle de beber un vaso de sake a su nieto, Ichiro.
Hacia el final de la novela, el envejecido Ono parece darse cuenta de que las generaciones más jóvenes no son tan diferentes como él pensaba. Aunque se siente molesto por los comentarios liberales de su yerno o por los consumos culturales de su nieto, el narrador comienza a reconocer que la nueva generación de jóvenes adultos puede llevar a Japón hacia nuevos y prometedores horizontes. En los últimos párrafos del relato, Ono contempla a unos jóvenes oficinistas que ríen durante su descanso, y él también ríe, esperanzado.
El imperialismo occidental vs. la soberanía nacional
A lo largo de la vida de Ono, Japón atraviesa una gran cantidad de convulsiones políticas. Durante su juventud, Ono se siente identificado con las ideas imperialistas japonesas, y llega a creer que su país debería ser una potencia imperial mundial. Aunque no está claro qué motiva estas opiniones políticas, Ono manifiesta su molestia ante la injusticia y la pobreza en que está sumida la ciudad en donde vive, y piensa que Japón puede mejorar la situación de sus ciudadanos si refuerza los ideales nacionalistas y se convierte en una potencia mundial. Por eso, apoya el régimen del Emperador a través de su arte.
En los años posteriores a la guerra y tras su derrota, la sociedad japonesa comienza un proceso acelerado de cambio, marcado por la influencia del imperialismo estadounidense y el aluvión de productos de consumo cultural norteamericanos. Ono encuentra humillante que los japoneses más jóvenes, como su nieto Ichiro, tengan ahora héroes estadounidenses, como Popeye o los vaqueros, y no se interesen por su tradición y por los héroes de su propio país. El fastidio que Ono manifiesta ante los juegos de su nieto pone en evidencia un problema de fondo mucho mayor: el descontento de las generaciones mayores ante las costumbres liberales y poco nacionalistas de los más jóvenes.
Con todo ello, Ishiguro expresa la tensión que existió en los años de posguerra entre los ideales de soberanía y la apertura de Japón a la influencia de las potencias occidentales. Es importante destacar, en este sentido, que hacia el final de la novela el narrador acepta los cambios sociales que están transformando la vida en Japón, aunque no por ello cree que sea necesario renunciar al nacionalismo que ha marcado a su propia generación.
El envejecimiento
Al final de la novela, el lector descubre que gran parte de la historia que Ono ha contado no es completamente cierta. Aunque Ono alguna vez compartió opiniones políticas nacionalistas y apoyó al Japón imperial, en su vejez ha comenzado a pretender que tuvo mucha más influencia de la que realmente tuvo: el narrador se aferra a la idea de que sus acciones tuvieron un impacto social, incluso si ese impacto en el presente se interpreta de forma negativa. Esta necesidad de revisar el pasado y sentirse un actor importante de los acontecimientos pone en evidencia el miedo que Ono le tiene al envejecimiento y a la muerte.
Mientras que Ono se aferra a su visión del pasado, sus hijas sugieren, en más de una ocasión, que las cosas no tuvieron la dimensión que él les da en su relato Esta diferencia entre lo que el narrador piensa de sí mismo y lo que piensan los demás se comprueba en algunos momentos a lo largo de la novela. En primera instancia, durante el miai de su hija Noriko, parece que el descargo de Ono por su accionar en el pasado es exagerado. Si bien los Saito aprecian el arrepentimiento del narrador, ninguno piensa que su apoyo al régimen imperial haya tenido un impacto social considerable. Algo similar sucede hacia el final de la novela, cuando sus hijas vuelven a quitarle importancia a la influencia que él pueda haber tenido para fomentar el nacionalismo que llevó a Japón a participar de la Segunda Guerra Mundial.
El problema del envejecimiento dota el tema de la lucha generacional de nuevos sentidos. Mediante las discusiones que el narrador tiene con sus hijas, el autor le muestra al lector que estos problemas se repiten de generación en generación. A medida que envejece, una generación intenta imponer sus esquemas y valores a la generación siguiente, pero la brecha generacional, en definitiva, responde a un proceso natural y esperable que conlleva el envejecimiento.
La pérdida
Un artista del mundo flotante es una novela que explora diversas formas de perder a seres queridos y lidiar con los sentimientos que la pérdida produce.
Esencialmente, el narrador debe lidiar con tres tipos de aflicción causada por la pérdida. El primero de ellos es producido por la pérdida inesperada y prematura de un ser querido. La muerte de su esposa y su hijo durante la guerra desestabiliza a Ono, lo que produce que, años después, su narración sea poco confiable. Como no puede enfrentarse al sinsentido de sus muertes, trata de minimizarlas, de justificarlas e, incluso, evita referirse a ellas.
Otro abordaje de la pérdida asociado a la muerte de un ser querido se produce hacia el final de la novela, pero esta vez desde una perspectiva que podría describirse como positiva. Se trata de la muerte natural de Matsuda, el viejo colega de Ono, y el único lazo que todavía sostenía con el mundo de su juventud. En este caso, Ono reflexiona sobre el envejecimiento y el paso del tiempo, pero puede lidiar con la pérdida de manera saludable, ya que sabe que Matsuda llevó adelante una vida larga y plena. En este sentido, la muerte natural de Matsuda le permite revisar y aceptar las muertes injustas de Kenji y de su esposa.
Finalmente, cabe destacar otro tipo de pérdida que no está relacionada con la muerte, sino a un conflicto de ideas y un alejamiento doloroso. Ono termina su relación con Moriyama y, años después, con Kuroda, en malos términos. Esta última pérdida es la más dolorosa, puesto que Kuroda sigue vivo y rechaza cualquier contacto con Ono, ya que se siente traicionado por él. Ono intenta más de una vez recuperar la amistad de Kuroda, por lo que cada vez que es rechazado debe reelaborar su pérdida y revisar cuáles fueron los motivos que la causaron. En este caso, la única forma que tiene Ono de hacer frente al dolor de esta pérdida es reconocer el derecho de Kuroda a distanciarse y aceptarlo, aunque sea a regañadientes.
La relación entre maestro y aprendiz
Los maestros en Un Artista del mundo flotante tienen una relación apasionada y controvertida con sus estudiantes más talentosos. Ono mismo reconoce esta relación paradójica, habiendo sido tanto estudiante como maestro en diferentes momentos de su carrera.
La paradoja puede formularse de la siguiente manera: los maestros quieren que sus estudiantes favoritos tengan éxito, pero también quieren que sigan dependiendo de sus mentores. El caso más notorio es el que Ono recuerda de sus años de estudio con Moriyama. En esa época, Sasaki es el estudiante favorito de Moriyama hasta que es despedido sin explicaciones, presumiblemente por haber violado las reglas estéticas del maestro. Tras este episodio, Ono se convierte en el mejor aprendiz y termina repitiendo la historia de Sasaki: el nuevo estatus de favorito le da la confianza para cuestionar a su maestro y, como resultado, él también es expulsado de la academia. Estos recuerdos de Ono parecen indicar que el poder y la fama pueden corromper al maestro y volverlo intransigente con sus aprendices.
Años después, Ono traiciona a su mejor estudiante, Kuroda, cuando este actúa de una forma que el maestro considera inapropiada. Aunque el narrador evita moralizar, Ono se arrepiente de lo sucedido con Kuroda y reflexiona sobre lo difícil pero necesario que es para un maestro ser flexible y de mente abierta con sus aprendices.